domingo, 15 de abril de 2012

Blackmail A Woman Niley cap.8




Miley no regresó a su oficina hasta las tres. Estaba excitada y la cabeza le daba vueltas con pensamientos y planes para su negocio. No podía creer la suerte que había tenido. Todo porque Lucas había visto aquel reportaje acerca de Prét & Party en la revista A-List Life.
Lo único malo de todo aquello era que no iba a poder decirle nada a Nick. O al menos, no de momento. ¡Era un alivio tan grande saber que no iba a tener que convencerlo de que cambiara de opinión y la dejara usar lo que quedaba del fideicomiso para pagar las deudas de su empresa y tener algo de capital!
Miró el teléfono. No había ningún mensaje de Nick, a pesar de que había dicho que se pondría en contacto con ella. ¿Habría cambiado de opinión? ¿Habría estado pensando en la noche anterior y había decidido que no quería volver a verla por si a ella se le ocurría repetir su comportamiento?
¿Pero y si llamaba, qué diría?
Necesitaba un café.




****
Nick frunció el ceño mientras miraba por la ventana de su despacho. Su padre, su abuelo, su bisabuelo y todos los que lo habían precedido habían ocupado aquel despacho, y Marcus había sabido siempre que un día le tocaría a él asumir la responsabilidad del banco y sus clientes. Su padre había muerto cuando él tenía seis años, por lo que él había sido criado por su madre y su abuelo, quienes le habían infundido la idea de que dedicaría su vida al banco. A los veintiún años, apenas terminada la universidad, Nick había sentido el peso de esa responsabilidad por primera vez. Pero la vida lo había forzado a ello. Su abuelo, con ochenta años, había necesitado retirarse, y él había tenido que relevarlo.
Así que había tenido que apartar sus sueños de viajar por el mundo y se había concentrado en hacer lo que tenía que hacer.
Tenía casi seis años más que Miley, y la primera vez que ella había ido a su oficina, sus sentimientos hacia ella habían sido una mezcla de irritación e impaciencia. Irritación porque él ya tenía bastante responsabilidad como para tener que agregar la de ser el tutor de su fideicomiso, e impaciencia porque había visto en los ojos de Miley la mirada de una joven encandilada con él, algo que él no deseaba.
No se consideraba vanidoso. Pero había tenido suficientes relaciones como para saber lo que había querido decir aquella mirada. Él había tenido que aceptar la responsabilidad del banco, pero estaba decidido a mantener su independencia. El matrimonio era un mal que prefería aplazar todo lo posible. Un día se casaría, y proveería al banco con un futuro administrador, pero todavía no. Y no tenía intención de permitirse enamorarse.
El sabía de primera mano la destrucción que podía causar el enamorarse. Su padre se había enamorado cuando Nick tenía seis años, y había dejado a su esposa, la madre de Nick, abandonándola con dos niños por el «amor». Había destruido su familia y lo había dejado a él con un sentimiento de traición y abandono. Y como no había podido odiar a su amado padre, su mente de niño de seis años había dirigido su odio hacia la emoción que lo había hecho abandonarlo.
A las tres semanas de abandonarlos, su padre había muerto en un accidente junto con su amante. Nick había llorado mucho, y se había prometido no cometer el mismo error que su padre.
Por ello siempre se había relacionado con mujeres sofisticadas, algo mayores que él, dispuestas a disfrutar del sexo, mujeres que conocían las reglas del juego al que jugaba él, mujeres totalmente opuestas a Miley.
Con el transcurso de los años, aquella irritación e impaciencia hacia ella se había mezclado con una reacción instintiva cada vez que la veía. A aquella irritación se le había añadido incredulidad y enfado cuando ella se había casado con Liam Blayne.
Se suponía que Miley era una mujer inteligente. ¿Cómo había podido estar tan ciega?
Irritación… Impaciencia, enfado… Y si era sincero… ¿un poco de culpa quizás?
¿Culpa? ¿Por qué diablos tenía que sentir culpa? Él no había sido responsable de que ella se casara con Blayne ni de los catastróficos hechos que habían seguido a su boda. Había hecho todo lo posible por impedir que Miley destruyera su seguridad económica y por impedir que su ahora ex marido tuviera acceso, al fondo, pero ella no había querido escucharlo.
Y, ridículamente, él se sentía culpable. Y por alguna razón eso le hacía estar más enfadado e irritado con Miley.
El era, se recordó, el tutor de su fideicomiso, y estaba decidido a proteger, de sí misma incluso, lo que le quedaba a Miley de su herencia.
Se daba cuenta de que su inicial timidez, inseguridad y curiosidad sexual virginal hacía él se había transformado en resentimiento y aprensión. El le había dejado claro que no la dejaría sacar dinero del fideicomiso meterlo en su dudoso negocio, aunque lo presionara todo el tiempo para que lo hiciera.
Prét a Party estaba sufriendo las lógicas consecuencias de un negocio arruinado por la avaricia y la mala administración. Lo Único que podía salvarlo en aquel momento era una inyección de capital y una mano férrea que tomara su control. Eso se traducía en la mente de Nick en que él debía ponerle una inyección de capital y tomar sus riendas. El problema era que, mientras que podía poner el dinero fácilmente, no tenía tiempo para salvar del naufragio el negocio de Miley.
El había estado cerca de ella para observar, asesorándola, reacio al principio, luego con admiración, puesto que Miley había hecho de su empresa un pequeño negocio muy lucrativo. Pero ella lo había seguido irritando, con la agresividad que normalmente seguía al enamoramiento, y su negativa a seguir su consejo.
¡Pero todo eso había sido antes de la noche que habían pasado juntos!
Llevar a Miley a la cama había sido lo último que se le había pasado por la cabeza cuando se la había llevado de la fiesta.
Pero lo había hecho. Y ahora…
Nick frunció el ceño. Tenía casi treinta y cinco años, una edad en que todos sus ancestros masculinos ya se habían casado y habían tenido un heredero varón para dirigir el banco.
Como nunca había estado enamorado, le resultaba difícil saber qué era eso, o qué se sentía.
Aunque no quería casarse, sabía que tendría que hacerlo. Y en el último año había sido más consciente de su deber con el banco y con la tradición de su familia. Necesitaba una esposa y un heredero.
Encontrar una esposa no seria problema, pero encontrar la esposa adecuada, que pudiera adaptarse a su forma de vida y que pudiera comprender sus obligaciones y responsabilidades… no sería tan fácil. Sobre todo porque el tipo de matrimonio que él quería no era uno basado en las emociones, sino en el sentido práctico. Se casaría fundamentalmente para tener un heredero.
Era hora de encontrar una mujer. Una mujer con la que fuera sexual y socialmente compatible. Una mujer, quizás, como Miley.
¿Miley? ¿Se había vuelto loco?
La pasada noche lo había excitado como ninguna mujer.
La verdad era que Miley necesitaba protegerse de sí misma. El sería un marido más seguro y más adecuado que Liam Blayne. El matrimonio entre ellos los beneficiaría a ambos. El necesitaba una esposa y Miley ciertamente necesitaba un
marido, aunque sólo fuera para impedir que repitiera el error que había cometido casándose con Blayne.
Y a Miley le encantaban los niños…
En realidad que se casaran era casi lógico. Ella comprendía el mundo en el que se movía él porque también era su mundo. Ambos querían hijos, y sexualmente él había tenido ya muchas experiencias, no necesitaría experimentar más… Lo único que lamentaba era no haber podido realizar su sueño de juventud de viajar.
Estaba decidido. Se casaría con Miley. Cuanto antes, mejor.
Lo único que tenía que hacer era convencerla de que ella necesitaba casarse con él. Y sabía exactamente cómo hacerlo.
La sensualidad que Miley había desplegado la noche anterior lo había sorprendido, así como la intensidad de su reacción sexual hacia él. Miley era una mujer con una sexualidad intensa, que no tenía un compañero en su vida y que claramente necesitaba uno.
Lo que tenía que hacer era intentar que el deseo de Miley se orientase hacia él, decidió fríamente. Caminó hacia su escritorio y agarró el teléfono.



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