The Burning Passion JEMI cap. 8

—Gracias, Charles.
Demi sólo tuvo tiempo de dedicar una sonrisa de gratitud al chófer de Joe antes de que un auxiliar de vuelo de uniforme la escoltara hasta el interior del avión privado. Joe se detuvo a hablar con el piloto, su propio piloto, pensó.
Siempre había escuchado maravillas a Miley sobre lo lujoso que era viajar en los aviones privados de sus clientes más acaudalados, pero ésa era la primera vez que iba a vivir ella misma la experiencia.
El interior del avión se parecía más a un apartamento que a cualquier avión en el que hubiera volado antes. Un estampado en blanco y gris decoraba el cuero negro que tapizaba los sofás. El camarero le indicó discretamente que al fondo de la zona de asientos había una habitación y un servicio con ducha.
—La cocina está detrás de la cabina y allí hay otro aseo —interrumpió las explicaciones para pronunciar un formal —. Buenos días, señor.
Demi se volvió y vio a Joe de pie en la puerta.
—Buenos días, Eddie. ¿como están Sally y el pequeño?
Había auténtica calidez en su voz y eso afectó al ritmo cardiaco de Demi.
—Los dos muy bien. Sally está infinitamente agradecida de que trajera a su familia en avión para el nacimiento. Ya se había resignado a que no estuvieran allí.
Joe cambió de tema.
—Phil dice que vamos a tener un buen vuelo, tanto a Niza como a Nueva York —se volvió hacia Demi—. Tengo bastante trabajo y voy a ocuparme de él, siéntete libre de pedir a Eddie cualquier cosa que necesites.
—Si no le importa, señora, ¿podría sentarse aquí hasta que despeguemos? —le sugirió amablemente Eddie indicándole uno de los sotas.
Obediente, Demi se sentó.
—Quizás querría una copa de champán —dijo el hombre una vez que le hubo mostrado cómo funcionaba el cinturón de seguridad y dónde se conectaba el portátil a la línea de teléfono—. Tenemos un Cristal muy bueno.
Demi sintió un escalofrío y dijo con énfasis:
—Agua será mejor.
Desde su mesa de trabajo, Joe frunció el ceño. ¿Por qué había rechazado el champán?, se preguntó. No había tenido ningún escrúpulo en beber la noche que la vio en el CoralPink.
Después de agradecer el agua a Eddie, sacó su ordenador. Joe no era el único que tenía trabajo. Once minutos después, mientras el avión corría por la pista, Carly estaba enfrascada en leer sus correos electrónicos, pero no lo suficiente como para no percibir la presencia de Joe.
No podía olvidar el estremecedor efecto que esos pocos segundos de contacto físico en el coche habían tenido: se le había encogido el estómago y secado la boca.
Eddie había dicho que el avión tenía un dormitorio completamente equipado... El deseo se agudizó, aumentó y empezó a extenderse por su cuerpo.
El avión se separó de la pista y Demi contuvo la respiración intentando no pensar en Joe.
—Me gustaría plantearte algunas cuestiones sobre la forma de funcionar de Prêt a Party.
Demi dejó a un lado el documento que estaba leyendo. Joe, después de todo, era un cliente potencial.
—Si yo encargara a Prêt a Party organizar un evento para mí, ¿quién sería la persona encargada de establecer el coste de todo lo necesario?
—Yo —respondió Demi deprisa.
—¿Y buscarías tú a los proveedores o habría alguien más, por ejemplo Miley, que los buscara?
—Normalmente, los buscaría yo. Llevamos en el negocio lo suficiente como para tener un buen número de proveedores habituales. De todas formas, algunas veces, determinados clientes quieren un florista o unos músicos en particular. Cuando ocurre eso, o bien nosotras negociamos en nombre del cliente o, si éste lo prefiere, negocia él mismo con ellos. Si elige esta segunda opción, entonces él mismo se encarga de pagar la factura. Cuando somos nosotras las que negociamos con los proveedores, entonces sabemos exactamente cuánto va a costar, si ha sido el cliente, a veces no lo sabemos.
—Supongo que obtendréis descuentos de vuestros proveedores habituales.
—Por supuesto, y se lo repercutimos a nuestros clientes en el precio del evento. Pero los descuentos no es el criterio principal a la hora de seleccionar a los proveedores. La calidad o la fiabilidad son, normalmente, más importantes que el precio.
—¿Cómo hacéis cuando proveedores potenciales ofrecen comisiones para que los contratéis?
Demi no podía mirarlo sin ponerse colorada. Desde que Liam se había unido al negocio, ella había recibido bastantes presupuestos en los que le decían que Liam les había prometido trabajo. Incluso Liam la había presionado para que ella recurriera a ese sistema, pero Demi había rehusado. Sabía que Miley nunca habría autorizado una práctica tan deshonesta, pero no había sido capaz de decirle a su amiga que su marido lo estaba haciendo porque no quería hacerle daño. Y tampoco pensaba contárselo a Joe, un cliente potencial.
—Nosotras... Yo... Les dejo claro que no aceptamos sobornos y que están perdiendo el tiempo —cortó, algo incómoda por no estar contando toda la verdad.
Joe la miró, pero ella no le devolvió la mirada. Su lenguaje corporal reflejaba tanto su culpabilidad como que estaba mintiendo.
Las comisiones de los proveedores debían de añadir una considerable cantidad extra a su sueldo, pensó Joe.
Le sorprendía que ella no aprovechara que estaban solos en el avión en un ambiente bastante íntimo para hacerle saber que estaba disponible y eso no sabía si le
desagradaba. Había pensado que aprovecharía la menor ocasión para mostrar todos sus encantos.
Reconocía el discreto placer que le producían los pequeños trucos que las mujeres como ésa utilizaban: acercarse suavemente para enseñarle a uno algo y así dejarte oler su perfume, un perfume desconocido, exclusivo y caro.
Se había dado cuenta cuando había caído encima de él de que, por lo menos, no era de las que recurría al truco de dejar ver los pechos. Usaba sujetador, un sujetador sencillo, sin costuras, de camiseta. Inusual en una mujer que lo que quiere es cazar un hombre. E innecesario a la vista de la firmeza con que la había dotado la madre naturaleza.
Podría haberse inclinado sobre él ahora, así sólo habría tenido que levantar la mano para acariciar su pecho e, incluso, se habría atrevido a quitarle la camiseta y el sujetador y haber explorado, tanto con las manos como con los labios, la forma y textura de sus pechos desnudos.
Se descubrió a sí mismo preguntándose si Demi se depilaría a la brasileña. A él personalmente no le gustaba especialmente, pero sabía de hombres que insistían en que sus amantes se depilaran totalmente. Joe prefería algo más natural, un poco más sensual. Y ella tenía un hermoso y brillante pelo, de esa clase que hacía que dieran ganas de tocarlo. Se removió incómodo en su asiento mientras intentaba cambiar el sentido de sus pensamientos.
—Aterrizaremos en unos minutos.
Demi sonrió al auxiliar de vuelo y dejó a un lado sus papeles. Se alegró de poder salir del avión, no porque le diera miedo volar, al menos en un sentido no sexual. «¡Otra vez pensando en el sexo!», reflexionó.
Y todo porque... ¿Por qué? ¿Por qué secretamente deseaba acostarse con Joe? Tener la oportunidad sería algo bueno, se burló de ella misma. Pero si se le presentara la oportunidad...
Lo primero que vio Demi al salir del aeropuerto fue un pequeño grupo de mendigos, niños, apiñados patéticamente alrededor de la gente que los ignoraba. Delgados y sucios, vestidos con harapos, estaban de pie entre la masa de gente que actuaba simplemente como si no existieran. Él más pequeño apenas tenía la edad de andar.
Joe fue a buscar a su asistente para recoger el coche de alquiler y le dijo a Demi que le esperara un momento.
Demi vio una tienda de sándwiches al salir del aeropuerto. ¿La regla de oro de dar comida en vez de dinero no sería nada más que porque el dinero podían quitárselo? Arrastrando su maleta se dirigió deprisa hacia la tienda de comida.
Los niños la miraron sin interés, sus caras cansadas y sus ojos sin emoción, se le clavaban en el corazón. Cuando les tendió la comida, sus pequeñas manos se la quitaron.
—Euros —demandaban los mayores, pero ella negó con la cabeza.
Pudo ver a la gente mirándola con desaprobación, pensando que así les animaba más a pedir.
Le sonó el móvil y Demi experimentó una familiar sensación de ansiedad y vacío en el estómago al ver que era su madre adoptiva. Nunca había podido pensar en ella de otra forma que no fuera ésa. Sabía que estaba más vinculada a sus padres adoptivos por culpabilidad y deber que por amor. Culpabilidad porque no los amaba y porque estaba viva mientras que su propia hija estaba muerta.
Fenella había hecho la vida de Demi insoportable mientras se criaron juntas y su muerte por una sobredosis de drogas no había supuesto para ella la conmoción que para sus padres, ¿cómo iba a ser de otra forma después de la cantidad de veces que Fenella había ido a su casa para exigirle dinero para mantener su adicción? Además, según habían ido creciendo, Fenella había sido la más amada y valorada, mientras que ella... Automáticamente puso coto a sus pensamientos, era una mujer adulta, no una niña.
Tardó unos minutos en descubrir qué iba mal. Sus padres adoptivos tenían una deuda de varios miles de libras, habían llegado a la fase final de la reclamación del pago y no podían pagar. ¿Cómo podían haber gastado tanto? Demi se sintió un poco mareada. Hizo algunos cálculos mentales y comprobó que tenía bastante dinero en sus cuentas para afrontar la deuda.
—No te preocupes, yo arreglaré todo —prometió intentando no pensar en la cantidad de dinero que iba a gastarse.
Cuando terminó la conversación, fue a levantar su maleta y se dio cuenta alucinada de que donde estaba sólo había un espacio vacío.
Demi estaba intentando desesperadamente no tener un ataque de pánico cuando vio a Joe, que se acercaba a grandes zancadas.
—El coche está por ahí.
Por lo menos había salvado su equipaje de mano y el portátil.
—¿Dónde está tu maleta?
Se le secó la boca de pánico.
—Yo... esto... No está —dijo incómoda, consciente de que era la única culpable y que su acto de caridad le había salido mal.

bueno esto es todo por hoy y el fin de semana maraton espero os haya gustado Miles de besosss!!