domingo, 4 de marzo de 2012

Child's Play Cap. 4


-¿Miley? ¿Qué te pasa, estás llorando?
Nick alargó la mano para tocar su cara y, avergonzada, ella se secó las lágrimas con la mano.
-Lo siento. Lo decía de broma. No quería herir tus sentimientos.
-No has sido tú. Es que... hoy tengo muchas cosas en la cabeza. Ya sabes, lo de los niños.
Él se dio un golpe en la frente.
-El especialista en fertilidad. Se me había olvidado. ¿Qué te ha dicho?
—No parece que vaya a pasar pronto —murmuró Miley, dejando caer las lágrimas-. Pero da igual, no te preocupes.
Nick había aprendido tras años de experiencia que soledad era lo último que Miley deseaba en un momento como aquél. Tenía la mala costumbre de darle mil vueltas a las
cosas hasta que acababa deprimiéndose.
-Ven aquí.
Ella lo miró, sus ojos marrones llenos de pena.
-Estoy bien, de verdad.
-No, no estás bien. Sé lo que significa para ti tener un hijo -dijo Nick, acariciando su pelo. Miley lloraba, dejando que las lágrimas rodasen por su rostro y cayeran sobre su
torso, hasta la cinturilla del pantalón. La sensación era casi... erótica.
¿Erótica? Nick se sintió como un gusano. Su amiga necesitaba consuelo, un hombro sobre el que llorar. Tener pensamientos impuros tenía una excusa en el instituto cuando se le salían las hormonas por las orejas... y a ella empezaban a crecerle los pechos.
Desde entonces, había conseguido contener sus impulsos. Casi siempre, al menos.
Aunque, de vez en cuando, se permitía alguna fantasía, por ejemplo imaginar lo que escondía debajo de la ropa. Miley era propietaria de una tienda de lencería, de modo que debía llevar ropa interior muy sexy. La imaginaba con algo de encaje rojo. O mejor, negro.
La repentina excitación que provocó esa imagen lo dejó sin aliento. No era el momento de pensar en encaje negro... Pero nunca había notado lo suave que era su pelo o cuánto
le gustaba tenerla apretada contra su pecho.
Nunca había tenido tan cerca la curva de sus pechos...
Un momento. No iba a pensar en sus pechos.
Aunque eran difíciles de ignorar aplastados como estaban contra su torso. Y se dio cuenta entonces de que había bajado las manos, de que estaba acariciándola como no
debía acariciarla...
Ella eligió ese momento para apartarse y sacar un pañuelo del bolsillo.
Afortunadamente.
-Lo siento mucho -dijo, sonándose la nariz-. Supongo que me hacía falta un desahogo.
-Desahógate todo lo que quieras. Para eso estoy aquí.
-Vaya, te he mojado -murmuró Miley, secándole con el pañuelo. Pero cuando llegó a la cinturilla del pantalón, Nick dio un respingo.
Ella lo miró, sorprendida, como si acabara de darse cuenta de lo que había hecho.
—Perdona.
Se quedaron los dos en silencio, incómodos. Hasta que Miley rompió a llorar de nuevo.
A Nick se le rompía el corazón de verla así. Si alguien merecía ser feliz, ésa era su amiga...
Abandonando todo pensamiento inapropiado, Nick la estrechó entre sus brazos.
-Lo siento, cariño. ¿Puedo hacer algo por ti?
«Podrías acostarte conmigo». Miley se preguntó cuál sería su reacción si se lo pedía.
¿Se quedaría sorprendido, intrigado? ¿Le daría un ataque de risa histérica?
Probablemente lo último. Pero no tenía sentido especular porque no iba a pasar. Nunca tendría valor para preguntarle. No tendría valor para soportar el rechazo.
-El problema es que no tengo suficiente dinero ahorrado -dijo, apoyando la cara en su hombro-. He pensado hipotecar la tienda, pero si quiero tener un niño no puedo poner
en peligro mi seguridad económica.
-Si pudiera, te dejaría el dinero -suspiró Nick-. Pero producir el CD me está costando todo lo que tengo.
-No te preocupes, ya se solucionará.
Miley sentía la caricia de su pelo en la cara, olía su colonia y los caramelos que comía por cajas desde que dejó de fumar. ¿Era su imaginación o aquel día no dejaban de
tocarse? O quizá siempre se habían tocado tanto y aquel día le parecía diferente. No sólo diferente... agradable.
Demasiado agradable.
-Lo que me da rabia es que si juntáramos nuestro dinero podríamos hacer una de las dos cosas sin problema... aunque no las dos.
-Y yo podría quedarme embarazada si encontrase a un hombre... -Miley se dio cuenta de su error antes de terminar la frase, pero era demasiado tarde.
-¿Un hombre?
Ella se miró entonces la muñeca.
-Huy, mira qué tarde es.
Nick notó, divertido, que no llevaba reloj.
-¿Dónde vas?
-Tengo que volver a la tienda. Demi seguramente me necesita.
Mientras Nick la observaba guardar el sándwich en la nevera, casi sin tocar, todo empezó a cobrar sentido.
-Cuando entré en la tienda, ¿de qué estabais hablando Demi y tú?
-Ya sabes. De sexo -dijo ella, sin mirarlo.
-¿Y por qué hablabais de eso?
-Por nada -contestó Miley, intentando levantarse. Pero Nick se lo impidió.
-Has vuelto a ponerte colorada. ¿Estabas hablando de quedarte embarazada?
Ella asintió, mordiéndose los labios.
El corazón de Nick empezó a latir acelerado.
-¿Eso era a lo que Demi se refería cuando dijo que yo era perfecto?
No lo podía creer cuando vio que Miley asentía con la cabeza. ¿Dejarla embarazada?
Demi pensaba que era perfecto, ¿pero qué pensaba ella? ¿Qué pensaba él?
Había una evidente ventaja en la situación... acostarse con Miley. Eso sólo sería suficiente. Sin embargo, Nick había decidido tiempo atrás que no tendría hijos porque sería un padre horrible y un marido peor. Pero Miley no estaba buscando un marido, se recordó a sí mismo. Sólo quería un hijo.
¿Su hijo?
-Lo sé -rió ella, nerviosa-. Le dije a Demi que era una tontería. ¿Tú y yo teniendo un niño? Qué bobada.
-Sí, ya -asintió él, confuso y desilusionado. O Miley pensaba que no era suficientemente bueno como para ser el padre de su hijo o la idea de hacer el amor con él le resultaba repulsiva.
Fuera cual fuera la razón, seguramente era lo mejor. Al fin y al cabo, era una idea absurda.
-¿Nos vamos? -preguntó ella entonces, nerviosa.
-Sí, claro -contestó Nick, poniéndose la camisa.
Volvieron a la tienda en silencio , cuando llegaron, Miley se volvió, cortada.
-Esto no va a cambiar nuestra relación, ¿verdad? Ya sabes, lo del niño...
Nick no pensaba tomarlo como algo personal. Y tampoco podía culparla por pensar que él no sería un buen padre. Después de todo, Miley lo conocía mejor que nadie.
-¿Sabes cuántas mujeres se me han acercado después de un concierto para pedirme un hijo? -intentó bromear-. Estoy acostumbrado.
-Entonces, ¿no ha pasado nada?
-Nada.
Miley iba a abrir la puerta del jeep, pero se volvió de nuevo.
-Porque sería muy raro. Ya sabes, tú y yo... juntos.
-Sí. Muy raro.
-No digo malo, sólo extraño. Lo cambiaría todo.
-Desde luego que sí -suspiró él. Posiblemente para mejor.
O no. Pero no era eso lo que le preocupaba. Lo importante era que sin Miley no tendría a nadie. Y no estaba preparado para poner en peligro su amistad.
-¿Cantas esta noche?
-A las nueve y media. Si quieres, vendré a buscarte. Me pilla de camino. Y esta noche vamos a cantar canciones nuevas.
-Muy bien.
-¿Eso es un sí?
-Es un sí -sonrió Miley, saliendo del jeep. Se volvió de nuevo, como si fuera a decir algo, pero sacudió la cabeza y cerró la puerta.
Nick oyó sonar las campanitas de la tienda, sin poder evitar la sensación de que, a pesar de todo, algo había cambiado entre ellos.
Definitivamente.


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