domingo, 17 de junio de 2012

The Man She Loves to Hate cap.23






El viernes por la noche, Nick llegó sobre las nueve. Llevaba una ligera bolsa de viaje en una mano y un maletín para el ordenador portátil en la otra. Como siempre, llevaba puesto un traje. Le sentaban bien. Miley no podía quejarse, pero
esa prenda de vestir hablaba de una vida empresarial de la que ella sabía muy poco y de responsabilidades que iban más allá de las de cualquier otro hombre.
Nick parecía llevar bien la presión de dirigir Jonas Holdings. Lo habían educado para eso y, por lo que Miley había podido ver, lo hacía de un modo responsable y exitoso. Si se paraba alguna vez para fijarse en las cosas pequeñas
que ocurrían a lo largo del día, ella no lo sabía.
Miley, por otro lado, se pasaba mucho tiempo disfrutando de las cosas pequeñas de la vida. La soledad y los silencios. Los deseos y las respiraciones profundas. En el mundo de Miley había mucha contemplación del alma y del
espíritu. Mucha atención a la creatividad. Seguramente a Nick esa clase de cosas no le parecerían trabajo. A Nick, que en la montaña el día de la avalancha había dicho de Miley Cyrus: «Aparentemente, se considera una artista».
—Entra —dijo ella con nerviosismo. Abrió la puerta a un gran dolor en potencia. «Entra y examina mi vida y el modo en el que yo he elegido vivirla». Ésa no era una invitación que hiciera a menudo.
El apartamento era de alquiler, pero todo lo que había en su interior le pertenecía.
Tenía una botella de vino abierta sobre la mesa. Una cena ligera en el fogón. Paella de marisco, una de las recetas de Ophelia-Anne. Esperaba que Nick tuviera hambre.
Se había puesto tres atuendos antes de decantarse por el que llevaba en aquel momento, unos vaqueros y un jersey de manga larga. Se había recogido el cabello en una coleta atada con un pañuelo de seda con los colores del arcoíris.
No se trataba de alta costura, pero tampoco era ropa de mercadillo.
¿Qué vería él?
—Entra —dijo de nuevo al ver que Nick no se movía del umbral. La estaba mirando fijamente, sin decir una sola palabra. Tenía sus bolsas en el suelo.
—No sé qué es lo que se hace cuando se viene a pasar el fin de semana con una mujer. Yo jamás lo había hecho antes. Espero que me digas si estoy haciendo algo mal.
Antes de que Miley se diera cuenta, se encontró entre sus brazos, disfrutando con sus besos. Él se estaba dando un festín con ella, saboreándola, haciéndola sentirse como si fuera la persona más importante del mundo.
Y ella que tenía miedo de que no pudieran retomar la relación donde la habían dejado.
—Tengo vino —dijo ella cuando por fin él dejó de besarla—. Lo ha escogido mi madre y ella sabe mucho de vino. Es bueno, aunque no sea demasiado caro. 
—Estás tú —murmuró él—. No puede haber nada mejor.
Se sentó a la mesa mientras ella preparaba la paella y le servía un poco de vino. El cuerpo se le relajó un poco, aunque no podía dejar de mirarla.
—¿Lo has hecho tú? —preguntó al ver que había un dibujo sobre la puerta del frigorífico.
—Sí —respondió ella. Era uno de sus primeros personajes y seguía siendo uno de los mejores.
—Es bueno.
—Tiene un lugar muy especial en mi corazón. Me ayudó a conseguir mi trabajo. Tu padre no me lo consiguió, por cierto. Lo he preguntado.
—Miley, ¿no podemos...?
—¿Dejar el tema? Sí. Siento mucho haberlo mencionado. No sé por qué lo he hecho cuando deseaba tanto que estuvieras aquí y vieras lo que ves —afirmó ella. Respiró profundamente—. Volvamos a intentarlo. Sí. Se llama Ángel de Basurero y es una de mis favoritas. ¿Te gusta?
—Sí —respondió él mientras estudiaba el dibujo con gran consideración—. Tienes un aspecto de fragilidad, pero de conocer el mundo. De cautela y de fuerza. Me recuerda a ti.
—Creo que hay algo de mí en ella. Desde el corazón directamente al papel. Ésos son siempre los mejores —dijo Miley. Tomó un sorbo de vino y se relajó—. Ahora, mi jefe me ha pedido que dibuje dioses nórdicos dispuestos para la batalla.
No son mi fuerte. Estoy tratando de arreglarlo.
—¿Cómo?
—Me paso mucho tiempo jugando en Internet a juegos de guerra —dijo.
Esperó que él se echara reír o que dijera que eso no era un trabajo. Como no lo hizo, Miley continuó—. La mayoría de las criaturas míticas existen en un contexto cultural que llevamos décadas, siglos e incluso milenios, construyendo para ellos.
El truco es rendir homenaje a las características históricas y culturales de un personaje mientras que lo adaptamos y lo hacemos relevante para la historia que tenemos entre manos. Además, el verdadero truco consiste en reflejar algo de uno mismo en la página para que el diseño cobre vida.
—¿Qué características tienen que tener los dioses nórdicos?
—Cuernos, pelo, torsos poderosos, armas... La mitología dice que son de hielo y de fuego. La avalancha me ha dado un nuevo respeto por el hielo. Se me dan bien los terrores del hielo. Es el fuego que hay en ellos lo que aún no he
logrado encontrar. Y un rostro. Me está costando encontrar el rostro adecuado — añadió. Entonces, lo miró a él. Inclinó la cabeza hacia un lado y sonrió—. Tal vez utilice el tuyo.
—Tal vez yo te lo permita —comentó él. Tenía un brillo en los ojos y un aspecto relajado que no había estado antes.
—Bueno, ¿qué te parece mi casa? —preguntó con aire descuidado, como si en realidad no le importara la opinión de Nick—. Ya te dije que no era mucho, pero me la pago yo sola. Tu padre no es dueño del apartamento. Eso también lo
comprobé.
—Y yo también —murmuró él—. Siento mucho las acusaciones que te hice en la montaña sobre lo que mi padre había hecho por ti. No estuvo bien. Veo que
te estás abriendo paso en la vida tú sola, Miley. Te admiro por eso. Hace falta valor. Determinación. Fe. Sin embargo, yo ya había visto que tenías esas cualidades en la montaña. Estoy empezando a ver claramente cómo eres, Miley.
Estoy empezando a confiar en lo que veo. Tienes que dejar de preocuparte de que no vaya a ser así.
Después de eso, todo avanzó mucho más fácilmente.
La receta de la paella de Ophelia-Anne no defraudó y el vino era bueno. En cuanto a la compañía... La compañía era maravillosa.
Nick la ayudó a recoger la pequeña mesa de madera cuando terminaron. La sorpresa que Miley sintió debió de reflejársele en el rostro porque él se echó a reír.
—Creo que tienes una imagen muy extraña de cómo es mi vida. Sí, tengo, o más bien tenía, un ama de llaves, pero eso no significa que yo jamás haya levantado un plato de la mesa o llenado un lavavajillas.
—Sí, pero, ¿has fregado alguna vez los platos?
—Cuando tenía trece años. Quería que mi padre me diera un trabajo y él lo hizo. Tuve que lavar los platos en uno de nuestros hoteles. Yo conozco Jonas Holdings desde abajo, Miley. Llevo dieciséis años aprendiendo. No he llevado una
vida tan fácil como tú puedas creer.
—Te creo —dijo ella—. No quería sugerir que no sabes trabajar, Nick, sino que... Eres un hombre que lo tiene todo. Aún no puedo entender lo que estás haciendo aquí. Te veo con tu elegante traje, pienso en las responsabilidades que
tienes y no estoy segura de que estés en el lugar correcto.
—Es sólo un traje —repuso él en voz baja—. Tú también tienes que esforzarte más si quieres ver al verdadero Nick —susurró. La atrapó entre su cuerpo y el fregadero—. ¿Crees que podrás hacerlo?
—Sí... sí...
Nick cerró los ojos y apoyó la frente contra la de ella. Durante un instante, sintió una profunda paz. ¿Era aquello lo que su padre había sentido entre los brazos de Rachel Cyrus? ¿La sensación de estar en casa? No era de extrañar que no hubiera podido dejarla nunca.
—Hazme el amor, Miley. Te lo ruego —le pidió con voz ronca. Miley suspiró y lo besó suavemente en los labios antes de apartarse. Entonces, le tomó la mano y lo condujo a una pequeña habitación dominada por una enorme cama con dosel.
Sobre las paredes, había más dibujos, dibujos que se tapaban los unos a los otros y que llamaban la atención. Unos eran en blanco y negro y otros en color, pero todos magníficos. Aquél era el medio de expresión de Miley. Su arte.
Ella observó cómo miraba todo. ¿Cómo no iba a hacerlo?
—Esto es lo que hago —dijo ella. La vulnerabilidad había vuelto a reflejársele en el rostro—. Estos son todos los personajes en los que he trabajado hasta ahora. Éste es mi trabajo y mi pasión. El dibujo del frigorífico fue sólo el principio.
—Son maravillosos —comentó Nick mientras se acercaba para mirarlos—. Siento haber denigrado alguna vez tu compromiso con el arte, Miley. Tienes mucho talento.
—Trabajo muy duro para que así sea.
—Ya lo veo.
—Tienes demasiada ropa puesta —observó ella a continuación.
—Eso se puede arreglar.
Nick se quitó la chaqueta y luego la camisa. Miley se acercó y le enredó las manos en el cabello. Entonces, le obligó a bajar la cabeza para darle un beso. Le trazó el arco del labio superior con la lengua, lo que provocó que un escalofrío
recorriera el cuerpo de él.
—Quiero dibujarte desnudo —dijo ella—. Después de poseerte, quiero dibujarte.
—¿Puedo tener alas?
—Tal vez —murmuró ella. Entonces, le dio un apasionado beso con la boca abierta—. Tal vez te ponga alas y cuernos.
Nick le sacó el jersey por la cabeza y se tumbó con ella sobre la cama.
Entonces, se puso manos a la obra para ganarse las dos cosas.
Miley dibujó a Nick a la mañana siguiente mientras él estaba aún dormido sobre la cama. La sierra de la espina dorsal y las colinas y valles de los hombros.
La almohada y el cabello revuelto. Todo sobre él resultaba tan masculino y tan hermoso... La alas no eran necesarias para que el dibujo resultara pura fantasía, aunque, en realidad, no se trataba de una fantasía, sino una realidad.
Lo podría llamar Cuando la fantasía se encuentra con la realidad.
Jamás había comprendido el deseo de su madre por convertirse en la amante de un hombre casado. Nada público, siempre privado. Siempre alimentándose de las migajas que James Jonas podía darle de su tiempo. Todo el
sufrimiento había desaparecido con las caricias que su amante le proporcionaba.
¿Por qué no se podía haber sentido satisfecha su madre con las caricias de otro amante? Ésa era la pregunta que Miley siempre se había hecho.
Por fin tenía la respuesta. Por fin sabía exactamente cómo el deseo y la pasión podía capturar a una persona y trastocar su realidad, dejando sólo el momento. Un momento perfecto de unidad, por el que no importaba nada el resto del mundo ni el dolor que ese momento pudiera causar a otros.
Por fin, Miley había comprendido a su madre.
Entonces, Nick se tumbó de espaldas y dijo:
—Ven aquí.
Ella acudió inmediatamente, se sentó a horcajadas sobre él y robó sólo un momento más de profunda certeza.
Tenía una camiseta puesta y unas minúsculas braguitas. Nick la miró con los ojos llenos de deseo. La respiración se le aceleró.
—Bésame —murmuró mientras le llevaba las manos a la cabeza y la hacía inclinarse para darle un beso tan perfecto que ella quiso echarse a llorar—. Tócame —le dijo él a continuación. Entonces, ella apartó las braguitas a un lado y
se colocó para que él pudiera penetrarla. Cuando se deslizó dentro de ella, Miley se sintió completa.
«Mírame», pensó ella que lo había oído susurrar mientras se movía dentro de ella y le hacía tocar el cielo.





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