martes, 18 de septiembre de 2012

A Great Love cap.25 Happy Bday Danielle Jonas





Al día siguiente por la tarde, cuando la señora Deleasa se marchó a su cita, Kevin empezó a sentirse nervioso. Había pensado que iban a sentarse en el salón, pero, cuando llegó, la joven estaba echada en la cama porque decía que allí estaba más cómoda, y como tenía un televisor y un vídeo en el dormitorio, le preguntó si no le importaba que vieran allí las películas que había llevado.
— Por supuesto que no — balbució él, tragando saliva, e introduciendo una de las cintas en el vídeo.
Cuando se volvió hacia ella, observó que estaba mirándolo extasiada, con el rostro encendido, y carraspeó.
— ¿Dónde está Lori, en la cocina? Podríamos decirle que prepare unas palomitas si quieres — farfulló con el corazón en la garganta.
— Lori... no está — respondió Danielle—. Hoy es su día libre.
La mandíbula de Evan se puso rígida.
— ¿Serviría de algo que te diera mi palabra de que trataré de no seducirte? — sugirió ella con una tranquilidad que no sentía en absoluto Kevin notó que todos sus músculos se tensaban al encontrarse con los ojos de ella.
— No haría falta que lo hicieras, ¿o es que no lo sabes? — murmuró—. Basta con una mirada tuya o una ligera caricia para volverme loco.
El corazón de Danielle latía frenéticamente. Era como si de pronto todos sus sueños se estuvieran haciendo realidad. Extendió los brazos hacia él, y aquella vez Kevin no pudo resistirse.
Fue junto a ella y se inclinó, dejando que le rodeara el cuello con ambos brazos y le atrajera hacia sí, tumbándolo con ella en la cama. Kevin se decía que no debía hacerlo, pero el cuerpo de la
joven era tan blando, tan bien formado, y ella se mostraba tan complaciente... Cuando al fin acercó sus labios a los de ella, fue como si se produjera un estallido de calor en su interior.
A la joven le parecía que había muerto y había subido a los cielos. Tiraba suavemente de los labios de Kevin con los suyos, saboreándolos, mientras la inundaba la calidez de su cuerpo. Sin
embargo, cuando él hizo el beso más profundo y sus manos le apretaron cintura, Danielle contuvo el aliento y Kevin se retiró al instante.
— ¿Qué ocurre, te he hecho daño? — le preguntó preocupado—. ¡Dios!, a veces detesto mi estatura y mi fuerza.
— No me has hecho daño, Kevin — le respondió ella dulcemente—. Es solo, que siento que me quemo por dentro cuando me besas de ese modo — murmuró mirándolo a los ojos.
Él se relajó un poco y le acarició la mejilla con la mano.
— ¿De verdad crees que podría tenerte miedo, Kevin? — le preguntó ella—. ¿Acaso no te das cuenta de que te deseo tanto que te permitiría que me hicieras lo que quisieras?
Un brillo lascivo apareció en los ojos negros del vaquero. Se inclinó para besarla ardorosamente, y uno de sus grandes brazos se deslizó por debajo de ella para alzarla y apretarla contra su cuerpo. Sus labios acariciaban los de ella y se retiraban, una y otra vez, excitándola con una destreza enloquecedora.
Kevin se movió para que sus caderas quedaran encima de las de Danielle, y pudiera notar lo excitado que estaba. La joven gimió ante lo íntimo que resultaba aquel contacto, y Kevin despegó
sus labios de los de ella un instante para mirarla a los ojos. No parecía que hubiera miedo en ellos.
Se frotó ligeramente contra ella, y vio que se sonrojaba. Introdujo una pierna entre las de Danielle, y vio que se sonrojaba y se ponía algo tensa.
— No, tranquila — le dijo sacudiendo la cabeza—, quiero que aprendas todo lo que debes saber sobre mi cuerpo antes de que vayamos más lejos.
Danielle seguía sintiéndose algo turbada, pero le dejó hacer.
— Eso es, no tienes que temer nada — le decía la voz profunda y sensual de Kevin—. Simplemente estoy dejando que descubras mi cuerpo, eso es todo.
Ella se relajó un poco más, y a medida que iba desapareciendo la sensación de extrañeza por lo nuevo que le resultaba aquello, comenzó a disfrutar de la sensación del cuerpo de Kevin
pegado al suyo, Kevin pasó los dedos lentamente por uno de los senos de la joven, cuidándose de no rozar el pezón, que al instante se había puesto erecto. La miraba a los ojos mientras lo hacía, y
oía su respiración irregular. Danielle no estaba segura de poder soportar mucho más. Sentía que si no le tocaba el pezón iba a explotar, se arqueó hacia él, en un ruego mudo de que pusiera fin
aquel delicioso tormento.
— Lo sé — le susurró él—, sé exactamente qué es lo que quieres, y voy a dártelo, pero deja que te haga arder primero.
Las mejillas de Danielle se tiñeron de rubor, pero no protestó, sino que se dejó caer de nuevo suavemente sobre los almohadones, esperando, temblando, mientras él continuaba dándole tanto
placer, sin satisfacerla del todo, hasta que de su garganta escapó un gemido de frustración.
Kevin la apretó más contra él con la mano que tenía debajo de su espalda, y Danielle le clavó las uñas en los hombros, desesperada.
— Evan, por favor... aaah... por favor... él inclinó la cabeza, dejándole sentir su aliento en las mejillas, los labios..., mientras rozaba los nudillos muy lentamente justo por el borde del pezón.
Y entonces, con exquisita delicadeza, tomó el botón endurecido entre las puntas de sus dedos. Danielle sintió una ráfaga tremenda de calor en su vientre, y todo su cuerpo se convulsionó. El
placer le nubló la vista, y se arqueó hacia él con una expresión de total abandono en el rostro, Kevin comenzó a desabrocharle uno tras otro los botones de la blusa con una destreza pasmosa,
la abrió, y desabrochó también el enganche frontal del sostén de encaje. Apartó las copas a los lados, dejando al descubierto los hinchados senos de Danielle, y contuvo el aliento extasiado ante la
belleza de aquellas circunferencias de textura cremosa y sonrosadas aureolas. Los acarició suavemente, sin dejar de observar la expresión de su rostro mientras ella se entregaba a él por completo.
— No sabes hasta qué punto me excitas, me excita como ninguna otra mujer lo ha hecho jamás — le susurró, inclinándose hacia sus pechos muy despacio— Dios, Danielle, eres deliciosa, y quiero devorarte...
Bajó la boca hasta uno de los senos, y empezó a tirar del pezón con los labios, a succionarlo, y Danielle se deshizo en gemidos. El placer que estaba experimentando era tan intenso que sentía que los ojos se le estaban llenando de lágrimas. Sus dedos temblorosos se enredaron en el vello rizado del tórax de Kevin y lo atrajo hacia sí más aún.
De pronto una de las manos de Kevin estaba introduciéndose por debajo de la falda de su vestido, y la joven notó que iba ascendiendo por uno de sus muslos, hasta alcanzar el vientre.
— Lo que quieras, Kevin — le susurró al oído—, te daré lo que quieras...
Kevin se entregó sin restricciones a la necesidad de ella que lo consumía, y sus besos se volvieron más ardientes, y sus manos más insistentes en las caricias que prodigaban a la joven sin cesar. Danielle, en un arrebato de pasión en medio de aquel frenesí, le hincó los dientes en el hombro, y no se dio cuenta de lo que estaba haciendo hasta que lo oyó inspirar y levantar la cabeza.
— Lo... lo siento — balbució la joven, avergonzada—, te he mordido.
Pero a Kevin no parecía importarle demasiado. Había bajado la vista a los senos de la joven, y estaba observando las marcas rojizas que sus labios habían hecho.
— ¿No te he asustado, dejándome llevar así? — le preguntó quedamente.
— ¿Por qué debía haberme asustado? — inquirió ella su vez, perpleja.
— Porque podría haberte hecho daño — masculló, contrayendo el rostro, disgustado consigo mismo, mientras le acariciaba suavemente las marcas que le había hecho—. No pretendía perder
la cabeza de este modo.
El que fuera capaz de hacerle perder la cabeza hizo que Danielle se sintiera tremendamente halagada.
— Pero si no me has hecho ningún daño — le dijo con una sonrisa—. De hecho, me ha gustado — añadió—. No soy de porcelana, Kevin, no voy a romperme por que seas un poco brusco.
Danielle se acercó más a él y colocó la mano en su camisa.
— ¿Me dejas que te toque yo también?

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