domingo, 25 de marzo de 2012

The Burning Passion JEMI cap. 21




Demi pidió fotocopias de los cheques. No sería capaz de hacer otra cosa que pensar en ese asunto hasta que las tuviera.
—¡Demi!
Ella lo miró con cautela.
—Espero que anoche me desearas tanto como yo a ti.
Demi podía sentir arder su rostro.
—Preferiría no hablar de ello. Ya te he dicho que no... que no quiero hablar del tema.
Su voz parecía tranquila, pero Joe podía ver que sus manos temblaban.
Joe tragó saliva.
—¿Por qué no? ¿Por qué nos negamos a nosotros mismos algo que es obvio que queremos? Hay una química sexual entre ambos que puede ser que ninguno hayamos elegido, pero no tiene sentido negar que existe. Y dado que existe, a lo mejor sería mejor para los dos disfrutar de nuestra mutua apetencia sexual en vez de ignorarla o rechazara.
«Mutua apetencia sexual», tres sencillas palabras, pero que podían tener la capacidad de cambiar su vida para siempre, pensó Demi. ¿Habría sentido Adán algo parecido a lo que estaba sintiendo ella cuando Eva le ofreció la manzana y le dijo que le diera un mordisco? Si se acostaba con Joe, no cambiarla el mundo, pero sí su vida. ¿Era lo suficientemente valiente como para aceptar algo así o se pasaría el resto de su vida dudando y deseándolo?
—No quiero tener una aventura contigo —respondió Demi.
Una aventura podría dar lugar a que se enamorara poniéndola de nuevo en la tesitura de poder ser rechazada y cambiada por otra. Todas las experiencias afectivas que había tenido se lo habían enseñado: en el orfanato, con sus padres adoptivos y en el colegio. Incluso con sus dos amigas más íntimas, Sel y Miley, tenía claro que ellas compartían un lazo extra por nacimiento y educación del que ella estaba excluida.
—Pero tú quieres acostarte conmigo —conjeturó Joe.
—Yo... creo que sí.
—¿Me estás pidiendo que tome la decisión por ti?
—¿Cuál es el propósito de todo esto? Estoy segura de que un hombre con tu experiencia puede encontrar a alguien que no necesitara que tomaran la decisión por ella.
—Seguro que podría —reconoció Joe—. Pero no serías tú y eso es lo que quiero. Y ya que estamos con el tema de las relaciones. ¿Cuántas relaciones has tenido?
La pregunta la pilló desprevenida.
—Eh.... Yo no... No me acuerdo —dijo mintiendo—. Además, no creo que sea tema de tu incumbencia, ¿verdad?
—Podría serlo si nos acostamos —dijo Joe.
¿Cómo iba a decirle la verdad? ¿Cómo iba a decirle que él era diferente, especial, que nunca antes había sentido con nadie lo que sentía con él y que sólo eso era suficiente para hacer que se sintiera amenazada y temerosa? Y si ni siquiera era capaz de decirle eso, ¿cómo iba a poder contarle que nunca había hecho con nadie lo que tanto deseaba hacer con él?
—¿Cuánto tiempo crees que tardaremos en llegar a los Hamptons? —preguntó en su lugar.
—Todavía falta mucho. Pasaremos la noche en mi apartamento de Nueva York y volaremos mañana por la mañana.
—¿No sería mejor ir directamente?
—No creo. Pareces muy agitada Demi, ¿por qué?
—Por nada, quiero decir que no lo estoy. ¿Por qué iba a estarlo?
—A lo mejor piensas que no puedes confiar en ti misma si estás a solas conmigo —sugirió Joe con suavidad.
Demi ya había tenido bastante.
—No se trata de eso. Sólo creo que no deberíamos ponemos en la situación de....
—¿De qué? De que te sientas tentada de ofrecerte a mí y que yo acepte, ¿es eso lo que quieres decir?
—No, al menos... —eso era exactamente lo que quería decir, tenía que admitirlo. Sólo en su imaginación aparecía Joe ofreciéndosele.
Algo del tono que había empleado Joe no le había gustado:
—No me gusta lo que estás insinuando —dijo francamente—. Entiendo que montones de mujeres se te insinúan porque...
—¿Porque soy muy rico? —sugirió terminando la frase de Demi.
La voz de Joe podía sonar suave, pero debajo de ella se adivinaba el enfado, reconoció ella.
—No iba a decir eso.
—¡Mentirosa! —dijo Joe y añadió—: Además, hay muchos aspectos que influyen en el deseo sexual, ¿verdad? Por ejemplo los que afectan a nuestros sentidos: vista, olfato, gusto... tacto...
Demi podía sentir cómo su cuerpo respondía a cada palabra que salía de su boca.
Sí, verlo la excitaba y su olor ciertamente también, y su sabor... Tensó los músculos del vientre para tratar de controlar el deseo que se extendía por su cuerpo. Y tacto... Tensó los músculos todavía más, pero ya era demasiado tarde para detener lo que estaba experimentando. Y sí, el sonido de su voz también...
—Y luego está todo eso relacionado con tu personalidad, estatus... estilo de vida, por ejemplo.
Se detuvo al ver salir de la cabina al auxiliar de vuelo y dirigirse hacia él.
—Aterrizaremos en media hora, ¿quieren otra bebida antes? ¿Algo de comer?
Demi sacudió la cabeza incapaz de hablar. Joe le había arrancado confidencias que ella normalmente no le hubiera contado a nadie y estaban empezando las reacciones emocionales, lo mismo que empezarían las físicas si te empastaran una muela sin anestesia.
A lo mejor Joe tenía razón y la única forma de superar su apetito físico por él era satisfacerlo en lugar de evitarlo.
Joe la miró disimulando su inspección con una fingida concentración en sus papeles. Una y otra vez Demi rompía la imagen estereotipada que se hacía de ella. Ninguna otra mujer le había mostrado semejante intensidad de deseo sexual. Y ninguna otra mujer le había excitado hasta el punto de ésta.
Empezaron a aterrizar, el avión atravesó la gruesa capa de nubes. Demi recogió sus papeles y se abrochó el cinturón de seguridad. Siempre había sido la clase de persona que toma todo tipo de precauciones para su autoprotección, pero no había sido capaz de protegerse de lo que le estaba pasando, aunque también era cierto que una parte de ella no quería protegerse.


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