—¿Cómo has dicho?
—Y ella no consiguió conservar ninguno de ellos.
—Tal vez no le gustaba ninguno de ellos —replicó Miley apretando los dientes.
¿Qué trabajos le había conseguido James Jonas? ¿De fregaplatos en el Holiday Inn? ¿O los turnos de jueves por la tarde o sábado por la mañana en la tienda de cómics? El trabajo en el estudio de tatuajes se lo había conseguido ella
sola, eso sí lo sabía. Todos habían sido temporales porque tenían que encajar con sus estudios. Eso era lo que tenían que hacer los estudiantes para ganarse la vida mientras estaban en la universidad.
—Aparentemente, se considera una artista.
—Tal vez sea una artista.
—Pues aún hay más. Le compró una casa en Christchurch.
—¿Qué?
—¿Me crees ahora?
De hecho, no. Miley miró a Nick con desaprobación. No le importaba que estuviera herido y empapado hasta la médula. Se equivocaba.
Ella permaneció inmóvil, con la respiración acelerada, mirando más allá del idiota del gorro de oveja. Más allá de sus mentiras, de su odio, mientras trataba de distinguir la forma de la ladera que tenían delante. En aquellos momentos, su objetivo era llegar a un lugar seguro. Vengarse de Nick tendría que esperar.
Mientras observaba cómo el cable se extendía hacia arriba, vio... ¿Era aquello? —Nick —dijo cuando él no se dio la vuelta—. Nick, mira hacia arriba.
Sin embargo, él no la había oído. Miley se colocó a su altura y lo agarró del brazo con una mano mientras señalaba con la otra.
—¡Mira! ¡Es el tejado de la estación!
Nick apartó bruscamente el brazo. Con ese movimiento, Miley recordó la última vez que lo tocó y que habló con él. Habían pasado tantos años... Sin embargo, recordaba aquel momento como si hubiera ocurrido el día anterior.
—No me toques —dijo él con voz ronca.
Lo mismo que le había dicho entonces. Había conseguido que Miley se sintiera como si fuera basura sin que ella supiera ni siquiera por qué. No se enteró hasta que llegó a casa aquella tarde. Su madre la miró y trató de explicarle a una niña de doce años que se había enamorado del marido de otra mujer. Fue entonces cuando comprendió la reacción de Nick.
La misma reacción que había tenido diez años después.
—Es el tejado de la estación —dijo ella, con voz cansada, señalando hacia arriba.
Nick se detuvo en seco. Miró hacia el lugar que ella señalaba. Tenía las pestañas blancas de la escarcha y los ojos llenos de dolor. Tal vez podía ver la forma del tejado a través de la nieve o tal vez no.
—¿Vamos a la derecha o a la izquierda? —preguntó ella.
No podían seguir en línea recta porque la ladera se había hecho muy empinada. Si iban a la derecha llegarían a la torre de control. A la izquierda, alcanzarían el quiosco, para el que no tenían llaves. Éstas estarían en la torre de
control, donde Hare debería estar. No obstante, dado el silencio que había reinado en la radio antes de partir, había una gran posibilidad de que Hare no estuviera allí y que la torre de control estuviera también cerrada.
—Nick, ¿a la derecha o a la izquierda? ¿Torre de control o quiosco? ¿Qué camino tomamos?
—Al quiosco —dijo él con voz ronca.
Siguieron de nuevo caminando a través de la dura ventisca. La nieve les llegaba ya más arriba de las rodillas y estaba empezando a cuajar. Miley rezó para que no se produjeran más avalanchas en aquel terreno tan escarpado.
El camino hasta llegar al quiosco les llevó tiempo. Si no era porque Nick se caía, era Miley. Su coordinación era muy pobre. El frío y la fatiga habían terminado por pasarles factura.
—Un vaso de leche con cacao muy caliente —dijo ella, cuando los dos estaban sobre el suelo ateridos de frío.
—¿Es algo que odias? —preguntó Nick mientras trataba de levantarse.
—Es lo que me apetece —musitó—. Lo quiero espeso, cremoso, con la taza muy caliente, envolviendo las manos alrededor de ella para poder llevármela a la mejilla y a los labios, si es que aún me quedan. Ya ni siquiera puedo sentir mis labios.
—Pues te aseguro que se están moviendo —dijo él mirándolos. Aquella mirada se los caldeó un poquito. Nick Jonas parecía ser un antídoto natural contra el frío.
Entonces, por fin, después de lo que les parecieron horas, llegaron junto al quiosco. Miley se aferró a la barandilla. Todo el cuerpo le temblaba y unas cálidas lágrimas le llenaban los ojos. ¿Cómo podían entrar allí? Ni siquiera podía pensar.
La puerta estaba cerrada con llave y las ventanas tenían rejas.
—Vamos a las ventanas del cuarto de baño —dijo Nick.
Los dos rodearon el edificio y vieron que, efectivamente, aquella no tenía rejas. Sin embargo, estaba muy alta sobre la pared y no era demasiado grande.
Tampoco estaba abierta.
Miley se quedó sin saber qué hacer, pero Nick se quitó el abrigo y, tras cubrirse el puño con él, lo utilizó para hacer pedazos el cristal.
—Arriba —dijo. Se colocó de espaldas a la pared—. Utiliza mis hombros para subir.
—Para hacer eso tendría que tocarte. No quieres que yo te toque.
—No importa, castaña—susurró, con los ojos entrecerrados—. De todos modos, ya no siento nada.
Miley se subió encima de él con rapidez. Metió primero la cabeza por la ventana y luego se giró para poder introducir el resto del cuerpo. Primero metió una pierna y luego la otra. Entonces, se dejó caer al suelo.
—Nick —dijo ella, pero no recibió respuesta—. Nick, ve a la puerta de la cocina.
Atravesó el quiosco tan rápidamente como su cuerpo medio congelado le permitía. Tras pasarse un buen rato peleándose con la cerradura, cuando abrió
descubrió que Nick no estaba allí esperándola. Seguía donde ella lo había dejado, agachado bajo la ventana, prácticamente inconsciente.
—Vamos, grandullón —le dijo ella tratando de ponerlo de pie—. ¿Dónde está tu legendaria fuerza?
Nick lanzó una maldición, pero las provocaciones de Miley consiguieron que entrara en el quiosco. Allí, ella no se molestó en hacerlo pasar más allá de la cocina, por lo que él permaneció contra la pared. Miley se quitó el gorro y las gafas y empezó a encender todos los quemadores que pudo encontrar antes de regresar rápidamente al lado de Nick para impedir que volviera a caerse al suelo.
Tenía la chaqueta del elegante traje completamente empapada, igual que la camisa.
—Quítate la ropa —le ordenó.
Nick lo intentó, pero no podía ni mover las manos. Tenía los ojos cerrados y la cabeza apoyada contra la pared.
—Invítame a algo primero —susurró él con una débil sonrisa.
—Ni hablar —musitó ella.
Comenzó a quitarle las manoplas demasiado apretadas y luego la chaqueta y la camisa. Era todo músculo, sin un gramo de grasa. En otro momento, ella se habría tomado su tiempo para admirar un torso tan maravilloso, pero Nick tenía demasiado frío para eso y ella estaba demasiado preocupada por él. Se quitó el abrigo de Hare, que era impermeable y de mucho abrigo. Se lo puso y se lo
abrochó. Nick se echó a temblar.
—¿Mejor?
—Mejor.
Aún tenía el gorro puesto. Miley deslizó los dedos por debajo y notó que al menos ahí tenía calor, al menos más que en las manos, por lo que se lo dejó puesto.
Como llevaba unas buenas botas, ella esperó que hubieran impedido que se le congelaran los pies, pero se tendría que quitar los pantalones y eso significaba hacer lo mismo con las botas. Se arrodilló y se puso a trabajar. Nick trató de
colaborar sacudiendo los pies. Lo consiguió, pero tras hacer que Miley cayera sobre el trasero. Ella consiguió quitárselas y luego, sin saber si debía hacerlo, se puso de rodillas y buscó la bragueta del pantalón.
hola amigas regrsando para continuar con las nove niley :D
gracias por sus comentarios amigas las Qiero mucho♥
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