domingo, 4 de marzo de 2012
The Burning Passion JEMI cap. 2
—¡Demi! Gracias a Dios que estás de vuelta. ¡Esto es el caos!
Mientras entraba en la pequeña y siempre caótica oficina de Prêt a Party en la calle Sloane, una de las mejores zonas de Londres, Demi pensó que si la dulce Miley Blayne, antigua compañera de escuela y en ese momento su jefa, le había dicho eso es que las cosas debían de ser caóticas de verdad.
Una chica nueva guapa pero de mirada aterrada, corría de un lado a otro tratando de atender el teléfono que no dejaba de sonar, mientras otras dos, no tan nuevas, aseguraban a los clientes que sí, que todo estaba preparado para sus grandes acontecimientos.
—Estamos tan increíblemente ocupadas: la comida fiesta que organizamos para ya sabes quién, la superchica de la cadena de joyerías, salió en Vogue y Liam nos está trayendo demasiado trabajo —dijo Miley con entusiasmo.
Demi no dijo nada. Había hecho todo lo posible para que Miley no se diera cuenta de lo mucho que Liam le disgustaba; además no había forma de decirle a su amiga, cuál era la causa. Miley estaba profundamente enamorada de su nuevo marido y Demi era consciente del daño que le haría a su amiga saber que Liam se le había insinuado a los pocos días de que Miley lo llevara a la empresa.
—¡Oh! —a la chica guapa casi se le cayó el teléfono de la mano—. Es el duque de Ryle —dijo a Miley imitando la forma de hablar de la nobleza—, y quiere hablar contigo.
Miley puso los ojos en blanco.
—No desaparezcas, hay algo importante que necesito comentar contigo —dijo deprisa a Demi antes de contestar alegre —. Tío Charles, qué alegría, ¿cómo está la tía Jane?
Sonriendo para tranquilizar a la ruborizada chica nueva, Demi fue hasta su despacho, suspirando al entrar como si se encontrara en un lugar de paz.
Descubrió una nota en su mesa y sonrió mientras la leía:
ATENCIÓN: Miley es presa del pánico.
Selena.
Las tres, Miley, Selena y Demi, habían ido juntas al colegio y Demi sabía que Sel había dudado tanto como ella cuando Miley les había hablado de su proyecto de montar una empresa para organizar eventos.
Pero Miley podía ser muy persuasiva cuando quería y, en aquel momento, ninguna de ellas tenía otro trabajo y Miley, gracias a su bien nutrido fideicomiso, podía al mismo tiempo mantener el negocio y pagarles un sueldo respetable. Así que no pudieron rechazar la oferta.
Tres años después, Demi, para su propio asombro, se había visto obligada a admitir que el negocio de Miley había empezado a parecer tener potencial como para convertirse en un gran éxito si seguían manteniéndose firmemente agarradas a la realidad y controlando los costes.
—¡Vuelve!
—¡Sel!
—¿Cómo fue anoche?
Demi hizo una mueca.
—Bueno, digamos únicamente, que el periodista que fotografió a Mike Lucas con una mano debajo del vestido de la honorable Seraphina de Ordley Matthew Williamson y la otra en el pecho de mi respetable vestido de Armani de segunda mano, se habrá dado cuenta ahora de su pecado: «No fotografiarás a la sobrina de uno de los mayores accionistas del negocio textil en una pose más propia de una concursante de Gran Hermano»
—¿Ordley? —musitó Sel—. Entonces también es una Harlowe —como era nieta de un conde, Julia se sabía de arriba abajo La Nobleza de Burke—. Se dice que el lema de los Harlowe es «así en la acción como en el nombre». Es un título de Carlos II —explicó Sel—. Los entregó como si fueran caramelos las amantes que abandonaba. No te veo reírte —acusó.
—Tú tampoco te reirías si hubieras estado allí.
—¿De verdad fue tan horrible?
Cuando Demi en vez de decir algo se limitó a mirarla, Sel se rió.
—De acuerdo, lo siento. Debería haber ido yo, pero me eché atrás y dejé que lo hicieras tú... ¿De verdad te agarró el seno? ¿Qué hiciste?
—Me recordé a mí misma que la noche nos iba a dejar un beneficio de seis mil libras.
—¡Oh!
—No fue divertido, Sel —protestó cuando su amiga se echó a reír—. Quiero mucho a Miley y la mayor parte del tiempo le estoy agradecida por incluirme en sus planes, pero lo de anoche...
—Fue una de las de Liam, ¿verdad?
—Sí —afirmó Demi bruscamente.
—Y el fin de semana, ¿te las arreglaste para verlos?
Demi frunció el ceño. Las tres estaban muy unidas y no había secretos entre ellas.
Sel, o la Honorable Selena Fellowes, para darle el tratamiento correcto, le acarició el brazo y Demi abandonó sus reticencias.
—Fue espantoso —dijo sencillamente—. Incluso ahora no puedo creer que realmente hayan asumido su situación. Lo siento tanto por ellos. Han perdido mucho, la propiedad y todo lo que iba con ella. Y el prestigio de vivir allí era muy importante para ellos. Y ahora esto.
—Bueno, al menos gracias a ti tienen un techo sobre sus cabezas.
—La Casa Dower —dijo Demi—. Odian vivir allí.
—Cuando pienso en cómo has mendigado para conseguir una hipoteca y comprar parte de la propiedad para ellos.
—No podré llevar una vida de lujo, pero sí he podido hipotecarme. Gracias a ti estoy viviendo gratis en una de las zonas más elegantes de Londres, tengo un trabajo que me gusta, todos los viajes que quiero...
Al principio se había resistido a aceptar la generosa oferta de Sel de que los tres compartieran su piso, los tres eran Sel, Demi y el tristemente célebre hábito de Demi: «tengo un mal día, necesito comprar». Otras personas comían chocolate o discutían con su madre; Sel compraba zapatos.
¿Pero quién era ella para ridiculizar las manías de otras personas? Desde que podía recordar había ahorrado: peniques, y luego su asignación... dinero para no agobiarse. No le había servido de mucho en ese momento. Gracias a las necesidades de sus padres adoptivos, su cuenta en el banco estaba siempre vacía.
—... y un peso sobre los hombros que nadie podría llevar —dijo Sel con tono protector.
—Creo que podía haberme quedado un poco más. Me sentí culpable marchándome.
—¿Te sentiste culpable? Tú estás loca. Demi, no les debes nada. ¡Cuando pienso en lo que te hicieron!
—¿Te refieres, por ejemplo, a darme una educación de primera clase? —preguntó Demi tranquilamente.
Era en momentos como ése cuando era más consciente del abismo que había entre las otras dos y ella. A pesar de haber compartido educación, habían nacidos en mundos diferentes.
—Has tenido que pagar por ello —dijo Sel.
Demi no respondió. Después de todo, era cierto, pero no en el sentido que lo había dicho Sel. El precio que encontraba insoportable era saber que estaba destinada a ser una excluida, alguien que no encontraba su lugar en ningún sitio.
Selena le dio otro abrazo.
Selena era guapa y morena. Miley era dulce y rubia. Demi las había envidiado a las dos, lo mismo que había envidiado a todas las chicas del colegio: chicas que sabían sin ninguna duda que estaban en el lugar apropiado, en su propio mundo. No como ella. Ella siempre había sabido que no tenía derecho a estar allí, en ese entorno ajeno y rico. Se había sentido tan fuera de sitio, una farsante, una pobre, un caso de caridad, alguien cuya vida había sido comprada. Y, por supuesto, muy pronto todo el mundo había sabido por qué estaba allí.
—Algunas veces me pregunto qué diablos hago en este negocio —exclamó Miley mientras se acercaba a ellas.
—¿Sólo algunas veces? —le tomó el pelo Demi.
Miley sonrió.
—Tenemos un cliente con la petición de mayor volumen que hemos tenido hasta ahora. Liam está con él en este momento.
Demi apartó la vista discretamente al ver una pequeña sombra en los ojos de Selena. Había sido Selena quien había presentado a Liam a Miley y, algunas veces, Demi se preguntaba si el llamativo y falso atractivo de Liam que ella encontraba tan poco interesante, no había impresionado a Selena tanto como después a Miley. ¿Se mostraba tan preocupada porque creía que Liam se había casado con Miley por su dinero y su posición o porque se había enamorado realmente de ella? Por el bien de Miley, esperaba que fuera lo segundo, pero había sucedido todo tan de prisa, demasiado rápido, pensaba Demi. Y ahí estaba Liam, un hombre que no le gustaba y en quien no confiaba, adquiriendo un papel muy relevante en la empresa.
—¿Cómo de grande?—preguntó Demi.
—Sel, ¿puedes llamar a una de las chicas? —pidió Miley—. ¡Me muero por un expreso! Absolutamente enorme. Parece que conoce a Nick, así que ya te puedes imaginar cómo me siento.
Nick Canning era la bestia negra de Miley, amigo de la familia y uno de los administradores de su fideicomiso y que, en contra de los deseos de Miley, había insistido en mantenerse totalmente informado de cada detalle del negocio antes de permitir a Miley invertir el dinero de su fondo. Carly pensaba que Nick Canning, con su buena reputación para los tratos financieros, era alguien que estaba bien tener en el barco, y se había sentido orgullosa y agradecida cuando en la última reunión de finanzas le había preguntado a ella cómo veía el aspecto económico y financiero de la empresa.
—Y claro, si nos recomienda, entonces tendremos que organizar lo que sea —anunció Miley entusiasmada.
—¿Quién es y qué quiere? —preguntó Demi.
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