Hacía una hora que se había ido Joe y Demi seguía pensando en él, pero es que una mujer tendría que haber estado totalmente desprovista de hormonas para no darse cuenta de que Joe era un hombre de la cabeza a los pies.
Y ésa era su única excusa, ¿verdad? Apartó el teclado del ordenador y se levantó. Seguía algo alterada, su cara ardía y le dolía el cuerpo. Se sentía culpable, aterrorizada por la puerta que inconscientemente había abierto en su cabeza y, lo que era peor, incómoda al darse cuenta de que estaba excitada físicamente. Físicamente pero no emocionalmente, algo así era imposible. Se había propuesto no enamorase nunca, ¿verdad?, no entregarse emocionalmente a nadie, no arriesgar nunca la seguridad emocional que se daba a sí misma.
Empezó a pasear por el pequeño despacho. Durante su infancia ya había aprendido todo lo que había que saber sobre el dolor que provoca un rechazo emocional. Había luchado mucho para dotarse de la protectora tranquilidad que le daba aparentar autosuficiencia frente a las demás personas. La patética niña necesitada que una vez había sido, buscando con desesperación la aprobación de los demás, había desaparecido totalmente. Y así era como Demi pensaba seguir siendo.
Así que, ¿por qué estaba pensando de ese modo? Nadie había amenazado su independencia después de todo, y menos Joe Salvatore que, lo más seguro, era que tuviera la misma aversión a la esclavitud emocional que ella, aunque fuera por diferentes razones.
Carly miró el reloj, Miley les había regalado a ella y a Sel dos relojes las navidades del primer año en que el negocio dio beneficios, y después se agachó y agarró el asa de su maleta.
El coche que Joe Salvatore había enviado a recogerla llegaría en dos minutos, así que era el momento de salir.
Arrastró la maleta fuera del piso mientras sentía un pequeño remordimiento al recordar cómo había aparecido Miley el martes anterior en la oficina anunciando que se acababa de dar cuenta de que no tenían nada en el guardarropa que le sirviera.
Lo del «guardarropa» era la típica broma entre las tres, ya que no era nada más que una habitación pequeña que había en casa de los padres de Miley y en la que se guardaban los glamurosos trajes que Miley y Sel, las dos de la misma talla, usaban cuando asistían a alguno de los eventos que organizaban.
La ropa, toda de diseño, era siempre de segunda mano, conseguida subrepticiamente de los sitios más extraños y fuente constante de risas y bromas entre ellas tres.
—Mira esto —se había maravillado Miley después de su última expedición mientras mostraba un vestido de lentejuelas—. ¿Quién demonios puede comprar algo así?
—Tú —había señalado Demi riendo.
—Sí, pero yo sólo he pagado quince libras y nuevo costaba más de mil.
—Es muy sexy —había dicho Sel.
—Es repulsivo —había criticado Demi—, vulgar y de auténtica fulana.
Pero el guardarropa no contenía nada que le sirviera a Demi, así que, ese jueves, Miley le comunicó con firmeza:
—Venga, Demi. ¡Nos vamos de compras!
Demi protestó e intentó resistirse, pero Selena y Miley insistieron.
El resultado de la incursión en las tiendas de segunda mano y mercadillos favoritos de Miley, que ya alguna vez habían esquilmado el presupuesto para ropa que Demi administraba con tanto cuidado, lo habían recogido de la tintorería esa misma mañana y estaba metido en la maleta de Demi al lado de su propia ropa.
Demi revisó mentalmente lo que llevaba: un traje de chaqueta de seda blanca que Miley había comprado diciendo «Es tan retro, parece de la mujer de un rockero de los setenta. Además tú tienes para llenarlo, Demi».
Desde luego que podía tener para llenar el traje, pero no pensaba ponerse la chaqueta medio abierta y sin nada debajo. Había también un par de vestidos de tarde, los dos tan transparentes, que Demi ya había decidido que se pondría encima la chaqueta de seda.
Tampoco le había interesado mucho el traje de baño de diseño que Miley encontró después. Tenía tantos agujeros por todas partes, que Demi temía que dejara ver bastante más que el más escaso de los bikinis.
Su propia ropa, unos conjuntos de lino y algunos complementos que habían encontrado es tiendas tipo Zara, pasaron el control de Miley que los declaró perfectos para los eventos a los que iban a asistir.
Arrastrando la maleta detrás de ella, Demi empujó la puerta de la calle y bajó las escaleras. Joe la observaba desde el asiento de atrás de la limusina mientras el chófer acercaba el vehículo a donde ella estaba. Sí, era un típico ejemplo de su categoría, del tipo de vida «no se escatima en gastos porque paga otro», pensó con cinismo Joe mientras la observaba con su camiseta blanca inmaculada, vaqueros ceñidos, brillante pelo largo, maquillaje mínimo, gafas de sol, reloj discretamente «bueno». La chica demasiado delgada vestida con una mezcla de ropa estrafalaria que pasó a su lado no podía hacerle sombra, porque Demi tenía clase, pensó Joe.
¿Qué tal sería en la cama? No pensaba dejar pasar mucho tiempo antes de saberlo.
Se acordó de otra mujer de clase alta que conoció en su juventud, la conoció cuando se estaba volviendo cínico, pero todavía no estaba completamente endurecido. Al principio se había fijado en su belleza, pero no le había parecido tan hermosa cuando él empezó a rechazar sus crecientes demandas, sobre todo la que consistía en un anillo de compromiso a cambio del supuesto beneficio de casarse con alguien de la alta sociedad. No llegó a decirle que prefería a una honrada fulana, pero lo pensó.
Mujeres como aquélla, como Demi, podían no pedir abiertamente dinero a cambio de sexo, pero lo que estaban buscando era al hombre más rico que pudieran encontrar, su cuerpo a cambio de su apellido. Era un asunto que le provocaba náuseas, lo mismo que quienes se prestaban a él.
No se hacía ilusiones sobre las mujeres o el sexo, había vivido mucho y visto demasiado como para eso. Con su riqueza podía conseguir la mujer que quisiera, y eso incluía a Demi. Ella, con la forma en que lo había mirado a los labios, había mostrado sus planes demasiado pronto. ¡Ni siquiera había intentado disimular! Lo había mirado abierta y descaradamente. Si no hubieran estado en la oficina, habría sido una invitación para quitarle la camiseta, liberar sus pechos y acariciarlos. Habría podido bajarle los vaqueros y haber disfrutado de ella y no hubiera pronunciado una sola palabra para negarse.
Y por la mañana estaría esperando su paga, una joya, una llamada de una tienda exclusiva invitándola a elegir algo caro...
Así era como funcionaban las cosas en ese mundo.
«Le estás dedicando mucho tiempo», se dijo. La principal razón de lo que estaba haciendo era la potencial adquisición de Prêt a Party, no la inevitable adquisición sexual de Demi. Demi que, aunque ella no lo sabía, sería una de las primeras en perder su trabajo.
Demi frunció el ceño a la vista del enorme y elegante coche gris metalizado que tenía delante de ella.
Un capi mas espero os guste muchos Besos!!!!
YO NO SY MUY AMANTE DE JEMI , PERO YUS NOVES ME ENCANTAN!!! JAJA ASI QUE TE VOY A PEDIR PORFAVOR QUE YA NO SEAS TAM MALA Y QUE LA SIGAS xD JAJA ENSERIO :| JAJAJA ME ENCANTO EL CAPI (CMOMO SIEMPRE) ESTVO INCREIBLE! SEGUILAAA! JAJA , BESOTESSS
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