domingo, 11 de marzo de 2012

The Burning Passion JEMI cap. 9


—¿No está?
—Sí, creo que alguien me la ha robado.
Joe pensó cínicamente que el mensaje no era muy sutil. Arreglárselas para «perder» su equipaje era, desde luego, una manera dramática de renovar su guardarropa. ¿Qué habría hecho con la maleta? ¿La habría depositado en una consigna?
—Así que no tienes nada de ropa que ponerte.
Demi respiró con alivio al darse cuenta de que Joe se lo estaba tomando bastante bien.
—No, sólo lo que llevo puesto —y gracias a la llamada que acababa de recibir no iba a ser capaz de afrontar el gasto de reponer lo que había perdido, pensó.
—Molesto, supongo. Pero por lo menos podrás reclamar a tu compañía de seguros —dijo sin ninguna pasión y luego la miró. Tenía que admitir que era muy buena, esa respiración, ese minúsculo parpadeo de las pestañas, exigía alguna respuesta—. Tienes un seguro, supongo.
—Sí, claro que tengo seguro —afirmó Demi.
Pero no era la clase de seguro que le pudiera permitir reemplazar su cuidadosamente elegido guardarropa, pensó con desesperación.
—Entonces no hay ningún problema, ¿verdad? —dijo Ricardo tranquilamente—. Después de todo, estás en uno los mejores lugares del mundo para una terapia femenina de compras, ¿no?
—Y seguro que uno de los más caros —añadió Demi con ironía—. Tengo que encontrar una comisaría y denunciarlo, supongo.
Joe escuchó agradecido. Realmente era muy buena.
—Dudo mucho que hagan nada. Puedes denunciarlo por teléfono más tarde desde la villa, si quieres.
Demi se dio cuenta por el tono de las últimas palabras de que Demi estaba impaciente por irse y ella le estaba retrasando. ¿Qué hacía ahora? No podía mantener la promesa dada a sus padres adoptivos porque para eso tenía que transferir el dinero rápidamente y no podría reponer lo robado. Tampoco podía disponer en tan poco tiempo de ninguna de sus inversiones «para cuando fuera vieja» y era reacia a generar más gastos al negocio llamando a Miley para pedirle dinero para reponer unas ropas de cuya pérdida ella era la única responsable, sobre todo después de que habían gastado todo el presupuesto para vestuario y tenían problemas de liquidez.
No era un buen momento para recordar lo que les había dicho a Sel y Miley sobre cómo debían seguir su ejemplo y renunciar a tener tarjeta de crédito.
Tenía unos pocos cientos de euros en metálico, dinero para gastos personales, probablemente suficiente para comprarse algunas bragas, reconoció burlona.
Lo que significaba...
¿Qué? Era sábado, su banco estaría cerrado. Tratar de arreglar un crédito bancario allí, con su limitado francés no parecía una buena idea. Llamar a Sel y contarle lo que había pasado y pedirle un préstamo parecía mejor, si encontraba a Sel; aunque probablemente se lo contaría a Miley y le mandarían el dinero de la empresa. Se lo podía pedir a alguien más, pero ¿a quién? ¿A alguno de sus clientes? O... miró con incertidumbre a Joe mientras lo seguía hasta el coche.
No había nada que odiase más que ser mantenida por alguien, aceptar algo que nunca iba a poder devolver. Iba en contra de todos sus principios pedir dinero prestado, y más cuando el dinero era para sus gastos personales. Habría muerto de hambre antes de considerar esa opción.
Cuando llegaron al coche, Joe miró a Demi. Estaba claro, para él, que Demi estaba esperando que tuviera la gentileza de ofrecerse a reemplazar la ropa perdida. Pobre chica, ¿cómo demonios se iba a apañar sólo con lo que había en su equipaje de mano y la ropa que llevaba puesta? No iba a poder, y como al fin y al cabo estaba allí por él, naturalmente él, que era un hombre muy rico, se podría ofrecer a proporcionarle todo un guardarropa nuevo.
Y cuando él no respondiera a lo que obviamente quería ella de él, meditó Joe, ¿cuál sería el siguiente movimiento de Demi?
¿Habrá tiendas de ropa de segunda mano en Saint Tropez?, se preguntaba Demi preocupada mientras daba las gracias a Joe por abrirle la puerta. Seguramente sí. Las francesas eran bien conocidas por ser hábiles en esa materia.
—¿Algo va mal? —preguntó Joe con suavidad.
Estuvo tentada de admitir lo mal que iba todo, a pesar de que dudaba de que él compartiera su angustia al pensar en un gasto de cuatro mil libras, pensó Demi arrepentida. Optó por la discreción en su lugar y le respondió:
—No me imaginaba que fueras a conducir tú, esperaba que condujera un chófer.
—Incluso los millonarios economizamos algunas veces —respondió secamente antes de añadir más sincero—. Me gusta conducir y me crié en Nápoles. Si puedes conducir allí, puedes conducir en cualquier sitio.
El coche era sencillo y sólido, pero, felizmente, tenía aire acondicionado y funcionaba muy bien.
Estaban parados en una retención del tráfico y al lado de la carretera un hombre joven ofrecía a una chica increíblemente hermosa un melocotón. Mientras Demi los miraba, la chica, ajena a todo lo que no fuera el joven, se acercó a él y le rodeó las manos con las suyas, después, sin quitarle la vista de encima, dio un mordisco de la fruta haciendo que el jugo corriera por las manos unidas.
La escena era tan intensamente sensual e íntima, que Demi apartó la vista inmediatamente y se encontró mirando a los ojos de Joe.
Demi pudo ver en los ojos de ella que había estado mirando a la joven pareja y se preguntó cómo sería si hubiera sido él quien le ofreciera el melocotón a ella. Si el jugo hubiera corrido por la mano de Demi, ¿lo habría recogido con la lengua?
Demi empezó a temblar violentamente, pequeñas gotas de sudor perlaron su frente y su cuerpo se aplastó contra el asiento cuando Joe apretó el acelerador salvajemente haciendo salir al coche disparado.
¿Qué demonios le pasaba?, se preguntó Joe. No había nada más estúpido que caer por algo tan evidente como la vieja táctica que Demi estaba intentando con él: mira mis labios, mira mi lengua, imagina...
¡Eran sus malditos ojos los que tenían la culpa!, pensó. ¿Cómo demonios se las ingeniaba para que parecieran tan nublados de deseo?
«¡Diablos!», pensó casi enfermo, por un momento casi le había convencido de que la visión de aquellos dos jóvenes con el melocotón había hecho que ella se muriera por él como si fuera el único hombre en el mundo. Y su cuerpo no necesitaba que le convencieran mucho.

Continuando el maraton espero se lo hayan pasado bn este fin ;)
Os qiero!!


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