miércoles, 21 de marzo de 2012

The Burning Passion JEMI cap. 18




Afortunadamente, antes de que pudiera decir nada, volvió Tiffany, se dio cuenta de lo que estaba pasando y hábilmente salió al rescate de Demi exclamando:
—¡Mariella!
Demi no ha dejado de alabar tu amabilidad por sacarla del atolladero. Ya le he dicho que es típico de ti ser tan generosa y que habías comprendido inmediatamente cómo se sentía porque le hubieran robado la maleta. Ya sabía que no te importaría si le prestaba algunas ropas viejas que me habías dado para la tienda de caridad. Me habías dicho que eran demasiado grandes para ti...
El derroche de falsos sentimientos y almíbar de Tiffany logró que automáticamente desapareciera la hostilidad de la mirada de Mariella y se volviera todo sonrisas.
—Por supuesto, me encanta ayudar a la gente, todo el mundo lo sabe. De todos modos tengo que decir que eres demasiado grande para que te valga mi ropa, querida. Claro, que yo estoy muy delgada —añadió engreída antes de ignorarla para volverse a Joe y decirle—. Joe, ¿por qué no te presento a más gente...?
En cuanto Mariella se llevó a Joe, Tiffany pidió disculpas a Demi:
—Espero que no te haya molestado lo que he dicho, sólo con mirarla pensé que iba a hacer una escena...
—No, no me ha molestado en absoluto —aseguró Demi con sinceridad.
Pero le habría encantado ver la cara de Joe si Mariella se hubiera reclamado dueña del vestido después de haber estado criticándolo. De todas formas no sólo había criticado el vestido, también la había criticado a ella.
No le importaba lo que pensara de ella, se dijo Demi. Después de todo, ella sabía la verdad y sabía que él estaba equivocado. Por lo menos, de esa forma, aunque no pudiera negar la atracción sexual que ejercía sobre ella, al menos estaba a salvo de cualquier riesgo de sentirse emocionalmente interesada por él.
Parecía que la noche no iba a acabar nunca, pensó Demi. El último de los invitados ya se había marchado, pero ella y los demás todavía estaban limpiando.
—¿Por qué no te vas? No hay nada más que tengas que hacer aquí —le dijo Jeff con amabilidad.
—Es responsabilidad mía permanecer aquí hasta que todo esté recogido —respondió Demi.
—No crees que nadie más sea capaz de estar pendiente de todo, ¿verdad? —le dijo mientras sacudía la cabeza—. Somos perfectamente capaces de hacer lo que queda, además... —Jeff miraba detrás de ella y Demi volvió la cabeza para ver qué estaba mirando.
Le dio un vuelco el corazón al ver que se abría la puerta de un coche que estaba aparcado a unos pocos metros y que de dentro salía Joe.
La última vez que lo había visto había sido enfrascado en una conversación con una pelirroja espectacular a quien había escuchado murmurar algo de que se fuera con ella a su suite del hotel, así que ¿por qué estaba de vuelta?
¿Por qué ser consciente de que se estaba dirigiendo hacia ella hacía que le temblaran las piernas? La había insultado de la forma más ofensiva posible y aun así seguía sintiéndose atraída sexualmente por él.
Tal vez debería adoptar una actitud distinta, más moderna. Después de todo había escuchado a millones de mujeres decir sin ninguna vergüenza que les gustaba acostarse con un hombre sin necesidad de tener ningún vínculo emocional con él. Seguramente una relación de ese tipo sería la que a ella le vendría bien.
—Son más de las tres y nos vamos a Nueva York por la mañana —dijo Joe cortante.
—Vete, Demi —repitió Jeff—. Podemos terminar nosotros.
Parecía que no tenía elección. Demi fue a por la bolsa de lona en la que se encontraban sus modestas compras de por la mañana.
Vio con cierta sensación de placer triste cómo Joe fruncía el ceño al tomar la bolsa.
—Antes de que digas nada —le advirtió con frialdad en cuanto Jeff no pudo oírles—, no he tenido que vender mi cuerpo para comprar el contenido de la bolsa. ¿Qué habido de la pelirroja? —preguntó mientras caminaban hacia el coche. Que Joe fuera un cliente potencial cada vez pesaba menos frente a su orgullo herido—. ¿No se ajustaba a tus expectativas o no cumplías tú las suyas?
—Ninguna de las dos cosas. Se fue con el hombre con el que había venido y, aunque no hubiera sido así, no arriesgo mi salud de esa forma —puntualizó Joe.
Estaba abriendo la puerta del coche para que Demi entrara cuando ella se detuvo y le dijo con ira:
—¿Qué quieres decir? ¿Que yo lo hago? ¿No has tenido bastante con darte cuenta de que habías cometido un error insultante conmigo?
Sin esperar su respuesta, se metió en el coche y se abrochó el cinturón de seguridad ignorándolo y así continuó mientras daba la vuelta al coche, se sentaba en el asiento del conductor y encendía el motor.
Al llegar a la villa Demi abrió la puerta y se bajó del coche sin esperar a que Joe la ayudara.
El edificio rosa estaba suavemente iluminado por luces indirectas que iluminaban tanto el edificio como el jardín. Rosa, el color de los romances, pensó Demi mientras una sonrisa de dolor se dibujaba en sus labios.
—Demi.
Se paró y se dio la vuelta para mirar a Joe, que intentaba alcanzarla.
—¿Por qué no me dijiste que el vestido que llevabas era de Mariella?
—A lo mejor no quería estropearte la diversión. Evidentemente estabas disfrutando pensando lo peor sobre mí —respondió cortante.
—No puedes acusarme por hacer inferencias totalmente lógicas. Eres una mujer de veintitantos, con un buen trabajo, lógicamente tendrás una cuenta bancaria. Si tienes una cuenta en un banco, tendrás tarjeta de crédito, podrás conseguir un préstamo, un montón de posibilidades diferentes de conseguir dinero en caso de emergencia, como de hecho indica esto —dijo señalando la bolsa que llevaba—. Y aun así, me pides dinero.
—¿Inferencias lógicas? Deberías admitir que todas las suposiciones que has hecho sobre mí no están basadas en la lógica, sino en los prejuicios. La verdad es que no sabes nada sobre mí ni sobre mi vida y circunstancias. Si las mujeres con las que te relacionas son de las que están felices de cambiar sexo por baratijas chillonas o por un armario de ropa de diseño, entonces me temo que, en lo que a mí concierne, eso dice tanto sobre tu moral y tus principios como sobre los suyos.
—¿De verdad? Bueno, mi lógica me dice que tú estabas más que dispuesta a mantener relaciones conmigo hasta que te diste cuenta de que sexo era lo único que ibas a tener. Milagrosamente, ahora, que ya lo sabes, de repente tienes todo el dinero que necesitas para reponer la ropa robada. Ah, y una advertencia: esos tipos son conocidos por querer sacar lo máximo a su dinero, pasarás de mano en mano y sacarán de ti todo lo que puedan.
Nadie nunca había conseguido hacer que se sintiera tan furiosa. Estaba tan enfadada, que por una vez olvidó su habitual precaución y explotó:
—Estás tan equivocado... La única razón por la que iba a acostarme contigo era porque te deseaba, pero, por fortuna para mí, deseaba más mantener mi dignidad. Y sobre mi cuenta en un banco y la ropa robada: te pedí un préstamo porque tengo que vaciar mi cuenta porque... porque tengo que dejar dinero a mis padres. No tengo tarjeta de crédito porque no estoy de acuerdo con sus altísimas tasas de interés y tampoco tenía tiempo para vender ninguna de mis inversiones.
Joe frunció el ceño. ¿Podía alguien simular semejante grado de furia? Pero tampoco se lo iba a creer así como así.
—Pero, evidentemente, te las arreglaste para conseguir dinero.
—Sí, pero no vendiendo mi cuerpo, como tanto te gusta pensar.
—¿No? ¿Cómo entonces?
El cinismo en su voz provocó aún más ira en ella.
—Por si lo quieres saber, aunque no sea de tu incumbencia, empeñé el reloj —afirmó rotundamente.
Joe experimentó una sensación similar a la que provocaría que una gota de hielo recorriera lentamente sus venas. Algo le decía que había cometido un grave error.
No recordaba la última vez que alguien le había hecho perder el equilibrio, y ser consciente de que era Demi quien lo había conseguido provocó un cortocircuito emocional en su interior. Miró la muñeca vacía y luego la miró a los ojos.
—Has dicho que tus padres necesitaban dinero, entonces por eso es por lo que tú...
—No quiero hablar de ese tema —cortó rápidamente Demi.
Joe frunció el ceño. Seguramente el tipo de mujer que él había decidido que ella era habría estado impaciente por lucir semejante cantidad de desinteresada virtud y, sin embargo, se había dado la vuelta y se iba furiosa.
¿Por qué?, se preguntó Joe. ¿Qué demonios podía haber detrás de algo tan generoso como darle dinero a los propios padres que desencadenara tanta hostilidad y temor como podían verse en sus ojos?
Siempre había confiado en su instinto y en ese momento le decía que Demi estaba diciendo la verdad. Entonces él era culpable de juzgarla mal. Además, su propio cuerpo le decía que, sin importar lo que fuera o lo que no, la deseaba.
Salió detrás de ella y la agarró de los brazos.
Demi se puso en tensión y reclamó con ira:
—Deja que me vaya.
—Todavía no. No eres la única que se toma en serio sus responsabilidades morales. Evidentemente te debo una disculpa.
¡Joe se iba a disculpar con ella! Realmente debía hacerlo, pensó Demi con amargura. Y ella necesitaba disculparse consigo misma también por ser tan estúpida y seguir interesada en él.
—Sí, me la debes —afirmó con frialdad—. Pero no la quiero.
Demi se quedó mirando la cara de sorpresa.
—¿No? ¿Entonces ya no te intereso? —ironizó suavemente.
—No —empezó, pero ya era demasiado tarde.
Joe la atrajo hacia sí e inclinó la cabeza para darle un beso en la boca tan profundo, que ella ya no tuvo nada que objetar. Y, claro, en el momento en que la boca de él rozó la suya, la respuesta del cuerpo de Demi la traicionó. Trató de apartarse, pero él la sujetó y, finalmente, cerró lo ojos al ver en los de él el mismo ansia que ella sentía.
Joe buscó con su boca la de ella y ésta se abrió impaciente, codiciosa por tenerla mientras sus uñas se clavaban en los musculosos brazos.
Era como la noche anterior, sólo que esta vez se interponía la ropa de ambos. Demi se había cambiado para supervisar que todo estuviera recogido. Y ahora anhelaba salvajemente quedarse tan desnuda como lo había estado la noche anterior. Sus dedos se cerraban como en un espasmo sobre los brazos de Joe mientras sentía su cuerpo recorrido por escalofríos de profundo placer.
Quería sentir sus manos en los pechos, en todo el cuerpo, sentir sus dedos buscando en ella, tocándola como lo había hecho la noche anterior. Sólo desear que la tocara de ese modo hizo que se excitara. Lo quería allí... allí mismo dentro de ella, empujando contra la resistencia de sus músculos. Poseyéndola, dándole placer rápidamente...


1 comentario:

  1. AWWWWWWW ME MUERO!!! SEGUILA!!! MUERO POR LEER EL PROXIMO CAPI!!! AJJA NO SEAS MALA Y SEGUILA PORFA!

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