Kevin no perdió el tiempo y empezó a organizarlo todo para la boda de inmediato. A la mañana siguiente, muy temprano, fue a recoger a Danielle para ir a solicitar la licencia para casarse e
ir a hacerse los análisis de sangre necesarios. Les habían dado la noticia a los padres de la joven el día anterior, cuando regresaron de su cita, pero no les sorprendió en absoluto, y los felicitaron
sonrientes.
Danielle se sentía en las nubes. había empezado a mostrarse abiertamente afectuoso con ella, besándola en público, y tomándola por la cintura cuando iban juntos por la calle. Tenía aún sus dudas con respecto a sí sentía algo por ella, pero si no la amaba, desde luego debía decir en su favor que era un gran actor.
Esa tarde, después de que hubieran completado el pesado papeleo, Kevin la llevó a almorzar a un restaurante en el centro de la ciudad.
— Apenas has probado la comida — comentó, observando el plato de Danielle.
— Es que todavía no acabo de creerme que esto no sea un sueño — le confesó Danielle.
— Te entiendo — respondió él, sonriendo— la verdad es que yo nunca había pensado seriamente en el matrimonio, por mucho que de boquilla le dijera a todo el mundo que quería una esposa y un hogar. Por cierto, esto me recuerda que aún no te he comprado un anillo para formalizar nuestro noviazgo. ¿Te gustaría un diamante?
Danielle se había convencido de que iba en serio con la licencia y los análisis de sangre, pero la mención de un anillo, hizo que su corazón empezase a palpitar más deprisa. Era un símbolo de
compromiso.
— Pues yo... — balbució emocionada, sin poder articular palabra.
— No me vayas a decir que quieres una esmeralda — murmuró Kevin, entornando los ojos.
Danielle reprimió una sonrisa maliciosa.
— No, no quiero una esmeralda — le dijo—. Además, creo que las esmeraldas no son una buena inversión, ¿no? — añadió.
Kevin frunció el ceño.
— Cariño, no voy a comprarte un anillo a modo de inversión, esto no es una operación mercantil.
— Lo siento — murmuró ella azorada.
Lo cierto era que no podía decirle que no comprendía por qué quería casarse con ella.
Estaba segura de que le importaba, aunque solo fuera un poco, pero con eso no le bastaba. Danielle quería que él la amase, como ella lo amaba a él. Desde el accidente se había mostrado muy atento y amable, y, sin embargo, no tenía claros sus sentimientos por ella.
Lo que ella ignoraba, era que Kevin todavía no había logrado dejar atrás sus temores. Había decidido seguir adelante a pesar de ello, principalmente empujado por el temor a que se casara con Randall. El ranchero se decía que, a pesar de sus confesiones de amor eterno, estaba corriendo un riesgo muy grande, tanto por la diferencia de edad como por la inocencia de la joven.
Por otra parte, Danielle tenía un motivo más para dudar de los motivos que llevaban a Kevin al altar. ¿Qué ocurriría con Nina? ¿Cómo podía saber si él no sentía todavía algo por la modelo? ¿Y
cómo estar segura de que no estaba casándose con ella por lástima y arrepentimiento, o simplemente porque la deseaba?
Tomó un sorbo de agua, inmersa en sus pensamientos, pero de pronto, como si sus preocupaciones hubieran conjurado su aparición allí, por la puerta del restaurante entró Nina, sola.
Inmediatamente los vio, y se acercó a su mesa.
Kevin también la había visto, y maldijo para sus adentros. Como un caballero que era se puso de pie, pero la mirada en sus ojos no era precisamente de bienvenida.
— Vaya, hola, Kevin — murmuró Nina con esa voz suave que casi parecía un ronroneo—. ¿Cómo estás, cariño? Hace días que no te veo. ¿Qué has estado haciendo?
— He estado ocupado — respondió él sucintamente —. Danielle y yo nos hemos comprometido y vamos a casarnos.
Nina se quedó de piedra. Durante un buen rato no se movió, ni articuló palabra, y finalmente emitió una carcajada áspera.
— ¿Que te vas a casar con Danielle? ¿Después de todo el tiempo que te has pasado huyendo de ella? Bueno, bueno, ¿qué es lo que has hecho, Kevin?, ¿Dejarla embarazada?
— Ya basta, Nina — le advirtió Kevinn en un tono gélido.
Los ojos de la modelo se fijaron en Danielle, destilando puro odio.
— ¿No habrás sido tan estúpida como para creer que de te ama, verdad? — le espetó—. ¡Lo único que lo mueve es el deseo!, ¡Demasiado bien lo sé yo!
Masculló, estremeciéndose de ira, y atrayendo la atención de las personas sentadas en las mesas más próximas—. Le di todo lo que
tenía, y ya ves, ni aun así he podido retenerlo a mi lado.
— Nina, por favor, déjalo ya — le rogó Kevin quedamente—. Estás dando un espectáculo.
El labio inferior de la modelo temblaba cuando alzó el rostro para mirarlo. A pesar de lo bochornoso de la situación, Danielle no pudo evitar sentir lástima por ella. Era obvio que Nina estaba enamorada de Kevin. Debía ser terriblemente doloroso para ella tener que ver cómo se lo llevaba otra mujer.
— Supongo que no es culpa de nadie... — sollozó Nina—, supongo que soy la clase de mujer con la que a los hombres les gusta divertirse pero con la que jamás se casan — miró a Kevin
con dureza—. Todo el mundo decía que lo que te atraía era la experiencia, la sofisticación, pero estaban equivocados, ¿no es verdad? ¡Mírate, seduciendo a adolescentes!
Sin poder contener más las lágrimas, se giró sobre los talones y salió corriendo del restaurante. Kevin se quedó un momento de pie, muy serio, mirando hacia la puerta, tras la cual había desaparecido, y finalmente se dejó caer sobre la silla con pesadez.
— Siento que hayas tenido que presenciar algo así — le dijo a Danielle sin mirarla, y con la mandíbula tensa.
— Ella te ama — murmuró la joven con los ojos fijos en su regazo.
— Sí — asintió él—, pero yo no la amo a ella, y no se puede obligar a las personas a sentir lo que no sienten, Danielle. Puede que sea duro, pero la vida es así.
La joven lo miró espantada al oír esas palabras. ¿Qué estaba haciendo?, ¿Por qué se engañaba?, Iba a casarse con él cuando tampoco a ella la amaba. ¿Qué clase de matrimonio iba a ser el suyo? Una pareja era cosa de dos. Con el tiempo, el deseo se iría debilitando, y cuando hubiese desaparecido del todo, ¿qué quedaría?
Kevin la miró de reojo y al ver la expresión sombría de su rostro, creyó que se debía a la escena de celos que Nina había montado hacía unos instantes. Maldijo su suerte para sus adentros y llamó al camarero para pedir la cuenta, ignorando las miradas curiosas de los demás comensales. Nina había desbaratado lo que podía haber sido un día perfecto, acabando de un plumazo con el buen humor de Danielle y del suyo propio.
Había creído que la modelo se daría cuenta de que no estaba interesado en ella. Hacía semanas que no la llamaba. ¿No era eso suficiente indicación de que no quería volver con ella?
No, se dijo, la culpa era solo de él. La había utilizado para mantener a Danielle apartada de él, y aunque ella había estado de acuerdo, tenía que haber parado cuando advirtió que Nina parecía estar ilusionándose. Debería haber tenido una larga charla con ella antes de pedir a Danielle que se comprometiera con él, pero con el inesperado suceso que había postrado a Danielle en la cama del
hospital durante varios días se había olvidado casi por completo de ella, preocupado como estaba.
Tenía que ir a disculparse.
— Creo que será mejor que esperemos a mañana para ir a comprar los anillos, si no te importa — le dijo minutos más tarde, cuando ya habían abandonado el restaurante, y estaba deteniendo el coche delante de la casa de la joven—. Hay algunas cosas que tengo que arreglar antes.
— Por mí está bien — contestó Danielle en un tono apagado—, de todos modos, el día ya se ha echado a perder.
Kevin apagó el motor y se giró hacia ella, contrayendo el rostro al ver la expresión desolada en los ojos de Danielle.
— Lo siento — murmuró con voz ronca
— ¿Por qué te estás disculpando? — le espetó ella—. No es culpa tuya que las mujeres te persigan. Al fin y al cabo, yo fui una de ellas — añadió con una risa amarga.
— No — le contestó él con firmeza—. Tú no eres una más, si es eso lo que quieres decir. Te he pedido que te cases conmigo, Danielle, ¡No que pases una noche conmigo en la cama para
divertirme un rato!
— Oh, y me doy cuenta del gran honor que supone — le dijo ella sarcástica. Lo miró con verdadero pánico en los ojos—. ¿Qué clase de vida nos espera, topándonos con todas las amantes a las que has ido dejando en el camino cada vez que salgamos a comer o cenar? Kevin, no es esto lo que quiero — le dijo desesperada—, ¡No puedo casarme contigo!
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