jueves, 15 de marzo de 2012

Legal Love Cap.1


Aunque solía estar allí a esa hora del día, Miley sabía que no lo encontraría en el establo ese día. Durante el resto del año, N.J. Jonas siempre se adelantaba a sus hombres para alimentar a los animales, sobre todo desde que la sequía de las últimas semanas hubiera tornado los verdes pastos en hierba seca. Aquel había sido un fuerte revés para el padre de Miley. Aun con la proximidad del río, el agua era un recurso muy escaso en aquella zona, y los pozos se secaban continuamente, dejando vacíos los tanques de agua.
El oeste de Texas solía ser bastante caluroso a mediados de septiembre, pero, esa tarde, se había levantado una ventisca, y hacía incluso algo de frío.
Estaba empezando a oscurecer, y Penélope sabía que si no lograba encontrar a N.J. antes que su padre, las cosas se pondrían muy feas. Billy Cyrus y su capataz ya habían tenido sus más y sus menos las últimas semanas, y
Miley no quería que hubiera un enfrentamiento entre ellos.
Penélope estaba segura de que N.J. estaba emborrachándose en algún lugar, porque era «esa fecha» otra vez. Solo Miley sabía el significado que ese día del año tenía para N.J. Una vez había estado enfermo, con la gripe, y ella había estado cuidándolo. Había tenido una fiebre muy alta, y por su delirio se había enterado de cosas que de otro modo él jamás le habría contado. Claro que ella no le había dicho nada porque sabía que a N.J. no le gustaba que los demás supieran nada de su vida privada, ni siquiera la chica
que estaba loca por él. N.J. así era como lo llamaban todos en el rancho, porque nadie sabía cuál era el nombre tras esas iniciales.
Sin embargo, el amor de Miley por N.J. no era un amor correspondido.
No, él jamás le había dado muestra alguna de que sintiese algo por ella, pero Miley no había podido evitar enamorarse de él como una tonta en cuanto pisó el rancho. Entonces ella solo tenía diecinueve años, y su padre lo había contratado como capataz ya que se acababa de jubilar el hombre que había desempeñado el trabajo hasta ese momento. Había sido un auténtico flechazo. En el instante en que sus ojos se posaron sobre él, alto y atlético,
moreno, y de mirada intensa, se enamoró perdidamente de él.
De eso hacía ya tres años, y sus sentimientos seguían siendo los mismos.
Probablemente nunca dejaría de amarlo. En ese momento vio luz en el barracón de los peones, y contrajo el rostro disgustada. Tenía que ser N.J. quien estuviera allí, porque todos los hombres estaban fuera, en los pastos, conduciendo al ganado. Seguramente estaba bebiendo, como se temía. Si su padre lo encontraba emborrachándose lo echaría del rancho con caras destempladas. El alcohol era algo que Billy Cyrus no estaba dispuesto a tolerar en su rancho, ni siquiera en un hombre como N.J., a quien respetaba, y por quien sentía bastante simpatía.
Miley apartó de su rostro un mechón castaño rojizo y se mordió el labio inferior. Se había recogido el cabello en una coleta con un lazo de terciopelo marrón claro a juego con sus ojos. No era muy bonita, y siempre había envidiado la esbeltez de sus amigas. Su médico de cabecera le decía
que no le sobraba nada, que simplemente tenía la complexión propia de su sexo, y que lo antinatural eran las mujeres flacas como espinas de pescado, sin una curva, pero ella no se convencía. ¡Cómo le gustaría haberse parecido un poco a Delta, la elegante divorciada con la que solía salir N.J.! Delta era lo que los hombres llamaban «un bombón»: rubia, ojos azules, sofisticada...
Miley se detuvo frente a la puerta del barracón, se frotó nerviosa las manos en los vaqueros, se arrebujó en su chaqueta de nailon para protegerse del frío viento y llamó con los nudillos.
— Lárgate —contestó una voz ronca desde dentro.
La joven reconoció el timbre del capataz y suspiró. Giró el picaporte con la mano enguantada y pasó al agradable calor del gran dormitorio común, con una fila de camas a lo largo de toda la pared. Al fondo estaba la cocina, donde los hombres podían prepararse algo de comer si lo deseaban, aunque casi ninguno de ellos pasaba demasiado tiempo allí. Todos los peones fijos estaban casados, por lo que allí solo se alojaban los trabajadores temporales que se contrataban en esa época, cuando había más actividad por el nacimiento de los terneros y la feria de ganado. Ese año tenían seis, pero se marcharían la semana siguiente, con lo que N.J. volvería a tener el barracón para él solo.
La joven lo encontró sentado en una silla, con las botas llenas de barro cruzadas sobre la mesa, el sombrero vaquero casi ocultándole los ojos, y las fuertes manos en torno a un vaso medio lleno de whiskey. Al verla entrar,
levantó un poco el sombrero, la miró con sorna, y volvió a dejarlo caer.
—¿Qué diablos quieres? —le preguntó con brusquedad.
—Salvar tu miserable pellejo, si es que puedo — contestó ella en el mismo tono cortante.
Cerró de un portazo, se quitó la chaqueta, dejando al descubierto el jersey de angora blanco que llevaba debajo, y se fue directa a la cocina para hacerle un café bien cargado.
—¿Tratando de salvarme de nuevo, Miles? —se rio él tras observarla sin interés — . ¿Por qué?
— Porque muero de amor por ti —masculló ella mientras ponía el café molido en el filtro. Era la verdad, pero lo había dicho de modo que sonara como si fuera mentira.
N.J., por supuesto, no la creyó, y soltó otra risotada.
— Seguro —dijo.
Apuró lo que quedaba en el vaso de un trago y extendió la mano hacia la botella, pero Miley fue más rápida que él. La agarró por el cuello, y la vació por el fregadero antes de que él pudiera impedirlo. N.J. se había puesto de pie tambaleándose.
— ¡Condenada chiquilla! —le gruñó mirando la botella, ya vacía, sobre la encimera—. ¡Era la última que me quedaba!
—Mejor, así no tendré que volverme loca buscando el resto —dijo ella mientras enchufaba la cafetera—. Siéntate. Te estoy haciendo café y te lo vas a tomar. Eso te aclarará la cabeza, porque si mi padre te encuentra así...
—Pero no ocurrirá, ¿verdad, cariño? —murmuró él, burlón, acercándose por detrás, tomándola por los hombros, y atrayéndola hacía sí—. Tú me protegerás, como siempre.
La joven tuvo que tragar saliva para ignorar el cosquilleo que le producía sentir el calor de su cuerpo.
—Algún día no llegaré a tiempo —suspiró—. Y entonces, ¿qué será de ti?
Él la hizo girarse, y la tomó de la barbilla, para que lo mirara a los ojos.
La joven se estremeció.
—A nadie le he importado jamás... excepto a ti — murmuró él, poniéndose serio de repente —. Pero no estoy seguro de querer que una chiquilla me trate como si fuera mi madre.
—Ya no soy una chiquilla —protestó ella. Quiso retroceder un poco, porque su proximidad la estaba volviendo loca, pero su espalda chocó contra el aparador.
Una sonrisa divertida se había asomado a los labios de N.J., y sus dedos juguetearon con un mechón de la joven, poniéndola aún más nerviosa.
—¿Ah, no? ¿Cuántos años tienes ahora?
— Sabes muy bien que tengo veintidós años —contestó ella, intentando controlar el ligero temblor en su voz. Incluso alzó el rostro y lo miró directamente a los ojos, para que no notara hasta qué punto la turbaba.
— Para un hombre de treinta, como yo, eres una chiquilla —masculló él—.
Y además, ¿por qué diablos te tomas tantas molestias por mí?
— Porque para mi padre eres un valor seguro. Cuando te contrató estábamos al borde de la quiebra —le respondió Miley — , y gracias a tu buen hacer aún seguimos a flote. Pero, por mucha estima que te tenga, sigue odiando el alcohol.
—¿Por qué?
La joven se quedó callada un momento.
— Mi madre murió en un accidente de tráfico un año antes de que tú llegaras —le explicó—. Mi padre había estado bebiendo, y era él quien conducía.
En esas circunstancias ella habría esperado un «lo siento», pero N.J. no era un hombre convencional. Se quedó en silencio, y se volvió a sentar, observando cómo ella buscaba en el aparador una taza que no estuviera picada. Cuando hubo encontrado una, mientras vertía el café, Miley giró
la cabeza por encima del hombro y vio que N.J. se estaba frotando las sienes.
—¿Te duele la cabeza?
—No lo suficiente —masculló él.
La joven lo miró sin comprender, pero no hizo ninguna pregunta al respecto, y le puso la taza de café delante. N.J. se la llevó a los labios y tomó un sorbo, pero casi lo escupió por lo fuerte que estaba.
—¿Cuántas cucharadas de café le has echado? — dijo mirándola irritado.
—No te quejes —respondió ella sentándose frente a él—. Así te pondrás sobrio más rápido.
— Yo no quiero estar sobrio —le espetó él.
—Lo sé, pero yo no quiero que te despidan —contestó ella esbozando una media sonrisa—. Al fin y al cabo tú eres el único en el rancho que no me trata como si fuera una causa perdida.
N.J. escrutó su rostro en silencio.
—Bueno, de algún modo tengo que pagarte tu amabilidad. Como te he dicho, eres la única persona a la que le importo un poco.
—Eso no es cierto —le reprochó ella, sonriendo dulcemente a pesar de que le dolía lo que iba a decirle a continuación—. A Delta también le importas.
—Supongo que sí —respondió él encogiéndose de hombros y sonriendo levemente—. Nos entendemos bien, Delta y yo —murmuró con una mirada distante—. Es una mujer única.
«Seguro», se dijo Miley molesta, «...única en la cama». N.J. se había bebido la mitad de la taza, y la joven hizo ademán de levantarse para ir por la cafetera para servirle más, pero él la detuvo.
—No me hace falta —le dijo—. Me siento más entero... al menos físicamente —sacó un cigarrillo y lo encendió.
Miley no podía decirle que sabía por qué se sentía tan mal, pero no podía apartar de su mente el recuerdo de sus palabras en medio de su delirio. Le daba tanta lástima saber lo atormentado que estaba aún por algo que había ocurrido años atrás y que no había sido su culpa... La fiebre lo
había impulsado a contarle aquel día a Miley cómo su esposa, embarazada, había muerto ahogada en unos rápidos un día que estaban haciendo rafting.
— Supongo que todos tenemos días malos —murmuró vagamente—. Bueno, si estás bien, creo que volveré a la casa para terminar de hacer la comida. Mi padre lleva varios días pidiéndome que le haga un pastel de manzana.
—La perfecta amita de casa —se burló él para picarla—. ¿No irás a hacer ese pastel porque viene a verte Liam esta noche?
La joven se sonrojó sin saber por qué. Era cierto que iba a pasarse por su casa, pero por trabajo, y además, solo eran amigos.
—Liam es nuestro veterinario, no mi novio.
—Pues no te vendría mal tener un novio —murmuró él mirándola de un modo extraño—. Si ya no eres una chiquilla como dices, buscarás algo más que simple camaradería en un hombre.
—No me hace falta que tú vengas a decirme lo que necesito —le espetó Miley molesta, poniéndose de pie—. ¿Quieres saber lo que necesitas tú?
Meter la cabeza en un cubo de agua fría y lavarte la boca con un enjuague bucal, no vaya a ser que aparezca mi padre.
—¿Alguna cosa más, hermana Cyrus? —inquirió él sarcástico.
—Sí, deja de hacer esto cada año. La bebida no es la solución.
—Había olvidado que estaba hablando con una mujer muy docta —le dijo él en un tono cortante—. Apenas has salido del cascarón y ya pretendes conocer los motivos por los que la gente bebe.
—He vivido lo suficiente como para saber que los problemas no se arreglan huyendo de ellos —replicó Miley sosteniéndole la mirada sin parpadear—. ¿Qué sentido tiene seguir viviendo en el pasado, permitiendo
que te atormente? No pretendo especular sobre lo que te ocurriera —se apresuró a decir al ver que él la estaba mirando con un aire suspicaz—, pero puedo reconocer a un hombre atormentado cuando lo veo, porque mí padre
ha vivido atormentado hasta hace muy poco por la muerte de mi madre.
Deberías intentar vivir el presente, N.J., no es tan malo... —le dirigió una leve sonrisa—. Bueno, será mejor que me vaya — murmuró sintiéndose incómoda por si había dicho demasiado.
Sin embargo, N.J. no dijo nada, sino que se puso de pie y la ayudó a ponerse la chaqueta. Incluso la retuvo un instante contra sí, las manos en sus hombros y la barbilla apoyada en su cabeza.
—No malgastes tu compasión conmigo, Miles —le dijo quedamente, con tal ternura en la voz que la joven cerró los ojos—. No me queda nada que ofrecer.
Miley se apartó de él y se giró para mirarlo a los ojos.
—Tú eres mi amigo N.J. —le dijo—, y espero que tú también me consideres tu amiga. No espero más.
Él la miró largo rato, escrutándola, como si no estuviera muy convencido de que eso fuera cierto, y exhaló un profundo suspiro.
—Me alegra que pienses así, porque no querría herirte.
Fueron hasta la puerta y la joven la abrió, volviéndose a mirarlo un momento, y esbozando una breve sonrisa antes de salir, a pesar de que sentía que el corazón se le había roto en mil pedazos.

Holaaa Chicas qe tal yo aqi muy feliz estrenando la nueva nove eh leeido sus comentarios(gracias por ellos)
primero le doi la bienvenida a MAYI espero te  guste esta nove y las demas jeje
a Agus qe estabamos twiteando sobre como no la podiamos matar por dejarnos en acuas con su nove por qe si la matamos ya no sube jajajaja jajajaj gracias por lo coments y por recomendarme en tu blog y a Agus_Destiny con respecto a tu pregunta si pero con una condicion pasame el link del foro Niley por qe no me lo se aha y ¿tienes Face o Twitter? jajajajajaj
bueno primer capi dedicado a Las Agus, a MAYI y a Alex(qe cualqier ratiki me paso por tu blog)
bueno chicas besos si puedo mas tarde subo de la otra nove Niley Child's Play y The Burning Passion JEMI
Byeee


2 comentarios:

  1. AWWWWWWWWWW POBRE MILEY :( ME ENCANTO MITCHIE :) Y NO TENES QUE AGRADECER NADA ¬¬ LO HICE XQ LO PROMETI U.U JAJA BUENO ME ENCANTO, Y GRACIAS POR SUBIR :) BESITOS, TE QUIERO ♥ Y POR CIERTO, MUAAJAAJAAA AHORA SE QUE NO ME PUEDEN MATAR JAJAJA BYEEEEE

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  2. ME ENCANTO EL CAPI!! SEGUILAAA PORFA!!! MUERO POR LEER EL SIGUIENTE CAPI PRONTO :D JAJAJ , BESOTESS!!!!!

    p/d: SOBRE EL FORO ES ESTE http://foro.univision.com/t5/Nick-Jonas-y-Miley-Cyrus/bd-p/nickjonasymileycyrus

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