domingo, 9 de septiembre de 2012

A Great Love cap.23




La angustia de él entristeció a Danielle. Tomó una de sus grandes manos entre las suyas y la colocó sobre uno sus senos, conteniendo el aliento al sentir su cálido contacto. Kevin, a quien había pillado con la guardia baja, dio un respingo, pero Danielle no le soltó la mano.
— ¿Qué... qué estás haciendo? — inquirió Kevin con voy ronca.
— Mostrarte lo asustada que estoy — le susurró Danielle con una sonrisa, apretando la palma del ranchero contra su pecho para hacerle sentir los fuertes latidos de su corazón—. ¿Acaso me
tiemblan las manos, Kevin, o notas que me disguste tu contacto?
Él entreabrió los labios, en un esfuerzo por recuperar el aliento. Bajó la vista a su mano, y comenzó a moverla, muy suavemente, acariciando el pecho de Danielle a través de la tela del camisón. El pezón se endureció al instante, y ella contuvo el aliento.
Kevin sintió que todo su cuerpo se tensaba, y que su respiración empezaba a volverse trabajosa. Rozó los labios de Danielle con los suyos, y la joven le respondió al momento mientras él cerraba la palma de su mano en torno a la perfecta circunferencia de su seno Kevin la tomó por la nuca con la mano libre para acercarla más hacia sí, e hizo el beso más profundo.
Sin embargo, al cabo de unos segundos, interrumpió el encendido beso y se puso de pie, visiblemente tembloroso por el deseo que con tanto ahínco se esforzaba en reprimir.
Danielle se quedó mirándolo extasiada, y su ojos descendieron sin pudor a esa parte de su anatomía que delataba su interés por ella.
— ¿Ves lo aterrorizada que me tienes? — susurró, mirándolo sensualmente, se estiró el frontal del camisón con las manos para que pudiera ver las erectas puntas de sus senos.
Kevin tuvo que tragar saliva antes de poder hablar. Las facciones se le habían puesto rígidas mientras la miraba.
— Tú no lo entiendes, Danielle, el acto sexual es mucho más que eso. No sabes...
Danielle subió los brazos, dejándolos caer a ambos lados de su cabeza con un suspiro.
— Tienes razón, y supongo que nunca lo sabré ya que tú tienes miedo de llegar hasta el final.
Kevin la miró irritado.
— No me provoques. Este no es el momento ni el lugar.
— Pues entonces olvídate de mí — le dijo Danielle— Randall quiere casarse conmigo y está deseando que llegue nuestra noche de bodas — mintió.
Kevin alzó el rostro furioso, y Danielle pudo ver que los ojos le relampagueaban, pero le sostuvo la mirada.
— ¿Qué? — le espetó la joven desafiante—. Pensaba que querías librarte de mí. ¿Qué te importa que me case con Randall?
— Randall es un inmaduro — masculló Kevin apretó la mandíbula—. Jamás serás feliz a su lado, cada vez que te des la vuelta te engañará con otra, y tú no lo amas, me amas a mí.
— ¿No eres un poco pretencioso al asumir eso? — preguntó ella irritada.
— Puede ser, pero es la verdad — contestó él—, y no voy a permitir que te cases con Randall cuando es a mí a quien amas.
— ¡Pero si tú no quieres ataduras! — Replicó ella—, casarte, ni tener hijos.
— ¿Cómo sabes que no es eso lo que quiero?
— ¡Porque me lo has dicho tú millones de veces, cada vez que te pedía que me invitases a salir! — le dijo ella, exasperada—. Nina es más de tu estilo: atractiva, sofisticada, divertida, sin exigencias ni preocupaciones... y nunca tendrás que preocuparte por romperle el corazón.
— Estás muy equivocada con respecto a Nina y a mí. No me interesa en absoluto, lo único que quiere es acostarse conmigo.
— Vaya, qué raro, eso sí que no me lo esperaba — contestó ella con una carcajada irónica.
— Bueno, tú debes saber los motivos que tenga, porque tú también quieres hacerlo — contestó él, sonriendo de un modo burlón. Danielle se sonrojó y lo miró enfadada, pero era algo que
no podía negar. Kevin dejó escapar un suspiro y esbozó una media sonrisa—. Escucha, Danielle, es cierto que no eres una chica frágil y, que si me esfuerzo, lograré superar aquel incidente que me
dejó marcado, porque te deseo, Dios, te deseo tanto...
El corazón de Danielle dio un vuelco. Parecía que hablaba en serio.
— Pero, ¿y Nina?
— ¿Qué pasa con ella? — Respondió él, como si estuvieran hablando de una extraña—. Lo mío con ella se acabó hace tiempo, igual que va a terminar lo tuyo con Randall — le dijo en un tono exigente—, porque no vas a casarte con él.
— ¿Con qué derecho te crees para organizar mi vida?
— ¿Es eso lo que crees que estoy haciendo? Murmuró él—. Danielle, si puedes, mírame a los ojos y dime que no me amas.
Ella alzó la vista y lo intentó, pero las palabras se negaban a abandonar su garganta, y bajó la vista de nuevo, derrotada.
Kevin sonrió y se inclinó para besarla en la frente.
— Vendré por la mañana para llevarte a casa. Tu madre tiene una cita de negocios y no podrá hacerlo ella — le dijo, poniéndose el sombrero.
Justo cuando se dirigía hacia la puerta para marcharse, ella lo llamó:
— Kevin...
— ¿Qué? — contestó él, volviéndose. Los ojos de Anna estaban mirándolo llenos de ansiedad.
— Por favor, no juegues conmigo — musitó—, no digas cosas que no sientes solo porque te doy lástima. 
— No te culpo por esa falta de confianza, pequeña — le dijo él—, pero te doy mi palabra de que esto no es ningún juego, y que no me mueven la lástima, ni la culpabilidad. ¿De acuerdo?
Danielle dejó escapar un suspiro, aún no muy convencida.
— De acuerdo.
— Buena chica — murmuró él, esbozando otra sonrisa y guiñándole un ojo—. Hasta mañana.




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