jueves, 14 de junio de 2012

The Man She Loves to Hate cap.20


Miley tenía la sospecha de que ya era demasiado tarde para eso. Era el momento de concentrarse en el helado y en la magdalena, pero Nick le quitó el plato de las manos y lo colocó encima de la chimenea. Mileymiró el plato y luego
lo miró a él.
—Aunque lo estés pensando, te ruego que no digas que prefieres el postre antes que a mí —murmuró él—. Eso sí que sería memorable. Yo lo podría considerar un desafío.
Entonces, Nick le tocó la mandíbula suavemente con los dedos y le separó los labios con el pulgar, después, le tocó los labios con los suyos. No se trataba de un castigo, sino de un gesto agradable que exigía muy poco a cambio.
En lo que a Miley se refería, lo único que consiguió fue aumentar un apetito que resultaba ya pantagruélico.
Nick sonrió y, tras dar un paso atrás, le entregó de nuevo su plato.
—¿Qué ha sido eso? —le preguntó ella.
—Un beso —respondió él—. El principio.
—Creo que no te has esforzado mucho.
Nick esbozó una deliciosa sonrisa.
—De eso se trata.
—Ah...
Miley se tomó la última cucharada de su postre y dejó la cuchara. Entonces, deslizó un dedo sobre el helado derretido que había quedado sobre el plato.
—Supongo que te das cuenta que esta noche va a terminar muy mal, pero que muy mal para los dos.
—Cuento con ello, castaña —respondió Nick. No había dejado de mirarle el dedo.
Tal vez él pensaba que le iba a hacer un pequeño espectáculo en su honor.
Lo podría haber hecho. Se podría haber llevado el dedo a los labios y haber saboreado el delicioso helado mientras observaba cómo la mirada de Nick se oscurecía.
En vez de eso, llevó el dedo a los labios de él y esperó a ver qué hacía. Nick consiguió echar mano de un poco de disciplina. Al menos un poco de control cuando se metió el dedo en la boca y saboreó lo que ella le ofrecía.
Entonces, le deslizó las manos por el cabello y, después de eso, la besó más detenidamente, entregándose al deseo que llevaba días experimentando. Ya no había posibilidad de contención ni para él ni para Miley. Oscuridad y dulzura, un beso que bordeaba en la reverencia cuando los labios de ambos se unieron y las lenguas se tocaron y se enredaron.
Él necesitaba aquello. La necesitaba a ella. No sabía por qué, pero sí que era una mala elección. Sin embargo, no conseguía que le importara.
La camisa de Nick fue lo primero que cayó al suelo por las prisas de Miley, no por las suyas. Él aún no había terminado de besarla. Sin embargo, encontró la cremallera del vestido instantes después.
El elegante hueco donde los hombros se unían con el cuello. La curva de un seno mientras él la tomaba en brazos y la llevaba al sofá. Tras dejarla encima, se puso de rodillas. Las esbeltas piernas de Miley estaban separadas. Más besos. Más deliciosa piel de marfil.
—¿Es así como lo recuerdas tú? —susurró ella sin dejar de observarlo.
—No.
—Eso es bueno, ¿verdad?
Cuando le colocó los labios sobre el cuello, Nick echó la cabeza hacia atrás para facilitarle el acceso.
—Verdad.
Nick deslizó las manos por los muslos de ella, por debajo del vestido. Miley no le impidió que le deslizara las manos sobre la curva del trasero y tirara de ella hacia él. Más bien lo animó. No tardó mucho tiempo en quitarle a él los
pantalones. Otro beso que amenazó con destruirlo a él y las braguitas de Miley terminaron en el suelo.
—Hay algo que quiero de ti —susurró él mientras se acercaba a su feminidad. Observó su rostro mientras la penetraba muy lentamente. Vio cómo la vista se le nublaba y la sensualidad se apoderaba de ellos.
—Tú dirás —replicó Miley arqueándose para que él pudiera poseerla mejor—. Tú dirás —añadió, con una nueva tensión en la voz a medida que su cuerpo se ajustaba para acomodar el miembro de Nick y ajustaba el ángulo para que la fricción se produjera donde resultara más placentera.

—Esta vez, cuando vayas a llegar, quiero que me esperes.
—¿No sería mejor si no consiguiéramos orgasmos simultáneos? —murmuró ella—. Podría ser demasiado memorable, algo que no queremos.
—Míralo así —dijo Nick mientras le acariciaba los senos. Cuando ella cerró los ojos y contuvo el aliento, él se llenó las manos y se hundió en ella más profundamente. Entonces, dejó una mano sobre uno de los senos para llevar la otra a la cadera y siguió moviéndose dentro de ella, lenta y duramente—. Seguramente no te va a gustar.
—Tienes razón —gimió ella—. Tienes mucha razón. No me va a gustar nada.
—Bésame —susurró Nick. Ella lo hizo. Fue sólo un beso, pero que hicieron durar una eternidad. Entonces, cuando él alcanzó el clímax, se aseguró de que ella lo acompañara.
Había noches que pasaban muy rápidamente y otras con mucha lentitud. Aquélla pareció durar una eternidad y Miley saboreó cada momento. Nick era un enigma, pero en el dormitorio una cosa resultaba perfectamente evidente. Daba
más de lo que pedía, y lo que pedía era una rendición completa.
Le gustaban las espaldas de las mujeres y Miley permitió que se la acariciara en más de una ocasión durante la noche. Le encantaba la suavidad de su piel y
cómo el cabello le caía por encima. Nick demandaba paciencia y luego, deliberadamente, le hacía perderla. Tenía un tacto lento, agradable, pero la boca hacía que ella gritara de verdad.

Antes del alba, cuando volvió a hacerla gozar, utilizó su boca en aquella ocasión para darle placer.
—Te he visto medio muerto —murmuró ella mientras lo colocaba de espaldas y le hacía el amor con una paciencia recién aprendida—. Y esto no tiene nada que ver.
Instantes más tarde, Nick le demostró que no se equivocaba.


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