En la frontera los hicieron parar, porque uno de los guardias vio a Delta, y se inclinó sobre la ventanilla, preguntándole para qué iban a Juárez, en vez de a N.J., que conducía el coche.
Delta disfrutó plenamente de su atención, sacudiendo su rubia cabellera y sonriendo mientras le explicaba que iban al desfile y luego de compras.
Al fin el hombre les dejó pasar, siguiendo con la mirada a Delta y despidiéndola embobado con la mano.
N.J. se rio entre dientes, pero Miley puso los ojos en blanco y miró a otro lado. A Delta le encantaba ser el centro de atención y también ir por ahí conquistando a todos los hombres que le salían al paso. Parecía como si quisiera darle a entender a Nick que podía atraer a otros hombres con la misma facilidad con que se le quita un caramelo a un niño.
Miley estaba segura de que N.J. sabía exactamente lo que pretendía Delta cuando actuaba de ese modo, y esa risa entre despectiva y divertida que había soltado, demostraba su actitud cínica con las mujeres, como si las conociera tan bien que no pudieran engañarlo ni molestarlo con sus tácticas.
Mientras avanzaban por la carretera que llevaba a Juárez, Delta charlaba animadamente con el padre de Miley, girada en su asiento y apoyada en el respaldo. Miley meneó la cabeza. Ni siquiera su padre era inmune al flirteo de Delta. ¡Pero si estaba sonriéndole como un tonto!
Minutos después llegaban a la pequeña ciudad. Pasearon por el mercadillo, y en uno de los puestos Delta estuvo rogando incesantemente a N.J. hasta que le compró un collar carísimo hecho con turquesas. Miley observó con envidia cómo él le cerraba el enganche en la nuca, diciéndose que ella sería mucho más fácil de contentar.
Bajando la calle llegaron a la magnífica catedral, unos metros más allá se toparon con una pequeña boutique de ropa, a cuyo escaparate estuvo pegada rápidamente la nariz de Delta. Emitió un chillido de placer al ver que aceptaban su tarjeta de crédito.
—Solo serán unos minutos —le dijo a N.J., besándolo en la mejilla—.¿Quieres entrar tú también, Miley? —invitó a la joven.
—No, gracias —le respondió Miley — . Me apetece más ver la ciudad.
—Creo que me uniré a ti —le dijo su padre—, N.J. parece estar en otro mundo.
Y así era, porque cuando la joven se volvió a mirarlo, observó que sus ojos negros estaban fijos en la pequeña capilla donde se habían casado, como si estuviera tratando de recomponer en su mente los borrosos acontecimientos de aquella noche.
Miley palideció cuando vio que Nick se metía las manos en los bolsillos y se dirigía con paso decidido en esa dirección. Dejando atrás a su anonadado padre, la joven lo siguió a toda prisa, con la intención de disuadirle de ir allí, pero justo antes de que pudiera llegar hasta él, los dos tipos que la habían ayudado a subirlo a la camioneta, salían de la capilla.
Por favor, Dios mío, que no le digan nada a Nick rogó Miley en silencio con los dedos cruzados. Pero la suerte no estaba con ella, porque no solo lo conocieron, sino que fueron hasta él sonrientes, y empezaron a darle palmadas en la espalda, diciéndole en castellano.
—¡Felicitaciones, compadre! ¿Cómo lo trata la vida de casado, eh? ¡Ah, allá está su esposa! Linda chiquilla sí, señor. ¿Cómo está, señorita? —y la saludaron con la mano.
—¿Qué demonios pasa aquí, Miley? —inquirió perplejo su padre, que la había seguido—. ¿Quiénes son esos hombres? Me ha parecido entender que estaban felicitando a N.J. por haberse casado.
Miley no contestó. Quería morirse, y se había tapado el rostro con las manos. N.J. tuvo un rápido intercambio verbal en castellano con los dos hombres, salpicado de preguntas, al que siguió un ominoso silencio.
Segundos después, hecho una verdadera furia, estaba frente a la joven, mirándola como si quisiera matarla. La sacudió por los hombros, olvidándose de que su padre estaba delante.
— ¡Me mentiste!, ¡sí que nos casamos aquella noche! ¡Niégalo ahora, vamos, niégalo!
— Lo siento —musitó Miley en un hilo de voz. ¿Qué otra cosa podía decir?—. No pensaba que fuera legal —trató de explicarle con los ojos llenos de lágrimas—. ¡Yo no sabía que el certificado era válido!
—¿Estáis casados? —exclamó Billy sin dar crédito a lo que oía.
—No por mucho tiempo —masculló N.J. apartando a Miley de su lado, como si su proximidad lo repugnase—. ¡Por Dios, de todas las maneras despreciables y mezquinas de conseguir un marido...! ¡Arrastrar a un hombre borracho al altar y ocultárselo después! — bramó fuera de sí—. ¿Y por qué? ¡Porque sabías que nunca me casaría con una chiquilla manipuladora, fea y gorda como tú, con un marimacho, estando sobrio! No me sorprendería que en la cama seas tú quien le diga a Liam qué es lo que tiene que hacer.
— ¡N.J., por favor! —le rogó ella. Aquellas palabras se le estaban clavando como dagas en el alma, y la gente estaba girándose a mirarlos.
El pareció darse cuenta de que aquel no era el lugar más adecuado para discutir.
—Voy por Delta —masculló—. Nos vamos. Ahora. En cuanto antes termine esta farsa y anulemos ese matrimonio, mejor —le dijo dándose la vuelta y desapareciendo entre el gentío.
Miley estaba temblando por dentro, y las lágrimas rodaban por sus mejillas.
—¿Lo... lo emborrachaste para que se casara contigo? —balbució su padre confundido, sin poder creerlo.
—No, papá —contestó ella secándose el rostro con el dorso de la mano—.
No fue así. N.J. ya estaba borracho cuando yo lo encontré. Solo quería llevarlo de vuelta al rancho, para que no se buscara problemas contigo y no lo despidieras, pero de pronto se le ocurrió que quería que nos casáramos, y
me amenazó con ponerse a pegar tiros en el bar si no hacía lo que él decía.
Yo no pensé que un certificado matrimonial de Mexico tuviera validez legal en Texas, y temía que, borracho como estaba, se pusiera de verdad a pegar tiros allí mismo: tú sabes lo lenta que es la justicia en este país. Podríamos
haber estado meses muriéndonos de asco en una cárcel hasta que lograses sacarnos.
—¿Y qué hay de lo que ha dicho de Liam y de ti? ¿Es eso cierto? —exigió saber su padre.
—Nunca me he acostado con Liam, pero le di atender a N.J. que sí porque... bueno, supongo que por despecho, porque él pensaba que yo era una mosquita muerta y... ¡Oh, papá, en menudo lío nos he metido! Yo no quería hacer ningún mal y... y... —balbució hipando— y encima el día de tu
cumpleaños...
Rompió a llorar amargamente
—Debería habérselo dicho, pero estaba asustada. Tenía miedo de que se enfadara. Pensé incluso que podría anularlo yo sola, pero el abogado me dijo que no, que N.J. también tenía que ir a pedir la anulación...
Su padre le dio unas palmadas en la cabeza a su hija abrazándola mientras ella se desahogaba. En ese moento regresó N.J., con la misma mirada llameante en sus ojos y arrastrando a Delta de la mano.
—¿Qué le ocurre a Miley? —preguntó la rubia
—Mejor no preguntes —contestó el padre de la joven meneando la cabeza.
—¿No se encuentra bien? —insistió Delta mirándola con curiosidad.
—Si es así, se lo merece —intervino N.J. furioso—. Vámonos
Delta no se atrevió a hacer más preguntas, y Miley lloró en silencio todo el camino mientras su padre le apretaba la mano. Incómodo. N.J., por su parte, no dijo una palabra mientras conducía, y escuchó sin interés el parloteo de Delta, que empezó a contarle lo que se había comprado, pero acabó poniendo la radio para no oírla tampoco.
Miley, ya algo más calmada, se recostó en el asiento y cerró los ojos, no queriendo ver la mirada de preocupación en los de su padre.
Hola chicas aqi les traigo un capi qe hasta a mi me hizo llorar =.(
con lo qe Nick le dijo a Miley .....
Bueno hoy solo subire esta nove pero no nomas sera este capi si no otramas bueno chicas os qiero besos !!!
aawww que malo que es nick pobre miley :(
ResponderEliminarpero me super encanto el capis subi ya pero ya el siguiente plisss quq amo tus novelas!!! XD y si tenes tiempo pasate por mi blog hago noves niley tambien
http://nileyhotmalee.blogspot.com.ar/