domingo, 3 de junio de 2012

The Man She Loves to Hate cap.12




Simplemente, Miley aún no los había encontrado.
—¿Azúcar?
—¿Qué? —preguntó ella, aún perdida en su mundo imaginario—. Oh, sí. Una cucharada. Gracias.
Nick le entregó la taza y ella le dio un sorbo. Entonces, se puso a buscar una sartén para tostar los bocadillos y regresó a la despensa para buscar margarina. Mientras ella freía los bocadillos, Nick se tomó su pastel. El calor de la
sartén supuso una bienvenida distracción del calor de la sugerente mirada de él.
Después, tomaron los bocadillos en silencio. El hecho de saber que estaba segura, cálida y alimentada y que no había otra cosa que hacer más que esperar que pasara la ventisca fue suficiente para que Miley sintiera un profundo sueño.
Resultaba casi irreal pensar que, entre todas las cosas ocurridas aquel día, había habido un entierro.
—Deberías dormir un poco —le dijo Nick fríamente—. Pareces cansada.
—¿Y tú? ¿Qué vas a hacer?
—Yo voy a mantenerme despierto durante un rato para ver si puedo localizar a Hare. O a alguien. A quien sea. Así podré informar de dónde estamos y evitar que nos busquen en la montaña.
Miley miró hacia la improvisada cama que había hecho en el suelo. Tenía frío en las piernas y sus pantalones seguían aún mojados. La cama resultaba algo dura, pero podría acurrucarse en su interior y calentarse rápidamente. Y soñar
con calcetines. En aquellos momentos, unos calcetines limpios y secos eran su mayor fantasía, inmediatamente después de una ducha de la que pudiera limpiarse de Nick Jonas y de su recuerdo.
—Adelante —murmuró él—. Caliéntate y descansa un poco.
—¿Y si tú te sientes cansado o si te duele más la cabeza? No me mires como si no fueras vulnerable porque sé muy bien lo cerca que has estado de congelarte. Yo estaba presente.
Resultaba difícil para un hombre que no llevaba puesto nada más que un saco de dormir tener un aspecto altivo, pero Nick lo consiguió muy bien. Miley se limitó a levantar una ceja y a esperar.
—Si necesito tumbarme, te despertaré —dijo él, por fin—. Así podremos cambiar la cama o colocar las mantas para que no...
—Eso es —replicó ella, interrumpiéndolo. No había necesidad de explicar más—. Eso estará bien.
Con una última mirada de cautela hacia Nick, Miley se dirigió a la improvisada cama y se dispuso a tumbarse.
—Sólo tenemos que aclarar una cosa más entre nosotros —murmuró mientras trataba de acomodarse sobre las mantas—. Mi madre nunca aceptó dinero de tu padre. Ni joyas. Ni ropa. Ni casas. Ni favores. Se compró el bar con el
dinero que heredó a la muerte de su madre. Mi madre provenía de una familia adinerada, ¿sabes? 
Desgraciadamente, nadie de por aquí se lo cree. Tu madre y sus amiguitas se encargaron de eso.
Nick Jonas la miró con desaprobación y Miley hizo lo mismo. Aún no había terminado. Había más. Años y años vividos con aquella amargura.
—Mi madre es una excelente mujer de negocios. El bar tiene muchos beneficios. Tu padre no tuvo nada que ver con eso. En cuanto a mí, trabajo como diseñadora gráfica para un estudio de efectos especiales para el cine en Christchurch y, por lo que yo sé, conseguí el trabajo por mis propios méritos. Vivo en un estudio que apenas me puedo permitir. Tengo deudas relacionadas con mis estudios que aún sigo pagando. Te prometo que no soy dueña de ninguna casa.
—¿Has terminado? —le preguntó él con gélida cortesía.
—No. Llevo viviendo a la sombra de la relación que tu padre tuvo con mi madre desde que tenía doce años. Jamás le deseé a James nada malo, te lo aseguro, pero ahora que ya no está, espero que su sombra desaparezca también
porque lo odiaba. Odiaba todo lo que creó a nuestro alrededor. Odiaba el modo en el que los chicos ricos como tú me miraban y se preguntaban cuánto iba a costarles bajarme las bragas. Odiaba la reputación que yo tenía sin habérmela ganado, porque, hiciera lo que hiciera, no lograba desprenderme de ella. Odio el modo en el que me tratan los hombres de esta ciudad, como si yo fuera objeto de conquista, y el modo en el que las mujeres me miran y deciden que estoy aquí para cazar a sus maridos.
Nick guardó silencio.
—Así que te lo voy a decir claramente y te lo digo dos veces por si la primera no lo has entendido. No recibí nada de tu padre y te aseguro que no deseo nada ahora que se ha ido. No presumas de conocerme a mí o a mi madre, porque no es así. No presumas de poder juzgarnos sin mirar primero las carencias de tu propia familia. Me sorprendería mucho que trataras de ser cortés conmigo, pero te estaría muy agradecida. Si eso no es posible, preferiría que me ignoraras.
—¿Ahora sí que has terminado? —le preguntó Nick con una voz suave, letal, que hizo que Miley tragara saliva y deseara no haber sido tan sincera.
—Sí.
—Bien. Ahora, duérmete, castaña. No puedo hablar en nombre de mi madre o de mi hermana, pero puedes estar segura de que si tú y yo conseguimos bajar de estas montañas y nos volvemos a encontrar, me comportaré civilizadamente contigo. Seré cortés. Y te aseguro que te dejaré en paz.





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