Nick compró comida para focas en el muelle y le dio una bolsa a cada uno de los sobrinos de Miley.
Los mayores salieron corriendo para ver a los graciosos animales y Jenny, la de cuatro años, le dio la mano.
—¿Lamenta haberse ofrecido voluntario para esta misión, capitán? — bromeó Miley. La brisa fresca del mar movía su pelo y le daba un glorioso color a sus mejillas. Estaba sonriendo y sus ojos brillaban de alegría. Era tan guapa que casi le dolía mirarla. ¿Que si lamentaba estar con ella?, se
preguntaba. En absoluto. Lo que le dolería seria dejarla después de aquel viaje—. Es una aventura peligrosa —añadió, señalando a su sobrino David, que se inclinaba peligrosamente sobre la barandilla del muelle para darle
de comer a las focas.
—Te recuerdo que soy un marine. El riesgo es mi profesión —bromeo él.
Aunque, tres horas más tarde, prefería enfrentarse al enemigo antes que volver a llevar de paseo a los cuatro niños.
—Agotadores, ¿verdad? —reía ella mientras se sentaban en el muelle.
Nick miró a los cuatro críos, en aquel momento muy concentrados en comer algodón de azúcar.
—No sé cómo lo hacen Sel y Justin.
—Supongo que le echan valor —dijo Miley, limpiándole la cara a Jenny.
—Se te dan bien los niños —dijo él. Aunque aquello era decir poco.
Miley no había tenido que enfadarse ni una sola vez en toda la mañana.
No había perdido el sentido del humor y no había gritado por horrible que fueran las trastadas.
—Es fácil. Solo se necesita amor.
Ella lo hacía parecer muy fácil, pensaba Nick con admiración. Habían paseado por el muelle, dado de comer a las focas, visitado cada uno de los servicios en un radio de tres manzanas, habían atrapado a David antes de que cayera sobre un bote, comprado una camiseta para Becky después de que su hermano manchara la suya de limonada. Y habían tenido que volver sobre sus pasos porque Jenny había perdido su muñeca. Y sin embargo, Miley no parecía cansada. Estaba tan radiante como lo estaba a primera hora.
El amor, se repetía Nick a sí mismo. Miley brillaba de amor. El amor le salía por los ojos cada vez que miraba a aquellos niños y ellos respondían de la misma manera. Los niños, pensaba Nick, eran más inteligentes que los adultos. Ellos aceptaban el amor llegara de quien llegara, sin hacerse
preguntas. Sin dudar.
¿Era él demasiado viejo como para aprender de un niño?
—¿En qué estás pensando? —preguntó ella.
—Estaba pensando en lo guapa que eres —contestó el—. Y en cuanto me gustaría volver a sentarme contigo en un balancín.
Miley se había ruborizado y tuvo que tragar saliva, incómoda.
Nick se dio cuenta de su incomodidad y la suya propia creció hasta proporciones monumentales. La deseaba de nuevo y no podía hacer nada para evitarlo.
—Nick…
Fuera lo que fuera lo que iba a decir, se perdió cuando su sobrino David empezó a darse sonoros besos en la mano.
—Están hablando como en las películas —rió el niño.
Nick sonrió. Eran agotadores, pero tenían gracia.
—¿Yo no soy guapa? —preguntó la pequeña Jenny, tirando de su manga.
Sonriendo al ver la carita sucia de la niña, Nick la tomó en brazos y la sentó sobre sus rodillas.
—¿Sabes una cosa?
—¿Qué?
—Tú eres incluso más guapa que tu tía Miley.
La niña empezó a reírse, encantada y le dio un abrazo. El espontáneo regalo le llego directamente al corazón. La inesperada dulzura de la cría lo había dejado sin defensas.
Nunca en toda su vida había considerado la posibilidad de casarse y tener hijos. Y, sin embargo, cuando miro a Miley, no pudo evitar deslizar la mirada hasta su vientre. En aquel momento, su hijo podría estar dentro de ella. Una diminuta y milagrosa combinación de sus genes y los de Miley.
Aquel pensamiento hacía que se sintiera humilde y aterrorizado a la vez. Y sin embargo, lo llenaba de alegría.
Cuando volvió a mirarla a los ojos, se dio cuenta de que Miley sabía en qué estaba pensando. Ella lo miraba con una angustia en sus ojos azules y él deseaba reconfortarla. Le hubiera gustado hablar con ella sobre su vida, sobre sus sueños, sus deseos, sus miedos, pero aquél no era el sitio ni el momento adecuado.
Se decía a sí mismo que debía ser paciente.
Tania tiempo. Mientras pasaba la mano por el pelo de Jenny, se preguntaba si su hijo sería tan dulce como aquella cría.
Nick no la había visto sacarle la lengua a su hermano.
Estaba perdido en el mundo de los sueños.
HOla Niñas!!! iniciando el maraton con la nove qe les gusta a todas con un capi tierno y qe para qe les miento es una de mis favoritas jejej ... espero qe disfruten de este maraton y del este fin de semanaa las qiero Niñas BEsoS!!!
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