domingo, 2 de septiembre de 2012

White Lies cap.14



Cuando sus bocas se separaron, momentos después, Miley no pudo resistirse a posar un suave y ardiente beso en la mandíbula de él. Ni pudo evitar acariciarle el labio con la punta de la lengua hasta que, al fin, dio un paso atrás.
Nick tomó aliento y combatió el deseo de tomarla entre sus brazos de nuevo y preguntarle si podía acompañarla a casa para hacerle el amor con la misma intensidad que lo habían hecho hacía años. Pero, en esa ocasión, no expondría su corazón, sería sólo cuestión de sexo.
Ojalá aquel beso hubiera servido para borrar todo el sufrimiento del pasado y le hubiera permitido seguir adelante sin rencor en el corazón, reflexionó Nick. Por desgracia, no había sido así. El beso le había hecho darse cuenta de lo vulnerable que seguía siendo ante Summer y de lo ardiente que seguía siendo su pasión por ella.
–Termina de recoger y te acompaño hasta el coche –dijo él con voz profunda. El deseo le incendiaba la sangre y estuvo a punto de mandarlo todo al diablo y de hacerle el amor sobre esa misma mesa.
Pero no podía hacerlo. No debía.
–No te preocupes, Nick. No hace falta que me acompañes.
Nick la observó y percibió el brillo de su mirada, muy seductor. Se preguntó si Miley sería consciente de lo tentadora que era. Se dijo que debía contenerse y no rendirse a la tentación, aunque ella también lo estuviera deseando.
–Voy a acompañarte, Miley.
La expresión de ella cambió y Nick se dio cuenta de que no quería que la acompañara. Pues tendría que ceder antes o después, se dijo, porque pensaba acompañarla de todos modos. De hecho, estaba decidido a seguirla a casa en su coche para asegurarse de que entrara en su hogar sana y salva.
–Bien. Como quieras, Nick.
Las palabras fueron dichas en un tono cortante. Nick adivinó que ella no estaba de acuerdo. Pero no le importó. No quería que Miley corriera ningún peligro. Intentó decirse que era su instinto protector lo que lo impulsaba a actuar así, y nada más.
Observó a Miley mientras ella tomaba su bolso y, luego, la siguió fuera del despacho. Hicieron una pausa en el pasillo para que ella cerrara la puerta con llave. El centro estaba en silencio y era probable que casi todas las mujeres acogidas estuvieran dormidas.
–¿Qué has cenado? –preguntó él cuando comenzaron a caminar hacia el vestíbulo.
–Nada. Estaba trabajando.
Nick apretó los labios para no soltar una imprecación. Saber que ella se había saltado una comida le molestó más de lo que debiera.
–Y, por favor, Nick, no me des sermones. Estoy demasiado cansada para escucharlos.
Nick la miró.
–Yo no doy sermones.
–Nunca lo diría.
Nick se detuvo e hizo que ella se detuviera antes de dar la vuelta a la esquina que conducía al vestíbulo. Miley podía estar demasiado cansada para escuchar lo que él tenía que decir, pero parecía tener energía de sobra para discutir con él. Sin embargo, no pensaba complacerla entrando en la discusión.
Decidido, Nick se inclinó hacia delante y posó un suave beso en sus labios.
–Estás más guapa cuando no te pones rebelde.
Miley frunció el ceño, tomada por sorpresa.
–No me estoy poniendo rebelde.
Nick no pudo evitar sonreír.
–Nunca lo diría.
Nick soltó una pequeña carcajada cuando ella lo miró furiosa. Ignorando su enfado, la agarró del brazo.
–Vamos, Miley, deja que recoja la carpeta que me olvidé y te acompañaré a casa antes de que te caigas redonda de agotamiento.
Miley miró hacia atrás antes de abrir la puerta de su casa. Sabía que Darius la había seguido hasta allí. Podía haber sido amable y haberlo invitado a entrar, pero decidió no hacerlo. Ya había tenido bastante Nick Franklin por el momento y, después de los besos que habían compartido en la oficina, ella había llegado a su límite.
Se preguntó qué era lo que la hacía sentirse tan vulnerable y frágil a su lado y, al mismo tiempo, tan bien protegida. Siempre que se besaban, no podía evitar revivir la pasión que habían compartido en el pasado. Y recordaba los sueños y esperanzas que su corazón había albergado cuando había creído que su relación podía tener un futuro. Incluso había soñado con casarse con él y tener hijos.
Se dirigió al baño para darse una ducha. Se preguntó si, en los siete años que habían pasado, Nick se habría arrepentido alguna vez de fanfarronear de forma tan degradante con su compañero de patrulla, Lucas Stewart, sobre la noche que habían pasado juntos. Ella le agradecía a Lucas que le hubiera contado lo que Nick había dicho.
El corazón se le llenaba de dolor cada vez que se daba cuenta de lo equivocada que había estado con él. Por eso, se prometió no cometer el mismo error, entregándole su corazón una vez más. Pero había disfrutado de aquel beso, reconoció. Una cosa no tenía nada que ver con la otra, siempre que tuviera clara la distancia que siempre habría entre los dos.
Nick se había convertido en un hombre de negocios y parecía disfrutar de su trabajo. Y ella tenía una nueva vida, una profesión y había perdido el miedo a encontrarse con Liam de improviso. Los últimos siete años habían sido fructíferos para ella, aunque había estado muy sola. En lo relativo a los hombres, había aprendido que era mejor protegerse al máximo y eso seguiría haciendo.
Y la forma más segura de hacerlo era asumir que no había nada entre Nick y ella.
Nick necesitaba ducharse para relajarse. Después de comprobar que Miley había llegado a casa sana y salva, condujo directo a su casa, recordando sus besos. Se había sentido a gusto con ella entre los brazos, como si abrazarla hubiera sido lo más natural del mundo. Teniendo en cuenta lo que ella le había hecho hacía siete años, ¿no era extraño que se sintiera tan bien en su compañía?
Cuando, con reticencia, él había terminado el beso, Miley le había acariciado los labios con su lengua, recordó, excitándose sólo de pensarlo. Había sido algo inesperado y le había gustado mucho.
Y, después de haber averiguado dónde vivía Miley, se esforzaría en conseguir que lo invitara a pasar una noche en su casa. Quizá tardara un tiempo en lograrlo, pero lo haría. No iba a volver a verla hasta el lunes siguiente, lo que le pareció bien, pues Miley era la clase de mujer que se le metía a un hombre debajo de la piel.
Tuvo que admitir que Miley se le había metido debajo de la piel esa noche. Ella le había hecho sentir cosas que no había sentido desde hacía años y le había recordado lo que era perder el autocontrol al lado de una mujer.
Frunciendo el ceño, se encaminó a la ducha. Al margen de lo que Miley provocara en él, estaba decidido a ser inmune a sus encantos. No tenía ninguna intención de tropezar dos veces con la misma piedra.





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