domingo, 9 de septiembre de 2012

The Ex-Boyfriend Of His Sister cap.23





A espaldas de Demi se abrieron las puertas de cristal, y una ráfaga de aire frío entró en la habitación antes de que volvieran a cerrarse. El sheriff local había llegado, junto con otros dos oficiales.
-¿Demetria Lovato? -le preguntó directamente el sheriff.
-Sí.
Sobre sus cabezas, la luz de los fluorescentes parecían demasiado blancas. Desde alguna parte, les llegaba música de rock and roll, y de una radio que había detrás del mostrador, había un ruido constante de voces y crujidos.
El sheriff le estrechó la mano con entusiasmo.
-Ha sido una noticia fantástica -dijo, y miró a Wanda Spooner-. ¿Qué tal está? -le preguntó mirando a la niña.
-Parece que bien, sheriff.
-Estupendo -pasó una mano por los hombros de Demi y sonrió-. Tan pronto haya terminado con Wanda, quiero un informe completo de todo lo ocurrido.
Demi intentó sonreír. Estaba claro que sus intenciones eran buenas, pero en lo único que podía pensar en aquel momento era en que le quitara la mano del hombro.
-Estaré encantada de contarles todo lo que necesiten saber.
-Muy bien.
El sheriff volvió a apretarle el hombro y después la soltó.
-¿Qué ha estado comiendo? -preguntó Wanda.
A Demi el pensamiento le funcionaba con mucha lentitud.
-¿Perdón?
-La niña. ¿Qué le han estado dando de comer?
Demi se lo explicó.
-¿Problemas digestivos?
-Sí, al principio, pero ahora parecer haberse acostumbrado bastante bien.
-Estupendo. ¿Algo más que yo deba saber? -Demi debió mirarla con expresión de estar en blanco, porque Wanda elaboró un poco más la pregunta-. Sobre Alexia. Algún ronchón, alguna reacción extraña ... ¿ha tenido fiebre?
-Que yo sepa, no.
Las puertas de cristal volvieron a abrirse y Xavier Mott, uno de los miembros de las dos familias de médicos de Red Dog City, entró.
-Aquí está el médico -Wanda miró entonces a la niña y le habló con ternura-. Va a mirarte de arriba a abajo -dijo, y se volvió después hacia el sheriff-. Ya puede hacerle todas las preguntas que necesite a Demi. Si yo necesito preguntarle algo más, ya lo haré antes de que se vaya.
-De acuerdo -contestó el sheriff. Condujo a Demi detrás del mostrador a través de un corredor del que partían varias habitaciones, de las que eligió una y los dos entraron. Demi se sentó en una silla frente a una mesa, y allí otro oficial y una mujer esperaban frente a la pantalla de un ordenador. El oficial le preguntó su nombre completo, dirección y número de teléfono. Demi le facilitó todos los datos que él registró en el ordenador.
-Muy bien -dijo el sheriff, sonriendo-. ¿Quiere contarnos cómo encontró a la niña y todo lo que ha pasado desde entonces?
Demi le contó todo lo que quería saber, y el sheriff la escuchó sin decir nada, sólo interrumpiéndola para hacerle algunas preguntas al principio sobre lo que Joe le había contado de cómo había ido a parar la niña al asiento trasero de su coche. Estaba acabando cuando Joe apareció con los otros dos oficiales, Don peebles y el otro al que Demi no conocía.
-¿Qué piensas, Don? -preguntó el sheriff.
Don Peebles se encogió de hombros.
-Lo que Joe me ha contado encaja con lo que me dijo la mujer. Ella dice haber dejado a la niña en un vehículo rojo todoterreno en la misma gasolinera donde Joe se detuvo a echar gasolina. Dejó el coche para ir a lavabo y ella aprovechó el momento para dejar a la niña en el asiento trasero.
El sheriff puso un pie sobre la mesa y movió lentamente la cabeza.
-Una historia triste. La hija de la señora Rankin murió hace unos tres meses de neumonía. Era prácticamente de la misma edad que la hija de los Todd. La señora Rankin ha estado inestable desde entonces, y cuando vio a Alexia en el mercado, aprovechando que su madre estaba de espaldas...
-Robó a la niña -intervino Joe.
-Eso es -dijo el otro oficial-. Pero después de haberlo hecho, se asustó. Se sentía confundida, no podía pensar con claridad, y cuando la policía de Reno la interrogó, dijo que había dejado a la niña en un enorme todoterreno rojo.
-Pero todo se ha solucionado, gracias a vosotros, amigo -añadió el sheriff.
-Nos alegramos de haber podido ayudar.
Demi no veía más que el momento de escapar.
-Entonces, ¿ha terminado ya con nosotros?
Hubieron unas cuantas palabras más de agradecimiento y unos cuantos apretones de manos más y el sheriff estuvo de acuerdo en dejarlos marchar, por supuesto.
Joe asintió.
-Llámenos si hay algo más.
Lo haremos.
Demi se puso de pie. Joe le tendía una mano y Demi la aceptó, aliviada al sentir la firmeza de su mano. Sin embargo, hubiera podido jurar que Don Peebles, a quien conocía desde el jardín de infancia, contenía el aire por la sorpresa de verla cogida de la mano de Joe. No era de extrañar. Demi Lovato dándole la mano a un hombre.
El otro oficial se aclaró la garganta.
-Pasen por aquí, por favor.
Los acompañó hasta la recepción, pero les pidió que esperasen un momento cuando otro de los agentes le hizo una señal. Los dos hablaron brevemente.
-Wanda quiere verlos antes de que se vayan -dijo, y señaló la fila de sillas que esperaban a lo largo de la pared a ambos lados de la puerta-. Siéntense.
Demi y Joe se quedaron de pie mientras él iba a buscar a Wanda. A cada minuto que pasaba, Demi se sentía más incómoda. Era un lugar tan público que cualquiera que pasase podría ver que Joe y ella se habían dado la mano. Disimuladamente tiró un poco, confiando en que él la soltase, pero Joe le guiñó un ojo y le dijo al oído:
-No pienso soltarte.
Demi miró para otro lado, con las mejillas rojas como la grana, y fue entonces cuando vio a aquella mujer.
Era joven y bastante atractiva, vestida con un abrigo rojo y llevaba una cinta a juego en el pelo cobrizo. Estaba sentada junto a la puerta y los miraba atónita. Demi sabía lo que estaba pensando: no podía comprender qué podía ver un hombre como Joe en una mujer como ella.
Justo en ese momento apareció Wanda.
-Gracias por haberme esperado.
-¿Dónde está la niña? -preguntó Demi. Era en la niña en lo único que podía pensar.
-No se preocupe -la tranquilizó Wanda-. Alexia está bien. El doctor Mott está haciéndole un chequeo.
-Ah. Muy bien -dijo Demi, sintiéndose ridícula, e intentó ser algo más civilizada-. ¿Quería hablar con nosotros?
-Sí. Esperaba que quisieran quedarse hasta que llegasen los Todd. No creo que tarden más de media hora.
Demi se la quedó mirando. Conocer a los padres de la niña era lo último que quería hacer.
Joe pareció percibir la inquietud de Demi.
-¿Hay alguna razón por la que tengan que encon trarse con nosotros?
-No; simplemente para darles las gracias. Conocer a las personas que se ocuparon tan bien de su hija.
Joe miró a Demi.
-Bueno, ¿qué te parece?
Demi contestó que no con la cabeza, pero casi sin moverla. Simplemente no podía hacerlo. No en aquel momento. Era demasiado: Joe cogiéndole la mano y Don Peebles mirándolos boquiabierto; aquella mujer contemplándolos con incredulidad. Se sentía como si se hubiese despertado a una pesadilla después de la tranquilidad y la felicidad de los últimos tres días. Joe contestó por los dos. 
-No. Creo que nos vamos a marchar.
-¿Puedo darles su número de teléfono? -preguntó Wanda.
-¿A los padres de la niña? -preguntó Joe-. Por supuesto. ¿Tiene dónde apuntar?
Wanda les contestó que cogería los números de los informes policiales. Joe siguió con las cortesías de rigor y al final, salieron de allí.
Atravesaron las puertas de cristal y Demi se sintió aliviada, pero sólo por un momento, porque Rudy Crebs, editor y director del Red Dog City Clarion los esperaba en las escaleras.
-Joe, Demi... Tenemos que hablar.
-Ahora no, Rudy. Llámame más tarde, ¿quieres? 
Joe rodeó al editor con Demi su lado.
-Vamos, hombre. La historia de la niña va a tener dimensión nacional. Dadle una oportunidad al periódico local.
Joe siguió caminando, pero le habló por encima del hombro.
-Más tarde. Te lo prometemos.
Rudy seguía hablándoles cuando se subieron en el Land Cruiser.
-¿Cuándo? Decidme cuándo.
Joe hizo un gesto con la mano y puso el motor en marcha.
-¿Cómo se habrá enterado tan pronto? -se preguntó Demi en voz alta cuando cogieron el tramo de autopista que los conduciría a Barlin Creek Road.
Joe se encogió de hombros.
-Es periodista. Tienen radar, créeme.
-Ha dicho que será una noticia de alcance nacional. -Puede que tenga razón. Es una historia de interés humano, si te paras a pensarlo.
Demi se apoyó contra el respaldo y cerró los ojos.
-Sí, supongo.
Al fin y al cabo, Joe era una celebridad y la niña, un encanto. Además, la historia había tenido un final feliz.
Demi seguía llevando en la mano la manta. Sus pliegues estaban aún calientes, y sabía que si se lo acercaba a la nariz, olería a la niña. Esa sensación de vacío volvió a apoderarse de ella.
-¿Estás bien, Demi?
Siguió con los ojos cerrados e intentó hablar sin parecer afectada.
-Estoy bien. Bien.

No hay comentarios:

Publicar un comentario