domingo, 9 de septiembre de 2012

A Great Love cap.22





Kevin había ido a casa a cambiarse de ropa, furioso por su encuentro con Randall en el pasillo del hospital justo cuando él salía. Le había advertido que no iba a permitir que se quedase
con Danielle sin pelear por ella, pero temía que fuese demasiado tarde. Sabía que la joven lo amaba a él, y no al estudiante de medicina, pero la había tratado con tanta crueldad que estaba seguro de que sería capaz de casarse con Randall solo para despecharlo. Tenía que evitarlo, se dijo mientras se ponía una camisa limpia después de ducharse, ¿pero cómo?
Por supuesto existía la posibilidad de que él le propusiera matrimonio y... los dedos de Kevin se quedaron inmóviles sobre un botón de la camisa al darse cuenta de lo que acababa de pensar.
El matrimonio nunca había sido una de sus prioridades, pero lo cierto era que estaba loco por Danielle, y que la deseaba. Podrían incluso tener niños: a él siempre le habían encantado los niños.
Cerró los ojos con fuerza, intentando reprimir aquella idea, pero su mente empezó a conjurar imágenes de Danielle y él desayunando juntos, llevando a sus hijos al colegio, arreglando su propio
hogar... haciendo el amor... El corazón empezó a latirle apresuradamente. La verdad era que el matrimonio quizá no fuera algo tan terrible después de todo, se dijo abriendo los ojos de nuevo y mirándose al espejo fijamente.
El único obstáculo era el miedo que sentía a hacerle daño a Danielle la primera vez, pero tal vez si ella lo amaba y confiaba en él....Siempre y cuando aceptara casarse con él antes, claro, se
dijo frunciendo los labios. Sentía deseos de abofetearse por haberse comportado como se había comportado. Había destrozado el orgullo de la joven, y no estaba seguro de que ella fuera a darle
una segunda oportunidad.
Casi había anochecido cuando Kevin regresó al hospital y para sorpresa de Danielle, se presentó con un enorme oso de peluche blanco bajo el brazo. Tan vergonzoso como siempre cuando se trataba de esas cosas, se lo tiró como si no quisiera dar importancia al detalle.
— Ten, pensé que te alegraría.
— ¡Oh, Kevin es adorable! — exclamó Danielle acariciándolo. Había esperado que él siguiera con ganas de pelea, pero parecía que quería hacer las paces—. Gracias.
Él se encogió de hombros, y se sentó en la silla junto a la cama, mirándola con los ojos entornados.
— Bueno, ¿y qué quería Randall? — inquirió sin andarse por las ramas.
— Pues ver cómo estaba, por supuesto.
— Ya, pero, ¿has roto el compromiso o no? — insistió él.
— No — contestó ella bruscamente.
Y en el fondo era la verdad: había sido él quien lo había roto y no ella. Sin embargo, su orgullo le impedía decírselo a Kevin. Él acercó la silla a la cama y se inclinó hacia ella, fijando la mirada en los labios de la joven.
— ¿Cómo has dicho?
La proximidad de Kevin y el olor a colonia y aftershave la hizo sentirse mareada. Ansiaba volver a sentir sus labios sobre los de ella, pero se había hecho la firme promesa de no dejarse
llevar otra vez.
— Ya te dije que mi compromiso no es asunto tuyo — le espetó obstinadamente. Apretó el oso contra ella como una barrera, pero él lo apartó, arrojándolo a los pies de la cama.
— Suponte que hago que lo sea... — murmuró, sosteniéndole la mirada—. Supón que te diga que soy endiabladamente celoso, y que no quiero que otro hombre te toque.
El corazón de Danielle se había desbocado, pero no iba a dejarse engatusar por su voz sensual y sus ojos verdes.
— Lo que ocurre es que sientes lástima por mí — le respondió ella—. No tienes que abrirme los brazos y jurarme amor eterno solo porque me haya asaltado un vagabundo, Kevin.
Él enrojeció irritado.
— No se trata de lástima.
— ¿Entonces de qué? — Inquirió ella con amargura—. ¿Acaso has sentido alguna vez algo por mí?
Kevin se puso de pie de repente. En ese momento, más que nunca, se dio cuenta de hasta que punto había estado reprimiendo sus verdaderos sentimientos, porque la pregunta de Danielle le dolió como si le hubiera clavado un puñal. ¿Cómo iba a convencerla de que se había dado cuenta de que estaba equivocado cuando ella parecía haber decidido que no iba a volver a creer nada de
lo que le dijese?
— ¿No respondes? — masculló ella—. Tal vez sea porque tengo razón, ¿no es así?
Kevin una vez más volvió a sorprenderse con la actitud de Danielle. Nunca antes se había mostrado tan directa.
— ¿Qué es lo que te ha pasado? — le preguntó.
— No me ha pasado ni más ni menos que finalmente he abierto los ojos — le respondió ella —. He crecido, ya no te idolatro como si fueras mi héroe.
— ¿Es eso todo lo que era para ti?, ¿Cómo esos guaperas de cine que encandilan a las adolescentes?
— Solo tengo diecinueve años — le recordó ella—. Soy demasiado joven para enamorarme, y más aún para el matrimonio. ¿No era eso lo que tú pensabas?
Las facciones de Kevin se pusieron tensas.
— No te he rechazado hasta ahora solo por tu edad.
— ¿Y entonces por qué más?
— Por lo que me ocurrió con Louisa — le contestó quedamente.
Danielle recordó lo que le había contado del desafortunado incidente con aquella chica, y su expresión se suavizó un poco. No era difícil imaginar las cicatrices que debía haberle dejado
aquella experiencia.
— Si de verdad te hubiera amado, no te habría tenido miedo — le dijo bajando la vista a las sábanas.
— ¿Eso crees?
La voz de Kevin había sonado burlona, cínica, pero la joven alzó los ojos hacia él, vio las marcas del cansancio de aquellos últimos días en su rostro y se sintió conmovida.
— Sí, lo creo, y hubo un tiempo, no muy lejano, en que te lo habría demostrado yo misma de buen grado, Kevin, sin embargo, soltó una risotada amarga.
— Eso es lo que dices, pero no tienes ni idea. Si no, no reaccionarías como reaccionas ante mis besos y mis caricias.
— No había sabido lo que era el deseo hasta aquel día, en la galería — le confesó Danielle.
Kevin esbozó una pequeña sonrisa.
— Yo me he pasado una infinidad de noches en vela desde entonces — dijo de pronto él con voz ronca, sorprendiéndola—, recordando la deliciosa sensación de tus manos en mi pecho.
A ella le había sucedido lo mismo, y habría podido ser un recuerdo perfecto, si no fuera porque en ese preciso instante los insultos de cierta modelo acudieron a su mente.
— ¿Mis manos, o las de Nina? — le espetó con aspereza.
Kevin se acercó a la cama y se inclinó sobre ella apoyando una mano sobre los almohadones, junto a la cabeza de la joven.
— No me acuesto con Nina, si es eso lo que estás sugiriendo — le dijo entre dientes.
— ¿Y no lo has hecho nunca? — inquirió ella con cinismo.
Los ojos de Kevin bajaron hasta los labios de Danielle.
— No pienso hablar de mis pasadas conquistas contigo — le dijo—. Lo que ocurrió hace años no tiene nada que ver con lo que pueda suceder en el presente, o vaya a suceder en el futuro.
— Solo que Nina no pertenece al pasado — le recalcó ella, esforzándose por ocultar el nerviosismo que le producía tenerlo a solo unos centímetros—, o al menos eso es lo que me has dado a entender a mí, y a todo Jacobsville, de paso. 
— Sé que he estado huyendo de ti mucho tiempo — admitió Kevin—, pero de un tiempo a esta parte, cada vez que te miro, me siento tan excitado que ni siquiera puedo pensar. De hecho, el que me haya estado reprimiendo, el que me haya mantenido alejado de ti, es lo único que te ha salvado de mi deseo hasta ahora.
Danielle enarcó una ceja.
— Pues ahora mismo no te estás manteniendo precisamente alejado de mí.
— Estás convaleciente — le respondió él incorporándose y sentándose con cuidado a su lado sobre el colchón—. No forzaría a una mujer en tu estado.
— Oh, comprendo — contestó ella, irónica.
— ¡No, no comprendes nada en absoluto! — le espetó el apasionadamente. Al ver que la había sobresaltado, le acarició los labios con la mano libre—. Ojalá supieras más de los hombres
— añadió con un suspiro—. Y con eso no quiero decir que me moleste que seas virgen, pero haría las cosas más fáciles.
— ¿Crees que me asustaré como aquella chica? — le preguntó Danielle frunciendo las cejas—. Kevin, no voy a negar que las mujeres siempre tenemos miedo a la primera vez, pero me parece
que lo estás llevando a límites desproporcionados solo por aquella experiencia que tuviste — ¿Eso piensas? — le espetó él—. No sabes lo que fue para mí aquella noche, las cosas que me dijo...



No hay comentarios:

Publicar un comentario