martes, 10 de abril de 2012

The Heart of Millionaire cap.3




No estaba preparada para dejar el sol.
Miley puso la taza de café encima de la mesa de cristal, levantó la cara hacia el cielo y dejó que los calurosos rayos de la mañana cayesen sobre ella como una bendición. A pesar de que estaba rodeada de gente que reía, hablaba, se tiraba a la piscina y salpicaba agua, se sentía sola. Y no tenía ganas de volver a las tinieblas de su camarote.
Pero le había mandado una nota a Nick. Y le había dicho dónde podía encontrarla. En aquel minúsculo camarote que era más pequeño que un armario. Así que lo mejor sería que estuviese allí cuando él llegase. Suspirando, se puso en pie, se colgó el bolso del hombro izquierdo y avanzó entre la multitud que ocupaba la Cubierta Galería.
Alguien le tocó el brazo y se detuvo.
—¿Ya te vas? —le preguntó Mary Curran sonriendo.
Miley le devolvió la sonrisa.
—Sí. Tengo que volver a mi camarote. Esto... he quedado con alguien.
Estaba casi segura de que Nick iría allí. Pero ¿y si no iba? ¿Y si le daba igual ser el padre de sus dos gemelos? ¿Y si le hacía el mismo caso a su nota que a los correos electrónicos que le había mandado?
Se le hizo un nudo en el estómago. Los dos estaban en el mismo barco, en medio del océano. ¿Cómo iba a seguir evitándola? No. Fuese como fuese, iba a hablar con él y a decirle lo que le tenía que decir.
—Dios mío, cariño —dijo Mary haciendo una mueca y temblando teatralmente. —¿De verdad quieres hablar con alguien en el infierno?
Miley rió.
—¿El infierno?
—Así lo ha bautizado mi marido, Patrick esta noche, cuando se ha dado un golpe en la espinilla al intentar llegar al cuarto de baño.
—Supongo que el nombre le va bien —contestó Miley sonriendo, —pero tiene que ser allí. Es una conversación demasiado privada como para tenerla aquí arriba.
Mary la miró cariñosamente y le dijo:
—En ese caso, ve a hacer lo que tengas que hacer. Tal vez volvamos a vernos más tarde a la luz del sol.
Miley asintió. Sabía que los pasajeros de los cruceros solían hacerse amigos. Lo había visto cuando trabajaba para la Línea de Cruceros Falcon. Las amistades se labraban rápidamente, mucho antes que en tierra firme. Y, en aquel momento, Miley decidió que le iría bien una amiga.
—Seguro que sí —dijo una sonrisa en los labios. —¿Qué tal si nos tomamos unos margaritas en la Cubierta Calipso? ¿Sobre las cinco?
—Allí estaré —contestó Mary encantada.
Mientras iba hacia el ascensor, Miley se dijo que después de hablar con Nick, era probable que fuese a necesitar una o dos copas.
Nick se puso de pie de un salto y su sillón se fue hacia atrás, rodando hasta la cristalera que había a sus espaldas.
—¿Es una broma?
Apretó la tarjeta azul clara con fuerza y observó las caritas de los dos bebés. Eran idénticos, salvo en sus expresiones. Uno de ellos miraba hacia la cámara y sonreía enseñando las encías y un profundo hoyuelo. El otro miraba a la persona que estaba haciendo la fotografía con gesto serio, casi pensativo.
Y los dos se parecían mucho a él.
—¿Gemelos?
En un instante, sintió un cúmulo de emociones difíciles de nombrar. Ira, frustración, confusión, y más ira. ¿Cómo iba a ser padre? No conocía a ninguna mujer que hubiese estado embarazada. No podía estar pasándole algo así. Levantó la vista, como esperando que apareciese alguien y le gritase: «¡Inocente, inocente!». Pero no había cámaras. Y aquello no era ninguna broma.
Bueno, tampoco era la primera vez que una mujer intentaba interponerle una demanda por paternidad. Aunque nunca le habían arrojado el guante de un modo tan original.
—¿De quién se trata?
Nick levantó el sobre, pero en él sólo figuraba su propio nombre en la parte delantera, escrito con letra pequeña y femenina. Le dio la vuelta a la tarjeta que todavía tenía en la mano y leyó:
Tenemos que hablar. Ven al camarote 2A de la Cubierta La Reviera.
—Cubierta La Riviera —dijo en voz alta.
Tenía que admitir que no tenía ni idea de qué cubierta era aquélla. Tenía muchos barcos y aquélla era la primera vez que viajaba en aquél en particular. A pesar de que contaba con convertir el Falcon's Pride en su hogar, todavía no había tenido la oportunidad de explorarlo de proa a popa, como hacía con todos los barcos que llevaban su nombre.
Atravesó la habitación hasta llegar a la pared en la que estaban colgados los planos del barco. Aquello era algo que tenía en todos los barcos. Le gustaba mirarlos, saber que conocía cada palmo de ellos. Le gustaba saber que había conseguido hacer realidad un sueño que había comenzado más de diez años antes.
Pero, en esos momentos, Nick no estaba pensando en su línea de cruceros, ni en negocios. Lo único que quería era encontrar a la mujer que le había enviado aquella tarjeta para poder asegurarse a sí mismo que aquello no era nada más que un error.
Entrecerró los ojos y recorrió las diferentes cubiertas con un dedo hasta encontrar la que buscaba. Entonces, frunció el ceño. Según el plano, la cubierta La Riviera estaba por debajo de los alojamientos de la tripulación.
—¿Qué demonios está pasando aquí? —se metió la fotografía de los dos bebés en el bolsillo de la camisa blanca de manga corta, fue hacia la puerta del despacho y gritó:
—¡Teresa!
La puerta se abrió un segundo después y su asistente entró corriendo, sorprendida.
—¿Qué pasa? ¿Dónde está el fuego?
Él ignoro aquella nota de humor, así como la expresión de asombro de su rostro. Señaló con un dedo los planos del barco y se limitó a decir:
—Mira esto.
Ella atravesó rápidamente el despacho, miró los planos y luego lo miró a él.
—¿Qué es exactamente lo que quieres que vea?
—Esto —dijo él señalando la cubierta más baja. —La Cubierta La Riviera.
—Y ...
—Hay gente viajando ahí abajo.
—Vaya.
Contento de que Teresa le hubiese entendido tan pronto, añadió:
—Cuando se terminó de reformar el barco, especifiqué que no quería que se utilizasen esos camarotes.
—Sí, lo hiciste, jefe —admitió ella preocupada. Sacó un par de llaves. —Iré a averiguar qué ha pasado.
—Hazlo —contestó Nick irritado por la idea de que alguien no hubiese prestado atención a sus órdenes. —Por el momento, quiero que averigües cuántos camarotes están ocupados.
—De acuerdo.
Mientras Teresa trabajaba con su agenda electrónica, Nick volvió a mirar los planos enmarcados y sacudió la cabeza. Aquellos camarotes eran demasiado viejos y pequeños para ser utilizados en uno de sus barcos. Se había cambiado la decoración y el mobiliario, pero una cosa era tenerlos y otra distinta, utilizarlos. Aquellos camarotes, pequeños y oscuros, no eran la imagen que él quería dar de su línea de cruceros.
—¿Jefe? —Teresa lo miró. —Según el registro, sólo hay dos de los cinco camarotes ocupados.
—Algo es algo. ¿Y quién hay en ellos?
—En uno están Patrick y Mary Curran.
Nick no conocía a nadie que se llamase así y, además, la tarjeta procedía de la ocupante del otro camarote.
Así que esperó.
—En el 2A está... —Teresa dejó de hablar y Nick vio como su habitualmente imperturbable asistente se mordía el labio inferior.
Eso no auguraba nada bueno.
—¿Qué pasa? —le preguntó al ver que no contestaba inmediatamente. —Dime quién hay en el otro camarote.
—Jenna —respondió Teresa dejando escapar un suspiro. —Miley Baker está en el camarote 2A, Nick.
aqi sigo niñas continuando con esta nove qe me encanta jjijiji ya casi es el reencuentroo!!


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