domingo, 17 de junio de 2012

The Man She Loves to Hate cap.22






Cuando Nick regresó a casa aquella tarde, la carta de dimisión de Maree estaba escrita muy elegantemente sobre un papel que estaba sobre la mesa de la cocina. No había postres ni nada por el estilo ni en la encimera ni en el frigorífico.
Maree se había desentendido de él por la relación que tenía con Miley.
Se imaginaba lo que diría de él. Nick es un chico muy malo. Sin embargo, su padre no lo había sido por cometer adulterio con la madre de Miley. Maree no se había sentido obligada a dejar su trabajo por eso.
Diferentes reacciones para personas diferentes. Tal vez Maree ya había tenido más que suficiente de las intrigas y los escándalos de los Jonas. Fuera cual fuera la razón, el resultado era el mismo. No tenía ama de llaves. Ni Miley. Nick estaba desconcertado.
A lo largo de una jornada de trabajo de diez horas, había encontrado un buen número de objeciones para no seguir con su relación con Miley y luego había conseguido deshacerse de todas ellas.
La desaprobación de su familia. Evidentemente, se parecía a su padre en lo que se refería al egoísmo emocional. En aquellos momentos, le importaba un comino que su madre y su hermana aprobaran su relación con Miley o no.
El buen funcionamiento de la empresa demandaba toda su atención. Eso era ciertamente lo que parecía en aquellos momentos, pero Nick tenía planes a largo plazo, lo que le permitiría tener mucho tiempo en su vida para una mujer.
Simplemente, ella tendría que ser la adecuada.
Y no estaba totalmente seguro de que Miley fuera esa mujer. Sabía que, por muy generosa que ella hubiera sido la noche anterior cuando había compartido su cuerpo con él, su mente y su corazón permanecían fuera del trato. No se fiaba fácilmente. No se fiaba de él y, al dejarla sola en la cama aquella mañana sin ni siquiera despedirse de ella para, además, dejarla que se enfrentara a un ama de
llaves completamente hostil, le había demostrado que era digno de aquella desconfianza.
Bien hecho, Nick. Parecía que él mismo tenía una serie de asuntos propios sin resolver en lo que se refería a invitar a una mujer a compartir su vida, aunque fuera sobre una base semi permanente.
Además, Miley ni siquiera le devolvía los mensajes.
Tomó una cerveza, encendió la televisión para acallar el silencio y se dirigió a su cuarto. Se quitó la ropa, se bebió la mitad de la cerveza y se dirigió al cuarto de baño. Abrió la puerta de la ducha abierta y parpadeó. Los azulejos eran
blancos y alguien había dibujado un gran cuaderno en una de las paredes de la ducha utilizando un marcador de color negro. El cuaderno tenía algo escrito. Nick sonrió mucho antes de terminar la misiva que había impresa sobre el mismo.


Tareas pendientes de Nick.
Comprar bolígrafos y cuadernos (según tu ama de llaves no tienes).
Esconder los bolígrafos y el cuaderno (del ama de llaves, pero donde puedan encontrarlos las invitadas que pasan la noche en la casa)
Definir la palabra «purgar». No parece tener el significado que yo le había atribuido.


A continuación, había anotados dos números de teléfono. Uno del trabajo y el otro el móvil al que había estado llamando todo el día.
Nick regresó al dormitorio, tomó el teléfono y volvió a marcar el número del móvil. En aquella ocasión, Miley no tardó en contestar.
—He visto tu nota. ¿Dónde estás?
—En Christchurch. En mi apartamento. Acabo de entrar por la puerta. A siete horas de distancia por carretera. Eso no le gustaba a Nick.
—Siento haberme marchado así, pero es que tengo que trabajar mañana.
—Sé cómo te sientes.
—A tu ama de llaves no le caigo bien.
—Mi ama de llaves se ha despedido. Creo que el graffiti ha sido demasiado para ella.
Miley guardó silencio. Instantes más tarde volvió a hablar.
—Lo siento —murmuró, avergonzada—. No debería haber hecho eso. Estoy segura de que el aceite del árbol del té quitará el rotulador de los azulejos. Me temo que no puedo hacer nada sobre mi apellido o el horror que tu ama de llaves sintió al verme. Te lo advertí.
—Te oí la primera vez. Y la segunda. Déjate de advertencias, castaña. No las necesito. La próxima vez que vengas aquí tendré un ama de llaves que sepa bien cuál es su puesto.
Más silencio. Nick deseó poder ver su rostro y ser capaz de saber así lo que estaba pensando.
—La sobrina de Ophelia-Anne está buscando trabajo a tiempo parcial —dijo Miley por fin—. Nos ayuda en el bar cuando tenemos mucho trabajo. Trabaja bien.
—¿Cuántos años tiene?
—No sé... unos veinte más o menos...
—Todo el mundo dirá que me estoy acostando con ella.
—¿Acaso te importa?
—¿Le importará a ella?
—Bueno, podrías entrevistarla a ver qué le parece.
Nick dio un trago a su cerveza y regresó, desnudo, al cuarto de baño para mirar la lista que le había escrito Miley.
—¿Para qué querías el bolígrafo y el papel?
—Estaba tratando de ser educada. Quería decirte que regresaba a Christchurch.
—Estás huyendo de esto, ¿verdad, Miley?
—Tú también lo hiciste. No sé lo que quieres de mí, Nick. ¿Algo casual? ¿O íntimo? ¿Aún estás intentando purgarme de tu cuerpo?
—No lo sé —respondió él. Trató de leer su rostro en el espejo—. Por lo que yo sé, tú podrías estar tratando de vengarte conmigo por los pecados de mi padre. Creo que ése es el nivel de confianza que hay entre nosotros. Exactamente inexistente. Si podemos obviar eso y superarlo, no lo sé. Lo único que sí sé es que quiero volver a verte. Es lo único que sé con certeza.
—¿Te gustaría venir a Christchurch a visitarme alguna vez?
—¿Cuándo?
—¿Es eso un sí?
—Sí. ¿Cuándo?
—¿Este fin de semana?
—Sí. ¿Te parezco un desesperado?
—Sólo un poco —murmuró ella con una sonrisa—, pero me gusta que parezcas desesperado, deseoso de mí. Alguno tiene que equilibrar esa falta de confianza que hay entre nosotros.
—Me alegra que lo apruebes —dijo Nick. Por primera vez aquel día, pareció relajarse—. Te necesito aquí, castaña. ¿Por qué no estás aquí?
—Sigue hablando —murmuró ella—. Te lo digo en serio. Siéntete libre para hablar de todo lo que podrías desear de mí si yo estuviera a tu lado...
—La próxima vez —respondió él mirando inmediatamente la parte de su anatomía que se había hinchado al escuchar aquellas palabras—. ¿Conseguiste dormir un poco esta mañana?
—Sí. Gracias. Tu cama no se caerá.
—Tampoco se caerá la tuya, aunque puedes llamarme si empieza a hacerlo.
¿Dónde vives? Puedo estar allí a última hora del viernes.
—¿Tienes bolígrafo y papel a mano?
—No. Tengo azulejos y un rotulador.
Miley sorio y le dio la dirección.
—¿Vas a venir en avión o en coche?
—En avión.
—Yo no tengo coche. Si lo tuviera, me ofrecería a irte a buscar al aeropuerto —dijo ella con una cierta nota de preocupación en la voz—. Mi vida es muy sencilla, Nick. No esperes nada grandioso.
—Estaré allí sobre las nueve —afirmó él—. Y, para que conste, no voy a ver el paisaje, Miley. Voy a verte a ti.
—Trataré de no desilusionarte.
Con eso, Miley dio por terminada la llamada.
—Ése es el problema, castaña —murmuró él mientras colgaba el teléfono—. Que no me desilusionarás.
Con un suspiro, Nick se metió en la ducha, echó un vistazo a las palabras que había escritas sobre la pared y abrió al máximo el grifo del agua fría.





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