jueves, 28 de junio de 2012

Contract Compliance cap.14






Miley miró con temor la expresión extasiada de su madre y la sonrisa divertida de Nick. Aquello no iba según lo planeado. La llegada de su madre había añadido una complicación imprevista. Indicó la cocina con la cabeza.
-Mamá, si nos disculpas, quiero hablar un momento con mi prometido.
Tomó a Nick del brazo y lo arrastró fuera de la sala.
-¿Qué? -murmuró él.
-¿Por qué no le dices algo?
-¿Qué? Por si no te has dado cuenta, es difícil hablar. Siempre que me mira, se echa a llorar. ¿Y qué quieres que le diga? Parece empeñada en los planes de boda.
-Dile que se marche y se lleve a la planificadora de bodas con ella. Nick se encogió de hombros.
-Quizá debamos escucharla. Tengo entendido que planear una boda puede ser agotador. Y tú trabajas muchas horas.
Miley soltó un respingo y le dio un golpe en el hombro.
-No voy a empezar a planear nuestra boda. Aún no llevamos una semana juntos y mucho menos tres meses. Y no he dicho que me vaya a casar contigo, esto es sólo un ensayo de compromiso, ni siquiera es aún un compromiso.
Nick la miró a los ojos.
-¿Ni siquiera quieres considerar la posibilidad de que lo nuestro pueda funcionar? - preguntó.
Miley abrió la boca, pero volvió a cerrarla.
-¿Tú sí?
-Yo quiero darle una oportunidad - repuso él.
Ella tragó saliva con fuerza.
-¿En serio?
-Por supuesto. Creía que tú también. ¿Qué daño puede hacer? Habla con ella. Y procura evitar que llore.
Sonó el timbre de la puerta y Miley dio un salto. Nick le tomó una mano y la llevó a su pecho. La joven percibía los latidos de su corazón bajo los dedos y cerró los ojos. Cada día parecía que se debilitaban un poco más sus defensas, lo que la llevaba a preguntarse si tal vez podrían crear algo especial juntos.
Nick le puso un dedo debajo de la barbilla y le levantó la cabeza para mirarla a los ojos.
Bajó la cabeza despacio y le dio un beso tan cálido y dulce, que ella pensó que se iba a derretir allí mismo. Suspiró con suavidad y él le pasó los brazos por la cintura y la besó con pasión.
-¡Oh! ¿Ha visto eso?
Miley se apartó rápidamente y se tocó los labios con dedos temblorosos. Tish y otra mujer sonreían encantadas en la entrada de la cocina.
-Lo siento -murmuró Miley.
-¿Verdad que son una pareja muy atractiva? -preguntó Tish-. Mis nietos van a ser muy guapos. Venid. Vamos a sentarnos y hablar de la boda.
Su madre abordaba siempre todos sus proyectos con un entusiasmo sin límites; ya fuera la creación de su rosaleda o su determinación de aprender a jugar al golf, no se rendía nunca hasta que lograba la perfección. Y en cierto sentido, Miley tenía la sensación de
que podía hacer realidad uno de sus sueños. Disfrutaría eligiendo las flores más apropiadas y el vestido perfecto, las invitaciones y la comida, y se sumergiría de lleno en la magia de la boda perfecta.
¿Pero qué pasaría cuando se enterara de que no habría boda? Miley abrió la boca, dispuesta a decir la verdad, decidida a cortar a por lo sano. Pero Nick se le adelantó.
-Señora Finley...
-Tish -insistió la mujer-. O «madre», si lo prefieres -apretó los labios para combatir otro ataque emotivo-. Puedes llamarme «madre».
-Tish está bien -dijo Nick-. Si no le importa, creo que tendremos que dejar esto para otro momento. Miley acaba de llegar del trabajo y ha tenido un día duro. ¿Por qué no nos llamamos mañana y fijamos una reunión? -se acercó a la mujer, le pasó un brazo por los
hombros y la guió hacia la puerta-. Veo que esto va a requerir mucha energía y Miley tiene que estar descansada, ¿no le parece?
-Por supuesto -musitó Tish con tono de disculpa-. ¿Pero no podríamos empezar por unos detalles sencillos? ¿Cuáles son tus flores predilectas, cariño?
-Sus flores predilectas son las rosas inglesas -contestó Nick-. A ser posible amarillas o blanco crema.
-¿Y los vestidos de las damas de honor? -preguntó la planificadora de bodas-. Tenemos que decidir algo en ese sentido. ¿Y la tarta?
-Miley querrá vestidos sencillos pero elegantes, sin muchos adornos. Y su tarta favorita llevaría chocolate, aunque también le gusta con plátano -se volvió a mirarla-. ¿Verdad?
La joven asintió, sorprendida de que se acordara.
-Sí -murmuró-. Quiero una tarta de plátano.
En cuanto lo hubo dicho, habría querido retirar sus palabras. ¿Tarta de plátano? Ella no quería una boda.
-Entonces decidido -declaró Nick-. Plátano. Y por encima ese...
-... queso cremoso -dijeron los dos a la vez. 
Y Miley se mordió el labio inferior.
-¿Y los colores? -preguntó la organizadora.
Miley miró a Nick, retándolo a contestar y adivinar su color predilecto.
-Creo que Miley está muy guapa con los tonos más pálidos de lavanda -dijo él-. Tiene un suéter así que me gusta y ese color resalta sus ojos y su piel y va muy bien con su cabello moreno.
La joven recordó el suéter lavanda que llevaba el día que se encontraron en la calle. Era su suéter favorito y su color favorito. Una sonrisa entreabrió sus labios y una oleada de afecto calentó su corazón. Nick conocía su color predilecto y prácticamente había dicho que era guapa.
Por el momento era suficiente para hacerle dudar de su plan de esposa diabólica.


-Dime otra vez por qué estamos aquí -musitó Nick.
Miley apretó su mano con fuerza y tiró de él hacia las escaleras mecánicas que llevaban al segundo piso de Bloomingdale's. Odiaba ir de compras y aquel viaje iba a ser una tortura, pero había que hacerlo.
-Lista de bodas -musitó.
Nick tenía que derrumbarse antes o después y la lista de bodas había hecho tambalearse a más de una pareja.
Los planes de boda habían empezado con fuerza desde la visita de su madre. Tish llamaba todos los días aunque, para alivio de su hija, había decidido que necesitaban un año por lo menos para planear el gran acontecimiento, lo que les daba tiempo de darle la
mala noticia antes de que nadie gastara mucho dinero.
-Creía que no querías casarte conmigo -musitó Nick.
Miley lo miró con los brazos en jarras.
-Es sólo para tranquilizar a mi madre. Mirará nuestra lista y nos dará su consejo sobre lo que falta. Podrá opinar sobre porcelana francesa, copas de cristal y tenedores de postre.
Nick se encogió de hombros.
-¿Así que nosotros les decimos que nos vamos a casar y ellos nos dicen lo que necesitamos?
-No, nosotros les decimos lo que queremos de regalo de boda -explicó Miley-. Lo elegimos todo y, cuando alguien quiere comprarnos un regalo, viene aquí y mira la lista que hemos hecho.
-Bien -repuso él-. Eso me gusta. ¿Así no acabamos con diez tostadoras y una lámpara espantosa?
-No acabaremos con nada -le recordó ella-. Esto es sólo un ensayo, porque no he decidido casarme contigo.
-Todavía -añadió él. Le pasó un brazo por los hombros y la atrajo hacia sí-. Pero te gusto mucho, ¿verdad? Vamos, puedes admitirlo. Soy un gran tipo y no puedes resistirte a mí, ¿verdad?
Miley pensó que no sabía hasta qué punto acertaba. Sí, le gustaba mucho. Cada día le costaba más trabajo convencerse de que no era el hombre más perfecto del mundo...
hasta que se recordaba que todas sus novias habían pensado lo mismo antes de que las dejara confusas y con el corazón roto.
-Eres un gran tipo -admitió-. Y no soy inmune a tus encantos.
-Y todavía no he sacado mis mejores armas.
Miley se preguntó qué querría decir con eso. Juntos recorrieron los departamentos de porcelana y de cristal. Había tanto donde elegir, que a Miley le dolía la cabeza sólo con pensar en ello.
-Empecemos por algo fácil -sugirió-. Sábanas y toallas.
Nick la siguió al departamento de ropa del hogar. Miley lo miró por encima del hombro y vio que fruncía el ceño ante las largas hileras de toallas de baño de distintos colores.
Eligió una rosa brillante y se la mostró.
-Esta -dijo.
Él la miró con aire dudoso.
-Para ti puede, pero yo no pienso envolverme en esa cosa cuando salga de la ducha - tomó una toalla azul marino-. Yo quiero ésta. Por lo menos con este color sí me puedo mirar al espejo.
Miley intentó no imaginárselo desnudo envuelto en una toalla. Tragó saliva y pensó si allí tendrían toallas transparentes.
-Tenemos que elegir sólo una -dijo-. El matrimonio es eso. Pensar como uno. Hay que aprender a ceder.
-Sí, claro, ¿y tengo que aceptar toallas rosa chillón?
-Son color sandía, no rosa chillón. Y si estuvieras seguro de tu masculinidad, no te preocuparía tanto qué toalla usas.
Nick abrió la boca, pero volvió a cerrarla. Tiró de ella hacia la zona de las cortinas de ducha. Cuando quedaron ocultos del resto de los clientes, la besó con fuerza y jugueteó con la lengua en sus labios hasta que ella devolvió el beso con la misma pasión.




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