domingo, 11 de marzo de 2012

The Burning Passion JEMI cap. 10


—¿Dónde nos vamos a alojar? —pregunto Demi con la esperanza de que fuera a una distancia que hiciera razonable ir andando a la ciudad y al puerto.
Necesitaba tener un acceso fácil a ambos lugares desde el lunes por la mañana temprano para contactar con sus proveedores, ir al banco como había prometido a sus padres y que le diera tiempo a comprar algo de ropa.
—En Villa Mimosa —respondió Joe—. Está a las afueras de Saint Tropez, en las colinas que miran al mar. No soy muy partidario de los sitios famosos. Invariablemente cada nueva celebridad menor que la televisión y las revistas crean acude a ellos en manada para conseguir la máxima publicidad, destrozando cualquier encanto que el lugar pudiera tener. Me gusta mantener mi privacidad y siempre prefiero la calidad a la cantidad.
—Sí, claro, yo también —estuvo de acuerdo Demi—, pero necesito poder ir a Saint Tropez pronto.
—Ah, estás pensando en reemplazar la ropa perdida —dijo Joe afablemente.
—Eso también —dijo Demi—. Pero sobre todo necesito contactar con nuestros proveedores.
—Mmm. Pensaba que el propósito de este viaje era relacionarte conmigo —dijo Joe con suavidad.
«Maldición», pensó Joe mientras Demi reaccionaba a su sutil coqueteo. ¿Por qué demonios había dicho eso? ¿Por qué no había esperado a que ella diera el primer paso? ¡Ahora Demi sabía que él sería receptivo!
«¡Está coqueteando conmigo!», pensó Demi mientras una mezcla de placer y excitación recorría sus venas. «Cuidado», se advirtió, «recuerda que no quieres meterte en algo que no puedas permitirte». Por otro lado, había muchas más cosas por las que ser cauta. El sentido común le decía claramente que un hombre como Joe no estaría interesado en nada más que en una relación breve, una relación sin compromisos de ninguna clase. La relación perfecta para una mujer como ella, que no quería enamorarse pero que secretamente se preguntaba cómo sería acostarse con un hombre que tenía que ser un amante excepcional. ¿Por qué no cometer una imprudencia por una vez en la vida?
—Bueno, también quiero hacer todo lo posible por agradarte.
Demi no podía creer que esas palabras hubieran salido de sus labios. Palabras que, por muy recatadamente que las hubiera dicho, podían sugerir a Joe un mensaje muy provocativo.
Joe volvió la cabeza para mirarla. ¡Era demasiado!
La mirada de esos ojos oscuros no dejaba lugar a dudas, reconoció Demi, mientras el corazón perdía el ritmo y una dulce, cálida y sensual excitación le empapaba el cuerpo como si se tratara de miel caliente.
—Ya hemos llegado.
—¿Qué? Oh, sí.
Se había ruborizado, se maravilló Joe al detener el coche, además los pezones se adivinaban a través de la camiseta como prueba flagrante de su excitación sexual.
Era ridículo, se sentía atraído por ella de una forma tal, que casi parecía un jovenzuelo en su primera vez.
«Una vez que llegaran, ¿qué ocurriría?», se preguntó Demi. Una vez dentro, esperaba que la tomara en sus brazos y la llevara a la cama.
Sus propios pensamientos la estaban llevando a derretirse de placer. De repente sintió que tenía que tratar con él la cuestión del préstamo, pero la incomodaba tanto...
Una vez tratado el tema, sería libre de animarle a seguir flirteando con ella y, al final, podía ser, conseguir que la llevara a la cama.
Así que lo primero era lo primero...
Se aclaró la garganta y respiró hondo.
—Joe... esto... yo...
La ronquera de su voz era muy efectiva, pensó Joe mientras esperaba a que continuara.
—Me siento muy incómoda con esto, pero...
—¿Sí? —la animó.
Después de todo, razonó con cinismo, cuanto antes acabara esa farsa, antes podría satisfacer el deseo de poseerla que ya se había convertido en algo perentorio, casi doloroso.
—Necesito reponer algunas de las cosas que estaban en mi maleta. No quiero preocupar a Miley, después de todo, mi trabajo es tratar con las cuentas, y... Sé que esto es... —su cara empezó a arder—. Me preguntaba si me podrías dejar algo de dinero, sólo temporalmente, claro.
¿Por qué había pensado que era una buena idea?, se preguntó Demi sintiéndose avergonzada. Escucharse a sí misma le había hecho sentirse muerta de bochorno. Y si ella misma encontraba inaceptable su petición, ¿qué estaría pensando Joe?
—Me siento horrorizada —admitió con honradez—, pero no se me ocurre otra cosa que pueda hacer.
¿De verdad? ¿No tenía su propia cuenta en el banco? ¿Una tarjeta de crédito? ¿La posibilidad de ir ella misma al banco?
—Será sólo un préstamo, te lo devolveré, por supuesto…
Seguro que lo haría y con intereses.
A Joe se le presentaron varias opciones, pero al final decidió que, dado que Demi parecía tener tanto descaro, podía optar por la más anticuada de todas ellas.
Así que sonrió, le tomó la mano y la acarició y después le dijo con suavidad:
—Estaré encantado de ayudarte, ¿cuánto crees que puedes necesitar?
Ella lo miró asombrada, ligeramente ruborizada, con los labios entreabiertos y pensando en la buena suerte que había tenido.
Un esfuerzo tan heroico exigía una recompensa generosa, decidió Joe cínicamente.
—Espera, tengo una idea mejor —pero, claro, ella había tenido la misma idea antes que él—. ¿Por qué no vamos juntos mañana a Saint Tropez y así puedes comprar todo lo que necesites?
Por alguna razón, ella no pareció tan feliz como Joe había esperado.
Joe le había hecho una oferta maravillosa, pero no estaba segura de si se iba a sentir cómoda con ella, reflexionó Demi mientras le daba las gracias.
—Eso es muy generoso por tu parte.
—Estoy encantado de poder ayudar —dijo Joe y añadió—. Venga, vamos adentro.



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