sábado, 1 de septiembre de 2012

A Great Love cap.21


Cuando Danielle se despertó, vio a un hombre mayor, de cabello entrecano y ojos oscuros sentado en la silla que había ocupado Kevin, observándola con expresión preocupada.
— ¡Papá! — exclamó incorporándose y extendiendo los brazos hacia él.
El hombre fue a ellos riéndose y apretándola amorosamente contra sí. — ¡Y yo que estaba preocupado por el recibimiento que tendría...! — murmuró. — ¿Estabas preocupado? — le dijo ella sorprendida—. No debías estarlo. Eres mi padre, y te quiero.
— Siento no haber podido venir antes — farfulló él con amargura—. Estaba fuera del país y no lo supe hasta anoche. ¿Cómo estás, tesoro? — Le dijo acariciándole el rostro—. Me han dicho que sufriste un golpe muy fuerte en la cabeza.
— Sí, pero estoy mucho mejor. Solo me quedan algunas magulladuras... y el susto, pero estoy bien.
— No gracias a ese prometido tuyo — masculló su padre irritado—. ¿Cómo has podido dejar que Randall Wayne te convenciera para casarte con él? ¡Creía que estabas loca por Kevin Jonas!
— Y lo está — respondió la profunda voz de Kevin desde la puerta abierta. Ella se sonrojó, pero él sonrió. Llevaba un vasito de plástico con café que tendió al padre de Danielle—. ¿Sigue
tomándolo solo, señor Deleasa?
Bucky Deleasa se rió entre dientes y se levantó para tomar el vaso y estrechar la mano del ranchero.
— Sí, qué buena memoria. ¿Cómo estás, Kevin?
— Cansado — dijo él, lanzando una mirada a Danielle. Seguía un poco pálida, pero parecía que estaba algo mejor—, como todos. Ha sido una semana muy larga.
— Lo imagino. Siento no haber podido estar aquí.
— Bueno, usted estaba fuera, no podía saberlo.
— Sí, pero debería haber estado — farfulló el señor Deleasa, enfadado consigo mismo, pasándose una mano por el cabello—. Nunca estoy cuando se me necesita. Angela tiene razón, soy
un egoísta, ¿no es cierto, cariño? — inquirió con tristeza, volviéndose hacia Danielle.
— No, no es verdad — repuso ella—. Es solo que eres un hombre inquieto. Mamá y yo lo comprendemos. Hay hombres para los que es muy difícil renunciar a su libertad.
— Sí, pero a veces la libertad se paga muy cara — contestó su padre quedamente.
En ese momento apareció la madre de Danielle, y se quedó en la puerta boquiabierta, llevándose la mano al pecho.
— ¡Bucky! — murmuró con un hilo de voz.
El señor Deleasa se volvió hacia ella sonriendo inseguro.
— Hola Angela. Siento no haber podido venir antes.
— ¡Oh, Bucky!, Estás aquí de verdad...
— Pues claro que estoy aquí de verdad — se rió él suavemente—. Ven aquí y deja que te dé
un beso, mujer no soy un fantasma.
Angela se sonrojó, pero fue a su lado, alzando el rostro para recibir un beso que, a pesar de ser breve, resultó tan lleno de sentimiento, que Kevin y Danielle se sintieron como intrusos.
— Me alegro de volver a estar con vosotras — le dijo el señor Deleasa a su esposa—. Cada
día estás más hermosa.
— Igual de zalamero que siempre — se rió la señora Cochran.
— ¿Verdad que papá tiene un aspecto estupendo, mamá? — le preguntó Danielle.
— Sí, parece que los años no pasaran por él — murmuró Polly—. ¿Cómo te encuentras, cielo?
— Mucho mejor — le aseguró Danielle—. ¿Cuándo podremos volver a casa?
— El médico ha dicho que mañana te darán el alta— le dijo su madre con una sonrisa—, pero debes tomártelo con calma. Además, quieren que vayas a unas sesiones con un psicólogo.
— Ya hablaremos de eso cuando esté en casa — contestó su hija—. Además, no me siento traumatizada, ni nada de eso.
— Eso es porque tu subconsciente no permite que lo exteriorices — le dijo la señora Deleasa—, pero has estado teniendo pesadillas, y bastante terribles a juzgar por cómo dabas vueltas de un lado a otro en la cama.
— Tu madre tiene razón, Danielle — dijo su padre — No te harán daño unas cuantas sesiones.
Ella contrajo el rostro.
— Si me hubiera quedado en el coche como Randall me dijo... — suspiró—. Y hablando de Randall, ¿dónde está? Hace un par de días que no viene por aquí.
— Oh, sí, lo había olvidado — dijo la señora Deleasa—. Me dijo que ayer empezaba los exámenes y que no podría pasar a verte, pero me dijo que se le dijera si necesitabas algo.
— Qué novio tan devoto — se burló Kevin, entornando los ojos.
— Deja de meterte con él, Kevin. Esos exámenes son muy importantes para él — lo defendió Danielle.
— Sí, más importantes que tú, eso es obvio — le respondió él.
Danielle lo miró enfadada.
— Mi vida personal no es asunto tuyo.
— Sí que lo es cuando haces estupideces como comprometerte con un idiota.
— Vamos, vamos... — trató de aplacarlos Deleasa, interponiéndose entre ellos—. Danielle necesita descansar, y tú también, Kevin. Deberías ir a casa, darte una ducha, comer algo y echarte un poco.
Kevin no quería irse, pero lo cierto era que el cansancio estaba empezando a hacer mella en él, así que no replicó cuando Bucky lo tomó del brazo y lo acompañó fuera de la habitación.
Cuando se hubieron marchado, Angela Deleasa dirigió una sonrisa a su hija.
— Parece que no le cae muy bien Randall, ¿eh? — murmuró—. El día que llegó me dijo algunas cosas sobre él que... en fin, no me atrevo a repetírtelas.
— No tiene derecho a criticar a Randall — dijo resoplando—. Nuestra relación no es asunto suyo — Nunca hubiera imaginado que Kevin pudiera ser tan posesivo — comentó su madre con
un brillo divertido en los ojos—. ¿Sabes que en estos días no se ha apartado de ti excepto para descansar unas horas?
Aquello le llegó a Danielle al corazón, y lo cierto era que por mucho que quisiera defender a Randall, le parecía increíble que no hubiera ido a verla en aquellos días, y que los días anteriores
apenas sí se hubiera quedado media hora. Estaba segura de que se preocupaba por ella, pero por alguna razón parecía dispuesto a mantenerse alejado. ¿Por qué sería?
— ¿Crees que Kevin estará haciendo esto para ponerme en contra de Randall? — le preguntó a su madre —. ¿O será que si no puede tenerme él no quiere que me tenga nadie? — Dejó escapar un profundo suspiro—. O quizá, después de todo, le doy pena, y una vez que me haya repuesto saldrá de mi vida. Sí, estoy segura de que se trata de eso. Espera y verás.
— Deja que el futuro se preocupe de sí mismo, cariño. Ahora concéntrate simplemente en ponerte bien.

Unos minutos después, a pesar de que había dicho que no podría ir, apareció Randall por la puerta de la habitación.
— Al final he sacado tiempo para venir a verte. Espero que te repongas muy pronto — le dijo sentándose a su lado, con expresión arrepentida—. Me siento fatal por lo que ocurrió.
— Lo sé pero no fue culpa tuya. No debí salir del coche — respondió ella suavemente—. ¿Cómo te han ido los exámenes que has tenido ya?
Él se encogió de hombros.
— Espero que no demasiado mal — respondió— No he podido concentrarme. Estaba preocupado por ti — No te preocupes, me estoy recuperando, y dentro de unos días solo habrá quedado en un
susto.
Él asintió con la cabeza y se reclinó en el asiento.
— Tu madre me ha dicho que Kevin está muy pendiente de ti — le dijo de pronto, observando el rostro de Danielle con atención para ver su reacción. 
Tal y como esperaba, ella se sonrojó y apartó la mirada
— Sí — musitó.
— No tienes por qué avergonzarte. Siempre he sabida lo que sentías por él. Lo nuestro nunca funcionará, nunca. No puedes casarte conmigo cuando estás enamorada de otro.
— Supongo que no — admitió ella.
— Antes de que todo este embrollo ocurriera éramos amigos — le dijo Randall—, y a mí me gustabas como eras: impulsiva, risueña, burbujeante... No me gusta la mujer apagada y amargada
en que te he convertido.
— Pero, Randall, tú no... — trató de protestar ella.
Pero el joven levantó una mano para rogarle que lo dejara terminar.
— Bueno, la actitud de Kevin también te empujó a ello, pero nuestro compromiso no ha hecho sino empeorar las cosas. Quiero que volvamos a ser simplemente amigos — le dijo mirándola a los ojos—. Además no creo que esté preparado para el matrimonio, si estuviera enamorado de ti no habría seguido saliendo otras mujeres, y si tú estuvieras enamorada de mí, no me lo habrías aguantado, te habrías puesto furiosa.
Danielle no podía negar nada de aquello. Flexionó las piernas y entrelazó las manos sobre las rodillas.
— Es verdad.
— Y para rematar, hace un rato me he encontrado en el pasillo con Kevin, y me ha dicho que no va a permitir que me case contigo — añadió Randall con una sonrisa divertida.
Danielle lo miró boquiabierta.
— ¿Cómo se atreve? ¡No tiene derecho a...!
— Me temo que él cree que sí lo tiene — repuso el joven—, pero puedes probar a discutirlo con él.
— Es ridículo. Lo único que siente por mí es lástima — contestó ella, resoplando y bajando la vista a sus delicadas manos—. En cuanto salga del hospital se pasará las noches ideando formas de desalentarme igual que antes.
Randall no creía que eso fuera a suceder, pero dijo nada.

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