domingo, 25 de marzo de 2012

Legal Love Cap.9




Mientras, Miley entraba en la casa con el ánimo muy decaído. La aparición de N.J. le había arruinado la tarde, precisamente cuando había salido porque necesitaba apartarlo un rato de su mente.
Aquella noche apenas pudo dormir, y para colmo, cuando se levantó y bajó para hacer el desayuno, entró N.J. por la puerta del patio trasero, con la expresión de un gato con la boca llena de plumas. No hacía falta tener mucha imaginación para adivinar por qué parecía tan contento.
Probablemente lo había pasado muy bien con Delta la noche anterior.
—¿Qué quieres? —inquirió Miley disgustada.
Él enarcó las cejas ante semejante saludo matutino
—De momento me conformaré con una taza de café, y después querría hablar con tu padre antes de que tú y tu afortunado veterinario os lo llevéis a la ciudad.
Miley se quedó callada. La noche anterior le había contado otra mentira, y de repente volvía a encontrarse con que se había caído con todo el equipo.
Incluso notó como un ligero rubor subía a sus mejillas.
N.J. la miró curioso. Levantó un poco el ala de su sombrero, y se apoyó contra la encimera.
—No ibas a llevar a tu padre al desfile, ¿no es cierto? —le preguntó en un tono menos beligerante que la noche anterior.
La joven meneó la cabeza muy despacio, sin atreverse a mirarlo a los ojos.—
¿Y por qué me dijiste eso?
Entonces Miley alzó la vista y lo miró enfadada.
—¡Pues porque tú pretendías hacer ver que era una mala hija!
Los ojos marrones de Nick estaban recorriendo su cuerpo de abajo arriba. Miley se sintió enrojecer de nuevo. Ningún hombre la había mirado antes de ese modo tan sensual, haciéndola sentir como si la estuviera acariciando.
Sus ojos se encontraron, y Nick pudo leer el deseo en los de ella. ¡De modo que no le era tan indiferente a Miley como ella pretendía! Tal vez no fuera una virgen inocente, pero seguía siendo vulnerable. Una sonrisa imperceptible se dibujó en sus labios.
— Ya sé que te preocupas por tu padre —le respondió—. Es solo que no me gusta que pases tanto tiempo con Liam.
—Liam es...
—Un payaso —concluyó él —. Es demasiado irresponsable y alocado. No es el hombre que deberías tener a tu lado. Seguramente no te ha satisfecho del todo ni una sola vez.
Por su tono, era evidente a lo que se refería, y a Miley casi se le cayó el paquete de harina que tenía en las manos cuando quiso dejarlo sobre la encimera. Le dio la espalda mientras preparaba la masa de las galletas rogando por que se fuera.
—Liam me hace reír, y siempre es muy amable conmigo —le dijo a N.J.
Nick se acercó a ella por detrás, y se quedó a escasos centímetros de ella. Estaba tan cerca que Miley podía sentir su calor y oler su colonia. Se puso tensa, esperando que él la tocara, que sus fuertes manos le rodearan la cintura, y que ascendieran hacia sus senos, tomándolos.
—¿Qué estás haciendo? —inquirió el capataz.
La joven abrió los ojos, que había cerrado hacía unos instantes, perdida en esos pensamientos turbadores. Nick no estaba tocándola. Podía sentir su aliento en la nuca, pero simplemente estaba mirando por encima de su
hombro, eso era todo. ¡Dios!, Miley estuvo a punto de volverse y besarlo, de abrazarse contra él. No, se dijo, tenía que controlarse, no quería que supiera lo vulnerable que se sentía cuando lo tenía tan cerca.
—Estoy... estoy haciendo galletas —contestó ella, tragando saliva. Se notaba la garganta tan seca... — . Hay café recién hecho en la cafetera, si quieres irte sirviendo.
Sin embargo, N.J. no se apartó de ella. Tratando de ignorarlo, Miley alisó la masa con un rodillo y empezó a cortarla con el molde, colocando las galletas en la bandeja del horno. Quería darle la impresión de estar muy calmada, pero el ligero temblor de sus manos la delataba. Quería gritar.
¿Por qué tenía que atormentarla de esa forma?
Se atrevió al fin a girar la cabeza hacia él, y lo miró a los ojos, hallando en ellos lo que había esperado ver: brillaban burlones, como si ya se hubiera dado cuenta del efecto que tenía sobre ella.
—¿Te incomoda mi proximidad, Miley? —la picó, bajando la vista deliberadamente a los generosos labios de la joven—. Yo diría, que si Liam te satisficiese, no te incomodaría en absoluto.
La respiración de ella se había tornado entrecortada, y tuvo que volver a girar la cabeza hacia su tarea para poder ignorarlo.
—¿Y Delta?, ¿es Delta suficiente para ti? —replicó enfadada.
—La verdad es que, cuando un hombre siente ciertas necesidades, le basta cualquier cosa que tenga un par de senos —contestó él irritado al ver que ella se negaba a admitir que la atraía.
— ¡N.J.! —exclamó ella indignada, girándose hacia él.
Aquel fue un error, porque Nick aprovechó ese momento de despiste de Miley para acorralarla contra la mesa, interponiendo ambas manos a los lados de sus caderas.
—¿Por qué no quieres admitir que te sientes atraída por mí? —inquirió mirándola a los ojos.
La joven trató de rehuir su intensa mirada, pero fue inútil.
—Esto no es justo, N.J. —murmuró Miley—, yo he estado salvándote el cuello estos tres años, he tratado de hacer que te sintieras cómodo aquí, te he ayudado siempre que he podido... ¿Es este tu modo de pagármelo?
— Ya te he dicho que nunca he necesitado a una niñera. No, Miley, has estado evitándome toda la semana, y no me gusta. Quiero saber por qué.
—¿Y es así como pretendes hacer que te lo explique? —le espetó ella.
—Es el modo más efectivo que se me ha ocurrido —respondió él — porque desde el día en que hablé contigo en el vestíbulo, has puesto tierra de por medio cada vez que nos encontrábamos —entornó los ojos suspicaz,
— De hecho, yo diría que has estado haciéndolo desde aquella noche en Juárez. ¿Qué es lo que te hice Miles? ¿Acaso intenté hacerte el amor?
—¡No! —exclamó ella.
—¿Qué pasó entonces?
Miley no podía decírselo. Debería hacerlo, pero no podía. Bajó la mirada al cuello de su camisa.
—Dijiste que podría cargarte sobre mi hombro para traerte de vuelta — murmuró repitiendo lo que tanto le había dolido—, que no era nada más que un chicazo.
N.J. no lo recordaba, pero si pudo entrever el dolor en el rostro de la joven, y eso le hizo sentirse mal.
—Estaba bebido, Miles —le dijo suavemente—. Tú sabes que no decía en serio esas cosas.
La joven se rio con amargura.
—¿Ah, no? Yo creía que los únicos que decían lo que pensaban eran los niños, los locos y los borrachos.
Nick contrajo el rostro.
— ¿Qué más te dije?
—Con eso ya fue bastante. Cerré mis oídos al resto.
—¿Y es por eso por lo que me estás evitando? —insistió él, como si aquello realmente le importara. Y la verdad era que le importaba, porque se había sentido muy dolido por su rechazo.
La joven se quedó dudando un instante, pero luego asintió con la cabeza.
Nick agachó la cabeza y frotó su mejilla suavemente contra la de ella.
No intentó besarla, ni siquiera atraerla hacia él, pero su rostro se acercó al de ella, y Miley pudo notar su aliento sobre el pómulo, después sobre la barbilla, la garganta... N.J. apoyó la frente en el hueco de su cuello, y la
joven sintió su respiración jadeante chocar contra la piel que quedaba al descubierto a través de la blusa entreabierta. La nariz de Nick descendió sobre esa zona, apartando con cuidado la tela y rozando la parte superior de uno de sus senos cuando...
—Miles, ¿dónde diablos has puesto el periódico?


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