domingo, 4 de marzo de 2012

The Burning Passion JEMI cap. 1




Demi echó una mirada discreta a la pequeña fiesta que estaba supervisando como directora de una de las empresas más prestigiosas de organización de eventos de negocios. Se preguntaba cuándo podría irse. Se trataba de la celebración del cuarenta cumpleaños de un banquero y él mismo había elegido como lugar la discoteca CoralPink de Londres. Demi nunca habría elegido ese sitio, pero en los negocios el cliente siempre tiene la razón y no iba a discutir esa decisión.
La esposa de su cliente no estaba muy contenta con la atención que su marido estaba prestando a alguno de los bombones disponibles. Había casi una docena de botellas de champán Cristal en su mesa y uno de los invitados estaba hablando con una chica que había pasado por allí para invitarla a unirse a ellos. La libido de los hombres y el enfado de sus esposas se estaba incrementando tanto como la temperatura del local, pensó Demi preocupada.
Se había estado resistiendo a ese encargo porque sabía que eso no era lo suyo. Prefería los eventos como el que había supervisado aquel fin de semana: una adorable fiesta sorpresa de ochenta cumpleaños que toda la familia daba a una abuelita con demencia senil. A Demi le gustaba no escatimar nada que los clientes quisieran, a pesar de lo reducido del presupuesto, y así poderse sentir orgullosa del resultado final.
La esposa de Mike Lucas iba a explotar si su marido no dejaba de flirtear con la chica que había conseguido cazar. Demi se levantó rápidamente y se dirigió hacia él para intentar tranquilizar la situación antes de que se le fuera de las manos.
Joe se preguntaba por qué demonios se había dejado convencer para acudir a la fiesta. Su interés por la posibilidad de hacer un negocio que le había llevado allí ya se había agotado. Odiaba todo lo que ocurría allí y que podía resumirse en cómo hombres ricos inmorales son perseguidos por ambiciosas mujeres amorales, pensó con cinismo.
Algo atrajo su atención, un grupo de cuarentones barrigudos, sudando a causa de la combinación del calor del local y la multitud de chicas escasas de ropa que se movían por el club, compartían mesa con sus esposas y parejas, algunas más jóvenes que ellos, pero ninguna tan joven como la chica a la que estaban mirando. Era menor que el resto pero una mujer, no una niña. Mientras Joe la miraba ella se levantó y rodeó la mesa hasta el otro lado, donde uno de los hombres había empezado a manosear a una morena de piernas largas a quien acababa de pedir una botella de champán.
—Mike —dijo Demi sonriendo mientras se inclinaba sobre él situándose estratégicamente entre éste y la chica desconocida.
—Hola, guapa, ¿quieres champán?
Mike Lucas tiró de ella y la sentó en sus rodillas mientras le ponía una mano en el pecho.
Demi se quedó helada y se dio cuenta de que Mike estaba demasiado borracho como para interpretar las miradas de ira que le lanzaba. Riéndose todavía, Mike tiró de la otra chica y la colocó de la misma forma.
—Mirad lo que he conseguido —dijo a voces a sus amigos mientras mantenía una mano en el pecho de Demi y la otra en el de la chica desconocida—. ¿Qué os parecen para un trío, tíos?
Joe siguió con la mirada la desagradable escena. La visión de mujeres vendiendo sus cuerpos no era algo nuevo para él, había crecido en los barrios más bajos de Nápoles. Pero esas mujeres, esas consentidas, mimadas y perezosas mujeres de la alta sociedad, con sus vestidos de diseño y sus joyas de Cartier, eran, desde su punto de vista, mucho más despreciables que las prostitutas de los callejones de Nápoles.
Se levantó de la mesa y dejo un puñado de billetes. El hombre que lo había invitado estaba hablando con alguien en la barra, pero Joe no se preocupó de ir hasta allí para despedirse de él. Ser millonario le permitía no observar las convenciones sociales.
Joe echó un vistazo a uno de los periódicos que había dejado encima de su mesa de trabajo uno de sus asistentes personales. Lo leyó mientras se bebía la segunda de las dos tazas de café solo cargado que siempre tomaba. Algunos gustos podían adquirirse, pero otros nunca podían eliminarse totalmente. Miró ceñudo, una mirada aguda, mezcla de ira y orgullo que brilló en sus ojos oscuros como el basalto.
No era un hombre guapo, pero llamaba la atención, especialmente la de las mujeres, que inmediatamente percibían su aura de hombre sin pulir, desafiante desde un punto de vista sexual.
Tomó el primer periódico y pasó las páginas rápidamente buscando lo que quería. Una sonrisa, en realidad prácticamente sólo la aparición de los dientes contra la piel oscura que proclamaba su origen italiano, se dibujó en su boca mientras los ojos no se apartaban del periódico donde aparecía la nueva «lista actualizada de ricos».
No tuvo que ir muy abajo para encontrar su nombre. De hecho podía contar con los dedos de una mano los que se encontraban por encima de él.
Joe Salvatore, multimillonario, fortuna estimada... Joe soltó una carcajada mientras miraba la noticia donde se hablaba de su riqueza.
Debajo de su nombre había un par de líneas en las que se le describía, ciñéndose a la verdad, como soltero de treinta y dos años y, mintiendo, que había hecho su fortuna a partir de la herencia de un tío. Una línea más ofrecía la información de que, en reconocimiento a sus donativos benéficos a diferentes causas, se rumoreaba que iba a ser nombrado caballero.
Joe sonrió de verdad.
¡Caballero! Menudo éxito para alguien que había quedado huérfano por la muerte de su madre italiana y su padre británico en un accidente de tren y que, a causa de ello, había crecido prácticamente solo en lo peor de los suburbios de Nápoles. Había sido una forma dura, incluso brutal de madurar, pero muchas veces sentía más respeto y admiración por sus compañeros de juventud, que por la gente con la que se relacionaba en ese momento.
Los lazos familiares y la amistad íntima no eran algo que hubieran formado parte de su vida, pero tampoco lo echaba de menos. De hecho, le gustaba su soledad y la libertad asociada a ella. Había aprendido desde muy joven, escuchando y observando, a sobrevivir y a crear sus propias reglas para vivir su propia vida. Tenía sólo dieciocho años cuando había hecho su primera apuesta arriesgada, ganó y pudo comprar su primer barco mercante.
Dejó el periódico encima de la mesa, levantó un documento señalado con la frase «Adquisiciones potenciales» y lo leyó por encima. Joe siempre estaba a la búsqueda de nuevas adquisiciones que añadir a su cartera y Prêt a Party quedaría muy bien dentro de ella.
La primera vez que había oído hablar de la empresa había sido cuando un conocido de los negocios la había nombrado de pasada al comentar que era amigo de la familia de la más joven de sus dueñas. De hecho, conociendo a Nick Canning como Joe lo conocía, se había quedado muy sorprendido de que un hombre tan astuto para las finanzas como Nick, no hubiera visto el potencial de negocio que había allí.
Se encogió de hombros. La razón por la que Nick no había visto el potencial de negocio de Prêt a Party era porque no le interesaba. Joe era por naturaleza un depredador y, como todos los cazadores, disfrutaba con la adrenalina de la captura de la pieza casi más que con su inevitable muerte final.
Prêt a Party podía parecer una «pieza» menor, pero la captura tenía que ser cuidadosamente preparada.
A Joe no le gustaba la forma convencional de obtener información detallada sobre las empresas: por un lado podía descubrir a otros cazadores cuáles eran sus intereses y, por otro, prefería sus propios métodos y su propio instinto.
Lo primero que quería hacer era conseguir algún informante que le dijera cómo marchaba el negocio: cómo era de eficiente, su rentabilidad y lo vulnerable a una absorción que podía ser. La mejor persona para decirle esto era, claro, la dueña, Miley Blayne, pero era demasiado lista como para facilitar esa información a un comprador potencial. Por eso decidió colocarse en la situación de un cliente potencial. El típico cliente quisquilloso que quiere conocer cada detalle de cómo se va a gastar su dinero antes de entregarlo. La clase de cliente que insiste en conocer de primera mano las posibilidades de organizar eventos de Prêt a Party.
Por supuesto que para poder llevar a cabo todas esas «excentricidades», tenía que ofrecer a Miley Blayne una zanahoria muy grande y muy jugosa.
Y eso era exactamente lo que iba a hacer.

Aqi la nueva nove jijii como vieron apareceran un pokitin Nick y Miley pero esa es otra historia al terminar con esta espero os guste tanto como  a mi jiji!!


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