—Has estado muy callada. ¿Pensando? —preguntó Joe mientras pilotaba en dirección a la zona de aterrizaje de la azotea de su casa.
—¿Sobre qué? ¿Haberte dicho que te deseo? ¿O el hecho de desearte?
¿Sería ella consciente de cómo la música de su voz jugaba con el deseo de un hombre excitándolo cada vez más?, se preguntó Joe mirándola a los ojos.
—Las dos cosas.
Demi sacudió la cabeza. Se había pasado la mayor parte del viaje mirando subrepticiamente a Joe e imaginándose tocándolo, fantaseando con lo que esperaba que pronto se convirtiera en realidad. Primero, lo había tocado con las yemas de los dedos, y después, con las manos, para absorber la fuerza de sus músculos y la tensa suavidad de su piel. Y después, finalmente, con los labios y la lengua, explorando cada delicado hueco de su cuerpo.
El calor que constantemente recorría su cuerpo se estaba concentrando en palpitantes puntos, no sólo entre las piernas o en los pechos, sino por todas partes, los dedos, los labios...
—He hablado más de lo que debía —admitió Demi.
—Sí —asintió Joe—. ¿No has conocido otros hombres en tu vida que prefirieran ser ellos los que conquistaran y se declararan?
El helicóptero dio un pequeño salto al tomar tierra.
Esperó a que saliera Joe para que fuera a ayudarla a salir. Por encima de ellos, las estrellas brillaban en el oscuro cielo de la noche, pero no podían competir con el brillo y color de la noche neoyorquina.
Las manos de él le parecieron duras y lejanas, ¿la estaba rechazando? ¿Lo había hecho mal? ¿Había interpretado mal su actitud?
La había dejado libre y no tenía otra opción que ir delante de él hasta la puerta del ascensor.
Joe la siguió y llamó el ascensor. En unos segundos, estaban en su rellano privado y en unos segundos más entraban en el apartamento.
—Dolores y Rafael están en una celebración familiar —dijo Joe.
Demi movió la cabeza. La decepción era una sensación fría y plomiza a lo largo de su cuerpo. Le sorprendió lo irónico que era. Nada la había preparado para aquello. Los sentimientos que había esperado eran de vergüenza y humillación, no la decepción que ahora experimentaba.
Todos esos años de silenciosa determinación, de decirse que tenía derecho a sentirse orgullosa no habían logrado impresionar a su psique tanto como ella pensaba.
Estaban en el gran recibidor. Eran casi las once. Se alejó de Joe para irse a su habitación donde suponía que la esperaría una noche de insomnio.
—Por aquí.
Los dedos de Joe rodearon su brazo e inmediatamente su piel reaccionó poniéndose de gallina. Ese pasillo le era desconocido, de sus paredes colgaban lo que sospechaba serían carísimos cuadros de arte moderno. Al final del corredor había dos puertas dobles. Joe abrió una de ellas sin soltarla.
Silenciosa caminó hacia la oscuridad que tenía delante. Joe la dejó ir y ella pudo escuchar el sonido sordo de la puerta al cerrarse.
Podía sentirlo de pie detrás de ella y esperaba que encendiera la luz, pero en lugar de eso, le dio la vuelta mientras con sus dos manos la agarraba de los brazos.
Bien chicas hasta aqi con esta nove
se qe pocas la leen no se si es la nove o qe sea Jemi...
pero la seguire hasta terminarla por qe de esta nove se desprende una Nove Niley
bueno besitos!!
No hay comentarios:
Publicar un comentario