jueves, 14 de junio de 2012

The Man She Loves to Hate cap.19




—Las copas son por cuenta de la casa —dijo Miley dos horas más tarde, mientras entregaba el whisky que le quedaba en la bandeja al atractivo Nick Jonas —. No las pago yo.
—Gracias por la explicación —replicó él con una sonrisa que no desentonaba con el ánimo que reinaba en el bar. Las despedidas en honor a los fallecidos no tenían por qué ser una reunión triste y aquélla distaba mucho de serlo. Alguien había llevado un viejo álbum de fotos y varias de las instantáneas eran de Hare. Cada una de ellas tenía una historia. Un brindis por cada una de ellas. Así fue transcurriendo el tiempo.
Envalentonada por el ambiente familiar en el que se encontraban, Miley dejó que su mirada se detuviera un instante sobre los labios de Nick. La sonrisa que
reinaba en sus ojos se le reflejaba también en los labios. No era de extrañar que las mujeres se rindieran a sus pies y aceptaran cualquier cosa que él quisiera ofrecerles. Nick tenía dinero, sabía cómo encender el deseo de una mujer y, sobre todo, tenía encanto. Y menudo encanto.
—¿Qué decías? —murmuró. Miley sintió que las mejillas se le encendían y apartó la mirada de aquellos labios para volver a mirarlo a los ojos.
—Nada. Estaba pensando, creo que, principalmente, sobre lo que dijiste anteriormente. Que tal vez las circunstancias que había en la montaña fueron lo que hizo que pareciera que lo que hicimos fue tan... extraordinario. Encontrarse
con una experiencia cercana a la muerte y todo eso.
—Es una teoría válida —murmuró él—. ¿Quieres ponerla a prueba?
—En realidad, no.
—¿Por qué no? Lo único que te estoy pidiendo es un beso.
—Ocurre que ya he escuchado esa frase antes — replicó ella. Con eso, regresó a la barra del bar para cargar la bandeja con más bebidas.
Cuando miró hacia atrás, Nick la estaba observando. Más aún. Estaba sonriendo.
—¿Ha venido Nick para honrar la memoria de Hare o por ti? —le preguntó Rachel cuando las dos estaban detrás de la barra del bar.
—Por Hare —replicó ella—, pero pensemos por un momento que ha venido por mí. ¿Cómo me libro de él?
—¿Has probado a ignorarlo?
—Resulta demasiado enojoso como para eso.
—¿Y huir?
—Normalmente me dices que no huya.
—Eso depende de la amenaza —murmuró Rachel.
—También he intentado apartarlo de mi lado, pero eso tampoco me está funcionando demasiado bien. Aparentemente, le gusta que lo insulten.
—Lo dudo —replicó Rachel secamente—. No. Lo que le gusta es que tú se lo estás poniendo difícil para que él pueda conseguirte.
—Soy difícil de conseguir —replicó Miley, molesta. Rachel le entregó a su hija una bandeja para que sirviera más copas y señaló a todos los presentes. —Ahí está el desafío.
—Mi madre parece pensar que si no te hago caso terminarás marchándote —le dijo Miley a Nick cuando lo encontró solo, sin una multitud de admiradoras que
lo rodearan.
—Podría tener razón —afirmó él—. Inténtalo.
Miley frunció el ceño y se alejó de él. Aquella vez, él no sólo se limitó a sonreír cuando la vio alejarse, sino que soltó una carcajada. 
La siguiente vez que hablaron, Nick fue el que inició la conversación. —Mi abogado no ha recibido noticias tuyas sobre esos papeles que te di —dijo.
—Eso es porque siguen encima de la huevera que Ophelia-Anne tiene en la cocina.
—¿Por qué?
—Yo no sabía nada de esas casas —respondió ella con determinación—. No las quiero.
—Eso es lo que dices, pero si es sincero lo que sientes, tendrás que decidir a pesar de todo lo que quieres hacer con ellas.
—¿Y no puedo rechazarlas simplemente y te las quedas tú?
—Lo siento. Las cosas no funcionan así. Consíguete un abogado, Miley. Es el mejor consejo que puedo darte.
—Tu madre debe de estar...
—La palabra que estás buscando es «avergonzada» —dijo  Nick—. Selena está furiosa. Yo sólo quiero quitarme de encima esos papeles. 
—¿No estás resentido?
—Estoy muy resentido —musitó Nick—, principalmente porque mi estimado padre esperó hasta después de su muerte para reconocer lo mucho que sentía por tu madre y me dejó a mí para que me ocupara de todo.
—¿Qué más te dejó? Él jamás te habría olvidado. Estaba muy orgulloso de ti.
—Yo tengo el cuarenta por ciento de las acciones de la empresa. Es lo que quería. Selena controla también un porcentaje muy significativo, aunque no está muy claro que quiera o no. Mi madre siempre ha tenido acciones. Ahora, tiene más. En cuanto a las propiedades, hay muchas. Mi padre pensó en todo el mundo.
Simplemente, algunos de nosotros tenemos que esforzarnos un poco más que otros para mantenerlo.
—¿Cuánto va a costar volver a abrir Silverlake?
—Mucho. No hago más que pensar en ello.
—Tal vez deberías olvidarte al menos por esta noche. ¿Quieres otra copa?
—No. Quiero...
—¿Comida? Ophelia-Anne está en ello.
—Quiero marcharme de aquí —dijo, con voz muy baja y ronca—. Contigo... Antes de que me vuelvas a decir que esto es muy mala idea, déjame que te diga que ya lo sé.
—Entonces, ¿por qué lo haces?
—Tal vez espero que así me pueda olvidar de ti.
—¿Y si no es así?
—En ese caso, el infierno estallará. ¿Te vienes o no?
Tal vez fue la brutal sinceridad de sus palabras lo que la convenció. Tal vez era el hecho de que Nick era un hombre muy ardiente bajo una apariencia fría y tranquila.
—Está bien —dijo ella.
Se frotó la muñeca con el pulgar de la otra mano, un gesto nervioso que Nick tomó como tal. Sin embargo, no dijo nada. Se limitó a observar y a esperar.
—Dame otra hora para sacar la comida y para conseguir que alguien me sustituya. Entonces, iré a por mi abrigo.
El coche de Nick era una maravilla de la ingeniería con un interior de increíble lujo. Miley se acomodó en el asiento de cuero y dejó que la realidad que ella conocía se esfumara. Ella ni siquiera tenía coche.
—¿Adónde vamos?
—A mi casa.
—¿Podemos tomar un helado?
—Si quieres.
Compraron helado en una tienda especializada de la ciudad. A continuación,
Nick se la llevó a casa.
Él vivía a las afueras de la ciudad de Queenstown. Su casa se parecía mucho al coche. Muy funcional, bella y que valía mucho dinero. Vivía cómodamente. Muebles de cuero negro, kilómetros de suelos y balaustradas de reluciente madera, estanterías, alfombras de color marfil... Todo estaba en su
lugar, al menos hasta que llegó Nick. Él dejó el abrigo en el respaldo de una silla y la chaqueta sobre otra.
Había un fuego encendido en la enorme chimenea.
—Tienes ama de llaves —dijo ella mientras dejaba el helado que habían comprado sobre la encimera de la cocina y se quitaba su propio abrigo.
—Sí.
—Y te mima mucho —añadió, cuando Nick sacó del frigorífico un plato de deliciosas magdalenas de chocolate.
—Cierto también. Se llama Maree y lleva con la familia desde antes de que yo naciera. Está a punto de jubilarse. Ahora sólo se ocupa de mi casa.
—El más mimado y el favorito de la familia.
—No. Ésa es Selena —comentó él sin rencor.
Sin embargo, Selena no era un asunto del que ella quisiera hablar.
—¿Cómo es lo de crecer siendo el heredero de James Jonas? —le preguntó ella mientras se dirigía a estudiar la vista del lago que se divisaba desde los enormes ventanales—. Saber que un día vas a heredar un gran poder, responsabilidad y riqueza. ¿Se te ha subido alguna vez a la cabeza?
—Alguna vez. En ese momento, mi padre me buscaba el trabajo de verano menos importante que podía encontrar en alguna de nuestras empresas.
Después, yo volvía mucho más humilde.
—¿Y qué ocurre ahora que el poder es todo tuyo? ¿Quién te da ahora tu cura de humildad cuando la necesitas?
—Probablemente nadie —respondió él mientras se aflojaba la corbata y se desabrochaba el botón superior de la camisa.
—¿Es ésa la razón por la que me has traído aquí? ¿Para realizar una demostración de arrogancia y poder? ¿Para advertirles a tu familia que no vas a dejar que te controlen?
—No —respondió él mientras servía el helado en platos, uno de los cuales le entregó a Miley junto con una cuchara—. Tú no eres parte del juego de poder de la familia Jonas.
—¿Estás planeando ejecutar tu venganza conmigo por los pecados de mi madre? —quiso saber ella mientras tomaba una cucharada de delicioso helado de chocolate—. ¿Vas a hacer que me enamore de ti para luego dejarme a un lado?
—No. Ya te he dicho por qué te he invitado aquí, Miley.
—Sí. El helado estaba delicioso. La magdalena aún mejor. Quieres olvidarte de mí y a mí me gustaría olvidarme de ti. Y así lo vamos a conseguir —dijo ella. Se dirigió hacia la chimenea tras asegurarse de que Nick la seguía—. Tienes una casa muy hermosa. ¿Es aquí donde traes a todas tus mujeres?
Nick entornó los ojos, pero ella ignoró aquella silenciosa advertencia.
—Un buen fuego, un salón acogedor... Siempre una buena combinación. Estoy segura de que el dormitorio es también glorioso.
—¿Adónde quieres llegar?
—Sólo quiero asegurarme de que éste es un ambiente habitual para ti en lo que se refiere a la seducción, nada memorable al respecto. A mí me gusta el fuego, y la magdalena... El lujo resulta muy atractivo. Resulta difícil de olvidar. Creo que tú tienes una gran ventaja.
—Estás diciendo tonterías, castaña —dijo él con una sonrisa.
—Lo siento —replicó ella con sinceridad—. Es posible que esté algo nerviosa. Más nerviosa de lo habitual.
La sonrisa de Nick se hizo más amplia.
—Y esa sonrisa no me resulta tranquilizadora — añadió—. ¿Qué viene ahora? ¿Cómo quieres hacer esto?
—Bueno, normalmente empiezo con frases agradables y cumplidos, pero creo que en este caso estaría perdiendo el tiempo. Además, yo no quiero cargarte con nada que sea demasiado memorable.





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