—No pareces muy contenta con ello —dijo su padre con el ceño
fruncido.
—Es lo que quiere Nick, pasar tiempo con su hijo.
—¿Y qué quieres tú?
—En este momento sólo quiero hacer lo posible para que pasen
tiempo juntos.
—¿Y Nick y tú? —preguntó su madre.
—Mamá, en este momento no hay nada entre nosotros.
—¿Pero crees que podríais…?
—Tish —Billy acercó su silla a la de su esposa y le pasó un brazo por los hombros—. Es su vida. Tenemos que aprender a dejar que ella toma sus decisiones y viva su vida.
—Lo sé, pero…
Él la atrajo hacia sí.
—Déjalo ya.
Tish arrugó la nariz.
—Está bien.
Miley se levantó y le dio un beso en la mejilla a su padre.
—Os quiero.
Billy le sonrió.
—Eso es exactamente lo que nos gusta oír.
Miley le contó el plan a Jerry durante el desayuno.
—¿Todo el verano? —el niño frunció el ceño y tomó otra cucharada de cereales.
Estaban solos en la cocina. Billy había ido a trabajar y Tish a hacer la compra.
Miley dejó su taza de café en la mesa y sonrió.
—Hasta finales de agosto. Casi dos meses enteros en el Doble T.
Podrás montar en el pony y nadar todos los días. Y comer muchas
barbacoas y estar con Fargo. Sabemos cuánto te gusta el perro.
Jerry masticó y tragó.
—Pero les dije a Dustin y Adam que volveríamos la semana que viene —esos chicos eran sus mejores amigos y vivían en la misma calle que él en San Antonio.
—Puedes llamarlos y decirles que te quedas aquí todo el verano, pero que volverás cuando empiece el colegio.
Jerry no se dejó convencer tan fácilmente.
—Queríamos hacer un fuerte en el árbol en el jardín de Dustin. Seguro que ya lo han empezado. Y me voy a perder todo el entrenamiento de fútbol, que empieza a principios de agosto. Y tú dijiste que me llevarías a Disneylandia en julio.
Miley no esperaba todas aquellas objeciones y, por lo tanto, no se
había preparado para ellas. Pensó en la mirada de enfado de Nick y en lo que le diría si estropeaba eso y tenía que arrastrar a su hijo al rancho contra su voluntad. Como Nick no confiaba en ella, asumiría que había puesto a Jerry en contra de la idea de pasar el verano en el Doble T.
Pero no había razón para mostrarse tan negativa. Su hijo era un niño razonable y podían arreglar aquello entre ellos.
—Creía que te gustaba el rancho —dijo.
—Me gusta mucho. Y me daba pena pensar que no iba a ver más a
Elvis o a Nick. Nick me gusta mucho. Pero una casa en un árbol y
Disneylandia…
—Puedes hacer una casa en un árbol del rancho —propuso Miley—. Ydecirles a los amigos que has hecho aquí en esta calle que vengan a verte. Y en el pueblo hay campo de fútbol y podemos organizar que vayas a jugar. Y no veo por qué no podemos ir a Disneylandia. Es posible que a Nick también le apetezca venir.
Jerry comió otra cucharada de cereales y pensó un momento.
—Me perdería el principio del entrenamiento —comentó.
A Miley le pareció que ya ofrecía menos resistencia. Tomó un sorbo de café y contestó con franqueza.
—Sí, me temo que te perderías algunos días de entrenamiento.
Jerry la miró.
—¿Y puedo invitar a Dustin y a Adam a que vengan de visita al
rancho?
Miley sonrió.
—Estoy segura de que podemos arreglarlo, aunque, por supuesto,
tendríamos que hablarlo con Nick.
—Sí. claro, es su casa.
—Exacto.
Otra cucharada de cereales. Y después otra.
—Vale, mamá. Vámonos al rancho.
Miley se sintió aliviada.
—Bien.
El niño la apuntó con la cuchara.
—¿Nick es tu novio?
Miley estuvo a punto de atragantarse con el café.
—¿Por qué lo preguntas?
—Te has puesto roja.
Ella tomó un sorbo de café.
—No me vas a contestar, ¿verdad? —gruñó Jerry—. Mira, a mí no me importa que tengas novio. Yo quería a papá y tú también. Pero ahora él está en el cielo y tú eres viuda y las viudas pueden tener novio, siempre que él se lleve bien con sus hijos.
—¿Quieres decir… un novio como Nick?
Jerry asintió.
—¿Y sabes qué? Quiero otro tazón de cereales.
Miley se untó anti mosquitos y dejó el frasco sobre la mesa. Acercó otra silla, colocó los pies descalzos encima, se recostó en el respaldo de la suya, miró las estrellas y sonrió.
Era agradable estar al lado de la piscina. La brisa le enfriaba las
mejillas, un coro de grillos lanzaba su canción interminable y podía oír el agua chocar suavemente en los lados de la piscina. Las luciérnagas cruzaban el césped como linternas minúsculas en la oscuridad.
—O sea, que el mes que viene vamos a Disneylandia —dijo la voz de él detrás de ella.
No era la voz cálida y seductora que recordaba Miley de la otra vez que había estado sentada allí, pero tampoco sonaba amenazadora y odiosa.
Miró un instante su figura grande.
—Siéntate —propuso. Y señaló la silla que había a su lado.
Nick se sentó y ella captó débilmente el aroma de su loción de
afeitar. El brazo bronceado de él rozó el de ella, que sintió
inmediatamente su calor.
Lo miró. El parecía observar los pies descalzos de ella. Su mirada
subió lentamente por las piernas y la falda ligera de verano, por el vientre y los pechos.
La miró a los ojos.
—Aparte del ojo morado y de la venda, pareces bastante saludable — comentó.
—Sí, me siento bien, gracias —repuso ella—. Y sí, nos vamos a
Disneylandia a finales de julio. O al menos se va Jerry con uno de
nosotros.
—Sí, ya me lo ha dicho.
Seguía mirándola y Miley sintió la boca seca y tragó saliva.
—He tenido que negociar para convencerlo de que viniéramos aquí — explicó. Vio que él enarcaba las cejas—. No es que no quisiera venir, pero tenía otros planes que le apetecían.
Nick asintió.
—El fútbol, una casa en un árbol, sus amigos en San Antonio… y
Disneylandia.
—Parece que te lo ha contado.
—Sí. Me ha dado la impresión de que quería que tuviera clara su
agenda para el verano, ya que va a quedarse aquí.
—Es un chico listo.
—Desde luego.
—¿Y la tienes clara?
—Sí, yo diría que sí.
—Me alegro. Yo tengo que cambiar la reserva del vuelo a Florida y tú puedes pedir las tablas y clavos para la casa del árbol.
—No hace falta. Creo que tenemos de todo aquí.
—Estupendo. Yo intentaré enterarme de cómo funciona el fútbol aquí.
—He dejado que Fargo duerma en su cuarto —dijo él Miley cerró los ojos.
—O sea, que el perro está en la cama de Jerry.
—¿Tenía que haberme negado?
Ella suspiro.
—Un niño y un perro… Era inevitable.
—Eso mismo he pensado yo.
Hubo una pausa. El coro de los grillos se hizo más alto. Un pájaro trinó entre los árboles. Su canción tembló en el aire y terminó, con la última nota muy alta y solitaria.
Miley se sentía observada por Nick. El silencio de él poseía una
cualidad tensa. Se atrevió a volver la cabeza y mirarlo.
Los ojos oscuros de él relucían. Casi sonrió, pero se contuvo a tiempo.
Apoyó las manos en los brazos de la silla.
—Buenas noches, pues —se levantó.
—Buenas noches —contestó ella.
Y cerró los ojos para no tener que verlo alejarse.
El sábado, Nick y Jerry empezaron a construir la casa en uno de
los robles que bordeaban el jardín. Miley fue al pueblo y comió con su madre, quien se mostró cariñosa y le preguntó cómo iban las cosas por el rancho. Miley le dijo que Jerry se divertía mucho.
—¿Sabe ya que Tucker es su padre? —preguntó Tish.
Miley suspiró y negó con la cabeza.
—Pero tiene derecho a saberlo.
—Estoy de acuerdo, pero… —la joven respiró hondo y dejó que la
frase se terminara sola.
Tish no parecía contenta.
—Ese chico necesita saberlo.
—Mamá, a mí no tienes que convencerme.
—Pues tendrás que hablar con Nick, ¿no te parece? No podemos
pasarnos la vida eludiendo la verdad, no es bueno. Tú precisamente
deberías saberlo ya.
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