viernes, 6 de abril de 2012

The Burning Passion JEMI cap. 33




El château propiedad de una famosa estrella del rock y su impresionante esposa americana, estaba en el valle del Loira, zona de origen de alguno de los más famosos vinos de Francia. Demi había visto fotografías del château en un artículo de una revista y sabía que la esposa del músico había recorrido Europa buscando anticuarios y los mejores restauradores, para reparar el edifico y convertirlo en una vivienda moderna. Una sala de baile cubierta de espejos similar a la de Versalles era la joya del trabajo de restauración, lo mismo que los jardines.
Aquel evento era de lejos el más importante de los tres. Casi cualquiera que fuera alguien estaba invitado hasta un total de quinientas personas, principalmente gente del mundo del rock, el cine, la moda y de la clase alta en general.
El menú sería de seis platos y había sido preparado por uno de los mejores chefs del mundo. Además del baile de rigor, la mujer de la estrella del rock había elegido a unos magos que se moverían entre las mesas desarrollando una gran variedad de trucos. Crema, dorado y negro eran los colores que había elegido Demi, insistiendo en que las flores para la decoración de las mesas no debían tener ningún aroma porque quería que el único aroma que se apreciara en la carpa fuera el de unas velas especiales que había adquirido en su tienda de fragancias favorita.
La carpa tenía que ser negra, decorada en crema y oro, las sillas de las mesas eran crema con lazos negros y el suelo de un deslumbrante dorado que parecía papel de tisú arrugado debajo de un cristal.
La casa que había alquilado Joe estaba situada en una pequeña y pintoresca ciudad a pocos kilómetros del château en la rivera del Loira. Era un alto y pequeño edificio de piedra entre otros similares en una oscura, estrecha y tortuosa calle adoquinada, con jardín privado en la parte trasera y un balcón en el segundo piso que daba al Loira.
En la casa los estaba esperando madame Bouton. Les explicó que vendría a limpiar cada mañana y que podía comprar cualquier cosa de comer que necesitaran.
—¿Qué buscas? —preguntó Joe en cuanto madame Bouton se hubo marchado.
—Sólo tengo hambre de ti —dijo Demi.
Una sensación como si un puño gigante golpeara su pecho se mezcló con una desconocida punzada de alerta. Y entonces la miró a tos ojos y a la boca...
Ni siquiera se quitaron la ropa. El sexo fue caliente y rápido. Joe agarró a Demi de las nalgas desnudas, la levantó y la sentó en la mesa y Demi lo rodeo con fuerza con las piernas.
Demi había estado esperando todo el día por él, soñando y fantaseando, deseándolo y simplemente sentir la boca de Joe contra su pecho desnudo según éste le quitó la ropa, la colocó en tal grado de excitación, que creyó que iba a llegar al orgasmo en ese momento.
Pero pronto comprendió que tenía más cosas que aprender de Joe sobre el placer del sexo. ¡Mucho más!
Cuando habían retrasado ambos tanto sus orgasmos que Demi estaba a punto de gritar defrustración, él finalmente se apiadó y la intensidad del clímax que tuvo fue tal, que quedó tendida prácticamente desmayada apoyada en él mientras se sacudía con temblores de placer.
Con unos vaqueros, una camiseta y un sombrero para protegerse del sol, Demi permanecía de pie escuchando a sus clientes mientras los tres discutían sobre el evento.
—A mí me gusta el interior de la carpa, pero no estoy segura de las flores. Creo que quiero cambiarlas —informó Angelina Forrester—. Me encanta el negro. A lo mejor si cambiamos algunas cosas y ponemos los manteles crema liso y las flores negras... ¡Una suerte de apasionamiento y peligro!
A Demi se le cayó el alma a los pies de pensar en los problemas y los gastos que había supuesto cumplir con las demandas iniciales de Angelina de conseguir flores sin aroma.
—Maldita sea, Angelina, ¿importa algo el color de las malditas flores?
La estrella del rock parecía muy impaciente y enfadado y Demi pudo apreciar el rubor de la furia subir por las perfectas facciones del rostro de su esposa.
—A lo mejor si añadimos una o dos flores negras en las mesas... —sugirió Demi con calma.
Sabía que si Angelina aceptaba la sugerencia las flores tendrían que ser artificiales o teñidas. No había ninguna otra forma de conseguir flores de pétalos negros para el día siguiente por la noche. Necesitaba hablar con la floristería de todos modos...
—Bueno... tendría que verlo... —dudó Angelina.
La estrella del rock soltó con crudeza:
—¡Todo esto porque has cambiado de opinión sobre tu maldito vestido!
El rubor se estaba volviendo más oscuro.
Discretamente Demi se excusó explicando que tenía que hablar con los de las atracciones.
Con los brazos cruzados sobre el pecho, Joe observaba a Demi apoyado en una pared.
Tente buenas formas para manejar a la gente y era capaz de establecer un genuino entendimiento con quienes trabajaba. Los trataba bien y con respeto y así
ellos a cambio estaban dispuestos a escuchar lo que ella tenía que decirles. Pero no la quería como empleada. La quería como mujer, la quería como su mujer exclusiva y permanente. Tenía que reconocerlo: sé había enamorado completamente de ella
Joe oyó unas carcajadas procedentes del principal grupo de hombres que había más cerca de ella y automáticamente sus músculos se contrajeron con auténticos celos.
Estaba a medio camino de Demi antes de que ella se diera cuenta de su presencia, alertada por el repentino silencio del grupo que estaba alrededor de ella.
Demi se volvió y vio a Joe caminando hacia ella y el corazón se aceleró dentro de su pecho, su cuerpo entero se debilitaba con el solo placer de verlo.
—He pensado que estarías lista para ir a comer algo.
—Sí. Creo que hay una especie de cantina para los trabajadores en algún sitio.
Joe negó con la cabeza y luego la tomó del brazo apartándola de los otros.
—No, aquí no. Yo estaba pensando en algo más... privado.
Sabía que él podía darse cuenta de que se le había acelerado el pulso porque la tenía agarrada de la muñeca.
—Sí —le dijo dubitativa—. Sí.

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