domingo, 24 de junio de 2012

Contract Compliance cap.12









Nick abrió la puerta de atrás y se quitó el abrigo al tiempo que entraba. Se oía música suave y Thurgood corrió a su encuentro y frotó el hocico en la mano de su amo,
que se inclinó a acariciarlo detrás de las orejas.
-Hola, viejo. ¿Qué has hecho todo el día?
Se enderezó y vio a Miley en la cocina. Le bastó con verla para olvidar todos los problemas del día. Tenía una velada entera por delante y comprendió de pronto una de las mayores ventajas del matrimonio: un lugar cómodo y feliz al que acudir al final del día.
-Cariño, estoy en casa -gritó.
Miley dio un salto de sorpresa y giró hacia él. Se llevó una mano al corazón.
-Me has asustado.
Nick dejó el abrigo en el respaldo del sofá de la sala y se acercó a ella. Estaba muy guapa. Llevaba un pantalón corto caqui y una blusa blanca que se amoldaba perfectamente a sus pechos y su cintura. Resistió el impulso de abrazarla, quitarle el estúpido delantal y besarla con fuerza.
-Has hecho la cena -olfateó el aire-. ¿A qué huele?
-A hígado con cebolla.
Nick reprimió un respingo y forzó una sonrisa.
-¿Hígado con cebolla? ¿Vamos a cenar hígado?
Miley asintió con entusiasmo.
-Sí. Ahora que estoy aquí para cuidar de ti, me encargaré de que comas como es debido.
Se acabó la cerveza con una bolsa de patatas fritas. Y el helado tiene demasiada grasa y colesterol. Y las pizzas congeladas están llenas de sal. Ya tienes treinta años y debes empezar a cuidarte la presión arterial -tomó dos platos y unos cubiertos y entró en el comedor.
-Haces que me sienta viejo dijo él, que se apoyó en la encimera.
-Eres viejo -Miley volvió a la cocina-. Vas a ser un hombre casado y ya sabes lo que ocurre cuando te casas.
Nick no estaba seguro de querer oír lo que ocurría cuando un hombre se casaba. Y menos si tenía que ver con comer entrañas.
-¿Y qué ocurre? -preguntó.
-Los michelines. Personalmente no me molestan, pero no pienso tolerar barriga. -Nick se tocó el estómago. -Voy al gimnasio.
-Claro que sí, pero ahora que estamos juntos, no vas a tener tiempo para el gimnasio.
-¿No?
-No -ella movió la cabeza-. Las parejas tienen que pasar tiempo juntas. Tenemos que trabajar en nuestra relación, aprender a conocernos mutuamente como nadie más nos
conoce. Tenemos que hablar.
-¿De qué?
-De nuestra relación. Tenemos que crecer como pareja. Dicen que el matrimonio son dos personas que se hacen una. Y si vamos a ser uno, tenemos que empezar a pensar
como uno. ¿No estás de acuerdo?
Curioso. El día anterior Miley parecía a punto de salir corriendo y ahora hablaba como si el matrimonio fuera inevitable. Aquello tenía que formar parte de algún juego. Nick sintió una punzada de miedo. O quizá se había entusiasmado con la idea de casarse.
-Supongo que sí -repuso.
La joven levantó la sartén, tomó un paño de cocina y se dirigió al comedor.
-La cena está servida.
Nick la siguió de mala gana. Cuando se sentó, ella había sacado ya la silla de la mesa y había servido un buen trozo de hígado en su plato.
-¿Qué te parece la cena? -Miley le pasó una cacerola-. Tenemos remolacha hervida y hay ensalada aliñada con zumo de limón y de postre galletas integrales.
Nick miró el plato de ella y vio que sólo se había servido lechuga y remolacha.
-¿Tú no vas a comer hígado? -preguntó.
-No, sólo tomaré verdura. Yo también tengo que cuidar mi figura. Luego es difícil perder los kilos que ganas en el embarazo.
Nick se atragantó con el trozo de hígado que comía en ese momento. Bebió agua para pasarlo. ¿Embarazo? ¡Caray! Ella sabía muy bien qué teclas pulsar, pero no iba a
permitir que lo viera sufrir.
-Tienes un cuerpo perfecto -declaró. Y vio que se ruborizaba.
Cuando al fin consiguió tragar el hígado, comprendió por qué se consideraba una comida sana. Después de un mordisco, no apetecía comer nada más. Nunca había
probado nada tan asqueroso, pero sabía que Miley se había esforzado mucho para que su primera cena fuera especial. ¿O quizá no?
La botella de vino le ayudó bastante a pasar la comida, y cuando terminó el hígado, sentía ya los efectos del vino. Se recostó en la silla y se frotó el estómago.
-Muy bueno -dijo-. Muy nutritivo. Ya me siento mejor con todo ese hierro. Me siento como Supermán. Creo que puedo saltar edificios altos de un... bueno, tú ya me entiendes.
-Queda más.
Nick movió al cabeza.
-No. Guárdalo y me lo llevaré mañana para comer.
-Si tanto te gusta, podemos hacer noches de hígado.
Nick tomó un trago de vino.
-¿Noches de hígado?
-Sí. A veces los matrimonios comen ciertas cosas en ciertas noches. El viernes es noche de pizza, el jueves de ensalada, el domingo de sándwiches. Podemos hacer los lunes noche de hígado.
-¿Tenemos que decidirlo ya? -preguntó él-. Porque me gustaría probar más delicias culinarias tuyas antes de centrarnos en una. Y por cierto, yo cocino bien. Creo que
algunas parejas se reparten los días de cocinar.
-¡Oh, no! Creo que cocinar es mi deber -insistió ella con un entusiasmo sospechoso.
Nick no sabía mucho de matrimonios, pero sabía que cualquier esposa que trabajara fuera aceptaría encantada la posibilidad de compartir el trabajo del hogar. O se burlaba de él o había admitido a una loca en su casa. Y Nick estaba seguro de que Miley tenía motivos ocultos para actuar como una esposa entusiasta, sólo le faltaba saber cuáles eran.
Extendió el brazo a través de la mesa y le tomó la mano.
-Me gustaría mucho ayudar -dijo.
Miley se levantó con rapidez y soltó la mano.
-Tengo que recoger.
-Te ayudaré.
-¡No! -se detuvo un momento-. Lo haré yo. Tú termina el postre.
Se llevó los platos con rapidez. Nick tenía que admitir que le había gustado mirarla a través de la mesa. Solía comer en el mostrador de la cocina, normalmente algo ya
preparado pasado por el microondas. Y era agradable tenerla en la casa y oírla moverse por la cocina.
-¿Seguro que no quieres que te ayude? -preguntó.
-No, estoy bien.
-Tengo que decirte que...
Un grito resonó por la casa antes de que tuviera ocasión de advertirle del peligro del triturador de basura. Nick corrió a la cocina y vio a Miley de pie ante el fregadero con la
cara y la blusa manchadas de papilla marrón.
-¡Ha explotado! -gimió ella con el hígado líquido escurriéndose por sus manos y su nariz.
Nick reprimió una carcajada y tomó un paño de cocina.
-Olvidé avisarte -dijo. La volvió hacia sí y le limpió las mejillas con gentileza-. Cuando lo conectas, sale volando esa cosa de goma. Hay que sujetarla.
-¡Qué asco! -exclamó ella, sacudiéndose el hígado de las manos.
-No seas tan niña -se burló Nick-. Acabamos de comernos ese asco.
-Mi blusa está destrozada.
-Te compraré otra -Nick le pasó el paño por el pelo y no pudo aguantar más la risa-. Esto huele tan mal como sabe.
Miley lo miró sorprendida.
-Yo creía que te gustaba.
Nick miró sus hermosos rasgos. Había cambiado mucho con los años, pero a veces veía todavía a la chica que había sido.
Le pasó el paño por los labios y a continuación, sin pensarlo, bajó la cabeza y recorrió el mismo camino con la boca; su intención había sido parar allí, limitar la caricia a una muestra de afecto, pero el besó lanzó una oleada de calor por todo su cuerpo y Nick lanzó un gemido, le tomó el rostro entre las manos y volvió a besarla.
Esperó a que ella respondiera, a que se abriera a él, le diera alguna señal de lo que sentía; ella le echó los brazos al cuello y se apretó contra él y Nick supo que besarla no
había sido un error.
Le recorrió los labios con la lengua, incitándola a rendirse, aprovechando la ocasión para explorar el calor más allá de sus labios. De la garganta de ella salió un suspiro y él
le puso una mano en el pelo y la obligó a responder a su lengua con la de ella.
Había besado a muchas mujeres, pero no podía recordar una sensación como aquélla.
Quería poseerla completamente, apartar todo lo que había entre ellos excepto la realidad del deseo. Le dio la vuelta y apoyó su espalda en el frigorífico para apretar su cuerpo al
de ella hasta que no pudieran saber dónde terminaba uno y empezaba el otro. Y aunque su mente hervía de sensaciones y su cuerpo, de pasión, Nick sabía que por el momento
no iría más allá de ese beso, que esa comunicación silenciosa donde parecían contarse sus pensamientos más secretos terminaría en unos segundos más.
Las manos de ella empezaron a desabrocharle la camisa y él lanzó un gemido y entrelazó los dedos de ella con los suyos. Si empezaban con la ropa, no sabía si podría parar, así que le abrazó la cintura y sujetó las manos de ella a su espalda.
Siempre se había lanzado de cabeza a una seducción, ansioso por buscar satisfacción inmediata. Tal vez ése había sido siempre su problema, centrarse en los placeres físicos
y nada más. Con Miley quería más y por primera vez en su vida creía que podía encontrarlo.
Por el momento, bastaba con el beso, que era un anticipo de lo que podían compartir en el futuro. Se apartó y la miró, atónito por la increíble belleza de su rostro. Miley tenía los ojos cerradlos y los labios húmedos y ligeramente hinchados.
-¿Por qué no me dejas limpiar la cocina mientras terminas de recoger? -murmuró él con un último beso suave.
Ella abrió los ojos y parpadeó.
-Siento esta suciedad -dijo.
Nick le acarició la mejilla y sonrió.
-No es problema. Estás muy guapa con hígado en el pelo.
Ella sonrió y salió de la cocina. Nick respiró hondo y se apoyó en la encimera. Miley se había escondido toda la noche detrás de aquella fachada extraña de la compañera
perfecta y luego había pasado en un instante de esposa a amante ansiosa. Cuando estaba con ella, tenía la sensación de aventurarse en territorio desconocido. No se parecía a
ninguna mujer de las que había conocido.
Movió la cabeza y empezó a limpiar la papilla marrón de la encimera y del suelo. La vida prometía ser mucho más interesante con ella en la casa.



1 comentario:

  1. La vida promete ser interesante con ella en casa
    hahahaa Este
    par
    tiene mucho potencial
    Me gusta mucho esta Nove Miche
    xoxox

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