sábado, 30 de junio de 2012

Two Lonely Hearts cap.31






Aquella noche, después de la cena. miranda subió al dormitorio que compartía con Joe y se puso la lencería sexy y el camisón trasparente color verde lima que había comprado, se puso unas gotas de perfume detrás de las orejas, en las muñecas y el escote, y se tumbó en la cama adoptando una postura sugerente. si lo que Kevin había dicho era cierto, se dijo, iba a resultar delicioso seducirlo. tendría que tener cuidado de no herir su orgullo, claro, y no dejarle entrever que sabía que era virgen, pero eso lo hacía aún más excitante.
Unos minutos después se abrió la puerta y apareció su cansado marido con la ropa polvorienta, y cara de mal humor. se detuvo con una mano en el picaporte y la otra en el sombrero, y se quedó mirándola boquiabierto.
—Hola, vaquero —lo saludó ella con voz mimosa y una dulce sonrisa—. ¿has tenido un día duro?
—¿qué diablos es eso que llevas puesto? —le preguntó él con aspereza.
Demi lo miró contrariada, pero, sin darse por vencida, se bajó de la cama y caminó hacia él para que pudiera admirar mejor las curvas que se insinuaban bajo la escasa tela del camisón. cuando estuvo frente a él se estiró, y sus senos se elevaron, de modo que los pezones, ya de por sí endurecidos, empujaron la parte frontal de la
prenda, marcándose aún más.
—me he comprado algo de ropa nueva, eso es todo —murmuró en un tono perezoso—. ¿vas a darte una ducha?
Joe masculló entre dientes algo sobre «una bien fría» y se metió en el cuarto de baño, dando un portazo.
Bueno, aquello no había salido exactamente como la joven esperaba, pero ya había imaginado que no iba a ser fácil, así que volvió a sentarse en la cama, apoyándose en los almohadones, dejó caer uno de los finos tirantes del camisón, y se subió un poco el dobladillo dejando al descubierto sus suaves muslos.
Por fin, Joe salió del baño con una toalla alrededor de las caderas. Demi alzó el rostro hacia él, mirándolo de un modo seductor, con los labios entreabiertos.
En una muda invitación. Joe, sin embargo, le dedicó solo una breve mirada, y le espetó con desagrado:
—¿era eso lo que tenías que hacer para llevarte a la cama a tu anterior marido?
Su tono era insultante, y miranda se incorporó dolida y confundida, poniéndose bien el camisón.
—Joe, yo no... —comenzó a explicarle.
—pues yo no necesito esa clase de estimulación para excitarme —masculló, conteniendo a duras penas la ira que se estaba apoderando de él ante el comportamiento de ella. ¿qué se creía?, ¿que era impotente o algo así?
—pero... yo pensaba que me deseabas —balbució la pobre Demi.
—y así era, antes de que empezaras a intentar darme lecciones de moralidad — le espetó él con puro veneno en la voz—, antes de que empezaras a interferir en mi vida. te deseaba sí, pero ya no siento siquiera eso por ti, así que puedes ahorrarte todos esos trucos baratos de seducción. no tienen el más mínimo efecto sobre mí.
Demi se dio la vuelta hacia la pared, acurrucándose y mordiéndose el labio inferior en un intento por contener las lágrimas. estaba temblando, y escuchaba tan fuertes los ecos de aquellas crueles palabras en sus oidos, que no se dio cuenta de que él estaba abriendo cajones para sacar ropa y que estaba vistiéndose. aquella
había sido el arma que tim siempre había utilizado contra ella: hacerla sentirse poco deseable, demasiado poco femenina como para despertar su interés. cerró los ojos con fuerza, y las lágrimas comenzaron a rodar silenciosas por sus mejillas.
—si quisiera sexo—masculló Joe con desprecio mientras abría la puerta del dormitorio—, sería yo quien lo habría iniciado. si no lo he hecho, es porque no lo quiero contigo. te dije que lo nuestro se había acabado. debiste escucharme.
—sí, debería haberlo hecho —musitó ella con el rostro pálido.
Joe la maldijo para sus adentros. ¿por qué tenía que haberse entrometido en sus asuntos con Denise? no podía haberse limitado a ser su esposa, también creía tener la obligación de reformarlo, hacerlo parecer cruel y egoísta. no sabía nada, nada. y aquello era la gota que colmaba el vaso, aquel... despreciable acto de
seducción. varias mujeres habían tratado de hacer lo mismo, pero él siempre había detestado esa agresividad en las féminas, y lo único que habían conseguido con esa actitud dominadora era hacer que se desvaneciera todo su interés. lo último que había esperado era que Demi lo tratara también como a un semental con el que
satisfacer sus deseos. ¿tan desesperada estaba por un poco de sexo?
se giró sobre los talones y salió de la habitación, cerrando la puerta tras de sí.
Se sintió mal cuando la oyó sollozar desconsolada, pero no se dejó ablandar, y bajó las escaleras.
Sin embargo, Kevin que salía en ese momento de su dormitorio, al fondo del pasillo, también oyó el llanto de Demi y fue tras Joe y se enfrentó a él en el establo.
—ya no lo aguanto más —le dijo yendo hacia él y clavándole el índice en el pecho mientras hablaba—.no lo aguanto más. ¡esa pobre muchacha te ha soportado demasiado!
Joe se quitó el sombrero y lo tiró al suelo.
—¿qué vas a hacer, pegarme? —necesitaba descargar adrenalina como fuera, y si su hermano estaba dispuesto, por él no había problema—. vamos, pégame. cada puñetazo te lo devolveré con intereses —se los merecía por entrometido, se dijo.
—no quiero pegarme contigo, idiota —le espetó Kevin, poniendo los brazos en jarras—, aunque lo haría si eso fuese a hacerte entrar en razón. Demi va y compra ropa sexy para excitarte, y tú vas y la haces llorar. eres un canalla. ¡y pensar que solo estaba tratando de ponértelo fácil!
Joe frunció el ceño. allí había algo que no le encajaba.
—¿ponerme fácil el qué? —repitió suspicaz.
Kevin resopló hastiado.
—no quería decírtelo para no herir tu orgullo, pero tal vez sea mejor que lo haga: le he contado lo tuyo.
—¿y qué se supone que es «lo mío»? —inquirió Joe empezando a irritarse.
—¡ya sabes qué! —gruñó Kevin—. tenía derecho a saberlo, es tu esposa.
—Kevin, quiero que me digas ahora mismo qué diablos le has dicho —masculló Joe, a punto de perder la paciencia.
—la verdad —respondió su hermano, preparándose para el estallido de furia que estaba seguro se produciría a continuación—, le dije que eres virgen.

Un capi mas Jemi
gracias por sus coment 
las qiero!!♥

The Man She Loves to Hate cap.31




Selena se marchó. Miley se quedó mirándose en el espejo. Una sencilla cena de trabajo. Eso era lo que Nick le había dicho. Sólo un paso más en su relación. Nada de pruebas. No debía considerarlo una prueba.
Ella le había dicho que no estaba lista y así era. Había demasiadas cosas en juego. La relación era demasiado reciente y ella estaba demasiado asustada de todo lo que Nick estaba dispuesto a hacer sólo por estar con ella y ver adónde podía llevarles aquella relación.
Se retocó el maquillaje y se volvió a aplicar el lápiz de labios con mano temblorosa. Regresó al bar, pero el bar ya estaba vacío. Un camarero estaba esperándola para indicarle el camino al restaurante.
Miley sintió unos deseos inmensos de huir, de retirarse a su mundo de fantasía. Un mundo donde, simplemente, la realidad no existía.
—El caballero me dijo que la acompañara —dijo el camarero con una agradable sonrisa.
Señaló hacia un lugar y Miley cometió el error de mirar en aquella dirección.
Allí estaba Nick. Un hombre fuerte y apuesto, de ojos verdes como la hierba, cabello como el carbón y alas para los que se las pudieran ver.
¿Cómo se podía marchar y dejarlo allí, solo, esperándola? Nick se merecía un trato mejor por su parte, por parte de todo el mundo.
Comenzó a caminar hacia él. Sonrió al llegar a su lado y dejó que sus ojos revelaran lo mucho que le gustaba lo que veía. Él le devolvió el gesto y, durante un instante, fue como si sólo existieran los dos.
Ojalá estuvieran solos los dos.
Nick le ofreció el brazo, ella lo aceptó y dejó que él la condujera al salón.
Entró con la cabeza bien alta, con una máscara que ocultaba el terror que sentía en aquellos momentos. Nick la sentó al final de la larga mesa y se sentó frente a ella. Selena no parecía estar por ninguna parte.
—¿Dónde está Selena? —le preguntó ella en voz baja.
—No se sentía muy bien —respondió el hombre con ojos de granito que había llegado con Selena y que se había sentado al lado de Nick—. Manda disculpas.
—Miley, éste es Kevin Haynes, mi mano derecha. Kevin, Miley.
Entonces, la mujer embarazada entró y se sentó al lado de Miley.
—Y ésta es Susan Price, asistente personal tanto de Kevin como mía.
Susan sonrió a , aparentemente sin ninguna malicia.
—Yo gané dinero contigo —dijo—. Y, antes de que las cosas se pongan incómodas, te diré que el padre del bebé ya no está conmigo. Tampoco estoy casada. Prefiero pensar que esto es la prueba de que tengo cerebro, aunque lo perdiera temporalmente.
—A Susan le gusta ir directamente al grano y dejar las cosas bien claras — dijo Nick secamente—. A veces, resulta muy útil. ¿Con quién has hablado? —le preguntó a Susan.
—Max Cato es tuyo. Simon Pell es tuyo. Rufus es de Christina y Jasper está dudando. Es mejor decir que es de Christina.
El aficionado a los Warhammer, que estaba sentado al otro lado de Susan, le preguntó a ésta si quería un poco de agua. Cuando ella asintió, él le llenó el vaso y luego hizo lo mismo con los que le rodeaban. Susan comenzó a charlar con ese grupo, lo que le dio a Miley la oportunidad de llevar una conversación casi
privada con Nick, a pesar de que Kevin estaba escuchando.
—¿Eso que cuentas son votos? —le preguntó a Nick en voz baja.
—No necesariamente.
—Hannah me habló del plan de tu madre para quitarte Jonas Holdings.
—Selena exagera.
—Pues a mí no me lo pareció —dijo Miley tratando de sonreír—. Hace tres meses, yo tenía una existencia útil y perfectamente decente. Dudas manejables.
Nada de grandes negocios ni desagradable política de sociedad por ninguna parte. Entonces, viniste tú.
—Ya me darás las gracias más tarde.
—En este momento, no me apetece lo más mínimo darte las gracias.
—Ya somos dos, castaña.
—Lo sé. La cena duró una eternidad, o, al menos, eso fue lo que le pareció a Miley. En realidad, terminó poco después de las diez. Kevin seguía siendo una incógnita, aunque su alianza con Nick parecía evidente. Susan era maravillosa. El de Warhammer se llamaba en realidad Mark. Jasper quería que Nick le enviara el
informe trimestral, para lo que, aparentemente, faltaban otras dos semanas. Nick le prometió que se lo enviaría aquella misma noche o al día siguiente por la mañana, dado que Jasper lo quería tener para la reunión del consejo del lunes.
Jasper también le sugirió que enviara el informe a todos los demás miembros del consejo.
A Miley le pareció que a Jasper no le importaba en absoluto quién era Miley o por qué Christina se oponía a ella. A Jasper, que, según Nick, llevaba en el consejo desde que lo fundó su abuelo, sólo le importaba el bien de la empresa.
—¿En tu casa? —le preguntó Kevin después de que Jasper se marchara.
Ncik asintió.
—Miley... no me había imaginado que terminaríamos así la velada, pero, ¿te importaría?
—No me importa.
—También vamos a necesitar que esté Selena — dijo Kevin tras mirar rápidamente a Miley—. Iré a buscarla.
—Dile... —susurró Miley. Deseó que hubiera otro modo menos público de hacer aquello—. Dile que yo no estaré.
—Quédate —le dijo Nick más tarde, sacando las cosas de la bolsa de viaje de Miley casi a la misma velocidad a la que ella las metía—. Podemos superar esto.
—No. No podemos. Sé que crees que puedes conseguir doblegar a tu familia y hacer que me acepten, pero no va a ocurrir, Nick. No voy a consentir que pierdas todo por mi culpa. Es hora de terminar con esto.
—Te necesito aquí.
—No. Necesitas a Kevin y a Selena. Tú necesitas hacer ese informe.
—¿Por qué te estás comportando como un mártir? ¿Porque mi madre está molesta porque estoy saliendo contigo? Ella sola se hizo la cama y todos los demás tuvieron que tumbarse con ella. Debería haber dejado marchar a mi padre.
Al menos, ella podría haber tenido la oportunidad de ser feliz.
—Estoy de acuerdo contigo —repuso Miley—. Al cien por cien. Tu madre no sabía cuándo debía dejar marchar, pero yo sí.
—¡No voy a consentir que me chantajeen para que te deje!
—¡En ese caso, hazlo por mí! —le gritó ella—. No puedo vivir en ese mundo al que me has llevado esta noche. Con jueguecitos y comentarios hirientes. ¡No voy a vivir mi vida así!
—¡No lo hagas! Sin embargo, eso no significa que me tengas que dejar a mí. He oído hablar del compromiso, Miley. ¡Lo hago todos los malditos días! Te estoy pidiendo que creas en mí. Tienes que creer que puedo sacarnos de esto.
—¿Compromiso? ¡Nick, por favor! —exclamó ella con incredulidad—. No sabes el significado de esa palabra. Tomas lo que quieres, sin pedirlo. Bien o mal, deseabas mi presencia en esa cena esta noche, por lo que la forzaste. Yo estoy aquí, tratando de hacer mi maleta y tú estás deshaciéndomela. No escuchas lo que te dice la gente que te rodea. ¿Cómo puede ser eso un compromiso? ¿Acaso
es eso diferente de lo que hizo tu padre tomando una amante sin pensar en los sentimientos de las personas que lo rodeaban?
—¡Yo no soy mi padre! —gritó él, cada vez más furioso.
—¡Entonces, deja de comportarte como él! —replicó ella, también muy enojada—. ¿Cuándo vas a aprender que no se puede tener siempre lo que uno quiere? ¿Que a veces, el precio que se ha de pagar es demasiado alto? ¿Que tú tienes siempre la última palabra cuando se decide si se continúa una relación? No soy lo suficientemente fuerte para esta batalla, Nick. Te estoy diciendo que no puedo andar en tu mundo sin perder hasta el último retazo de confianza que he tenido nunca. Te digo que llevo enfrentándome a la desaprobación de tu familia toda la vida y que estoy cansada, Nick. Tan cansada...
Las lágrimas comenzaron a caerle abundantemente por las mejillas.
—Dejaré Jonas Holdings —dijo él—. A mi familia también. Si es eso lo que necesitas para ser feliz, haré ese sacrificio.
—No me haría feliz, ¿no te das cuenta? Yo no merezco esa clase de
sacrificio.
—En mi opinión, sí.
—Me ha encantado pasar estas semanas contigo. Me ha gustado conocerte, pero hay cosas sobre ti que me dan miedo. Tu fuerza de voluntad. Tu crueldad.
—Tú también eres así, castaña. No eres tan diferente.
—No te amo.
Era una mentira. La mentira más cruel que había dicho en toda su vida. Sus siguientes palabras fueron aún más crueles, pero las dijo porque sabía que, sin ellas, Nick no la dejaría marchar.
—Esta noche te miré y no me gustó lo que vi. Vi a James.
Aquella vez, Nick sacudió la cabeza y se dio la vuelta. Miley cerró los ojos y deseó estar en el infierno, porque seguramente allí estaría mejor que en la tierra.
—Vete —susurró él con la voz entrecortada—. Vete...
Nick abandonó el dormitorio. Ella terminó de recoger sus cosas y llamó a un taxi. Con la bolsa de viaje cargada al hombro y la cabeza baja se dirigió hacia la puerta de la casa de Nick, donde él la estaba esperando con la boca tensa y los ojos vacíos.
—¿Ha sido algo de todo esto real o tu única intención era conseguir que me enamorara de ti para que pudieras vengarte por fin de los pecados de mi padre conmigo? —le preguntó Nick mientras Miley extendía la mano para abrir la puerta —. Dímelo, castaña. Me gustaría saberlo.
Mileylo miró y deseó no haberlo hecho. Los ojos de Nick le hicieron más daño que sus palabras.
—¿Estuviste siempre planeando dejarme en el peor momento posible?


Hola Niñas 
aqi les dejo un capi tiste =(
bueno espero os guste !!
tambn dejare un capi Jemi!


jueves, 28 de junio de 2012

Contract Compliance cap.15






Miley creyó que se detendría allí, pero él separó la chaqueta de ella y deslizó las manos bajo el suéter. Cuando sintió sus manos frías en la piel, respiró con fuerza y se apretó más contra él. Sabía que había gente cerca, pero no podía detenerse. El peligro de que los descubrieran contribuía a excitarla aún más.
Las manos de él se cerraron en torno a sus pechos y acarició los pezones por encima del sujetador. Un anhelo delicioso se instaló en el vientre de ella, que gimió con suavidad y le sacó la camisa del pantalón. Buscó el vientre plano de él con las manos y las bajó
hasta rozar su erección, caliente y dura bajo los vaqueros.
Nick le mordisqueó el cuello y le besó la oreja.
-No creo que tengamos que cuestionar mi masculinidad -susurró.
Miley abrió los ojos de golpe y vio que la miraba sonriente. Se apartó con un gruñido de frustración y ordenó rápidamente su ropa.
-No eres tan encantador -dijo-. Y elegiremos toallas rosas. 
-Sandía -le recordó él.
Ella le tiró la toalla a la cabeza.
-Vamos a pasar a las sábanas -dijo.
-Buena idea -musitó él-. Pasemos a la cama.
-Que puedas convertir una lista de bodas en un juego sexual no significa que tengas muchos encantos -musitó ella.
Nick le tomó una mano y la obligó a detenerse.
-¿Crees que no sé lo que haces? Vamos, Miley, no soy tonto. Me quieres volver loco con tus horribles comidas y tu gusto hortera para que rompa contigo.
-¿Mis comidas horribles? -preguntó ella. Buscó una excusa, una explicación alternativa, pero no se le ocurrió nada.
-Olvidas que cenábamos a menudo juntos en la universidad -dijo él en voz baja-. Y eras una cocinera excelente. Y no recuerdo que el rosa chillón fuera tu color favorito.
Le acarició la mejilla y la miró a los ojos. Sonrió con malicia.
-Olvidémonos de las sábanas -dijo-. Tengo una idea mucho mejor -tiró de ella hacia los ascensores-. Hay que comprar algo mucho más importante.
-¿Qué puede ser más importante que las sábanas?
-Ya lo verás.
Esperaron a que se abriera la puerta y Nick pulsó el botón del primer piso. Cuando salieron, la tomó de la mano y tiró de ella hasta la sección de los anillos de diamantes.
-De acuerdo -dijo-. Tú querías un diamante grande. Elige uno.
Miley dio un respingo. -¿Qué?
-Ya me has oído. Elige uno. El anillo que quieras es tuyo.
-Yo no voy a elegir un anillo de compromiso.
-¿Por qué no? -preguntó Nick, enarcando las cejas-. Estamos eligiendo sábanas y toallas sin motivo, pero el anillo sí entraba en el trato, ¿recuerdas? -saludó con la cabeza al dependiente que había detrás del mostrador y señaló unos anillos expuestos sobre
terciopelo-. Queremos verlos.
-No, no queremos -replicó Miley. Una cosa era elegir toallas y otra aquello. Pedir un anillo grande había sido sólo la primera idea de su plan de boicotear el ensayo; jamás había tenido intención de obligarlo a comprarlo-. Vámonos.
-No, quiero que elijas uno -insistió él-. Vamos, no puede ser tan difícil. A todas las mujeres les gustan los diamantes.
-Yo no soy todas las mujeres.
Nick sonrió.
-No, no lo eres. Eso lo sé.
-Pero si lo fuera -siguió ella-, elegiría éste -señaló un diamante enorme montado en platino-. Y si has terminado de hacer el tonto, vamos arriba a elegir sábanas.
Se volvió hacia los ascensores, pero Nick se quedó atrás a hablar con el dependiente.
Poco después, la alcanzó y le pasó el brazo en torno a la cintura.
-No vamos a elegir sábanas rosas chillón -dijo-. Me niego.
Miley sonrió para sí.
-Eso no parece una postura muy flexible.
-No tengo por qué ceder hasta que estemos casados -musitó él-. Hasta entonces no habrá nada rosa en mi casa ni más hamburguesas de tofu.

Nick abrió la cajita de terciopelo y miró el anillo de diamantes. Hacía dos días que lo llevaba encima, sin decidirse a dárselo a Miley. Seguramente no había sido la mejor compra, teniendo en cuenta que al fin habían salido a la luz los verdaderos motivos de
ella. Su juego había terminado y sólo quedaba la realidad de su situación.
Cada vez que se besaban, Nick se sumía en un mar de confusión. Lo que había empezado como una sencilla amistad, se había complicado de pronto; el deseo se había mezclado con el sentimiento hasta que ya no sabía lo que quería en realidad.
¿Y qué quería Miley? Cuando la besaba, no tenía la impresión de besar a una mujer empeñada en destruir su tenue relación, sino a una mujer que lo deseaba tanto como él a ella.
Se echó hacia atrás en la silla del despacho y levantó el diamante a la luz. La intimidad entre ellos crecía, los besos se hacían cada vez más intensos. La noche anterior, uno de esos besos había llevado a una sesión erótica en el sofá.
Había decidido no presionarla, pero no sabía si podría aguantar mucho más. Los dos eran adultos normales con necesidades normales.
Una llamada a la puerta lo sacó de sus pensamientos. Levantó la vista y vio a su padre en el umbral.
-Anoche tuve una llamada -dijo.
Nick cerró la cajita y la guardó en el bolsillo de la chaqueta.
-¿Estás esperando que adivine de quién era? -preguntó.
-¿No lo sabes?
-No -repuso Nick-, pero sospecho que me lo vas a decir.
-Me llamó tu futura suegra, quería invitar a la familia en Acción de Gracias. Al principio pensé que sería una loca, pero cuando me dijo que mi hijo, Nick Miller, estaba prometido con su hija, Miley Finley, me vi obligado a pensar que quizá debía
ser la verdad. ¿Estás prometido?
Nick no sabía qué contestar. Legalmente, podía afirmar que Miley y él tenían un acuerdo de matrimonio, pero hasta que ella le prometiera amor eterno, prefería pensar que estaban «temporalmente unidos» y no prometidos del todo, aunque tampoco tenía por qué contar toda la verdad.
-Eso era lo que querías, ¿no?
Quería que te tomaras tu vida en serio. ¿Vas en serio con lo de ese matrimonio?
-Sí -en cuanto lo hubo dicho, Nick comprendió que era verdad. Iba en serio con Miley, no era una mentira para aplacar a su padre. Empezaba a creer que había encontrado a la mujer ideal años atrás y le había llevado todo ese tiempo volver a encontrarla.
-¿Y no vas a dejar a ésta como a todas las demás?
-No puedo prometerte que no haya momentos difíciles, pero tú tenías razón. Es hora de que empiece a tomarme la vida en serio.
Su padre asintió con la cabeza.
-¿Y quién es esa chica?
-Se llama Miley Finley y nos conocimos en la universidad. Ella empezó tres años después que yo, pero vivía en el apartamento encima del mío.
-¿Qué clase de chica es?
-¿Qué narices significa eso? -preguntó Nick, malhumorado-. ¿Y qué más da? Tú querías que me casara y me voy a casar. Con quién me case no es asunto tuyo.
Su padre lanzó una maldición.
-Yo quiero que te cases con una mujer a la que ames. Quiero que seas feliz
-Y lo que tú quieres para mí siempre ha sido más importante que lo que quiero yo para mí.
-No vamos a entrar ahora en eso - dijo Paul Miller-. ¿Quieres que acepte la invitación, sí o no?
-No lo sé -Nick se levantó y se acercó al sofá, donde tomó el abrigo que había dejado antes allí-. No sé lo que vamos a hacer ese día. Hablaré con mi prometida y te lo diré. 
Salió del despacho, resistiendo el impulso de provocar una pelea con su padre y quemar sus frustraciones con la persona responsable de aquella locura. De camino a su coche, intentó averiguar por qué estaba tan enfadado. ¿Por las exigencias de su padre, su manipulación y sus ridículas expectativas? ¿O era que no quería recordar lo que había devuelto a Miley a su vida?
Unas semanas antes, todo parecía muy sencillo. Usaría el contrato para reintroducir a Miley en su vida y probarle a su padre que podía encontrar una chica con la que casarse, aunque no se casara con ella. Pero sus sentimientos crecientes por Miley no tenían nada
de sencillo, eran confusos e intensos, .y completamente inesperados. De camino a su casa intentó poner en orden sus pensamientos. Le gustaba saber que encontraría a alguien en su casa, y ahora que la cocina de Miley había mejorado
considerablemente, él había empezado a salir una hora antes del despacho para estar allí cuando ella llegaba a casa.
Pero cuando entró en el garaje, encontró la camioneta de ella ya allí. Salió del coche silbando y entró en la casa. Thurgood salió a recibirlo con un ladrido suave. Nick se inclinó a rascarle las orejas y vio algo en su hocico.
-¿Qué es esto? ¿Has vuelto a escarbar en el barro?
Se incorporó y cruzó la cocina hacia la sala de estar, con el perro trotando detrás.
-¿Miley? -la planta baja de la casa estaba en silencio. Subió las escaleras de dos en dos y se acercó al dormitorio de ella-. ¿Miley?
-Márchate -dijo ella.
Su voz sonaba temblorosa. Nick llamó a la puerta con los nudillos y la abrió despacio.
Miró la escena que tenía ante sí.
-¿Qué narices ha pasado aquí?

Bueno niñas es todo por hoy espero les hayan gustado los capis las adoro besitos

Contract Compliance cap.14






Miley miró con temor la expresión extasiada de su madre y la sonrisa divertida de Nick. Aquello no iba según lo planeado. La llegada de su madre había añadido una complicación imprevista. Indicó la cocina con la cabeza.
-Mamá, si nos disculpas, quiero hablar un momento con mi prometido.
Tomó a Nick del brazo y lo arrastró fuera de la sala.
-¿Qué? -murmuró él.
-¿Por qué no le dices algo?
-¿Qué? Por si no te has dado cuenta, es difícil hablar. Siempre que me mira, se echa a llorar. ¿Y qué quieres que le diga? Parece empeñada en los planes de boda.
-Dile que se marche y se lleve a la planificadora de bodas con ella. Nick se encogió de hombros.
-Quizá debamos escucharla. Tengo entendido que planear una boda puede ser agotador. Y tú trabajas muchas horas.
Miley soltó un respingo y le dio un golpe en el hombro.
-No voy a empezar a planear nuestra boda. Aún no llevamos una semana juntos y mucho menos tres meses. Y no he dicho que me vaya a casar contigo, esto es sólo un ensayo de compromiso, ni siquiera es aún un compromiso.
Nick la miró a los ojos.
-¿Ni siquiera quieres considerar la posibilidad de que lo nuestro pueda funcionar? - preguntó.
Miley abrió la boca, pero volvió a cerrarla.
-¿Tú sí?
-Yo quiero darle una oportunidad - repuso él.
Ella tragó saliva con fuerza.
-¿En serio?
-Por supuesto. Creía que tú también. ¿Qué daño puede hacer? Habla con ella. Y procura evitar que llore.
Sonó el timbre de la puerta y Miley dio un salto. Nick le tomó una mano y la llevó a su pecho. La joven percibía los latidos de su corazón bajo los dedos y cerró los ojos. Cada día parecía que se debilitaban un poco más sus defensas, lo que la llevaba a preguntarse si tal vez podrían crear algo especial juntos.
Nick le puso un dedo debajo de la barbilla y le levantó la cabeza para mirarla a los ojos.
Bajó la cabeza despacio y le dio un beso tan cálido y dulce, que ella pensó que se iba a derretir allí mismo. Suspiró con suavidad y él le pasó los brazos por la cintura y la besó con pasión.
-¡Oh! ¿Ha visto eso?
Miley se apartó rápidamente y se tocó los labios con dedos temblorosos. Tish y otra mujer sonreían encantadas en la entrada de la cocina.
-Lo siento -murmuró Miley.
-¿Verdad que son una pareja muy atractiva? -preguntó Tish-. Mis nietos van a ser muy guapos. Venid. Vamos a sentarnos y hablar de la boda.
Su madre abordaba siempre todos sus proyectos con un entusiasmo sin límites; ya fuera la creación de su rosaleda o su determinación de aprender a jugar al golf, no se rendía nunca hasta que lograba la perfección. Y en cierto sentido, Miley tenía la sensación de
que podía hacer realidad uno de sus sueños. Disfrutaría eligiendo las flores más apropiadas y el vestido perfecto, las invitaciones y la comida, y se sumergiría de lleno en la magia de la boda perfecta.
¿Pero qué pasaría cuando se enterara de que no habría boda? Miley abrió la boca, dispuesta a decir la verdad, decidida a cortar a por lo sano. Pero Nick se le adelantó.
-Señora Finley...
-Tish -insistió la mujer-. O «madre», si lo prefieres -apretó los labios para combatir otro ataque emotivo-. Puedes llamarme «madre».
-Tish está bien -dijo Nick-. Si no le importa, creo que tendremos que dejar esto para otro momento. Miley acaba de llegar del trabajo y ha tenido un día duro. ¿Por qué no nos llamamos mañana y fijamos una reunión? -se acercó a la mujer, le pasó un brazo por los
hombros y la guió hacia la puerta-. Veo que esto va a requerir mucha energía y Miley tiene que estar descansada, ¿no le parece?
-Por supuesto -musitó Tish con tono de disculpa-. ¿Pero no podríamos empezar por unos detalles sencillos? ¿Cuáles son tus flores predilectas, cariño?
-Sus flores predilectas son las rosas inglesas -contestó Nick-. A ser posible amarillas o blanco crema.
-¿Y los vestidos de las damas de honor? -preguntó la planificadora de bodas-. Tenemos que decidir algo en ese sentido. ¿Y la tarta?
-Miley querrá vestidos sencillos pero elegantes, sin muchos adornos. Y su tarta favorita llevaría chocolate, aunque también le gusta con plátano -se volvió a mirarla-. ¿Verdad?
La joven asintió, sorprendida de que se acordara.
-Sí -murmuró-. Quiero una tarta de plátano.
En cuanto lo hubo dicho, habría querido retirar sus palabras. ¿Tarta de plátano? Ella no quería una boda.
-Entonces decidido -declaró Nick-. Plátano. Y por encima ese...
-... queso cremoso -dijeron los dos a la vez. 
Y Miley se mordió el labio inferior.
-¿Y los colores? -preguntó la organizadora.
Miley miró a Nick, retándolo a contestar y adivinar su color predilecto.
-Creo que Miley está muy guapa con los tonos más pálidos de lavanda -dijo él-. Tiene un suéter así que me gusta y ese color resalta sus ojos y su piel y va muy bien con su cabello moreno.
La joven recordó el suéter lavanda que llevaba el día que se encontraron en la calle. Era su suéter favorito y su color favorito. Una sonrisa entreabrió sus labios y una oleada de afecto calentó su corazón. Nick conocía su color predilecto y prácticamente había dicho que era guapa.
Por el momento era suficiente para hacerle dudar de su plan de esposa diabólica.


-Dime otra vez por qué estamos aquí -musitó Nick.
Miley apretó su mano con fuerza y tiró de él hacia las escaleras mecánicas que llevaban al segundo piso de Bloomingdale's. Odiaba ir de compras y aquel viaje iba a ser una tortura, pero había que hacerlo.
-Lista de bodas -musitó.
Nick tenía que derrumbarse antes o después y la lista de bodas había hecho tambalearse a más de una pareja.
Los planes de boda habían empezado con fuerza desde la visita de su madre. Tish llamaba todos los días aunque, para alivio de su hija, había decidido que necesitaban un año por lo menos para planear el gran acontecimiento, lo que les daba tiempo de darle la
mala noticia antes de que nadie gastara mucho dinero.
-Creía que no querías casarte conmigo -musitó Nick.
Miley lo miró con los brazos en jarras.
-Es sólo para tranquilizar a mi madre. Mirará nuestra lista y nos dará su consejo sobre lo que falta. Podrá opinar sobre porcelana francesa, copas de cristal y tenedores de postre.
Nick se encogió de hombros.
-¿Así que nosotros les decimos que nos vamos a casar y ellos nos dicen lo que necesitamos?
-No, nosotros les decimos lo que queremos de regalo de boda -explicó Miley-. Lo elegimos todo y, cuando alguien quiere comprarnos un regalo, viene aquí y mira la lista que hemos hecho.
-Bien -repuso él-. Eso me gusta. ¿Así no acabamos con diez tostadoras y una lámpara espantosa?
-No acabaremos con nada -le recordó ella-. Esto es sólo un ensayo, porque no he decidido casarme contigo.
-Todavía -añadió él. Le pasó un brazo por los hombros y la atrajo hacia sí-. Pero te gusto mucho, ¿verdad? Vamos, puedes admitirlo. Soy un gran tipo y no puedes resistirte a mí, ¿verdad?
Miley pensó que no sabía hasta qué punto acertaba. Sí, le gustaba mucho. Cada día le costaba más trabajo convencerse de que no era el hombre más perfecto del mundo...
hasta que se recordaba que todas sus novias habían pensado lo mismo antes de que las dejara confusas y con el corazón roto.
-Eres un gran tipo -admitió-. Y no soy inmune a tus encantos.
-Y todavía no he sacado mis mejores armas.
Miley se preguntó qué querría decir con eso. Juntos recorrieron los departamentos de porcelana y de cristal. Había tanto donde elegir, que a Miley le dolía la cabeza sólo con pensar en ello.
-Empecemos por algo fácil -sugirió-. Sábanas y toallas.
Nick la siguió al departamento de ropa del hogar. Miley lo miró por encima del hombro y vio que fruncía el ceño ante las largas hileras de toallas de baño de distintos colores.
Eligió una rosa brillante y se la mostró.
-Esta -dijo.
Él la miró con aire dudoso.
-Para ti puede, pero yo no pienso envolverme en esa cosa cuando salga de la ducha - tomó una toalla azul marino-. Yo quiero ésta. Por lo menos con este color sí me puedo mirar al espejo.
Miley intentó no imaginárselo desnudo envuelto en una toalla. Tragó saliva y pensó si allí tendrían toallas transparentes.
-Tenemos que elegir sólo una -dijo-. El matrimonio es eso. Pensar como uno. Hay que aprender a ceder.
-Sí, claro, ¿y tengo que aceptar toallas rosa chillón?
-Son color sandía, no rosa chillón. Y si estuvieras seguro de tu masculinidad, no te preocuparía tanto qué toalla usas.
Nick abrió la boca, pero volvió a cerrarla. Tiró de ella hacia la zona de las cortinas de ducha. Cuando quedaron ocultos del resto de los clientes, la besó con fuerza y jugueteó con la lengua en sus labios hasta que ella devolvió el beso con la misma pasión.




The Man She Loves to Hate cap.30




El tiempo fue pasando.
Nick parecía haber desaparecido. Miley se excusó de la conversación y devolvió el vaso vacío a la barra. Le preguntó al camarero dónde estaban los aseos.
—Saliendo por la puerta a la derecha. Bien.
—Seguramente son falsas —dijo una mujer refiriéndose a las perlas cuando Miley pasó a su lado.
—Seguramente una bruja —susurró ella. Entonces, tras mirarla con
desaprobación, siguió andando. Salió de la sala y se encontró a Nick, que estaba a punto de entrar.
—Vamos a ir a cenar —dijo al verla—. Tenía que ocuparme de un par de cambios en las mesas.
—Tu madre no ha venido —replicó Miley—. ¿Quién más no lo ha hecho?
—Nadie. Lo estás haciendo muy bien, pelirroja. Gracias por darme el espacio suficiente para hablar de negocios con los invitados.
Miley le dedicó una triste sonrisa, la que esbozaba para los clientes del bar de su madre, llena de una seguridad en sí misma que distaba mucho de sentir.
—De nada. La mitad de tus jefes regionales son adictos a los juegos en línea. Hemos encontrado un tema común.
—Entonces, cuando termines de reducirlos a esclavos, ven a buscarme — susurró Nick. Se inclinó para besarla, no ligeramente, sino con una promesa de lo que le daría en el futuro.
—Vete a hacer negocios.
Se dirigió al aseo. El estrecho pasillo que conducía a las puertas no estaba vacío. Uno de los jefes de división de Nick, un caballero de cierta edad, se dirigía hacia ella con una sonrisa en los labios.
—Tú debes de ser la pareja de Nick —dijo, deteniéndose para ofrecerle la mano—. Rufus Edwards.
Rufus Edwards tenía las manos sudorosas. También era una de esas
personas que estrecha la mano de otros con dos de las suyas.
—Por supuesto. Yo conocí a tu madre, así que te he reconocido enseguida —dijo Rufus—. Hermosa mujer tu madre. Exquisita. Es una pena que a James no le gustara compartir.
Miley tiró de la mano, pero no consiguió retirarla.
—Sin embargo, creo que descubrirás que el joven Nick es mucho menos constante que su padre —añadió el hombre afablemente—. Los jóvenes de hoy en día no tienen constancia.
—Me gustaría recuperar mi mano, por favor, señor Edwards —dijo Miley—. Ahora mismo. La sonrisa de Rufus se hizo más amplia, pero hizo lo que Miley le había pedido.
—Si no te importa que te lo diga —murmuró—, ésa no es manera de hablar a un posible cliente.
—Usted no es un posible cliente, viejo. No podría pagarme. Ahora, dígame una cosa —le dijo Miley, acercándose a él como buscando confidencialidad—, ¿quién es su mujer? Me gustaría tanto conocerla.
Rufus se marchó enseguida.
Miley encontró el aseo y se dirigió directamente al lavabo. Jabón. Necesitaba enjabonarse las manos para borrar el desagradable tacto de Rufus y la fealdad de sus palabras. Mientras se las frotaba, se miró en el espejo y examinó su rostro, su aspecto. Trató de imaginarse qué era lo que tenía para sacar siempre lo peor de
los demás.
¿Su aspecto? ¿Sus modales? ¿Una reputación que siempre la precedía?
¿Qué?
Nick pensaba que le iba bien en la vida. Ella no estaba de acuerdo.
Tras enjuagarse las manos, las apoyó sobre el borde del lavabo de
porcelana y cerró los ojos. Deseó estar en Christchurch, en su apartamento, con su horrible vista y sus amigos de papel por todas partes. No necesitaba aquella clase de gente en su vida, la clase de gente que destrozaba a otros para salir a flote. Los que se comportaban sin conciencia y luego se ocultaban detrás de ropa
cara y mentiras increíbles, seguros de que su estatus los protegería, en especial contra alguien que no tenía ninguna de esas cosas. Normalmente así era.
Estaba segura de que, en aquellos momentos, el asqueroso Rufus le estaba diciendo a su esposa que Miley acababa de ofrecerle favores sexuales por un precio. Para cubrirse. Para vengarse de ella. Eso era lo que estaba ocurriendo. Y no sabía si era lo suficientemente fuerte como para enfrentarse a ello.
—Puedes hacerlo —susurró en voz alta, pero a su voz le faltaba convicción —. Prometiste que lo intentarías.
El ruido que hizo la puerta del aseo al abrirse hizo que ella abriera también los ojos. Su mirada se cruzó con la de la mujer que acababa de entrar a través del espejo. Una mujer de brillante cabello negro que enmarcaba un rostro que, hacía años, había sido tan familiar para Miley como el suyo propio. Selena, con diamantes en las orejas y ataviada con un vestido de color azul medianoche.
Selena, con los ojos rojos de tanto llorar.
—¿Por qué él? —le espetó al verla con una profunda amargura—. Podrías tener a quien quisieras. ¡A cualquiera! Lo único que tendrías que hacer sería mirarlos. ¿No podrías al menos haber tenido la decencia de alejarte de él?
—¿Y crees que no lo intenté? —replicó Miley—. ¿Acaso creías que quería enamorarme de un hombre que me trajera de nuevo a esto, a una sala llena de personas que están convencidas de que soy una ramera, y frente a ti, que llevas más años odiándome de los que soy capaz de contar por algo que ni siquiera fue culpa mía? ¿Qué es lo que te he hecho yo a ti, Selena? ¿Qué es lo que he hecho
yo mal?
—Tuve que elegir —rugió Selena, aún a través del espejo—. Ella me hizo elegir y ahora va a volver a hacerlo, porque Nick te miró y tú lo miraste a él. ¿No podrías haberte marchado sin mirar atrás?
—Lo intenté —repitió Miley—. Selena, te juro que lo intenté. Nick vino detrás de mí. Es bueno para mí y yo soy buena para él. Lo que hay entre nosotros es brillante y hermoso. Me ciega, Sel. Nos ciega a los dos. Lo único que pedimos es una oportunidad de explicar lo que hay entre nosotros. ¿Tanto estamos pidiendo?
Yo no soy una mala persona. Tú me conoces. ¿De verdad soy tan mala para él? 
—No sabes a lo que te enfrentas —le dijo Selena Los ojos se le habían vuelto a llenar de lágrimas—. No queda nada bueno en mi madre, Miley. Nada más que amargura y odio. No tienes ni idea de lo fácilmente que odia. Esto viene de ser siempre la última en el cariño de mi padre. Después de su maravillosa empresa, de su maravillosa Rachel y de muchas cosas más. Viene de doce años
de tener que soportar los comentarios malintencionados de esas brujas porque no satisfacía a su marido. ¿Crees que tú estás pasando una mala noche? ¿De verdad crees que no puede ser peor? Te equivocas. Puede ser mucho peor y tú ya has venido al cuarto de baño para esconderte.
—Y tú también. ¿Por qué te escondes tú? ¿No estás consiguiendo
exactamente lo que quieres, Selena? ¿Que todas esas personas me estén crucificando?
—Todavía no te lo ha dicho, ¿verdad? Ni siquiera sabes lo que de verdad está ocurriendo ahí fuera esta noche. Estás demasiado ocupada preguntándote lo que la gente piensa de ti —dijo Selena con voz gélida—. Pues deja que te otorgue el don de la clarividencia. Esta noche, Nick está ahí luchando por mantener el control de la empresa, Miley. Mi madre va a presentar un voto de no confianza contra él. Está en riesgo todo por lo que él ha luchado siempre. Y está desgarrando a nuestra familia. Por ti.

The Man She Loves to Hate cap.29




—¿Cuánto has oído? —le preguntó él con voz ronca.
—Todo. ¿Quieres hablar de ello?
—Acabo de hacerlo.
—¿Quieres que me vaya?
—No.
—Sería mejor que lo hiciera.
—¿Para quién? ¿Para mi madre y para Selena?
—Para ti.
—No —dijo él mesándose de nuevo el cabello—. Mira, ¿no puedes olvidar que acabas de escuchar esa conversación?
—No —replicó ella—. Hay partes de la misma que quiero recordar. Me ha gustado bastante lo de «seguramente estoy profundamente enamorado de ella». Bonita frase, Romeo.
—Miley, yo...
—También me ha gustado bastante que te hayas negado a dejarme a pesar de todo lo que se te viene encima. Por supuesto, seguramente tiene más que ver con el hecho de que no te gusta que te digan lo que tienes que hacer que con el hecho de que estés profundamente enamorado de mí, pero aun así...
—¿Por qué es que las mujeres no hacen más que preguntar a un hombre si quiere hablar sobre algo y entonces, cuando él dice que no, siguen y analizan la situación de principio a fin de todos modos?
Miley había llegado a la encimera. Se había apoyado junto a él y había sacado un pastelillo de la caja mientras miraba el humeante café que él le había preparado a Selena.
—No te importa que me beba el café de Selena, ¿verdad? —le preguntó ella dulcemente—. Me he dado cuenta de que no se lo ha tomado y es una pena desperdiciarlo.
—La leche está en el frigorífico.
Observó cómo Miley la sacaba, se echaba un chorrito y volvía a guardarla mientras su estado de ánimo y su mal genio iban empeorando por momentos.
Una declaración de amor y devoción por su parte no habría caído en saco roto, pero no ocurrió. Tal vez se había equivocado con ella. Con la fuerza de su relación. Con la alegría de estar juntos. Tal vez él veía sólo lo que quería ver.
—Háblame, Miley.
—Está bien. En lo bueno y en lo malo, y yo predigo lo malo, iré a esa cena y permaneceré a tu lado. No estoy tan segura como tú de que pueda encajar en tu mundo o ser parte de él y no perjudicarte a ti. Algunas veces, soy muy tímida.
Verdaderamente tímida. Algunas veces, me cuesta relacionarme con la gente y lo único que quiero hacer es salir corriendo y refugiarme en la seguridad de mis dibujos y mi imaginación, donde yo soy la que controla todo y puedo hacer que las cosas sean exactamente como a mí me gustan.
—Yo puedo apoyarte —dijo él—. En la cena de esta noche, yo te apoyaré.
—Sé que lo harás —afirmó Miley, sonriendo—. Conozco tu fuerza de mente, Nick. La he visto de primera mano, pero has mentido, ¿sabes? Sobre lo de ignorar a tu familia. Sobre lo de fingir que no te importa si tienes su aprobación o no en lo que se refiere a tu relación conmigo. Claro que te importa. Te importa mucho. Lo
que piense Selena. Todavía no he decidido lo que sientes hacia tu madre.
—Yo tampoco.
—¿Te llevas normalmente bien con tu madre?
—Siguiente pregunta, castaña.
—Eso significa que no.
—Mi madre no es una persona muy abierta. Yo jamás la he comprendido.
—¿Y la comprende Selena?
—Selena y ella están muy unidas. Mi madre tiene por costumbre usar a Selena para proteger su posición. Hannah no se da cuenta.
—Familias felices.
—No tanto —dijo él. Ya estaba harto de aquella conversación en particular.
Quería que la mirada de preocupación desapareciera de los ojos de Miley—. Confía en mí —murmuró colocándole una mano en el rostro—. No me abandones ahora.
—Me estás pidiendo mucho, Nick. Estás pidiendo mucho a todo el mundo forzando esta reunión. A Selena. A tu madre. A mí. ¿Qué ocurrirá cuando te defraudemos?
—Tú aún no me has defraudado.
—Eso no significa que no vaya a defraudarte. Algunas veces, siento que estás forzando deliberadamente esta reunión, Nick, porque en lo más profundo de ti quieres que nuestra relación fracase.
—Te equivocas.
—Eso espero, porque hay modos más sencillos de terminar con una relación.
Menos destructivos.
—Y yo los conozco todos —dijo él—. Por última vez, Miley. No quiero que te vayas.


Miley se vistió para la cena con mucho cuidado. El color dorado no sentaba bien a todas las mujeres, pero a Miley sí y el dorado era precisamente el color de su vestido. Se trataba de un vestido de seda de color oro viejo que le llegaba hasta las rodillas y que a Miley le hacía pensar en el vestido negro de Holly Golightly en Desayuno con diamantes. Era sencillo. Maravilloso. Llevaba el cabello recogido en lo alto de la cabeza, como una princesa y las perlas de su abuela alrededor del cuello y colgando de las orejas. Estaba lista. Se sentía preparada para cualquier cosa que la familia y los colegas de Nick pudieran echarle encima.
Tomó el abrigo y se lo colocó sobre el brazo. Se trataba de un Vintage Chanel de terciopelo negro. Como las perlas, había pertenecido a su abuela y, como las perlas, daba elegancia y estatus a la mujer que se lo pusiera.
Podrían culparla de muchas cosas, y seguramente lo harían, pero un
atuendo inapropiado no sería una de ellas.
Nick no estaba en el dormitorio. Los hombres como Nick lo tenían fácil a la hora de vestirse para impresionar. Un esmoquin negro hecho a medida, un cepillado de dientes, un afeitado apurado y un peine por el cabello. Había tardado cinco minutos en arreglarse. El mundo era injusto.
También había que decir que él se había pasado la mayor parte de la tarde repasando las cifras que Selena le había dejado y haciendo llamadas y contestándolas. Miley le había dejado en paz, había sacado su cuaderno de dibujo y había salido al jardín. Gnomos y hadas encajaban bien en los agujeros que se encontraban en la naturaleza salvaje y allí había muchos que explorar. Además,
necesitaba un respiro. Un distanciamiento de la realidad.
Él la había llamado a las cinco y ya eran casi las seis. Él no parecía nervioso.
—¿Parezco nerviosa? —le preguntó ella.
—No.
—Bien.
—Estás bellísima, Miley.
—Gracias —dijo ella. La mirada en los ojos de Nick le dio seguridad. Incluso le permitió sonreír—. ¿Nos vamos?
—Creo que deberíamos hacerlo —replicó él—. Si no lo hacemos pronto, te aseguro que no vamos a ir.
La tarde empezó bien. Un cóctel en el bar del hotel en el que se alojaban algunos de los directivos de Nick. Más tarde, se trasladarían al restaurante del hotel, pero, por el momento, era la hora de los saludos y las presentaciones. Nick se encargaba de eso mientras que Miley hacía todo lo posible para recordar los
nombres. El hecho de que todo el mundo pareciera conocerse no ayudaba en absoluto. El que la mitad de ellos quisieran hablar de negocios con Nick tampoco.
¿Qué se suponía que hacía la esposa o la pareja de un ejecutivo cuando eso ocurría? ¿Guardar silencio? ¿Expresar su opinión sobre el asunto? Sabía muy poco sobre Jonas Holdings, tan sólo que aunaba una serie de empresas individuales.
Parecía que Nick estaba en el proceso de centralizar todo lo que fuera común.
Parecía una medida inteligente, pero algunas personas tenían reservas. La mayoría de los que tenían reservas eran los de más edad, los que eran de la edad de James, y tenían sus propias ideas sobre cómo debían hacerse las cosas. Las frases que empezaban por «James habría...» o «tu padre habría...» empezaban la mayoría de sus argumentos.
¿Cómo de harto estaba Nick de las comparaciones? Seguramente había tenido que luchar mucho para salir de debajo de la sombra de su padre. A Nick no le gustaba que lo compararan con James. Eso sí lo sabía. Sin embargo, Nick se parecía más a su padre de lo que creía. Persuasivo. Insistente. Le importaba poco el efecto que sus actos podrían tener, como el hecho de haberla llevado a ella allí
aquella noche, al igual que a James le había importado poco lo que su adulterio podría afectar a los que estaban más cercanos a él. Era indicio de su gran pasión o de su egoísmo emocional.
O de las dos cosas.
Miley no estaba del todo cómoda con ninguna de ellas.
—Voy a saludar a la gente —murmuró, cuando el caballero de cabello gris se detuvo por fin para tomar aire. Saludar a la gente, como si eso fuera lo más fácil del mundo.
Nick la miró extrañado y luego miró a su alrededor.
—No queda mucho para la cena. Sólo estamos esperando a un par de personas más.
Miley miró a los que ya estaban. Ni Selena ni Christina. Nick había llamado a su madre aquella mañana y le había dicho que iba a ir a la cena acompañado de Miley. Tal vez Christina había decidido boicotear el acto. No obstante, el sentimiento predominante que Miley sentía era de alivio.
Esbozó una sonrisa de seguridad en sí misma y se alejó de Nick para recorrer una sala llena de desconocidos. Aquello era lo que se había prometido que haría. Tomaría una máscara, se la pondría y trataría de encajar allí todo lo que pudiera.
El grupo de personas más cercano a ella eran las esposas de algunos de los ejecutivos. Tendrían unos cincuenta años. Eran cuatro en total y charlaban amigablemente. Al ver que Miley se dirigía hacia ellas, se dispersaron. 
Lo intentó con otro grupo de mujeres. Aquéllas eran más jóvenes, menos experimentadas en el juego social. Consiguieron intercambiar algunos comentarios sobre el tiempo antes de que una de ellas se fijara en que su marido la estaba llamando y otra descubriera que había perdido su bolso. Tanto ella como su amiga se fueron a buscarlo y dejaron a Miley allí sola.
En ese momento, Selena llegó del brazo de un hombre de ojos fríos y rostro de granito. Las cosas empeoraron considerablemente a partir de ese momento.
El hombre se dirigió hacia Nick mientras que Miley se puso a charlar con el grupo más cercano de mujeres, las primeras a las que Miley había tratado de saludar. Ellas la saludaron como si fuera una hija.
Miley se dirigió al bar, aunque no para beber sino tan sólo para encontrar su sitio. Un lugar medio familiar, un camarero con el que charlar. Desgraciadamente, lo que ella pidió era agua con gas, por lo que el camarero no tardó en marcharse a servir a otra persona.
Ella se cuadró de hombros y se dio la vuelta para observar a los colegas de Nick y a sus parejas, tratando de encontrar el modo de encajar. Una elegante mujer de unos treinta años, en un avanzado estado de gestación, estaba sentada sola y observando a la gente con interés, pero Miley no se acercó a ella. La mujer parecía necesitar un descanso y no lo conseguiría si cuando Miley se sentara a su lado sentía deseos de levantarse y marcharse.
Decidió acercarse a un par de hombres, escogidos deliberadamente porque rondaban ya los cuarenta años y habían acudido solos a la fiesta. Las mujeres se ponían a la defensiva cuando ella se acercaba a sus parejas, algunas incluso bastante hostiles. Siempre le había ocurrido lo mismo.
Los dos hombres se mostraron bastante simpáticos. Les gustaba lo que veían. Uno era más cortés que el otro, menos inclinado a estar a su lado y a mirarla a la cara.
—¿Con quién has dicho que estás? —le preguntó el más amable.
—Con Nick.
El hombre asintió. Tenía una mirada sonriente y no sentía ningún interés sexual por Miley. Tal vez había hecho la pregunta por su amigo, que rápidamente recordó los buenos modales.
La conversación fluyó adecuadamente. Ellos le preguntaron cómo se ganaba la vida y ella respondió. Hablaron sobre películas de Tolkien, sobre orcos y elfos. Miley no había formado parte de las personas que trabajaron en la saga del Anillo, pero se había beneficiado inmensamente de los efectos especiales que
habían utilizado. Otro hombre se les unión. Aquél era aficionado a Warhammer y aún coleccionaba y pintaba figurillas. Ver lo que se les ocurría a los artistas de Warhammer era uno de los pasatiempos favoritos de Miley. Dos hombres más se les unieron y comenzaron a hablar de los juegos online.
Miley terminó por guardar silencio y dejar que fueran los demás los que llevaban el peso de la conversación. No tenía que ser el centro de atención en un círculo de hombres. De hecho, no quería serlo. Sólo necesitaba un grupo con el que estar.
Se tomó su agua y miró a su alrededor para ver dónde estaba Nick.
Cerca de la puerta, de espaldas a ella, sumido en una profunda
conversación con Selena y el hombre de ojos de acero.
Deseó que otra mujer se acercara al grupo en el que estaba ella, pero ninguna lo hizo. Tan sólo la observaban con diferentes grados de hostilidad.
—Mírala —estarían diciendo—. Rodeada de hombres. Flirteando con ellos. Animándolos. ¿Es que él no se da cuenta de lo que es esa mujer?
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Hola Niñas hoy les subo los capitulos Niley Besitos♥
las AMo♥