Las pistas de esquí llevaban cerradas desde la hora del almuerzo a causa del cambiante tiempo. Miley se había imaginado que todos los esquiadores y todos los empleados habían bajado hacía mucho tiempo. Todos a excepción de Hare, que vivía en la montaña en una cabaña a medio kilómetro de distancia del complejo principal.
—Nick.
—¿Nick? ¿Qué Nick? —preguntó ella. Hare no respondió. Tampoco la miró a los ojos. El estómago de Miley empezó a retorcerse de dolor—. ¿Me estás diciendo que Nick Jonas está aquí arriba?
—Subió hace un par de horas. Está en el mirador.
—¿Haciendo qué?
Hare se encogió de hombros.
—Pero... ¿Cómo puede estar aquí? —preguntó ella. Había planeado su excursión en un momento del día en el que ningún miembro de la familia Jonas estaría cerca de allí—. ¿Por qué no está en el entierro de su padre?
—No se lo he preguntado. Además, no estaba buscando conversación, Miley.
Estaba buscando soledad..
Nick Jonas iba a bajar con ella de la montaña. Sólo Nick Jonas, Miley Cyrus y una caja llena de pruebas de la relación que la madre de ella había tenido con el
padre de él durante doce años.
—Genial —musitó ella—. Simplemente genial. ¿Podrías bajar otro teleférico para que él pudiera ir solo?
El teleférico consistía de varias cabinas que realizaban un trayecto de subida y bajada de veinte minutos.
—No. Hay aviso de ventisca. Tienes suerte de que yo esté dispuesto a hacer bajar uno más —replicó. Entonces, miró a través del grueso cristal de la ventana de la cabina de control y asintió—. Hora de marcharnos, muchacha. Ahí está Nick.
Miley miró en la misma dirección que Hare. Efectivamente, ahí estaba. Nick Jonas. Bajaba por el sendero hacia el teleférico con el cabello negro revuelto por el viento y su hermoso rostro contraído por el empeoramiento del tiempo. Un hombre tan imprevisible y tan sexy que a ella le había provocado una extraña sensación en el vientre. Pero eso había sido antes de que Nick conjurara su odio por todo lo que estaba relacionado con los Cyrus.
—Genial —susurró ella—. Simplemente genial.
Agarró un viejo sombrero de piel de oveja con orejeras del surtido de objetos perdidos que había detrás de la puerta y se lo puso encima del que llevaba puesto. Ya se encargaría ella de devolverlo. Añadió una gruesa bufanda negra y unas gafas de esquí mientras Hare la miraba completamente asombrado.
—Supongo que también te vas a llevar mi abrigo.
—Sí. Te lo devolveré mañana.
No por primera vez aquel día, Miley dio gracias por haberse puesto su ropa de esquí más vieja. El mono unisex que se había comprado hacía años durante un breve periodo de tiempo en el que trató de ocultar su figura, su feminidad. Las botas de esquí eran negras, grandes, muy usadas. Botas que no tenían nada de femenino.
—El cabello —le dijo Hare.
—Es verdad.
Se quitó el gorro y las gafas y se retorció el cabello una y otra vez hasta poder colocarlo debajo del gorro de lana. Luego, se volvió a poner el que se había quitado y las gafas. Su cabello castaño era un legado de su madre y resultaba
muy distintivo. A los hombres les fascinaba. Los peluqueros querían conservarlo.
Miley no se quejaba del color de su melena, era cierto, pero, en aquellos momentos, lo quería escondido. Se bajó las orejeras del gorro de piel de oveja.
—¿Mejor?
—Pareces la prima esquimal de ET —dijo Hare—. Supongo que de eso se trata.
—Así es —afirmó ella mientras se colocaba las gafas sobre los ojos.
—O podrías ser tú misma.
—Eso no. Te presento a JT. La J es de Josh. Trabaja para ti.
—Vete —dijo Hare con una expresión de desaprobación. Entonces, cuando Miley se inclinó para besarlo, se retiró hacia atrás—. ¡Eh, no me beses!
—Como quieras —replicó ella dándole un masculino manotazo en el brazo —. ¿Vas a ir al bar esta noche?
—Si mejora el tiempo, lo que no creo que ocurra. Dile a tu madre que bajaré para que me invite a esa copa mañana por la mañana.
—Lo haré.
—Y dile que siento mucho su pérdida. Espero que se lo digas bien.
—Se lo diré bien —prometió Miley, con un nudo en la garganta. Hare comprendía muy bien la posición en la que había quedado su madre. Rachel Cyrus, dueña de un bar que, se decía, había sido regalo de James Jonas, no
recibiría mucha compasión de nadie por la muerte de James. Tendría que lamentarse de la pérdida de su amante en solitario silencio—. Practicaré antes.
Hare volvió a hacer un gesto de reprobación con los ojos. Entonces, se puso a mirar por la ventana de la torre en dirección al cielo.
—Kia waimarie, pequeña. Buena suerte. Mantén la cabeza baja. Y cierra la puerta cuando te marches.
Hare esperó hasta que Miley salió para frotarse el brazo que tanto le dolía y dejar escapar un suspiro. La muchacha no se equivocaba en lo de querer evitar a Nick Jonas precisamente aquel día, pero que pudiera hacerlo era un asunto completamente diferente. Lo más probable era que, en algún momento del descenso, Nick Jonas se diera cuenta de quién era. Lo más probable era que empezara a atar cabos.
Hare daba trabajo a adolescentes si tenían la experiencia y la constancia que él estaba buscando, pero no los contrataba tan jóvenes. Nunca. Tampoco tenían sus empleados la piel de alabastro, delicada mandíbula y,
si un hombre podía apartar la mirada de aquellos labios, algo que a algunos les resultaba imposible, sus ojos, del color del color del mar, la delatarían. Nadie tenía unos ojos como los de las mujeres Cyrus. No de ese color.
Ni con la expresión de desafío que acechaba en las profundidades. Una sensual mezcla de orgullo y vulnerabilidad. Un hombre podría perderse en aquellos ojos y no volver a salir a la superficie, como si se hubiera visto arrastrado por una sirena. Hare había visto como algo así ocurría y había visto el destrozo que había causado.
—Baja los ojos, muchacha —susurró—. Dale a ese muchacho una oportunidad.
Nick Jonas bajó la cabeza y apretó el paso para dirigirse al teleférico. El tiempo era tan malo e imprevisible como su estado de ánimo. Sus sentimientos eran una terrible mezcla de tristeza y lamento, de ira y de desafío. No había podido soportar quedarse hasta el final del entierro de su padre. La sentida pena de su madre había acicateado su furia. Las súplicas de su hermana para que él no empeorara las cosas sólo habían conseguido empujarlo con más insistencia a
marcharse antes de que maldijera a su padre para que se pudriera en el infierno durante toda la eternidad.
Eso ya no se habría podido arreglar. Su madre, el pilar de la sociedad, se habría desmoronado por completo. Selena, su hermana, era más fuerte. Selena le habría hecho pagar muy caro el hecho de haber sometido a la familia a más escándalos. Sólo los cotillas se habrían sentido satisfechos, pero no por mucho tiempo. No lo estarían nunca.
Le hubiera gustado tener una mujer con la que consolarse y, efectivamente, allí había más que suficientes. Sin embargo, hasta aquél pequeño consuelo apestaba al legado de su padre. Falta de consideración, impulsividad y apetitos no saciados fácilmente. Tal vez Nick había dejado de sufrir de falta de consideración hacía unos años y tal vez él hacía todo lo posible para controlar su impulsividad, pero de lo último era culpable sin remisión.
En lo que se refería a las mujeres y a las relaciones sexuales, no se satisfacía fácilmente. En lo que se refería al indiscriminado uso que podría hacer del cuerpo de una mujer aquella noche y las pocas posibilidades que ella tenía de despertar sus sentimientos, bueno... Ninguna mujer se merecía algo así. Era mejor para todos simplemente practicar lo que su difunto padre jamás había practicado y quedarse sin sexo.
Su madre había organizado una copa de despedida para después del entierro, pero él no tenía intención alguna de aparecer por allí. Había preferido ir a la montaña para honrar la memoria de su padre a su modo.
El teleférico era una novedad en la montaña sobre la que él había estado a favor. Había reemplazado al anticuado telesilla y había doblado los beneficios de Silverlake de la noche a la mañana. El deporte del esquí había cambiado. Lo de enfrentarse a los elementos y esforzarse físicamente por subir la ladera de la montaña ya no formaba parte de la experiencia. Todo había cambiado para centrarse en la comodidad.
Miró hacia las ventanas de la torre de control y saludó al jefe de la pista de su padre con la mano. Nadie sabía por qué Hare no había estado en el entierro, pero el corpulento maorí siempre había regido su vida por leyes propias.
No obstante, siempre había sido leal a James Jonas.
Un muchacho muy abrigado salió de la torre y se dirigió hacia el teleférico, en el que entró detrás de él. Cuando los dos estuvieron dentro, cerró las puertas.
Hola chicas hoy dejares estos capis y creo qe subire hasta el domingo ya qe mañana tengo una Party y no me aparece por la casa hasta mui tarde asi qe les subo 3 capis de cada no ve el domingo ;)
Gracias por sus bellos comentarios y bienvenidas a las nuevas lectoras como ┊┊┊☆ Nileey * vαlpal ☆┊┊┊es genial qe te guste mi blog pronto me pasare por el tuyo
bueno mil Besos a todas las AMO ♥
me encantoo
ResponderEliminarsigue porfaaaa
QUEEE?? AHI?? Y SI LA RECONOCE? :O VOY A MORIR! bueno recien veo esta nove nueva -.- este blogger no me avisa nada u.u jajaj besito mitchie, ♥
ResponderEliminaray me muero de la curiosidad ah!!
ResponderEliminarpor k por k por k lo dejaste ahi!!!!
bueno ya que me encan to el cap sube pronto
& ojala te diviertas mucho en tu fiesta mitchie pasatela genial te lo mereces
por decdicar un poco de tu tiempo en este blog gracias te quiero♥ byee diviertete :)