lunes, 10 de septiembre de 2012

Miley's Little Secret cap.27





—Creo que ha ido muy bien —dijo Nick esa tarde. Estaban sentados en el borde de la piscina en bañador y con los pies en el agua. Jerry había ido ya a casa de Peter.
Miley se dejó caer en el agua, se giró y apoyó la barbilla en las manos cruzadas en el borde.
—Sí, ha ido bien. Pero ya te lo había dicho yo. Tendrás que admitir
que sé de lo que hablo.
Nick inclinó la cabeza a un lado y la miró con aire perezoso.
—A veces.
—¿A veces? ¡Ja! —se agarró al borde con una mano y salpicó todo lo que pudo con la otra.
—¡Eh!
—A veces, no. Casi siempre. Y te sale agua de la nariz.
—Te la has ganado.
—Ni se te ocurra —ella se hundió en el agua para alejarse de él.
Pero no fue lo bastante rápida. Él saltó a la piscina, le puso una mano en la cabeza y empujó. Miley lanzó un grito espeluznante, pero tuvo que interrumpirlo para tomar aire antes de hundir la cabeza.
Cuando salió a la superficie, riendo y chapoteando, él se lanzó a por
ella y la joven volvió a gritar. 
—Suéltame —dijo ella.
—De eso nada —Nick tiró de la muñeca de la joven y echó a andar
hacia la parte más superficial.
Nick hizo pie.
—Está bien, está bien. Tú ganas. Suéltame ya.
—No —la abrazó y bajó su boca a pocos centímetros de la de ella.
—¡Bésame!
Miley lo empujó en el pecho, aunque no con mucha fuerza.
—¿Y por qué debo besarte?
—¿Porque te gusta? —sonrió él.
Ella dejó de fingir que se debatía y simuló pensar en ello.
—Bueno, eso es posible, sí.
—¿Porque tu corazón late con más fuerza y te cuesta respirar?
—¿Y tú cómo sabes eso?
Nick le tomó la mano derecha y colocó la palma abierta encima de
su corazón.
—Muy fácil. ¿Sientes eso? —y ella lo sintió—. Bésame.
La joven le echó los brazos al cuello y se entregó a la gloria del
beso… hasta que la mano de él se acercó al cierre del sujetador del
bikini… Entonces lo apartó.
—No pienso quedarme en topless en la piscina de tu rancho.
—¿Y en mi dormitorio?
Miley apoyó el dedo índice en la barbilla e hizo una mueca.
—Déjame pensaren eso.
Nick lanzó un juramento. La agarró por la mano y tiró de ella fuera
de la piscina.
—¿Adonde me llevas? —preguntó ella, fingiendo inocencia.
—Adivínalo.
Miley no tenía que adivinar mucho. Se dejó arrastrar riendo y Elvis, que estaba tumbado debajo de una sombrilla, se levantó y corrió tras ellos.
Los días del verano pasaban con lentitud. Días felices, en opinión de Miley, seguidos de noches llenas de sexo en la cama de Nick.
Jerry cumplió su promesa de llamar papá a Miley y se metió en su
vida como hijo de Nick sin necesitar un periodo de transición y sin el menor asomo de timidez o incomodidad.
Nick declaró que eso le parecía asombroso, pero a Miley no le
sorprendió nada. Su hijo tenía una vena muy pragmática. El padre que había conocido y querido había muerto y no le preocupaba descubrir que tenía otro, un padre que estaba loco por él, un padre divertido que a veces casi podía ganarlo en el juego de Agresión Alienígena. Un padre que estaba pendiente de todas sus palabras y le había dicho que Elvis ahora también era suyo.
Y eso sin contar los regalos. Ahora que ya era de dominio público que Jerry era su hijo, Nick parecía decidido a comprarle todos los
videojuegos y aparatos electrónicos del mercado.
—Jerry no necesita una PlayStation, una X Box y la última versión de Nintendo —le dijo Miley un día que estaban a solas.
—No, pero las quiere.
—Con una de las tres le basta.
El la miró con el ceño fruncido.
—Pero hay juegos que sólo se pueden jugar en una de ellas.
—¿Y qué? No necesita conocer todos los juegos del mercado.
—Pero ya te he dicho que no es cuestión de necesidad.
Miley suspiró e intentó enfocar el tema desde otro ángulo.
—No siempre es buena idea comprarle algo a un niño sólo porque él lo quiere. Después empiezan a pensar que tienen derecho a todo y crecen sin la idea de esforzarse por conseguir algo y sin saber esperar.
—¿Pero quién quiere esperar? Yo no. De ser posible, quiero lo que
quiero y lo quiero ya.
Intentó agarrarla y ella se apartó.
—Y a veces no consigues lo que quieres.
Nick le lanzó una mirada sombría.
—¿Estás hablando de ti y de mí?
—No, hablo de nuestro hijo. De las cosas que tenemos el deber de
enseñarle… como que los objetos no lo son todo.
—Puede que tengas razón.
Miley levantó los ojos al cielo.
—Gracias.
Pero él mostraba ya su sonrisa más seductora.
—Dame un margen, ¿de acuerdo? Déjame ser muy consumista una
temporada.
Miley lo miró y se sintió incapaz de negarle nada.
—Está bien. Pero empieza a recortar un poco. ¿De acuerdo?
Nick levantó una mano como si fuera a hacer un juramento formal.
—Lo prometo. Ahora vuelve aquí y déjame desnudarte.
Al día siguiente llegó una bicicleta de tres mil dólares a la casa
mientras él estaba en el bufete. Miley vio el precio en el albarán que le tendió el repartidor. La bici tenía más marchas que un todoterreno.
—Voy a montarla, mamá. Quiero probarla ahora mismo.
—No salgas a la carretera —le advirtió ella. La autopista estatal
pasaba muy cerca, al final del camino curvo que llevaba hasta el rancho.
Jerry lo prometió.
—Sólo el camino del rancho y los que dan la vuelta a los establos y la piscina.
Se puso el casco metálico verde y morado que iba con la bici y pasó
dos horas dando vueltas a los establos y la piscina.
Miley se dijo que una bici, por cara que fuera, era mejor que otra
consola más. Y por lo menos, Nick había tenido la sensatez de comprar también un casco.
Jerry empezó a jugar al fútbol el segundo lunes de julio. Los
entrenamientos tendrían lugar todos los días durante dos semanas.
Después de eso, habían planeado el viaje a Disneylandia para la última  semana de julio. Nick lo había organizado de modo que pudieran viajar desde Dallas y Miley había vaciado su agenda para esa semana. Todo estaba arreglado.

El jueves era el cuarto día de Jerry en el fútbol. Miley lo llevó al campo y fue a visitar a su hermana. Los recién casados habían vuelto unos días atrás.
Hannah parecía muy feliz y estaba muy bronceada. Le enseñó los
últimos detalles de la casa y se sentó con ella a tomar café en su nueva cocina y hablar de su luna de miel.
—Ha sido maravillosa —terminó—. Lo hemos pasado de miedo.
—Seguro que sí.
—¿Y qué me dices de Nick y de ti? Ya sabe todo el pueblo que
Jerry está en su casa.
—Es normal que lo sepan.
—Y todo el mundo se pregunta si hay algo entre vosotros. ¿Y sabe
Jerry que Nick es su padre? Aja, sigues sonriendo. Eso significa que sí, ¿verdad? ¿Se lo ha tomado bien?
—Sí. Todo va de maravilla.
—¿Todo? —Hannah enarcó las cejas.
—Bueno…
Hannah soltó un grito de alegría y la apuntó con el dedo.
—¡Te has ruborizado! Así que tengo razón, ¿eh?
Nick y tú estáis enamorados.
En cuanto oyó la frase en boca de su hermana, Miley supo que era
cierta. Estaba enamorada de Nick Miller y quería una vida con él.
—¿Cuándo es la boda? —preguntó Hannah—, ¡Oh, va a ser genial! Mamá y yo nos pondremos a ello enseguida porque no tiene sentido que esperéis mucho. Y supongo que cerrarás tu casa de San Antonio y te vendrás a vivir aquí por fin. ¡Oh, qué contenta estoy!
Miley se echó a reír.
—¡Eh, frena un poco! Creo que antes debería hablar de todo esto con Nick.
Hannah movió una mano en el aire.
—Oh, bueno, supongo que sí. Pero date prisa, ¿quieres? Tenemos que planear la boda.
Miley se pasó la tarde pensando cómo le diría aquella noche a Nick
que lo amaba.
No tenía por qué ser difícil. No era nada del otro mundo.
Pero cuando se imaginaba haciéndolo le sudaban las manos y el
corazón le latía con fuerza en el pecho.
Después de cenar, Nick y Jerry bajaron a la sala de juegos y Miley
subió las escaleras y pensó que lo siguiente que tenían que comprarle a su hijo era un libro, para variar.
Jerry eligió aquella noche para darse un baño largo, o al menos a su
madre le pareció muy largo. Cantó todas las canciones de los Beatles, desde All my loving hasta Let it Be.
Cuando al fin salió a darles las buenas noches, Miley decidió que podía vivir el resto de su vida sin oír ni una canción más de George, Paul, John o Ringo.
—Te quiero, mamá.
—Buenas noches. Yo también a ti.
—Buenas noches, papá. No lo olvides.
—No lo haré. Buenas noches.
Jerry entró en su cuarto bostezando y cerró la puerta.
Miley miró a Nick.
—¿No olvides qué?
Él se llevó un dedo a los labios, le tomó la mano y la guió escaleras
abajo. Cuando llegaron a su dormitorio, a ella ya no le importaba lo que Jerry no quería que olvidara Nick.
Estaba demasiado ocupada pensando cómo iba a decirle que lo
quería. Se desnudaron y se metieron en la cama. Nick la abrazó enseguida y Miley abrió la boca para decírselo, pero antes de que pudiera hablar, él la besó en la oreja y dijo:
—Jerry quiere que nos casemos. Y yo también.




2 comentarios:

  1. wooow me encantoooo
    en seriooo niñaaa esta nove si me pone de nervios el saber que pasaaa...
    siguelaaa porfaaa.

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  2. OMG! OMG!
    VA A VER BODAAAA' SII WUJUUUUUUUUUUU' :D
    QUE EMOCION >.<'
    AMIGAA ME ENCANTO
    GRACIAS POR SUBIR SABES QUE ADORO TUS NOVES
    EN ESPECIAL LAS NILEY♥
    SIGELAAA SUBE PRONTO C:

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