Eran las seis y el parque estaba en silencio. Joe había dejado durmiendo a Demi, soltando su cuerpo con cuidado y preocupándose de no despertarla.
Se había despertado una docena de veces por la noche, escuchando en silencio su respiración, mirándola y, mientras lo hacía, había revivido la intimidad que habían compartido, tratando de analizar su propia reacción ante ésta.
Había practicado el sexo antes, después de todo, y había sido buen sexo. Pero nunca nada le había hecho sentir ni de lejos lo que había sentido con Demi.
La palabra «intenso» había reflejado perfectamente sus propios sentimientos.
¿Por qué?, pensó. ¿Por qué el cuerpo de ella, su piel, su deseo eran ton diferentes? ¿Porque era virgen? ¡No, definitivamente por eso no!
La segunda vez que habían hecho el amor, en las horas más tempranas de la mañana, había sido para él una experiencia incluso más intensa que la primera. Y Demi había dejado bien claro que no sentía remordimientos. Su virginidad no había sido la causa de la diferencia.
¿Qué tenía ella de especial que había hecho que necesitara estar despierto para comprobar que seguía allí?
¿Qué era lo que hacía que todo su cuerpo sufriera sólo de pensar en perderla?
¿Sería por la intensidad de la intimidad que habían compartido? ¿El hecho de que, por alguna insondable razón, algo en ella suavizaba algo en él? No lo sabía, pero sí sabía que fuera lo que fuera, había provocado un cortocircuito dentro de su cabeza y que, en vez de estar pensando en cómo deshacerse de ella y seguir con las excitantes cosas de su vida, como adquirir otra empresa, estaba de hecho preguntándose cómo podía hacer para prolongar su tiempo juntos.
Miró el reloj, pronto estaría despierta y quería estar allí cuando lo hiciera.
—¿Demi?
Perezosamente, Demi abrió los ojos.
Se había despertado una hora antes preguntándose dónde habría ido Joe y, después de ducharse y cepillarse los dientes, se había vuelto a acostar y se había quedado dormida rápidamente.
Joe estaba sentado en la cama a su lado y estaba ya completamente vestido.
Demi luchó para sentarse y, entonces, se dio cuenta de que estaba desnuda.
—Tenemos que salir para Francia esta tarde —le recordó Joe.
—Oh, sí, claro. Yo...
Dio un respingo cuando Joe se agachó y le cubrió la boca con la suya. Automáticamente lo abrazó por los hombros y después envolvió su cuello cuando sintió cómo la lengua tomaba posesión de su boca. De nuevo sintió en su cuerpo el calor pesado del deseo que la atraía hacia él como una llama a una polilla.
Separó la boca de la de ella y la abrazó sensualmente, viendo cómo el calor ardía en su mirada. Su mano rodeó los hombros y luego fue descendiendo por el cuerpo de ella, ignorando las deseables cimas de los pezones y yendo a parar a las caderas, dejando al pulgar deslizarse perezosamente por el borde de su vientre. Pequeñas caricias como de pluma que hicieron que Demi se acercara más a él en una demanda silenciosa.
—¡Desnúdame!
La orden sonó fuerte y un poco temblorosa, casi como los dedos de Demi al recorrer el borde de la camiseta de Joe y sentir el calor de la piel.
La tarea habría resultado más fácil sí Joe no la hubiera atormentado besándola y acariciándola mientras intentaba terminar, pero finalmente consiguió quitarle la camiseta y se vio recompensada por un beso en los pechos.
La sensación la penetró, dulce, impactante y dolorosamente erótica. El tacto de la lengua y el deliberado roce con los dientes le hizo gemir y pedir más.
Al final tuvo que desnudarse él mismo, sacándose la ropa con urgencia para después levantar a Demi y sentarla a horcajadas sobre él.
Joe vio cómo Demi abría los ojos y seguía mirándolo mientras introducía la yema del dedo en su humedad.
Demi gritó, su cuerpo se puso rígido. Joe se incorporó y lamió primero un pezón y después el otro. Encontró el caliente clítoris y lo frotó rítmicamente con la yema del dedo.
Joe se arqueó, su impaciencia le oscurecía los ojos mientras se acercaba más y se colocaba encima de él, bajando despacio sobre él, recibiéndolo dentro de ella.
Joe se quedó quieto, casi sin respirar, prácticamente incapaz de soportar el placer de sentir cómo el cuerpo de ella se abría para él y sus músculos lo reclamaban.
Para probar, Demi empezó a moverse, sintiendo escalofríos de su propio placer. Se volvió a mover, más ansiosa. Joe suspiró y respondió a las demandas de Demi agarrándola de las caderas para tomar el control, permitiendo que ella tomara de él tanto como quisiera.
Demi llegó deprisa, casi violentamente, justo antes que Joe, con una serie de intensos espasmos que la dejaron demasiado débil para más. Joe la levantó para salir de ella y después la bajó para tumbarla encima de él y sentir su dulce temblor contra su cuerpo mientras la abrazaba.
No hay comentarios:
Publicar un comentario