domingo, 4 de marzo de 2012

BOYFRIEND OF LIES NILEY cap.18




A la mañana siguiente, Nick se dirigía a la habitación de Miley después de haber tomado un café. Aunque no necesitaba cafeína para despertarse, porque no había podido pegar ojo en toda la noche. ¿Cómo podía dormir después de cometer una estupidez como la que había
cometido?
Había estado despierto durante horas, recordando cada momento de aquella noche con Miley. Sus caricias, sus gemidos. Nunca se había sentido tan cerca de una mujer. Aquella noche hacía que todo lo demás en su vida pareciera carente de importancia.
Le había dado miles de vueltas, intentando descifrar qué había ocurrido entre los dos, pero no encontraba la respuesta. Si alguien le hubiera dicho unos días antes que iba a encontrarse en aquella situación, se habría echado a reír.
¿Nick Jonas? ¿El maestro en el juego del amor, atrapado por una rubia medio cegata?
Siempre había pensado que él era del tipo de hombre que nunca se casaba. Que la vida militar era demasiado dura para una esposa. Y que ésas eran las razones por las que había permanecido soltero durante tantos años. Pero empezaba a preguntarse si la verdadera razón era que,
hasta entonces, no había encontrado a la mujer adecuada. Una mujer por la que estaba dispuesto a arriesgarlo todo. Una mujer que le hacía pensar en cosas como un hogar… hijos.
¿Hijos?
Por Dios bendito. ¿Qué harían si Miley quedaba embarazada?
No debía pensar en eso, se decía. Quizá ella tenía razón. Quizá no ocurriría nada y podrían despedirse como si aquel viaje nunca hubiera tenido lugar.
Era raro, pero aquella idea no lo animaba en absoluto. Todo lo contrario.
Los recuerdos del día anterior daban vueltas y vueltas en su torturada mente. La manera en la que el viento jugaba con su pelo, su forma de mirarlo cuando no llevaba puestas las lentillas, su risa cristalina, sus gemidos. Ella le había tocado el corazón.
¿Y qué demonios iba a hacer él al respecto?
Lo mejor sería meterla en el coche y llegar a Oregón lo antes posible, pensaba, suspirando pesadamente.
La puerta de su habitación estaba abierta y la vio de espaldas frente al acantilado, mirando el océano. Sus rizos rubios bailaban suavemente mecidos por el viento. El jersey azul de cuello vuelto sobre pantalones del mismo color le sentaba a la perfección. Cuando ella se dio la vuelta al oír
sus pasos, Nick pensó que sus ojos aquella mañana eran de un azul imposible.
La deseaba de nuevo, de una forma imperiosa y tuvo que echar mano de todo su autocontrol para no envolverla en sus brazos y poseerla allí mismo. Empujando a un lado su deseo, avanzó hacia ella como lo haría en un desfile militar.
—Buenos días —dijo Miley.
—¿Buenos? —replicó él, malhumorado.
Nick estudiaba sus rasgos, buscando los signos de una noche en vela, pero no los encontró. Aparentemente, Miley había dormido de un tirón.
—Yo creo que sí —contestó ella, volviéndose para mirar el océano.
—Miley…
—No hace falta que te disculpes otra vez —lo interrumpió ella, sin volverse—. Además, te recuerdo que no estoy de buen humor por las mañanas.
—Maldita sea, Miley, ¿qué quieres que diga?
—¿Por qué tienes que decir nada? Somos dos adultos que han disfrutado de una noche juntos.
—Eso es todo —replicó ella, mirándolo por fin. ¿Eso era todo? ¿Esa era la espectacular noche que habían compartido?
No, Nick se decía a sí mismo. Era mucho más. Mucho mas y lo dos lo sabían.
—No pongas esa cara —dijo ella—. No voy a contárselo a tu madre ni nada por el estilo.
—Estás muy simpática por las mañanas —murmuró Nick para sí mismo. Él había estado despierto toda la noche y ella, no sólo había dormido como una niña, sino que estaba bromeando sobre algo que a él lo había dejado convulso.
¿Era aquella una especie de justicia cósmica? ¿Estaba el destino pagándole por todas las veces que se había tomado una relación como algo sin importancia?
—Además —dijo Miley, interrumpiendo sus pensamientos—. Yo debería darte las gracias.
—¿Qué?
—Sí —sonrió ella, apartándose el pelo de la cara—. Ahora que… ya tengo experiencia, digamos, podré hacer que mi relación con Brad parezca más real.
—¿Brad? —repitió Nick. No sabía cómo había podido pronunciar aquel nombre. En ese momento vio que ella se había puesto el anillo de diamantes y sintió un feroz deseo de quitárselo y tirarlo al mar.
—Mi prometido, ¿recuerdas? Cuando hable de él ahora, podré convencer a todo el mundo de que es real.
Nick no estaba seguro de si debía sentirse halagado o insultado.
¿Miley iba a usar su noche juntos para mentir sobre su novio imaginario?
Nick había sentido que la tierra se movía aquella noche y ella estaba usándolo para su ridícula novela de amor.
El destino era muy juguetón.


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