Miley sintió la tentación de tirar el móvil contra la pared, pero se contuvo orque entonces tendría que comprar otro.
¿Qué más podía ir mal aquel día? Había encontrado el sitio perfecto para su local y en una buena zona de la ciudad. El precio era razonable y tenía todo lo necesario. Lo único que necesitaba era una pequeña reforma en la entrada para colocar unas cuantas mesas.
Después de tanto tiempo organizando caterings, estaba lista para dar un paso adelante, uno que le aportaría ingresos fijos. Gracias a sus pocos ahorros había podido seguir viviendo en el apartamento, pero si no empezaba a ingresar dinero todos los meses, tarde o temprano tendría que irse.
Estaba segura de que el banco le concedería un préstamo, pero para
conseguirlo necesitaba tener firmado un contrato de alquiler. Y había creído que lo tenía hasta que el propietario del local llamó para decirle que había un problema.
De repente, su sueño de preciosas magdalenas, deliciosos pasteles, intricados bombones y panes de todo tipo se evaporó.
Estaba cerrando la puerta del apartamento cuando empezó a sonarle el móvil.
Era un número que no reconocía, pero como se lo había dado a muchos clientes, no podía permitirse el lujo de no responder.
–¿Dígame?
–Miley, soy Nick.
Ella rio mientras se quitaba el abrigo.
–Vaya, qué sorpresa. Si no recuerdo mal, dijiste que no me llamarías al día siguiente. ¿A qué le debo este honor?
–Uno de los preservativos se rompió.
Miley se pasó el teléfono a la otra mano para quitarse el abrigo del todo, convencida de haber oído mal.
–¿Qué has dicho?
–Que el preservativo que usamos en la ducha se rompió. No
me di cuenta, por supuesto.
Ella intentó tragar saliva. Ninguno de los dos se había dado cuenta en ese momento, claro.
–Miley, ¿estás ahí?
–Sí, estoy aquí.
–Tenemos que hablar.
–¿Cuándo lo has descubierto?
–Ayer, cuando te fuiste.
–¿Y por qué has esperado hasta hoy para decírmelo? –gritó ella–.
Deberías habérmelo contado ayer, cuando aún podría haber hecho algo. Aunque no sabía muy bien qué podría haber hecho. ¿La píldora del día siguiente? Entonces habría sido demasiado tarde… ¿o no? En realidad, no lo sabía. Pero al menos podría haber preguntado.
–Cálmate, Miley.
Su tono condescendiente la enfadó aún más.
–No me digas que me calme. No eres tú quien tendrá que vivir con las consecuencias de un preservativo roto.
–¿Ah, no? ¿Crees que un embarazo no me afecta tanto como a ti? Deja de gritarme y vamos a hablar de esto como adultos.
Miley tuvo que morderse los labios.
–Muy bien, de acuerdo.
–Supongo que no tomas la píldora.
–No, no la tomo.
–Y supongo que esta noticia te ha asustado tanto como a mí –siguió Nick–. Pero que lo pagues conmigo no sirve de nada.
Miley miró el móvil. Si lo hubiese tirado contra la pared no estaría manteniendo esa conversación, pensó.
–Creo que deberías mudarte a mi casa, al menos hasta que sepamos si estás embarazada.
–¿Qué? –Tal vez deberíamos vernos, no creo que esto sea algo de lo que debamos hablar por teléfono. Iré a buscarte en una hora…
–No –dijo Miley entonces.
–¿Entonces qué hacemos? –No pienso irme a vivir a tu casa. Es lo más absurdo que he oído en toda mi vida. Y no tenemos por qué vernos. Francamente, ahora mismo no siento el menor deseo de verte. Necesito tiempo para acostumbrarme a la idea, pero si al final resulta que estoy embarazada te aseguro que me pondré en contacto contigo. Hasta entonces, te agradecería que me dejases en paz.
–No se trata de lo que yo quiera –replicó Nicholas–. Necesito saber que tú estás bien y que el bebé, si existe, también está bien. Y la mejor manera de hacer eso es que estés cerca de mí.
Lo había dicho con tono distante, como si pensara que estaba haciendo lo que debía hacer. Y eso la molestó. Le preocupaba que el embarazo fuera bien cuando a ella lo único que le preocupaba en aquel momento era que hubiese tal embarazo.
–Me da igual lo que tú quieras –le espetó antes de cortar la comunicación.
Pero, como intuía que Nicholas era un tipo persistente, apagó el teléfono y lo tiró sobre el sofá.
Miley corrió a su dormitorio para mirar el diario donde anotaba su ciclo menstrual.
Calculó los días después de su última regla… y dejó escapar un gemido.
¿Podría haber ocurrido en peor momento? No podría decir con seguridad que hubiera estado ovulando esa noche, pero había muchas posibilidades.
Muy bien, de modo que era posible. Lo que tenía que hacer era buscar opciones, si las había.
Volvió a encender el móvil, ignorando los pitidos que anunciaban llamadas perdidas y mensajes, seguramente de Nick, y llamó a su amiga Taylor.
–¿Qué tal, Miley? ¿Has solucionado el problema del alquiler del local? ¿Y qué tal la fiesta en casa de Demi? Sentí mucho no poder ir, espero que no se haya enfadado.
Miley esperó hasta que su locuaz amiga dejó de hablar.
–¿Tienes algo que hacer? Necesito a las chicas. Es una emergencia.
Al otro lado del teléfono hubo un silencio.
–¿Qué ha pasado?
–Os lo contaré cuando estemos juntas. ¿Puedes llamar a
las demás?
–Sí, claro. ¿Nos vemos en Oscar’s?
–Sí, pero será mejor reservar una mesa apartada.
–¿Quieres que llame a Demi? ¿Sigue en Greenwich?
Miley decidió que era lo bastante egoísta y su problema lo bastante gordo como para preguntarle a su amiga si haría el viaje por ella.
–Llámala, pero dile… dile que no le cuente nada a su marido.
–Si sabe que la necesitas, irá –dijo Taylor–. Todas estaremos allí, ya lo sabes.
–Sí, lo sé, y os adoro por ello.
–Deja que hable con las chicas, luego te enviaré un mensaje diciendo la hora.
Mientras tanto, puedes venir aquí si quieres. Solo tengo un cliente esta tarde… podría hacerte las uñas.
–Gracias, Taylor, pero prefiero que nos veamos después.
–Muy bien, nos veremos en cuanto haya reunido a las chicas.
Miley cortó la comunicación, aliviada. Tenía las mejores amigas del mundo, pensó. Chicas listas que podrían ayudarla a resolver su problema.
dios amigaa me encanto!!
ResponderEliminarme muero por leer el siguiente!!
quiero saber que medidas necesarias va a tomar nick!!
jajjjajaj
sube mas plis C: