Estaba previsto que la fiesta empezara a las diez de la noche, antes los D’Argent iban a ofrecer una «pequeña» cena en el mar para cincuenta de sus invitados.
—Bueno, ¿qué te parece esto?
Demi dedicó toda su atención al ingenioso arreglo de plantas y espejos que el florista había empleado para crear un efecto mágico, haciendo que la zona de recepción pareciera mucho más grande.
—Impresionante, Jeff —dijo con sinceridad.
Su propio equipo de construcción estaba terminando rápidamente de levantar la estructura de la carpa de color crema con un motivo en negro que hacía juego con el tema de la noche, elegido personalmente por Mariella D’Argent: crema, negro y gris.
Una pelirroja, ella, por supuesto, estaría impresionante con una combinación de esos colores.
Mirando la tela, Demi pensó por un momento en convencer al encargado que le diera un retal. Colocado alrededor de una pantalones negros lisos podría quedar bien, aunque a lo mejor demasiado obvio. Además, si se lo pusiera, ¡podría difuminarse con el entorno!
Una sonrisa malévola iluminó su cara al ver cómo la miró Joe al llegar en su coche a la zona del puerto.
Al principio, cuando se había levantado, había pensado que ella seguiría durmiendo y no había sido hasta casi el mediodía cuando había decidido subir a comprobarlo. El descubrimiento de que había abandonado la villa sin que él lo supiera le había provocado una mezcla de sentimientos, el más peligroso y menos deseado había sido una combinación de pura posesión masculina y celos.
¿Porque le había excitado? Desde luego no era la primera mujer que había hecho algo así y nunca se había sentido de ese modo con las anteriores.
En su interior Joe era consciente del poderoso efecto que ella tenía en sus emociones. Le hacía sentirse increíblemente furioso por un lado y por otro le estaba haciendo dedicar mucho tiempo a pensar en ella.
Estaba a unos cuantos metros de ella cuando Demi fue consciente de su presencia, alertada por un súbito hormigueo que la había hecho volverse con aprensión.
Con unos pantalones de lino natural y una camisa blanca, también de lino, y unas gafas oscuras para proteger los ojos de la fuerza del sol, parecía completamente en su ambiente sobre el adinerado decorado de Saint Tropez. A Demi no le sorprendió ver algunas mujeres paradas mirándolo mientras permanecía en pie delante de ellas.
—¿Cómo has conseguido bajar hasta aquí?
—Llamé a un taxi.
Joe frunció el ceño.
—Podías haberme pedido que te trajera.
Le dedicó una mirada amarga y se dio la vuelta para irse sin contestarle, pero una mano retuvo su brazo.
—He dicho...
—He oído lo que has dicho —interrumpió Demi—. Y para tu información habría venido andando descalza antes que pedirte ayuda.
Una voz interior recordó a Demi que había decidido tratarlo con fría profesionalidad.
—El orgullo herido no va a surtir ningún efecto conmigo, Demi —dijo Joe—. Ya veo que te las has arreglado para conseguir algo de ropa —añadió secamente.
De ninguna manera iba a decirle que el taxi y lo que llevaba puesto le habían costado casi todo el dinero que tenía y que había conseguido empeñando su reloj. Se dio la vuelta y se fue.
Una pequeña alteración en el camino del yate hizo que girara la cabeza y vio a Mariella D’Argent, flanqueada por los bronceados miembros de su equipo personal, andando hacia ella.
La ex modelo tenía un aspecto impresionante. Llevaba unos pantalones pirata ajustados caídos por debajo de la cintura que dejaban ver un envidiable abdomen y los huesos de las caderas. El top a juego le queda perfecto, los sospechosos movimientos de sus pechos delataban que no llevaba nada bajo el top. Un sombrero de paja y unas enormes gafas de sol daban sombra a su rostro. En los pies unas ligeras sandalias de tacón imposible.
Ignoró a Demi, sonrió con calidez a Joe y exclamó:
—Joe, querido, ¡qué maravilloso! No sabía que estuvieras en Saint Tropez, tienes que unirte a nosotros esta noche. Tenemos una fiestecita para estrenar el yate nuevo.
Demi vio cómo Joe aceptaba con una sonrisa sin decir que ya estaba invitado a asistir.
—Y, además, tienes que venir a la cena que tenemos primero, sólo para unos pocos de nosotros.
Detrás de Mariella, venía Sarán que hacía gestos a Demi.
—¿Qué haces ahora? —preguntaba Mariella—. Nosotros nos vamos a Nikki Beach, ¿por qué no te vienes?
—No creo que pueda, Mariella —escuchó Demi decir a Joe con firmeza—. Lo siento, se me ha pasado la época de gastar enormes cantidades de dinero en comprar botellas de champán para salpicar a presuntas modelos de pechos igual de enormes.
Mariella emitió una pequeña risa, una hazaña, dado que en su cara no se movió ni un músculo, reflexionó Demi. Después se regañó mentalmente por ser tan mala.
—Eso no le gustará —murmuró Tiffany a Demi mientras se colocaba a su lado—. Ya está de los nervios porque la revista Hola no ha querido dedicarle una doble página a la fiesta, se la van a dar a la guardería que ha abierto una estrella de cine. ¿Quién es ese tipo tan atractivo, por cierto? —susurró mirando a Joe.
—Un cliente potencial —respondió Demi—. Quiere ver cómo trabajamos.
—Mmm, bien. Le está mejorando el día a Mariella. ¿Cuánto te apuestas a que está planeando cómo pescarlo y bajarlo a su habitación y qué ropa interior va a ponerse para provocarlo?
—No creo que tenga que esforzarse mucho —respondió Demi tranquilamente—. Parecen los dos de la misma clase.
Entonces, ¿por qué le dolía tanto verlos juntos?
Era frustración física, nada más, se aseguró a sí misma mientras decidía seguir ignorando a Joe manteniéndose de espaldas a él. Seguía sin confiar en poder mirarlo directamente.
Desde la mesa en la que estaba sentado en un café del puerto, Joe podía ver constantemente el yate de los D’Argent y la actividad desarrollada por Demi en sus alrededores.
Era cierto que la noche anterior se había enfadado demasiado y le frustraba analizar cómo había reaccionado ella a sus acusaciones. También era cierto, él habría hecho lo mismo, que ella se había ocultado detrás de una máscara de amabilidad y profesionalidad. Por otro lado, tenía una buena cantidad de oportunidades de ser testigo de la preparación del evento y preguntar todo lo que se le ocurriera, aunque también era evidente que ella había dejado claro que aborrecía cada segundo que tenía que pasar en su compañía.
Su representación de mujer ofendida era impresionante, admitió. Desafortunadamente para ella, pensó, sabía que ella no era así, así que estaba perdiendo el tiempo.
Era irritante que el único ejercicio económico de Prêt a Party disponible para que lo inspeccionara fuera un año ya pasado y sin interés. Había dado instrucciones de que quería unas cuentas de la empresa más actualizadas, pero eso, naturalmente, llevaría su tiempo si lo quería conseguir discretamente. Y no quería que nadie se enterara de su interés en adquirir la compañía.
Tomó de la mesa un periódico local que había dejado allí un anterior ocupante y lo abrió. El italiano era su lengua materna, pero hablaba fluidamente otras, incluido el francés. Estaba echando un vistazo sin poner interés cuando un pie de foto atrajo su atención. Frunciendo el ceño, lo leyó con atención.
un capitulo mas de esta nove esta aburridon
pero ya agarrara sabor =D
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