domingo, 9 de septiembre de 2012

White Lies cap.17





Demi Thornton Brody sonrió a Nick.
–Necesitas una mujer –dijo ella.
Nick arqueó una ceja, preguntándose a qué venía ese comentario. Miró al otro lado del salón, hacia donde estaba Joe, con gesto interrogativo. Pero su amigo sólo sonrió y se encogió de hombros. Maldición, no llevaba en su casa más de cinco minutos y Demi ya le estaba reprendiendo por estar soltero.
Al ver que Joe no pensaba echarle una mano, Nick alargó el brazo y rodeó a Demi por los hombros.
–Demi, ya sabes que yo prefiero la soltería.
Ella lo miró a los ojos, nada convencida.
–Lo mismo me decía Joe.
–Pero ahora es muy afortunado por tenerte a ti –dijo Nick con sinceridad. 
Conocía a Demi desde que ella había empezado a trabajar para Joe como secretaria cuando Joe y se había hecho cargo de Petróleos Brody hacía unos años. Y siempre le había gustado.
–¿Qué hay para cenar? Me muero de hambre –se apresuró en decir Nick, antes de que Demi pudiera hacer otro comentario sobre su situación sentimental.
–¿No has comido nada a mediodía? –preguntó Joe y se levantó del sofá.
La pregunta de Joe hizo que Nick recordara a Miley… aunque no se había olvidado de ella en ningún momento. Odiaba admitir que las veces que había comido con ella había disfrutado mucho. Miley era muy buena conversadora. Siempre lo había sido. Y, ese día, había parecido más relajada, más cómoda con él. Como siempre, había estado muy hermosa.
–Sí, he comido –repuso Nick al fin–. Ensalada.
Joe lo miró divertido.
–¿Ensalada? ¿Qué clase de tontería es ésa?
–No dejes que Joe se ría de ti, Nick. No tiene nada de malo comer ensalada –opinó Kate, retirándose a la cocina.
Cuando Demi se hubo ido del salón, Joe miró a Nick y soltó una risita.
–Supongo que habrás comido con Miley.
Nick miró a su amigo a los ojos.
–¿Qué te hace pensar eso?
–Ella siempre come ensaladas.
Nick no pudo evitar sonreír. Cuando había tenido que abandonar Houston por el accidente de Frank, Joe lo había acompañado a Charleston para ofrecerle su apoyo. Entonces, él le había hablado mucho de Miley, incluso le había contado que ella siempre comía ensaladas.
–Me gustaría conocerla. Invítala a comer una…
–No tenemos esa clase de relación, Joe, y tú lo sabes –replicó Nick, decidido a no dejar que su mejor amigo se hiciera una falsa idea de su situación con Miley.
–Lo que tú digas –repuso Joe, sonriendo.
–Lo digo en serio, Joe.
–Claro que sí. Y te creo.
Nick frunció el ceño. Sabía que su amigo no lo creía.
–Es difícil amar a alguien que te ha lastimado tanto.
Joe se puso serio.
–Me alegro de que no todo el mundo piense así, Nick, o Demi no habría querido ser mi esposa. Si lo recuerdas, casi la perdí cuando anuncié mi compromiso con otra mujer. Pero ella me quería lo bastante como para darme otra oportunidad.
Nick frunció el ceño aún más.
–¿Qué estás intentando decirme?
Joe miró a su amigo a los ojos.
–Lo que quiero decirte es que, cuando amas a alguien, siempre puede existir el perdón.

–Te agradezco mucho que me acompañes al coche, Barney, pero de veras que no es necesario –le dijo Miley al guarda de seguridad que tenía a su lado.
–No es problema para mí, señorita Martindale. Además, son órdenes del señor Franklin.
Miley meneó la cabeza. Seguía sin comprender por qué Nick podía dar órdenes a Barney cuando no era él quien le pagaba. Estaba a punto de preguntárselo a Barney cuando él se adelantó.
–Alguien le ha rajado las ruedas.
–¿Qué?
–Las ruedas –repitió Barney, señalando con la linterna hacia el coche–. Están rajadas.
Miley siguió la luz de la linterna y vio a qué se refería el guarda. Respiró hondo y recordó la última vez que alguien le había rajado las ruedas. Entonces, había sido Liam. Se forzó a mantener la calma, mientras sus viejos miedos la asaltaban.
Aquello había sucedido hacía siete años. Y, en el presente, Liam estaba en la cárcel y no podía tocarla. Era más probable que el marido o la pareja de alguna de las mujeres del centro de acogida estuviera descargando en ella su ira, ya que el centro le impedía descargarla en su mujer. Pero tampoco podía haber sido Samuel Green, ya que él también estaba entre rejas.
–Tengo que seguir con el protocolo y denunciarlo a la policía, señorita Martindale –dijo Barney, interrumpiendo sus pensamientos–. Por favor, vuelva dentro conmigo mientras llamo a las autoridades y completo el informe.
Miley apartó la mirada de las ruedas.
–Claro.
Ella lo siguió dentro. Había oído casos de venganza dirigida contra los empleados de los centros que trabajaban con mujeres víctimas de violencia doméstica. Sabía que habían sido denunciados casos de tirar piedras, disparos desde un coche o incluso amenazas de bomba. En su opinión, la persona que le había rajado las ruedas no era más que alguien que quería intimidarla.
–¿Está bien, señorita Martindale? –preguntó Barney, preocupado, cuando llegaron a la puerta de entrada del centro.
Ella se obligó a sonreír.
–Sí, estoy bien.
Sin embargo, ni ella misma creyó sus propias palabras.


1 comentario:

  1. ooooooooooowwwwwwwwww
    pobre miley
    ojala que aparesca supernick♥
    sabiendo perdonar y la rescatee...
    me encanto espero el otro ! :D

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