lunes, 12 de marzo de 2012

The Burning Passion JEMI cap. 12


—¿Más vino?
Demi miró su vaso vacío.
—No, más no —dijo con firmeza, consciente de lo rápidamente que perdía la cabeza cuando bebía.
Había sido fantástico cenar al aire libre en el apartado patio. La noche era suave y perfumada, la ligera brisa acariciaba su piel y la luna parecía un grueso disco amarillo sobre ellos.
Tuvo un pequeño escalofrío al recordar esos pocos minutos en su habitación y el sello erótico que habían dejado en su cuerpo.
—¿Más langosta?
Demi sacudió la cabeza.
—¿No? —preguntó Joe con suavidad—. Entonces, ¿estás satisfecha en todos los sentidos? —dijo mientras daba la vuelta a la mesa, le tomaba la mano y se la acariciaba suavemente.
¿Cómo podía ser que porque Joe le acariciara la mano se le cerrara la garganta?, se preguntó Demi con desesperación mientras lo miraba, incapaz de decir nada.
«Es muy muy lista», reconoció Joe. Estaba claro que sabía por sus experiencias pasadas que a los hombres les ustaba tomar la iniciativa. Le había hecho saber que estaba disponible y ahora se había retirado y dejado que él llevara las riendas.
Soltó la mano y se levantó. Demi lo miró desconcertada. Joe sonrió y le tendió la mano. Casi sin aliento Demi empujó la silla y también se levantó. De la mano, la llevó hasta el murete que separaba la terraza del reste del jardín.
—Espera —protestó Demi.
Joe la miró mientras se quitaba la bata. Había estado deseando hacerlo durante toda la cena, incapaz de parar de pensar cómo se había sentido y cómo la había mirado un momento antes. Hasta entonces nunca había pensado en su cuerpo desnudo en términos de su capacidad para provocar deseo erótico, pero ahora era totalmente consciente de la calidez del roce del aire de la noche en su piel y del glorioso sentimiento de lascivia que hacía que Joe no pudiera dejar de mirarla.
Joe sintió como si sus pulmones se quedaran sin aire mientras el más oscuro de los deseos explotaba dentro de él.
Se acercó a ella y la sujetó aprisionándola entre su cuerpo y los geranios que decoraban la parte superior del muro, las manos en su cintura y la boca buscando la de ella.
Demi se fundió con él, entreabriendo los labios con impaciencia y pasándole los brazos alrededor del cuello. La lengua de Joe se introdujo en busca de la de ella con unos movimientos que hicieron que Demi gimiera y se sacudiera de placer. Quería que Joe le diera más, que llenara la cálida y húmeda cavidad.
Arqueó el cuerpo más cerca de él, y retiró una mano de su cuello para desabrocharle los botones de la camisa.
Demi estaba como sabía que llegaría a estar. Como cualquier otra mujer que lo había mirado y había visto su futuro resuelto, se dijo Joe. Pero sus manos seguían deslizándose por sus costados para amoldarse a la cálida forma de sus pechos; los dedos buscaban la áspera dureza de los pezones, hinchados y firmes como pequeños dedales.
Demi gimió mientras Joe jugaba con ellos, acariciándolos y frotándolos mientras sus manos luchaban con la cremallera de sus pantalones hasta que consiguió abrirla.
Joe había esperado que ella lo acariciara íntimamente, pero en su lugar, ella se acercó todavía más y se frotó sensualmente con él emitiendo un ligero sonido de placer.
La estatura de Demi hacía que encajaran tan perfectamente como si estuvieran hechos el uno para el otro. Joe soltó los senos y permitió que sus sensibles pezones rozaran contra su pecho, mientras la mantenía muy pegada a él y le acariciaba la espalda con las manos bajando por la columna hasta llegar a las redondas curvas de las nalgas. Su mano se deslizó aún más abajo y pudo sentir que ella estaba preparada. Los dedos se deslizaron seductoramente en la humedad de su sexo.
Demi gimió y se apretó más aún contra él, el movimiento de su cuerpo coincidió con el empuje de la lengua más adentro en la oscura cueva de su boca.
Joe tensó su cuerpo contra el de ella y en ese momento ella miró hacia abajo y detuvo la mirada en su hinchado sexo.
Los dedos empujaban en la intimidad de su humedad, acariciándola cada vez más profundamente con cada empujón hasta que la notó caliente y abierta, lanzando gemidos que lo invitaban a sumergirse más y más profundo. Las yemas de los dedos de Demi perfilaron la dura silueta de su sexo, aunque casi parecía asustada de tocarlo, ¿o simplemente estaba disfrutando atormentándolo porque sabía lo mucho que la deseaba?
A lo mejor la castigaba un poco por hacer eso.
La castigaba y se daba placer, pensó Ricardo mientras las puntas de sus dedos acariciaban la humedad del clítoris haciendo saltar a Demi y que temblara de deseo.
Los dedos de Demi lo rodeaban, lo sostenían, lo exploraban con su frío tacto en contraste con el calor de él.
Tenía que poseerla.
Demi lanzó un pequeño gemido de placer y se apartó un poco de él, tomó su cara entre las manos y apretó la boca apasionadamente contra la de él. Todo lo que ella quería, todo lo que quería para el resto de su vida, era estar así, con él.
Abruptamente se separó de Joe.
El corazón le latía sordamente por el impacto de sus pensamientos y sentimientos. Se sintió enferma. ¿Cómo había ocurrido? ¿Cómo había llegado a querer acostarse con él a desearlo de ese modo?
—¿Va algo mal?
Estaba demasiado abstraída en sus propios pensamientos como para poder apreciar el tono de frustración masculina que había en la voz de Joe.
—Lo siento... Yo... Creo que esto no es una buena idea.
Joe podía degustar el sabor salvaje de su furia. No podía creérselo. ¿Cómo podía haber sido tan tonto de dejar que jugara con él de forma tan inteligente? ¿Cómo podía haberle permitido excitarlo hasta el punto de que lo único que le importaba era poseerla?
—Y, ¿qué haría que fuera una buena idea? —exigió Joe agarrándola de los brazos—. O mejor debería preguntar ¿cuánto haría que fuera una buena idea? ¿Cinco mil? ¿Diez? ¿Carta blanca con una tarjeta de crédito?


bueno chucas le sigo despues besos!!



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