sábado, 5 de mayo de 2012

Two Lonely Hearts cap.4




Cuando Demi se despertó, el sol se filtraba ya por los finos cortinajes del enorme ventanal. se estiró, desperezándose, y frunció el entrecejo desorientada.
Entonces recordó lo ocurrido la noche anterior. se incorporó un poco, quedándose sentada, y notó un dolor punzante en toda la cabeza. así que aquello era la resaca...
No volvería a beber una copa de más en su vida, se dijo llevándose las manos alas sienes.
Miró el reloj que había en la mesilla de noche, y observó espantada que marcaba más de las ocho... ¡y ella tenía que estar en la oficina a las ocho y media! se levantó a toda prisa de la cama y se metió el vestido por la cabeza, subiéndose la cremallera mientras se calzaba los zapatos. agarró el bolso de mano, gruñendo desesperada. no iba a llegar, no iba a llegar... tenía que tomar un taxi para ir a casa, cambiarse, maquillarse un poco... ¡iba a llegar tarde!
al abrir la puerta del dormitorio, se encontró con Joe ya vestido, sentado a la mesa con un servicio de café, zumo, flores y una bandeja de plata tapada.
—Justo a tiempo —le dijo cuando la vio aparecer.
y levantó la tapa de la bandeja, dejando a la vista un suculento desayuno con todo lo imaginable: bacon, huevos revueltos, salchichas, tortitas, tostadas, croissants, margarina... el delicioso aroma penetró por las fosas nasales de Demi, y un ligero rugido de su estómago, que la hizo sonrojar ligeramente, le indicó lo hambrienta que estaba.
—Anda, siéntate y toma algo conmigo —la invitó harden señalando la silla frente a él.
Demi miró un instante la comida con la boca haciéndosele agua, pero meneó la cabeza y frunció los labios.
—No puedo, tengo que estar en el bufete en menos de treinta minutos —replicó —. tengo que ir a casa, cambiarme y... ¡Dios, mi jefe me va a matar!
Joe se levantó con mucha calma y levantó el auricular del teléfono, tendiéndoselo.
—Llama a tu oficina y di que te duele la cabeza, que llegarás una hora tarde.
—No puedo hacer eso —le espetó ella escandalizada—. ¡me despedirían!
Joe esbozó una pequeña sonrisa. era obvio que miranda jamás había incumplido las reglas. seguro que ni siquiera había hecho novillos un solo día en el colegio.
—No lo harán. vamos, marca el número.
La joven finalmente le hizo caso. dee, una de las letradas del bufete, contestó la llamada. para su sorpresa, cuando empezó a darle balbuciente la excusa del dolor de cabeza, la mujer se rio, diciéndole que no se preocupara, que esa mañana a todo el mundo se le estaban pegando las sábanas por la fiesta de la noche anterior, y le dijo
que no era necesario que fuera hasta después del almuerzo. «de todos modos», le dijo, «marcus ha avisado que no vendrá hasta las cinco». marcus era su jefe.
tras darle las gracias. miranda colgó el aparato anonadada por lo que creía era buena suerte.
—no se han enfadado conmigo —musitó volviéndose hacia harden—, y no tengo que ir hasta después de comer.
Él sonrió.
—¿lo ves? no tendrías que preocuparte tanto. no sé por qué me da que eres de esas personas tan responsables que siempre llegan las primeras al trabajo —le dijo.
la joven asintió entre risas, sorprendida por la facilidad con que leía en ella, como si fuera un libro abierto.
—deberías llamar a tu hermano —añadió Joe—. seguramente estará preocupado.
¡Sam! casi lo había olvidado. miranda fue a levantar otra vez el auricular, pero se quedó dudando.
—¿qué ocurre? —inquirió Joe.
—¿qué le digo? —le preguntó miranda contrayendo el rostro y mordiéndose el labio inferior—. no puedo decirle: «hola, sam, he pasado la noche con un hombre al
que no conozco de nada».
—bueno, eso desde luego no —se rio él.
—tendré que improvisar —murmuró la joven meneando la cabeza mientras marcaba el número de su hermano. esperaba que fuera joan quien contestara, pero
fue sam.
—¿Demi? ¿dónde diablos estás? —rugió su voz al otro lado de la línea.
Demi contrajo el rostro, cerrando un ojo.
—um... estoy en el cariton arms —murmuró—. escucha, 
Sam, es una larga historia y quiero ir a casa para cambiarme, así que luego te lo explicaré todo, te lo
prometo...
—¡De eso nada! ¡explícamelo ahora mismo!
Demi volvió a contraer el rostro, apartando un poco el auricular de su oreja.
Joe esbozó una sonrisa socarrona, y extendió la mano, indicándole que le pasara el teléfono. ella dudó un instante, pero finalmente se lo dio, y se sentó a la mesa, observando como, con mucha calma y seguridad, Joele explicaba a su hermano lo ocurrido. al cabo, él volvió a tenderle el teléfono.
—quiere hablar contigo.
Demi se levantó y lo tomó.
—¿Sam? —inquirió con una ceja enarcada, insegura de si iba a seguir echándole un rapapolvo.
—Está bien, Dems —contestó él, apaciguado—, parece que has tenido suerte y has topado con una buena persona, pero no vuelvas a hacer algo así o me dará un infarto, ¿me oyes?
—Sí, lo siento —musitó ella—. te prometo que no volverá a ocurrir.
—Buena chica. llámame luego, ¿de acuerdo?
—De acuerdo. adiós, Sam.
colgó el teléfono y sonrió a harden, que había vuelto a sentarse.
—gracias.
Él se encogió de hombros.
—no hay de qué. siéntate y come. esto se va a enfriar.
ella ocupó de nuevo la silla frente a él.
—a las nueve y media tengo que hacer una ponencia en un congreso de ganaderos, pero te lleveré antes a tu casa.
La joven recordó haber visto un cartel del evento en el vestíbulo del hotel la noche anterior.
—pero ese congreso... ¿no es aquí?
—sí, pero no es ninguna molestia para mí acompañarte antes.
—de verdad que no sé cómo agradecértelo, Joe —murmuró Demi, mirándolo tímidamente.
Él escrutó su rostro un buen rato antes de lograr despegar los ojos de sus hermosas facciones y bajar la vista a su plato.
—no tienes que agradecerme nada. como te dije anoche, no siento demasiada simpatía por las mujeres, así que considera esto una enajenación mental pasajera —
le dijo—. pero tienes que tener más cuidado. otros hombres se habrían aprovechado de la situación si hubieran estado en mi lugar.
Ella asintió en silencio mientras se servía el café.
—¿por qué odias a las mujeres? —le preguntó al cabo, sin poder reprimir la curiosidad.
Joe frunció el ceño y la miró fijamente.
—Esa mirada no me intimida —murmuró ella divertida—. ¿vas a contármelo o no?
Joe se echó a reír.
—Vaya, estamos muy valientes esta mañana, ¿eh?
—es que ya estoy sobria —contestó ella—. además, señor Jonas, no debería usted aceptar invitados si luego no quiere que le hagan preguntas.
—lo recordaré para la próxima vez —murmuró él torciendo la sonrisa mientras untaba una tostada con margarina.
—¿y bien? —insistió miranda.
Joe alzó la mirada hacia ella y frunció los labios un instante antes de contestar.
—soy hijo ilegítimo.

la joven no se mostró sorprendida ni avergonzada por haber preguntado. tomó un sorbo de su café antes de contestar.
—ya veo. así que tu madre no llegó a casarse con el hombre que fue tu padre — murmuró asintiendo.
Joe frunció el ceño contrariado. ¿por qué lo decía como si fuera algo sin importancia?
—no —corrigió—, mi madre tuvo un romance estando separada y yo fui el resultado. al cabo volvió con su marido. sus otros tres hijos son de mi padrastro.
—¿y tu padrastro era cruel contigo? —inquirió miranda.
Joe se removió incómodo en su asiento.
—no —admitió.
—entonces... ¿te trataba de un modo distinto que a sus propios hijos? — aventuró Demi.
—no —repuso Joe resoplando—. escucha, tómate el desayuno y...
—¿es tu madre la que no te quiere?
—¡pues claro que me quiere!
—bueno, no hace falta gritar —farfulló ella tapándose un oído.
Estaba sorprendida de su propia audacia, pero aquel hombre le daba confianza, la hacía sentir que podía ser ella misma, hacía que saliera la verdadera miranda, la que había estado oculta todo el tiempo que había estado casada con Sterling, la Demi animosa e independiente.
—¿siempre eres tan difícil? —le preguntó al cabo de un rato con una sonrisa maliciosa, al ver que él estaba enfurruñado.
harden alzó la vista hacia ella para volver a bajarla al instante. era tan dulce que ni siquiera cuando lo pinchaba lograba molestarlo. estaba empezando a preocuparse seriamente. ¿desde cuando permitía que una mujer lo hiciera sentirse vulnerable?
—será mejor que te acabes el desayuno —le dijo.
miranda soltó el tenedor que tenía en la mano, repentinamente seria.
—¿para que puedas librarte de mí cuanto antes?
Joe se sintió mal por ser tan brusco con ella, pero para él aquel era un tema muy personal.
—exacto—respondió con aspereza.
miranda no dijo nada, y terminó su croissant con mermelada y sorbió el café que quedaba en su taza. no acababa de comprender los repentinos cambios de humor en aquel hombre. tan pronto podía mostrarse comprensivo y amable como frío y cortante.
Joe no entendía lo que le estaba ocurriendo. se había jurado a sí mismo que no volvería a entregar su corazón a ninguna mujer, y de repente se encontraba experimentando un instinto protector que ni siquiera sabía que tuviera.
—si has terminado, nos marcharemos ya —le dijo. se levantó y buscó en el bolsillo del pantalón las llaves del coche que había alquilado.

Demi se secó los labios con la inmaculada servilleta y se puso de pie, tomando su bolso de mano. debía parecer la superviviente de un naufragio, con aquel vestido de fiesta por la mañana temprano, se dijo mientras lo seguía a la puerta. ¿y qué pensarían los empleados del hotel cuando la vieran bajar con la misma ropa que la noche anterior? Pensarían lo obvio, se respondió, que se había acostado con él. Sus mejillas se tiñeron de rubor, pero por suerte, él no se dio cuenta, porque habían llegado al ascensor y estaba apretando el botón, mientras maldecía en silencio haber estado en el bar la noche pasada.




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