martes, 10 de abril de 2012

Blackmail A Woman Niley cap.4




Miley no había terminado el champán, pero puso la copa en la bandeja cuando pasó el camarero, y agarró otra llena automáticamente, tambaleándose un poco al hacerlo. Sabía que no debía haberse puesto aquellas sandalias. Ella no era muy dada a llevar tacones, pero había aceptado comprarse aquellas sandalias de finísimos tacones sólo porque le hacían juego con el vestido.
Desgraciadamente, sus sandalias no eran apropiadas para el suelo de parquet, sobre todo si éste estaba encerado y resbaladizo como el hielo.
Miró a su alrededor, pero no vio ni a sus padres ni a su hermano, y entonces oyó una voz que dijo:
—¿No crees que has tenido suficiente?
Nick estaba de pie frente a Miley.
«¿Suficiente de qué?», pensó ella.
—En realidad, Nick, no —respondió ella automáticamente.
Nick la miró con desprecio.
—¿Cuántas copas de champán llevas? —preguntó Nick.
—No las suficientes —respondió ella con una frivolidad que no sentía.
—Apenas te tienes de pie —comentó él, irritado.
—¿Y qué? —lo desafió, echando la cabeza hacia atrás—. En realidad, creo que voy a beber un poco más de champán. Estoy celebrando algo, ya ves… —apuró la copa antes de que él se la quitase y buscó al camarero.
—¿Celebrando qué? —preguntó Nick agarrando su brazo fuertemente.
—Un milagro —respondió Miley pronunciando la palabra con mucho cuidado.
Le pareció que Miley juraba en voz baja, pero debió imaginárselo.
—El único milagro aquí es que aún te tengas de pie —murmuró él.
El camarero estaba casi a su altura por lo que ella extendió la mano y agarró una copa, pero Nick le agarró la mano antes de que pudiera levantarla.
—Déjala donde está, Miley —le ordenó serenamente.
—Tengo sed —protestó Miley.
Tenía sed de sus labios, pensó ella.
Miró su mano, sus largos dedos encima de los suyos. Ella sintió la tentación de levantar la mano y llevársela a la boca.
—Creo que es hora de irnos —dijo con frialdad Nick.
—«¿Nosotros?» —subrayó Miley.
—Sí, nosotros. Yo estaba a punto de marcharme, y a no ser que quieras que los invitados de tu tía te vean tirada en el suelo, me parece que sería mejor que te fueras conmigo. De hecho, insisto en que vengas.
—Tú eres el tutor de mi fideicomiso, Nick, no mi guardián, ni mi secuestrador.
—Ahora mismo, soy un hombre a quien se le está agotando la paciencia. Y además, tengo que hablar contigo sobre Pret a Party.
Miley se puso rígida, a la defensiva.
—Si vas a volver a darme un sermón sobre Liam… —empezó a decir Miley.
Pero Nick la ignoró e hizo como si ella no hubiera hablado.
—No sé si te acuerdas de que mi hermana quiere organizar una fiesta sorpresa para el cumpleaños de su marido…
—Sí.
—Tengo que ir a verla esta semana, y ella me ha sugerido que te lleve conmigo para encargarte la fiesta. He pensado que querrías mirar tu agenda antes de que acordemos una fecha.
Miley exhaló débilmente. Se alegraba de que le dieran trabajo en aquel momento, aunque eso significase que tuviera que pasar tiempo con Nick.
—Tengo una semana bastante libre —respondió Miley.
La verdad era que tenía toda la semana libre. De hecho el único evento que tenía que organizar en todo el mes era uno para un fabricante de prendas deportivas.
Sin saber cómo, llegaron a la puerta que daba al vestíbulo. Su tía se estaba despidiendo de otros invitados, y era evidente que Nick tenía la intención de llevársela de allí.
—Caminas demasiado deprisa —le dijo ella, quejándose.
Nick se detuvo de repente y ella se chocó con él.
—Nick, querido mío, cuánto me alegro de que hayas venido. Y Miley… —dijo su tía.
Nick aún le sujetaba el brazo.
—Una fiesta estupenda, Alice. Gracias por invitarme —dijo Nick.
—¿Cómo no te iba a invitar? Después de todo, tu familia se ha encargado de las cuestiones económicas de nuestra familia desde siempre. Por supuesto, debería haberos servido comida, pero me temo que Miley me ha fallado en eso.
Miley exclamó, indignada.
—¡Es que…! ¡Ay! —se quejó, cuando Nick la pisó y se la llevó a la calle, como si fuera una prisionera bajo la vigilancia de un guardia armado, pensó Miley, indignada.
—Te das cuenta de que me has pisado, ¿verdad? —protestó Miley.
—Es mejor que te haya pisado a que metieras la pata, ¿no crees? —dijo Nick.
Miley tardó unos segundos en comprender.
—Fue tía Alice quien ha decidido no servir comida No ha tenido nada que ver conmigo.
—Me sorprendes a veces, ¿sabes, Miley? —protestó Nick, irritado—. ¿No te ha dicho nadie que un poco de tacto suaviza el engranaje de un negocio y su reputación?
—¡Tú eres el menos indicado para hablar! Jamás tienes tacto conmigo.
—Hay situaciones que exigen medidas extremas —respondió Nick.
—Si te refieres a mi matrimonio… —empezó a decir Miley acaloradamente, luego se calló.
Era mejor que no hablase de su matrimonio. Era un tema en el que no se sentía segura con Nick. Y era una discusión que sabía que no iba a ganar.
—Puedes soltarme, Nick —protestó Miley.
Nick no la soltó. Pidió un taxi y la metió dentro, luego se sentó a su lado.
—¿Adónde vamos? —preguntó el taxista.
—A Wendover Square, número veintiuno.
—A Arncott Street —dijo ella al mismo tiempo.
—A ver si se deciden… —se quejó el taxista.
—Wendover Square —repitió Nick antes de que pudiera hablar Miley.
—Habría sido más fácil que me dejara a mí primero, Nick.
—Quiero hablar contigo —le dijo Nick.
—Habla, entonces —dijo ella.
—En privado.
El taxista estaba doblando en Wendover Square, con sus elegantes casas georgianas que daban a una de las más bonitas plazas de Londres.
La casa de Nick, la que había habitado su padre y su abuelo, y su bisabuelo, tenía una situación excepcional frente a la plaza. Era de cuatro plantas y tenía un jardín en la parte trasera. Y Miley notó lo impresionado que estaba el taxista.
—Espero que, sea lo que sea lo que me quieras decir, no te lleve mucho tiempo, Nick —le advirtió Miley tratando de que su voz sonara convincente, algo difícil en aquel estado.
Nick estaba abriendo la puerta de su casa.
—¿No está la señora Crabtree? —preguntó Miley cuando entraron en la casa y no vio rastro del ama de llaves.
La mujer trataba a su jefe como si fuera casi un dios.
—Se ha quedado con su hija, para ayudarla a cuidar a su bebé recién nacido.
—¡Oh! —se sorprendió Miley y se tambaleó en el vestíbulo.
—Has bebido demasiado —dijo Nick seriamente—. Y no estás en condiciones de ir sola a ningún sitio.
Su acusación le dolió.
—Estás fuera de onda, Miley. La mujer de treinta y tantos, algo alegre, tipo Bridget Jones se ha terminado. Lo que se lleva ahora es la trabajadora, madre de familia con dos niños y un marido… Y si no me crees, mira a tus amigas. Demi y Selena están casadas ambas, y son madres.
¡Como si necesitase que se lo recordase!
—Yo no tengo treinta y tantos —le dijo ella, malhumorada—. Y por si se te olvida, he estado casada.
—¿Olvidado? ¿Cómo diablos puede olvidarse nadie de ello? —exclamó Nick.
—Y no he bebido mucho —agregó Miley con determinación, como si no lo hubiera oído.
Nick la miró y el cuerpo de Miley se incendió, además de su cara.
—¿No? Bueno, lo único que puedo decir es que si éste es el estado en el que estabas cuando Liam Blayne te conoció, no me extraña…
—¿No te extraña qué? ¿Que me fuera a la cama con él? Bueno, para tu información, me fui a la cama con él porque…
—Ahórrame tu comentario de cuánto lo amabas, Miley —le dijo Nick—. Blayne te caló y se aprovechó de ti, económicamente, emocionalmente, y por lo que sé, sexualmente también. Te utilizó, Miley, y tú lo dejaste. ¿No te diste cuenta de lo que era? —preguntó Nick, fuera de sí—. Hasta una virgen de dieciséis años se habría dado cuenta de que era un aprovechado.
—Las vírgenes de dieciséis años tienen mejor ojo que las solteras de veintitantos largos —le contestó Miley con impertinencia.
¿Cuántas veces había utilizado la impertinencia con Nick como para saber que eso lo irritaba más? Pero era el modo de defenderse de su debilidad por él.
—Yo amaba a Liam —mintió ella.
—¿Sí? ¿O sólo querías acostarte con él?
—En estos tiempos ninguna mujer tiene que casarse para acostarse con un hombre, Nick. Ni siquiera tiene que amarlo. Lo único que tiene que hacer es hacerlo.
Miley notó el desprecio en los ojos de Nick.
—¿Te das idea de lo provocadora que es esa afirmación? ¿O de lo vulnerable que eres?
Miley lo miró.
—¿Qué quieres decir?
—Quiero decir que ahora mismo cualquier hombre podría llevarte a la cama.
—¡Eso no es verdad!
—¿No? ¿Quieres que te lo demuestre?
—No podrías —lo desafió.
El extendió la mano tan rápidamente, que ella no tuvo tiempo de reaccionar. Nick la estrechó en sus brazos. La besó posesivamente, con enfado, y poseyó sus labios con u beso de victoria. Y a ella no le importó.
El efecto en sus emociones fue más potente que las burbujas del champán.
Nick la estaba besando.
¡Nick la estaba besando!
Muajajajajjajaajajaj soi malita hasta ahi lo dejare jijiiji
despues le sigo


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