sábado, 5 de mayo de 2012

The Heart of Millionaire cap.21



A la mañana siguiente, Miley tuvo la sensación de que no se había marchado nunca. La noche anterior, al volver del aeropuerto, había parado en casa de su hermana a recoger a los niños. No había soportado la idea de seguir separada de ellos ni un minuto más. Con los gemelos en su habitación y la maleta deshecha, casi logró convencerse de que nunca se había ido. Que el crucero no había tenido lugar. Que no había vuelto a acostarse con Nick. Y que no le había dejado con una pelirroja desnuda en su habitación.
Enterró el dolor que todavía sentía por aquello en lo más hondo de su ser. Al fin y al cabo, nada de aquello tenía que ver con la realidad. El crucero, y Nick, habían sido sólo como una excursión al otro lado de la valla. Ya estaba de vuelta adonde pertenecía.
Llevaba varias horas despierta, pero a los gemelos les daba igual que su madre hubiese dormido poco. Se habían despertado para desayunar a las seis de la mañana. En esos momentos, estaba ordenando ropa, sentada en el suelo del salón, mientras los observaba.


—Os he echado de menos, chicos —les dijo mirándolos. —Vuestra tía Brandi me ha dicho que habéis sido buenos chicos. ¿Qué os parece si vamos a dar un paseo esta tarde al parque?
Aquello era lo que le gustaba a Miley. La rutina. Sus hijos. Su casa, pequeña, pero acogedora. Un mundo en el que no había muchas emociones, pero sí mucho amor. Y si le dolía un poco el corazón por no tener a Nick a su lado, formando parte de las vidas de sus hijos, ya se recuperaría. No tardaría más de veinte o treinta años en conseguirlo.
Sonó el timbre y ella frunció el ceño. Luego miró a los gemelos.
—Vosotros no estabais esperando a nadie, ¿verdad?
Como era de esperar, no obtuvo respuesta, así que sonrió, se puso de pie y fue hacia la puerta de la calle. Antes de abrir, miró por encima de su hombro para asegurarse de que la habitación estaba ordenada.
El sofá era viejo, pero cómodo. Los dos sillones tenían la tapicería de flores y encima de ellos había mullidos cojines de colores chillones. Las mesas eran pequeñas y la alfombra del suelo, que era de parqué, la había hecho su abuela a mano. Le gustaba su casa. Era cómoda y acogedora.
Abrió la puerta todavía con la sonrisa en los labios y se encontró con Nick. Estaba despeinado, vestía unos vaqueros desgastados y una camisa blanca de manga larga. Estaba demasiado guapo, así que Jenna desvió la mirada hacia un todo-terreno negro que había aparcado en la curva, enfrente de su casa. Eso explicaba cómo había llegado hasta allí. Ya sólo tenía que averiguar qué quería.
Lo miró de nuevo a la cara y vio como se quitaba las gafas de sol, las enganchaba en el cuello de la camisa y la miraba a los ojos.
—Buenos días, Miley.
—¿Qué?
—Yo también me alegro de verte —dijo entrando en la casa.
—¡Eh! No puedes... —lo recorrió con la mirada y vio que llevaba una bolsa de viaje en la mano—.
—¿Qué estás haciendo aquí? ¿Por qué has venido? ¿Cómo me has encontrado?
El se detuvo una vez en el salón, dejó la bolsa en el suelo y se metió las manos en los bolsillos de los pantalones vaqueros.
—He venido a ver a mis hijos —le explicó. —Y no me ha costado mucho encontrarte.
—Nick...
—Te he traído esto —se sacó un sobre pequeño y t errado del bolsillo y se lo tendió. —Es de tu amiga Mary Curran. Se disgustó mucho cuando se enteró que te habías marchado.
Miley se sorprendió. Ni siquiera había pensado en despedirse de su amiga y se sintió culpable.
—Me ha dicho que te ha apuntado su número de teléfono y su dirección de correo electrónico. Le gustaría que siguieseis en contacto.
—Esto... Gracias—aceptó el sobre.
Nick la miró con dureza y frialdad.
—¿Dónde están? —le preguntó.
Con la boca cerrada, Miley miró hacia donde estaban los niños. Nick siguió su mirada y se giró muy despacio. Ella observó cómo cambiaba su expresión, el desinterés se convirtió en duda. Miley siempre lo había visto muy seguro de sí mismo, pero, al parecer, conocer a sus hijos había bastado para alterar su equilibrio.
Nick se acercó a los gemelos muy despacio, como si llevase una granada en las manos. Miley contuvo la respiración mientras veía cómo se arrodillaba delante de ellos y los estudiaba con detenimiento. En sus ojos había todo un mundo de emociones que nunca habría creído ver. Ya ella se le encogió el corazón al presenciarlo.
—¿Quién es quién? —susurró Nick.
Ella se acercó y se detuvo justo delante.
—No, espera —le pidió Nick sin separar la mirada de ellos. —Déjame —alargó la mano para acariciar la cara de Jerry. —Este es Jerry, ¿verdad?
—Sí —contestó ella mirando a sus hijos, que observaban a Nick fascinados.
Como de costumbre, Jerry sonreía y Adam tenía la cabeza ladeada, como si necesitase estudiar la situación un poco más antes de decidir qué opinaba al respecto.
—Entonces, tú eres Adam —dijo Nick acariciando al otro niño con la mano que le quedaba libre.
Miley sintió que se le cortaba la respiración y que las lágrimas llenaban sus ojos. Durante los últimos meses, se había imaginado diciéndole a Nick que era padre, pero nunca había pensado que querría conocer a los niños.
Había algo tan tierno, tan conmovedor en aquella escena, que no podía ni respirar. Cuando pensó que sería capaz de hablar de nuevo sin que se le quebrase la voz, dijo:
—Veo que me escuchaste cuando te hablé de ellos.
—Por supuesto —asintió él sin apartar la vista de los dos niños, que lo tenían hipnotizado. —Son tal y como me los describiste. Se parecen muchísimo, pero sus personalidades son tan distintas que es fácil reconocerlos. Y también tenías razón en otra cosa. Son preciosos.
—Sí, lo son —admitió, reconfortada, como siempre que alguien piropeaba a sus hijos. —Nick —le preguntó un momento después, porque era algo que tenía que saber, —¿para qué has venido?
El se puso de pie, la miró y luego miró a sus hijos, con expresión divertida en el rostro.
—A verlos. A hablar contigo. Después de que te marchases, estuve pensando mucho. Estaba enfado contigo porque te fuiste.
—Lo sé, pero tenía que hacerlo. —He venido a decirte que he ideado un plan para solucionar esta situación. Para que los dos salgamos ganando.
—¿Ganando? ¿Qué quieres decir? 


Nick la miró a los ojos, sus facciones se tensaron, apretó los labios. Miley empezó a preocuparse y tuvo que contenerse para no agarrar a sus hijos y abrazarlos con fuerza contra su pecho.
Un segundo antes se había sentido conmovida, pero el gesto de Nick en esos momentos le hacía pensar que no iba a gustarle su «plan».
—Mira, anoche se me ocurrió una manera muy sencilla de solucionar esto.
—Yo no fui a pedirte una solución, sólo quería una pensión.
—Sí, y la tendrás. Pero yo quiero más. Miley sintió que un escalofrío le recorría la espalda.
—¿Cuánto más? —preguntó casi temblando.
—Como te he dicho, he estado pensándolo mucho y anoche, mientras volaba hacia aquí, se me ocurrió que dos niños son demasiado trabajo pata una persona sola.
¿Qué quería decir con aquello? ¿Por qué había dejado de mirarla a los ojos?
—Sí, pero...
—Así que mi plan es muy sencillo —la interrumpió. —Los separaremos y cada uno se ocupará de un niño.
—¿Qué?

2 comentarios:

  1. wow eso no loo esperaba...
    como se le ocurrio eso a nick

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  2. Que le pasa a Nick... como va separar a los gemeloooos??
    Sigo leyendo


    Micheeee me encantoo esa imagen... hahaha es tan expresivaaa !
    me rei muchoO!

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