martes, 13 de marzo de 2012

The Burning Passion JEMI cap. 14



A solas en la seguridad de su habitación, intentó controlar, apoyándose en el respaldo de una silla, los temblores que sacudían su cuerpo. Algún día, pensó, miraría todo eso, a él y lo que le había dicho, con ironía e incluso tal vez con diversión. Porque estaba tan enormemente equivocado sobre ella...
Pero de momento... De momento tenía que estarle agradecido por haberle enseñado lo fácilmente que podía caer en el peligro emocional que siempre había temido y que podía destruir todos los anclajes de sus sentimientos. Al menos estaba a salvo de sentir por él otra cosa que no fuera odio por el ultraje.
En cuanto fuera posible abandonaría la villa, pero tenía que pensar en Miley y en la empresa. Demi había sido educada desde muy pequeña para soportar la doble carga de la responsabilidad y la gratitud.
Tenía que quedarse y tenía que recordar por qué estaba ella allí y por qué estaba él y comportarse con él con toda la cortesía profesional que pudiera.
Por lo demás prefería ir desnuda antes que pedirle algo más que un trapo para cubrirse, moriría de hambre antes de aceptar una migaja de su mesa. Antes muerta que dejarle ver cuánto la había herido.
Él había dicho que sabía cómo era, pero lo cierto era que no tenía ni idea. La verdad era... La verdad era un secreto tan doloroso que no podía soportar compartirlo con nadie.
 



Demi permanecía de pie en el puerto, los ojos protegidos por gafas de sol, mientras junto a los chefs supervisaba los artículos que les iban entregando.
Eran las once de la mañana y llevaba levantada desde las cinco, se las había ingeniado para conseguir que un taxi la recogiera en la villa, a pesar de la temprana hora, y la trasladara al mercado de flores con Jeff, su florista, para elegir las mejores flores para la fiesta, después había acompañado a los cocineros a comprar los productos frescos que necesitaban.
Trataba de no mirar la franja de piel algo más pálida en su muñeca que mostraba dónde había estado su Cartier. Tenía mucho cariño a ese reloj, no por lo que valía, sino por lo que representaba. El dueño de la tiendecita que había encontrado en un estrecho callejón no había mostrado ni curiosidad ni sorpresa cuando le había entregado el reloj a cambio de un fajo de euros y un comprobante de empeño. Una vez en casa, hablaría con su banco para intentar o pedir un préstamo o vender alguno de sus activos para así poder recuperar el reloj y disponer de una pequeña reserva. Odiaba la idea de estar endeudada, pero no podía hacer otra cosa.
En cuanto pudiera disponer de un momento, se las arreglaría para reponer la ropa perdida. No iba a ser fácil, pensó. Había visto una enorme variedad de tiendas de ropa y boutiques cuando volvía del mercado, pero la ropa barata de las tiendas del final del mercado era para chicas muy jóvenes mientras que la que consideraba apropiada para ella era muy cara.
Por suerte, de regreso del mercado de flores, había descubierto un puesto de ropa informal de vacaciones y había podido comprar un par de pantalones pirata y dos camisetas. Comprar ropa interior había demostrado ser un poco más difícil, pero al final había encontrado una tienda que le habían recomendado escondida en una calle lateral de la Rue Georges, donde pudo comprar un paquete de bragas blancas sencillas y un sencillo sujetador color carne.
Detrás de ella se encontraba el puerto repleto de enormes y lujosos yates blancos de los ricos visitantes de Saint Tropez, pero el yate del cliente de Prêt a Party parecía el más caro y elegante de todos.
Demi había dado una vuelta antes con Tiffany, la asistente personal de Mariella D’Argent, quien, además, le había ofrecido generosamente su camarote para que pudiera cambiarse y luego había insistido en llevar la ropa usada a la lavandería del yate, prometiéndole que la tendría limpia antes de la tarde.

—Es una pena que no tengamos la misma talla, te habría podido dejar algo de ropa —se había compadecido cuando Demi le contó lo ocurrido con su equipaje—. Mariella es, sin embargo... —había añadido pensativa—. De acuerdo, puede que sea un poco más alta...
—Y por lo menos dos tallas más delgada —había añadido Demi riendo.
Mariella D’Argent, su cliente, había sido una sido una de las más famosas modelos del mundo de la moda antes de casarse con su marido, un banquero. Incluso a pesar de estar cerca de los cuarenta, seguía siendo una mujer
excepcionalmente hermosa. Y aún más excepcionalmente consentida, había concluido Demi, después de escuchar amablemente sus constantes y quejumbrosas peticiones.
—Mmm, y adivina cómo se mantiene así —había dicho Tiffany con una mueca—. Te juro que un día de estos va a hacer algo mal y..., esnifará Botox por la nariz recién reconstruida por su cirujano plástico y se inyectará cocaína en las arrugas. Y además, claro, está siempre el peligro de que ella se tome la Viagra y su marido el Prozac, bueno, eso significará que aún comparten la cama.
Demi había tratado de no reírse.
—Da igual, ¿qué te parece uno de esos fabulosos caftanes de seda? Uno corto puesto encima de unos pantalones ceñidos de color crema o blancos y, a lo mejor, un cinturón llamativo, podría quedar impresionante. Sería ir a la última —sugirió Tiffany para ayudar.
Demi había negado con la cabeza y sonreído, sabía a que «oh, qué informales» pero «oh, qué caros» artículos se refería Tiffany y estaban totalmente fuera de su alcance. Había visto los caftanes de que hablaba Tiffany cuando había bajado al puerto esa mañana. Eran preciosos, pero tenían un precio que podía ser su salario de dos meses.
 


bueno chikitas hasta aqui os qiero !!

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