Demi puso su móvil en silencio después de la segunda llamada de Joe. Estaba cansada de sentirse insegura y culpable por todas sus decisiones. Al llegar a Dulces Pequeñeces, se encontró con que Taylor le había pedido cita con la peluquera.
-No creo que un corte de pelo vaya a cambiar las cosas -opinó Demi.
-No será sólo un corte de pelo. Necesitas un cambio completo de aspecto -aconsejó Taylor-. He estado pensando en ello desde que me llamaste y la única manera de que puedas sobrellevar las próximas semanas es haciendo que Joe Brody se dé cuenta de lo que se está perdiendo.
Demi se miró al espejo que había detrás del mostrador y se
encogió de hombros.
-No demasiado.
-Pronto, verá en ti a una mujer nueva.
-Pero yo seguiré viéndome a mí.
-Claro, tonta. Y a Joe ya le gustas. Lo único que falta es
conseguir que babee por ti.
-Va a casarse, Taylor.
-¿Y qué? No vas a obligarle a nada. Sólo vas a provocarlo un poco y así recuperar tu orgullo.
A Demi le gustó la idea.
-De acuerdo. Lo haré.
-Bien.
Taylor le indicó cómo llegar al salón de belleza donde le había pedido cita. Mientras Demi iba de camino, su móvil sonó otra vez.
Era Joe. Respondió mientras aparcaba.
- Demi al habla.
-¿Dónde has estado?
-Conduciendo.
-Ha habido un incendio en la refinería principal. Necesito que vengas a la oficina y coordines la información.
Demi se quedó atónita. Petróleos Brody era una de las refinerías más seguras del estado.
-¿Hubo una explosión?
-No están seguros. ¿Cuándo puedes estar aquí?
Demi estuvo a punto de decir que de inmediato, aunque se
contuvo. Era una situación de emergencia, sí, pero ella no era indispensable. Paula y Joan, dos de las otras secretarias de Petróleos Brody, podían encargarse de la centralita telefónica.
-Mañana por la mañana.
-Demi, te necesito.
Ella se quedó sin habla.
-La compañía te necesita -puntualizó Joe-. Esta es una de esas ocasiones en que necesitamos a nuestros mejores jugadores en el campo.
Joe había jugado al fútbol y Demi sabía que él solía utilizar
metáforas futbolísticas cuando estaba estresado.
-Ya tienes a los mejores jugadores -dijo ella-. Yo voy a fichar por otro equipo.
-Maldición. Eso no está decidido todavía.
-Sí lo está. Yo lo he decidido. Llamaré a Paula y me aseguraré de que está preparada para reunir la información y divulgarla. Tengo hecho un documento con el protocolo a seguir tras una emergencia, como con el huracán del año pasado.
-Supongo que me tendré que conformar con eso -repuso Joe
tras un momento de silencio-. Deja el teléfono encendido para que pueda estar en contacto contigo.
-¿Por qué? No...
-Deja de discutir conmigo, Demi. No me gusta. ¿Qué mosca te ha picado?
Demi se miró en el espejo retrovisor del coche y se dio cuenta de que aquélla era la primera vez que le decía «no» a Joe. Y a él no le gustaba. Quizá, captar su atención era más fácil que cambiarse de peinado y de ropa. Reconoció para sus adentros que, durante todo ese tiempo, había sido demasiado complaciente con él y, tal vez por eso, él no la había valorado lo suficiente.
-No lo sé, Joe. He decidido que es el momento de cambiar. No es más que eso.
-Me parece como si...
-¿Qué?
-Nada -dijo él-. ¿Irás a la oficina mañana?
-Sí, allí estaré.
-Bien.
-Lamento lo del incendio -dijo Demi, sintiéndose mal por lo
afectado que él parecía-. ¿Hubo heridos?
-Cuatro hombres están en el hospital.
-Le diré a Paula que les envíe flores y que envíe cestas con
comida a sus familias.
-Gracias.
-De nada.
Demi se sintió un poco culpable por no ir a ocuparse de los
detalles en persona, pero tanto Joe como ella tenían que
empezar a acostumbrarse a que otras personas trabajaran para él. Ella no podía seguir siendo su secretaria complaciente y, al mismo tiempo, estar enamorada de él. Ese camino sólo le produciría dolor y sufrimiento. Y estaba cansada de vivir pensando sólo en los breves momentos en que podía estar con Joe en la oficina.
-Adiós, Joe -se despidió Demi, y colgó.
Se quedó sentada un minuto más en el coche, pero hacía
demasiado calor. O, al menos, eso se dijo. Prefirió no pensar que la idea de vivir sin Joe le estaba haciendo sentirse mareada.
Joe pasó el resto de la tarde y parte de la noche en la refinería principal. Nick había llegado tarde y había empezado a trabajar con los expertos en incendios. Como no era especialista en incendios provocados, lo único que Nick podía hacer era una lista de sospechosos e investigar a aquéllos que podían haber tenido un móvil para provocar el fuego.
Joe salió de la refinería y se dirigió en su coche hacia el centro de Houston, dando el día por terminado. Había sido un día agotador, pensó.
Cuando era niño, siempre deseaba estar ocupado para no tener tiempo de volver a casa ni pensar en el hogar que le esperaba.
Pero las cosas habían cambiado. En el presente, vivía solo y así le gustaba que fuera.
Bueno, aunque pronto tendría que vivir con su esposa en su
mansión de Somerset, se recordó a sí mismo. No estaba nada seguro de estar preparado para ello. Pero Zac y él habían acordado que era él quien debía casarse con Nessa.
«Maldición», pensó, frotándose la nuca. El cuello era su punto débil, donde se le acumulaba toda la tensión.
Su móvil sonó v comprobó quién llamaba antes de responder.
-Hola, Zac.
-Hola, hermano. ¿Cómo van las cosas en la refinería?
-Es un desastre. Pero Nick está trabajando con los
investigadores para averiguar qué pasó. ¿Qué tal en Washington D.C.?
Zac suspiró.
-Podría ser peor. He hablado con el senador Cavanaugh y la
situación está más o menos controlada. Les hice saber las
medidas que Petróleos Brody ha tomado para minimizar el daño a la comunidad y al medio ambiente. Creo que así he disipado sus miedos respecto a respaldarnos en la ampliación de la explotación petrolífera.
-¿Le has dicho que, si abrimos refinerías adicionales, podremos rotar la producción para que el precio del combustible no se vea afectado por las pérdidas de hoy? -preguntó Joe.
-Sí, lo he hecho. Estoy siguiendo la bolsa de Japón, que es la primera en abrir. Creo que los precios del crudo van a subir en Estados Unidos.
-Eso creo yo también. Tal y como está la economía mundial hoy en día, no sería una buena noticia para nosotros en este momento.
-No podemos controlar las acciones de los inversores -comentó Zac.
-Voy a pasarme por el hospital de camino a casa -informó Joe-.
Creo que sería buena idea que llamaras a los trabajadores heridos.
Te mandaré un mensaje con sus nombres cuando salga de
allí.
-De acuerdo, me parece bien. Nessa y yo vamos a tomar un vuelo a Houston juntos mañana.
-No he tenido tiempo de hablar con ella. Me llamó esta mañana.
¿Puedes decirle que no puedo llamarla hasta que no se calmen las cosas en la refinería?
-Claro.
-¿Se te ha ocurrido alguna idea sobre qué regalo puedo hacerle?
-Todavía no. No he tenido tiempo para pensar en tu vida
amorosa.
Joe tampoco.
-Se trata de negocios, Zac. Recuérdalo, tú mismo lo dijiste.
Necesitamos la alianza de los Cavanaugh. Lo que ha sucedido hoy no hace más que demostrarlo.
Zac no dijo nada al respecto. Y Joe pensó que a su hermano
no le había sorprendido nada que su plan estratégico estuviera funcionando a su favor.
-Me olvidé de decirte que Demi ha presentado su dimisión hoy.
-¿De veras? ¿Por qué?
-Cree que es hora de cambiar de trabajo. No se siente lo bastante motivada o algo así.
-Quizá, era hora de que lo hiciera.
-Estoy intentando convencerla de que se quede -señaló Joe.
-¿Por qué?
Joe no quiso admitir delante de su hermano que no sabía por qué.
-Ella es parte de Petróleos Brody y la necesitamos -repuso Joe tras una pausa, a modo de explicación.
-Tal vez, Demi quiera ser algo más.
-¿Como qué? -inquirió Joe, recordando lo que le había
comentado Demi por la mañana.
-Piensa en ello -sugirió Zac-. Ahora tengo que dejarte. No te
olvides de mandarme los nombres de los heridos.
-De acuerdo. Ahi les ha organizado entrevistas con la televisión para mañana. Antes, va a hablar con las familias para prepararles sobre qué deben decir.
-Bien. Avisaré al senador por si también quiere intervenir y
conceder alguna entrevista a los medios.
-Y podría haber sido mucho peor, Zac -señaló Joe.
-¿Por qué no lo ha sido?
-Creo que por lo bien preparados que estamos después del
huracán del otoño pasado. Los empleados han sabido qué hacer y cómo manejar la situación.
Joe condujo hasta el hospital, aparcó y habló unos minutos
más con su hermano antes de colgar. No le gustaban los
hospitales. Quizá, porque siendo niño había visitado más salas de urgencia de la cuenta.
Su padre siempre le aleccionaba a la entrada del hospital sobre qué debía decir cuando los médicos le preguntaran cómo se había roto la pierna, el brazo, los dedos o las costillas: en un accidente de bicicleta o con el monopatín. Nunca le había dicho a nadie la verdad. Y, después de un tiempo, él mismo había empezado a creerse esas mentiras.
Joe se frotó las cicatrices que tenía en la mano izquierda. A
veces, se sentía mucho más viejo de lo que era. Sabía que debía tener cuidado con Nessa. Tenía que mantener aquel compromiso y su matrimonio.
Joe sabía que había heredado el temperamento legendario de su padre. Y, sentado en su coche ante el hospital, no pudo evitar recordar la promesa que se había hecho a sí mismo con trece años. Entonces, se había jurado no llevar nunca a un hijo suyo a urgencias, porque nunca tendría hijos.
Se preguntó si eso sería un problema para Nessa. En parte, deseó que así fuera, para poder romper su compromiso y continuar con su vida tal y como hasta entonces.
Es todo lo qe subire Hoy chicas las amo♥
hay dios esta super ya quiero que jemi exista y me imagino el cambio de demi sera espectacular
ResponderEliminarplease siguela
ResponderEliminarquiero saber la reccion que tendra joe con el
cambio de demi