sábado, 1 de septiembre de 2012

A Great Love cap.20






Danille estaba segura de que Kevin no podía haber dicho lo que creía haber oído.
— ¿Qué? — balbució atónita.
— He dicho que no vas a casarte con Randall — le dijo él en un tono que no admitía discusión. Bajó la vista a la bandeja que le habían llevado a la joven con el almuerzo —. No estás comiendo nada. ¿Es que quieres que vuelvan a ponerte todos esos tubos para alimentarte por vía intravenosa?
La habían subido a planta, y tenía su propia habitación, llena de flores, de amigos y conocidos.
— No tengo hambre — contestó ella, observándolo aún con los ojos muy abiertos.
— Pues tienes que comer — insistió él—, ya has perdido bastante peso.
— Ya soy una mujer, Kevin, deja de tratarme como si fuera una niña — le espetó ella irritada.
Kevin bajó la vista al pecho de Danielle, bajo el camisón del hospital, y le dirigió una pequeña sonrisa.
— Sí, en ciertos sentidos te has convertido en toda una mujer — le dijo en un tono sugerente.
Danielle se sonrojó, irguiéndose para apartarse de él, Kevin se inclinó hacia ella y rozó sus labios con suyos...
—Kevin, por favor, no...
Él observó que parecía nerviosa, e incluso algo asustada.
— Lo que sientes es normal, Danille. El deseo a veces intimida un poco. A mí mismo me aterra el modo en que te deseo.
Danielle se estremeció, y cerró los ojos cuando él volvió a besarla con lánguida sensualidad.
Sin poder evitarlo las manos de Danielle subieron hasta los hombros de Kevin, y empezó a masajearlos mientras él devoraba sus labios.
— Oh, Kevin, no deberíamos hacer esto... — gimió—, estoy comprometida...
Pero él hizo el beso más profundo, haciendo que todo pensamiento sobre Randall y la honorabilidad se desvanecieran de su mente. Emitió un suspiro ahogado de placer, y con manos temblorosas lo tomó por la nuca y lo atrajo más hacia sí mientras él le introducía la lengua ardorosamente una y otra vez.
El modo en que se estremecía entre sus brazos y los dulces sonidos que escapaban de su garganta fueron lo único que lograron devolver a Kevin la cordura. Estaba todavía muy débil, aquello podía suponer una tensión emocional demasiado fuerte para ella. Alzó la cabeza lentamente y buscó sus ojos.
— Perdóname, Danielle — le susurró—, pero lo necesitaba tanto... Vamos, deja de temblar, pequeña, o pensarán que estoy torturándote.
— ¿Y acaso no es eso lo que estás haciendo? — le espetó ella con la voz quebrada. 
Los ojos de Kevin se ensombrecieron y su mandíbula se puso rígida.
— Supongo que es la impresión que te da, ¿no es verdad? — le preguntó con voz ronca—. Quiero mucho más que tus besos, Danielle — murmuró. Bajó la vista a sus senos, y la tirantez de los
pezones delató hasta qué punto la excitaba.
La joven, azorada, había bajado también la vista y se encontró con la prueba innegable del deseo de él.
— Sí, Danielle, te deseo — le dijo Kevin, cuyos ojos habían seguido la dirección que habían tomado los de ella—. Y no puedo ocultarlo como ves.
Ella se mordió el labio inferior, demasiado aturdida como para poder hablar.
— Tranquila, se pasará — le dijo él sonriendo con humor, mientras empezaba a cortarle la carne en salsa que le habían llevado.
Danielle notó que el tono de su voz era muy calmado, y que no parecía avergonzarle en absoluto que ella lo hubiera visto en ese estado.
— ¿No te importa que te vea así?
— No particularmente — fue la respuesta. Se rió al ver la expresión estupefacta en el rostro de la joven—. De hecho, me alegra que haya ocurrido.
— ¿Que te alegra? — repitió ella confusa.
— Verás, esto... no me ha pasado con otras mujeres últimamente — respondió Kevin mirándola a los ojos—. De hecho, parece que tú eres la única que consigue que suceda.
Danielle tenía los ojos abiertos como platos. Kevin asintió con la cabeza.
— Sí, lo he intentado, pero no pasó nada. La última vez fue en Denver, después de aquel día que te besé en la galería. Me llevé a una mujer muy atractiva a mi suite del hotel con la intención
de apartarte de mi mente, y pesar de su belleza y su indudable experiencia... Ni siquiera pude fingir interés.
— ¿Quieres decir que...?
— La palabra es «impotente» — dijo él quedamente irónico, — ¿verdad? Solo con mirarte me excitas de tal modo que ni siquiera puedo sostener un tenedor.
Danielle bajó la vista a su mano, y observó que, en efecto le temblaban ligeramente las manos mientras pinchaba un trozo de carne. La idea de que hubiera estado con otra mujer hizo que los
celos la devoraran, por halagada que se sintiera al saber que nadie excepto ella podía despertar su deseo.
— Anda, abre la boca — le dijo Kevin, levantando el tenedor.
— No tienes por qué hacer esto — protestó ella, pero aún así obedeció y aceptó la comida en su boca.
— Sí, ya lo creo que tengo que hacerlo — insistió él —. Quiero hacerlo. Te he herido cuando nunca fue esa mi intención. A partir de ahora voy a cuidarte.
De modo que era eso, se dijo Danielle apesadumbrada. Sentía lástima por ella. Lástima y deseo no parecían una buena combinación. Quería llorar.
— Pero Randall... — comenzó.
Los ojos de él relampaguearon al mirarla.
— Por mí, Randall puede irse al infierno — le contestó con aspereza—. Para empezar, nunca debería haberte dejado ir con él — masculló mientras pinchaba otro trozo de carne y lo llevaba hasta la boca de la joven, pacientemente, como si fuera un bebé.
— Me duele toda la cara — farfulló Danielle tocándose con cuidado la mandíbula cuando él hubo terminado de darle de comer.
— No me extraña. Ese canalla te la ha dejado llena de moretones.
— Sí, podía haberse llevado las joyas y punto. No tenía que haberme golpeado de esa manera — murmuró ella estremeciéndose al recordarlo.
Kevin la tomó de la mano y se la apretó suavemente. Queriendo hacerle olvidar el desagradable incidente, mencionó algo que había olvidado decirle:
— Tu madre ha hablado por teléfono con tu padre esta mañana. Volvió anoche y escuchó el mensaje que le había dejado en el contestador. Creo que viene camino de aquí.
— ¿Mi padre? — exclamó ella encantada—. ¡Dios, hace dos años que no lo veo!
— Lo sé. Tu propia madre está muy nerviosa.
— Ah, ojalá hicieran las paces — murmuró Danielle con un suspiro—. Ninguno de los dos ha vuelto a tener otra relación desde que se separaron, pero sencillamente, mi padre es incapaz de permanecer en un sitio.
— Bueno, algún día se cansará de ir siempre de aquí para allá — le dijo Kevin, tratando de animarla y entonces volverá a casa para quedarse.
— ¿Puedo preguntarte algo, Kevin? — inquirió ella después de unos minutos de silencio.
Él asintió con la cabeza, pero Danielle no sabía cómo abordar el tema — Bueno, el caso es que... ¿sabes?, Últimamente estás muy cambiado. No pareces el Kevin de antes.
— ¿Y cómo era antes?
— Pues despreocupado, alegre, bromista... — le recordó ella—. Has cambiado.
— Las circunstancias cambian a la gente — respondió él encogiéndose de hombros—. ¿Y la pregunta que querías hacerme? — le dijo él mirándola impaciente La joven lo miró incómoda.
— Pues yo... La verdad es que no creo que pueda hacértela.
Kevin acercó la silla un poco más a la cama.
— No hay nada, absolutamente nada, que no puedas preguntarme — le dijo suavemente.
— Mi... mi madre me habló de una chica a la que hiciste daño — balbució Danielle. Kevin se puso rígido, y la joven contrajo el rostro al darse cuenta.
— Lo... lo siento... no tienes por qué hablar de ello si no...
Pero Kevin suspiró y la miró a los ojos.
— De aquello hace bastante tiempo — murmuró—. ¿Qué quieres saber exactamente? ¿Cómo le hice daño?
La joven se puso roja como una amapola y bajó la mirada. Él se rió con amargura.
— ¿Qué crees, que disfruto siendo cruel en la cama?
— No, yo solo...
— ¿Y si fuera así? — Le espetó él, enfadado de que pudiera siquiera pensar que él sería capaz de hacerle daño a una mujer—, ¿y si resulta que me gusta ser cruel? — masculló inclinándose hacia ella.
Danielle sacudió la cabeza con fuerza.
— No, no, yo sé que tú no eres así.
— ¿Estás segura? — Inquirió Kevin, mirándola como un ave de presa—. El otro día en la galería te mordí... ¿recuerdas dónde?
El cuerpo de la joven se estremeció ante el recuerdo, las puntas de sus senos se endurecieron, delatándola.
— S... sí — musitó—, pero no... no me dolió.
— Porque no pretendía hacerte daño — le respondió él quedamente, acariciándole el cabello —. Nunca has dejado que nadie te tocara o besara de ese modo, ¿Verdad? — adivinó—. Ni
siquiera Randall...
— Es que me parecía algo tan íntimo — murmuró Danielle, sin poder despegar sus ojos de los de él—. Una vez, intentó tocarme el pecho, pero me resultó desagradable, y no volví a permitírselo.
— Pero conmigo no te resulta desagradable — apuntó Kevin.
Los ojos de Danielle descendieron como hipnotizados hasta los labios de él.
— Nada que venga de ti podría resultarme desagradable — le dijo sin poder mentir.
Kevin, conmovido por aquella tierna declaración, acarició la mejilla.
— Louisa, aquella chica, era muy frágil, y tan decente como tú, íbamos a comprometernos, y yo la deseaba con todas mis fuerzas. Un día fuimos a su casa, aprovechando que los demás habían salido, empezamos a besarnos, nos fuimos desvistiendo... pero cuando yo me hube quitado toda la ropa y me di vuelta hacia ella, vi que se había puesto lívida.
Danielle alzó el rostro, sorprendida, y Kevin se limitó a asentir con seriedad.
— Era baja, y delgada, y no sabía nada de sexo excepto lo que había leído en las novelas rosas. Yo me moría por hacerla mía, y pensé que solo estaba un poco nerviosa porque era su primera vez, así que empecé a besarla y acariciarla de nuevo, dulcemente. Me pareció que estaba consiguiendo que se relajara, y yo mismo comencé a excitarme, tanto, que llegó un punto en que perdí el control, y por mucho que ella me gritaba y trataba de empujarme, no era capaz de quitarme de encima de ella. No me di cuenta de lo que estaba ocurriendo hasta que ella, no sé cómo se zafo de mi abrazo y se cayó de la cama, haciéndose bastante daño en las costillas — Kevin se puso de pie, yendo hasta la ventana, y Danielle observó que se le había ido el color del rostro y que tenía los músculos de la espalda increíblemente rígidos—. Me dijo algunas cosas que... — apartó el rostro para ocultar a la joven su expresión de dolor—. El caso es que fue mi primera experiencia con una virgen... y la última también. Desde entonces las he evitado como a la peste.
— Lo siento mucho — murmuró ella—. Si estabas enamorado de ella como para haber estado a punto de casaros, debió ser un golpe durísimo para ti — le dijo quedamente, empezando a comprender por primera vez el que la hubiese rechazado una y otra vez.
— Lo fue — asintió él, girándose para mirarla—. Al poco tiempo se marchó de Jacobsville, y lo último que supe de ella era que se había casado con un agente de seguros y que habían tenido dos niños — añadió riéndose amargamente—. Supongo que el tipo tuvo el buen sentido de emborracharla y apagar las luces antes de meterse con ella en la cama.
— ¿Cuándo ella y tú... dejaste la luz encendida...? 
Balbució la joven.
Kevin se rió.
— Bueno, ¿no pensarás que la gente solo hace el amor por la noche y con la luz apagada? — le espetó. Recuérdame que te regale una guía de sexología por Navidad.
— ¡Kevin! — exclamó ella azorada. Él volvió a echarse a reír divertido.
— Está bien, está bien, respetaré tus inhibiciones dijo con una sonrisa burlona—. Aunque el otro día en la galería no parecías tener muchas...
El corazón de Danielle se estaba desbocando por minutos.
— No deberías hablarme de ese modo.
— ¿Por qué no? Oh, porque estás comprometida con tu adorado médico — dijo él con sarcasmo.
— No, porque no es... decente — replicó ella incómoda.
Kevin meneó la cabeza y chasqueó la lengua.
— Nena, eres un caso — murmuró—. Una chica de esta época, tan reprimida...
— No te burles de mí — protestó ella—, no creo que sea un pecado que siga virgen porque no me haya acostado con chicos por los que no sentía nada.
Él enarcó las cejas.
— ¿Acaso he dicho yo que lo fuera?
— Acabas de decir que soy una reprimida — le contestó ella al instante.
Una sonrisa traviesa se dibujó en las comisuras de los labios de Kevin.
— Bueno, estás reprimida... pero eres apasionada. Solo necesitas que alguien te guíe un poco.
— Pues ya tengo a Randall para que lo haga — musitó ella, tragando saliva.
— ¡Oh, por favor! — Exclamó él contrayendo el rostro—. Eso será cuando las ranas críen pelo. Además, ya te lo he dicho: considera roto tu compromiso con Randall. No va a casarse contigo.
— ¡Pero si tú tampoco me quieres para ti!
— Yo te deseo, Danielle, y lo sabes.
— ¡Pero no puede construirse una relación solo sobre la base del deseo! — le espetó la joven, llena de frustración.
— Estoy de acuerdo — asintió él muy calmado, mirándola de un modo posesivo—, pero sí puede construirse sobre la base del amor.
— Yo... yo... ¡Amo a Randall!
Kevin se limitó a sonreír.
— No, no lo amas — repuso suavemente—. Me amas a mí.
— ¿Y de qué me sirve? Tú no quieres mi amor — contestó ella, sin molestarse siquiera en negar que lo amaba. ¿Para qué?, Era demasiado evidente. Se recostó contra los almohadones que le habían colocado en el cabecero y cerró los ojos—. Déjame sola un rato, Kevin, estoy cansada.
Él suspiró, pero se acercó a ella y la besó en la mejilla.
— De acuerdo. Iré a buscar a tu madre para que se quede contigo mientras duermes — le dijo—, pero cuando hayas salido de aquí, vamos a empezar a pasar más tiempo juntos.
Ella abrió los ojos confundida.
— ¿Para qué? No tienes por qué hacerlo.
— Quiero hacerlo, Danielle — murmuró él, volviendo a besarla, esta vez en la frente.
Lo hizo con tanta ternura, que a ella casi se le saltaron las lágrimas.
— Pero, Kevin, tú no me quieres a tu lado — gimoteó—, no has hecho más que pasearte por ahí con Nina para alejarme de ti.
Kevin contrajo el rostro, asqueado de su propio comportamiento.
— Todos cometemos errores, Danielle.
— Pero es que...
— Shhh... duérmete, anda.

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