Miley creyó que se detendría allí, pero él separó la chaqueta de ella y deslizó las manos bajo el suéter. Cuando sintió sus manos frías en la piel, respiró con fuerza y se apretó más contra él. Sabía que había gente cerca, pero no podía detenerse. El peligro de que los descubrieran contribuía a excitarla aún más.
Las manos de él se cerraron en torno a sus pechos y acarició los pezones por encima del sujetador. Un anhelo delicioso se instaló en el vientre de ella, que gimió con suavidad y le sacó la camisa del pantalón. Buscó el vientre plano de él con las manos y las bajó
hasta rozar su erección, caliente y dura bajo los vaqueros.
Nick le mordisqueó el cuello y le besó la oreja.
-No creo que tengamos que cuestionar mi masculinidad -susurró.
Miley abrió los ojos de golpe y vio que la miraba sonriente. Se apartó con un gruñido de frustración y ordenó rápidamente su ropa.
-No eres tan encantador -dijo-. Y elegiremos toallas rosas.
-Sandía -le recordó él.
Ella le tiró la toalla a la cabeza.
-Vamos a pasar a las sábanas -dijo.
-Buena idea -musitó él-. Pasemos a la cama.
-Que puedas convertir una lista de bodas en un juego sexual no significa que tengas muchos encantos -musitó ella.
Nick le tomó una mano y la obligó a detenerse.
-¿Crees que no sé lo que haces? Vamos, Miley, no soy tonto. Me quieres volver loco con tus horribles comidas y tu gusto hortera para que rompa contigo.
-¿Mis comidas horribles? -preguntó ella. Buscó una excusa, una explicación alternativa, pero no se le ocurrió nada.
-Olvidas que cenábamos a menudo juntos en la universidad -dijo él en voz baja-. Y eras una cocinera excelente. Y no recuerdo que el rosa chillón fuera tu color favorito.
Le acarició la mejilla y la miró a los ojos. Sonrió con malicia.
-Olvidémonos de las sábanas -dijo-. Tengo una idea mucho mejor -tiró de ella hacia los ascensores-. Hay que comprar algo mucho más importante.
-¿Qué puede ser más importante que las sábanas?
-Ya lo verás.
Esperaron a que se abriera la puerta y Nick pulsó el botón del primer piso. Cuando salieron, la tomó de la mano y tiró de ella hasta la sección de los anillos de diamantes.
-De acuerdo -dijo-. Tú querías un diamante grande. Elige uno.
Miley dio un respingo. -¿Qué?
-Ya me has oído. Elige uno. El anillo que quieras es tuyo.
-Yo no voy a elegir un anillo de compromiso.
-¿Por qué no? -preguntó Nick, enarcando las cejas-. Estamos eligiendo sábanas y toallas sin motivo, pero el anillo sí entraba en el trato, ¿recuerdas? -saludó con la cabeza al dependiente que había detrás del mostrador y señaló unos anillos expuestos sobre
terciopelo-. Queremos verlos.
-No, no queremos -replicó Miley. Una cosa era elegir toallas y otra aquello. Pedir un anillo grande había sido sólo la primera idea de su plan de boicotear el ensayo; jamás había tenido intención de obligarlo a comprarlo-. Vámonos.
-No, quiero que elijas uno -insistió él-. Vamos, no puede ser tan difícil. A todas las mujeres les gustan los diamantes.
-Yo no soy todas las mujeres.
Nick sonrió.
-No, no lo eres. Eso lo sé.
-Pero si lo fuera -siguió ella-, elegiría éste -señaló un diamante enorme montado en platino-. Y si has terminado de hacer el tonto, vamos arriba a elegir sábanas.
Se volvió hacia los ascensores, pero Nick se quedó atrás a hablar con el dependiente.
Poco después, la alcanzó y le pasó el brazo en torno a la cintura.
-No vamos a elegir sábanas rosas chillón -dijo-. Me niego.
Miley sonrió para sí.
-Eso no parece una postura muy flexible.
-No tengo por qué ceder hasta que estemos casados -musitó él-. Hasta entonces no habrá nada rosa en mi casa ni más hamburguesas de tofu.
Nick abrió la cajita de terciopelo y miró el anillo de diamantes. Hacía dos días que lo llevaba encima, sin decidirse a dárselo a Miley. Seguramente no había sido la mejor compra, teniendo en cuenta que al fin habían salido a la luz los verdaderos motivos de
ella. Su juego había terminado y sólo quedaba la realidad de su situación.
Cada vez que se besaban, Nick se sumía en un mar de confusión. Lo que había empezado como una sencilla amistad, se había complicado de pronto; el deseo se había mezclado con el sentimiento hasta que ya no sabía lo que quería en realidad.
¿Y qué quería Miley? Cuando la besaba, no tenía la impresión de besar a una mujer empeñada en destruir su tenue relación, sino a una mujer que lo deseaba tanto como él a ella.
Se echó hacia atrás en la silla del despacho y levantó el diamante a la luz. La intimidad entre ellos crecía, los besos se hacían cada vez más intensos. La noche anterior, uno de esos besos había llevado a una sesión erótica en el sofá.
Había decidido no presionarla, pero no sabía si podría aguantar mucho más. Los dos eran adultos normales con necesidades normales.
Una llamada a la puerta lo sacó de sus pensamientos. Levantó la vista y vio a su padre en el umbral.
-Anoche tuve una llamada -dijo.
Nick cerró la cajita y la guardó en el bolsillo de la chaqueta.
-¿Estás esperando que adivine de quién era? -preguntó.
-¿No lo sabes?
-No -repuso Nick-, pero sospecho que me lo vas a decir.
-Me llamó tu futura suegra, quería invitar a la familia en Acción de Gracias. Al principio pensé que sería una loca, pero cuando me dijo que mi hijo, Nick Miller, estaba prometido con su hija, Miley Finley, me vi obligado a pensar que quizá debía
ser la verdad. ¿Estás prometido?
Nick no sabía qué contestar. Legalmente, podía afirmar que Miley y él tenían un acuerdo de matrimonio, pero hasta que ella le prometiera amor eterno, prefería pensar que estaban «temporalmente unidos» y no prometidos del todo, aunque tampoco tenía por qué contar toda la verdad.
-Eso era lo que querías, ¿no?
Quería que te tomaras tu vida en serio. ¿Vas en serio con lo de ese matrimonio?
-Sí -en cuanto lo hubo dicho, Nick comprendió que era verdad. Iba en serio con Miley, no era una mentira para aplacar a su padre. Empezaba a creer que había encontrado a la mujer ideal años atrás y le había llevado todo ese tiempo volver a encontrarla.
-¿Y no vas a dejar a ésta como a todas las demás?
-No puedo prometerte que no haya momentos difíciles, pero tú tenías razón. Es hora de que empiece a tomarme la vida en serio.
Su padre asintió con la cabeza.
-¿Y quién es esa chica?
-Se llama Miley Finley y nos conocimos en la universidad. Ella empezó tres años después que yo, pero vivía en el apartamento encima del mío.
-¿Qué clase de chica es?
-¿Qué narices significa eso? -preguntó Nick, malhumorado-. ¿Y qué más da? Tú querías que me casara y me voy a casar. Con quién me case no es asunto tuyo.
Su padre lanzó una maldición.
-Yo quiero que te cases con una mujer a la que ames. Quiero que seas feliz
-Y lo que tú quieres para mí siempre ha sido más importante que lo que quiero yo para mí.
-No vamos a entrar ahora en eso - dijo Paul Miller-. ¿Quieres que acepte la invitación, sí o no?
-No lo sé -Nick se levantó y se acercó al sofá, donde tomó el abrigo que había dejado antes allí-. No sé lo que vamos a hacer ese día. Hablaré con mi prometida y te lo diré.
Salió del despacho, resistiendo el impulso de provocar una pelea con su padre y quemar sus frustraciones con la persona responsable de aquella locura. De camino a su coche, intentó averiguar por qué estaba tan enfadado. ¿Por las exigencias de su padre, su manipulación y sus ridículas expectativas? ¿O era que no quería recordar lo que había devuelto a Miley a su vida?
Unas semanas antes, todo parecía muy sencillo. Usaría el contrato para reintroducir a Miley en su vida y probarle a su padre que podía encontrar una chica con la que casarse, aunque no se casara con ella. Pero sus sentimientos crecientes por Miley no tenían nada
de sencillo, eran confusos e intensos, .y completamente inesperados. De camino a su casa intentó poner en orden sus pensamientos. Le gustaba saber que encontraría a alguien en su casa, y ahora que la cocina de Miley había mejorado
considerablemente, él había empezado a salir una hora antes del despacho para estar allí cuando ella llegaba a casa.
Pero cuando entró en el garaje, encontró la camioneta de ella ya allí. Salió del coche silbando y entró en la casa. Thurgood salió a recibirlo con un ladrido suave. Nick se inclinó a rascarle las orejas y vio algo en su hocico.
-¿Qué es esto? ¿Has vuelto a escarbar en el barro?
Se incorporó y cruzó la cocina hacia la sala de estar, con el perro trotando detrás.
-¿Miley? -la planta baja de la casa estaba en silencio. Subió las escaleras de dos en dos y se acercó al dormitorio de ella-. ¿Miley?
-Márchate -dijo ella.
Su voz sonaba temblorosa. Nick llamó a la puerta con los nudillos y la abrió despacio.
Miró la escena que tenía ante sí.
-¿Qué narices ha pasado aquí?
Bueno niñas es todo por hoy espero les hayan gustado los capis las adoro besitos
wow me encanto
ResponderEliminarque pasooooo?
problemassss
muxxos
please siguelaaaa
me encanto!!!! pero que le habra pasado a miley espero y Thurgood no la haiga mordido :D o otra cosa mas fea espero el proximo o los proximos besos!!!
ResponderEliminarhahahahhaha..
ResponderEliminarserá que el perro daño las flores de Miley? yo creo que es lo más probable...
Miley va a matar a Nick y Nick va a matar a su perro.... hahahahah...
pobre Thurgood! xD
Happy Day!!