jueves, 20 de septiembre de 2012

The Ex-Boyfriend Of His Sister cap.26






Demi se quedó inmóvil durante un rato después de que Joe se hubiera ido. Todas y cada una de las palabras que le había dicho parecían reverberar en las paredes de la habitación.
Pero no podía seguir allí de pie, en medio de la cocina, indefinidamente, así que con los movimientos un tanto rígidos, caminó hasta la puerta, la cerró con llave y apagó la luz. Todo se quedó a oscuras.
-Así está mejor -susurró.
No sabía qué hacer, así que se fue a su dormitorio y se tumbó sobre la cama vestida.
Mirando a la oscuridad, esperó que le sobreviniera el sueño, pero parecía tener que recorrer un camino muy largo; y mientras lo esperaba, recordaba una y otra vez las palabras de Joe.
Y verdaderamente se sentía como una sombra, como una persona a medias, porque Joe tenía razón. Era lo que su padre había hecho de ella. Pero se había equivocado en culparlo a él, porque su padre lo había hecho lo mejor que pudo. Había sido cosa de ella pasar por encima de los prejuicios de su padre. Durante mucho tiempo se había dicho a sí misma que quería intimidad y libertad, pero lo que en realidad había querido era evitar tener que enfrentarse al aterrador desafío de ser ella misma: una mujer con las necesidades y las responsabilidades de una mujer.
El teléfono comenzó a sonar, y a medida que fueron pasando las horas, fue como si una llamada se encadenase con la otra. Pero al final, muy tarde, quienquiera que estuviera llamando, terminó por rendirse y hubo silencio al fin.
El primer sonido que Demi oyó a la mañana siguiente fue el de una llamada con los nudillos a la puerta de la cocina.
Con un gemido, se volvió en la cama y miró el reloj digital de la mesilla. Las doce. Se había olvidado de ponerlo en hora al volver a tener luz.
Volvieron a llamar, y Demi buscó su reloj de pulsera, hasta que se dio cuenta de que lo llevaba puesto. El reloj y toda la ropa, incluidas las botas.
Eran las diez de la mañana, el fuego se había apagado y la casa era un congelador.
Y quienquiera que llamase a la puerta, que seguramente sería uno de esos periodistas, seguía insistiendo.
Se incorporó, se pasó las manos por el pelo y se levantó de la cama. Después caminó hasta la puerta de la cocina y la abrió de par en par, decidida a decirle un par de cosas al condenado periodista.
Pero se quedó boquiabierta al ver que la periodista era una mujer joven que llevaba en los brazos a la criatura que había pensado no volver a ver jamás.
La mujer tenía un hoyuelo en la barbilla, igual que el de la niña, y sonrió.
-Hola, soy Marian. Marian Todd.
Por un instante, Demi se preguntó qué había sido de su voz.
Marian siguió sonriendo.
-Tú eres Demi, ¿verdad?
-Ah... sí, sí, soy yo.
-¿Podríamos entrar? Hay periodistas frente a la casa y les he dicho que no me siguieran, pero si me quedo aquí mucho tiempo, no creo que puedan resistir la tentación.
Demi se puso en movimiento. Cogió a Marian por un hombro y la hizo entrar.
En cuanto la puerta se cerró, la niña empezó a gorgotear y a extender sus brazos hacia Demi.
-Creo que te recuerda -dijo Marian, y se dio la vuelta para que Demi pudiera coger a la niña.
Demi se dio cuenta de que las manos le habían empezado a sudar de repente, y se las frotó en los vaqueros.
-Hace mucho frío aquí. Voy a encender el fuego y a preparar un café.
Marian Todd no dijo nada al principio, pero después volvió a acercarse a la niña y le contestó que un café le vendría bien.
-Siéntate -dijo Demi, haciendo un gesto hacia la mesa.
Marian se sentó con la niña en su regazo mientras Demi  se movía a su alrededor encendiendo el fuego y poniendo la cafetera. Después se acordó del pijama y fue a cogerlo.
Al final, con el fuego encendido, la cafetera calentándose y el pijama de la niña en la bolsa de sus pañales, no pudo encontrar nada más que hacer, así que se sentó frente a la madre y se dispuso a escuchar lo que tuviera que decir.
-Hemos intentado llamarte por teléfono.
Demi tragó saliva.
-Es posible. Es que no he tenido ganas de contestar.
Como para ilustrar su comentario, el timbre del teléfono empezó a sonar en la otra habitación. Demi se encogió de hombros y no hizo movimiento alguno para ir a cogerlo.
Marian asintió.
-Imagino que todo esto ha tenido que ser muy agobiante para ti.
Demi asintió.
-Agobiante es una buena palabra para definirlo.
-Anoche llamamos a tu amigo Joe. Y esta mañana hemos ido a verlo. El nos ha dicho que eras una persona bastante reservada y que te estaba costando trabajo digerir la atención de todos los medios de comunicación. Entonces Larry, mi marido, y yo decidimos que quizás sería mejor que viniera yo sola a verte, con Alexa. Yo quería... quería... -a Marian se le estaban llenando los ojos de lágrimas. Tenía a la niña sentada sobre sus piernas y la acunaba suavemente cogiéndole una mano. Se mordió el labio e
intentó continuar-. Estos tres días han sido horribles, y sin embargo, hemos sobrevivido. Y Alexa está bien. No puedo... no puedo decirte lo mucho que...
Demi sintió una desesperante necesidad de moverse, de levantarse de aquella silla, y se puso de pie. Al verla, la niña volvió a extender los brazos hacia ella.
-¿Go-ga-ga?
-Quiere... que la cojas -se atrevió a decir Marian en voz baja.
Demi volvió a limpiarse las manos en los vaqueros, pero era imposible rechazar aquellos bracitos regordetes y aquellos ojazos azules. Extendió los brazos y Marian le entregó a la niña.
La pequeña sonrió y con las manitas le tocó la cara a Demi.
Demi tenía la sensación de que el pecho le iba a estallar. Volver a tener a la niña en brazos lo era todo. Era un imposible. Aquella personita parecía ser en aquel momento todo lo que ella se había negado a sí misma: muñecas, vestidos, bailes y primeros besos. Un vestido blanco y un anillo.
Y Joe, riendo. Joe mirándola a los ojos. Joe conociéndola casi mejor que ella misma.
-Se alegra de verte -dijo Marian.
-Hola, pequeñina -susurró Demi-. ¿Qué tal estás... -y por primera vez, pronunció el nombre que sus padres le habían puesto- ...Alexa?
Entonces levantó la mirada y se encontró con los ojos de Marian.
-Gracias -dijo Marian-. Te lo agradezco mucho más de lo que te puedes imaginar o de lo que yo puedo decir...
El café empezó a llenar la cafetera, y Demi bajó el fuego. Después se sentó, y Marian hizo lo mismo.
Marian se quedó cerca de una hora, y en ese corto espacio de tiempo, Demi se sorprendió de lo distinto que era perder a Alexa viéndola con Marian, tenerla en brazos sabiendo que su vida iba a estar llena de amor.




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